4: EL TATUAJE DE LA NINOCHKA

"Querido Imre, gracias por adquirir una Ninochka, como usted sabe aquí en estas hojas se encuentra toda la información que requiere para conocer lo que usted ha comprado.

¿Qué, recientemente has cumplido tus veintiún años? ¡Feliz Dagmar, nuevo Imre! Esperamos que la Ninochka que ha comprado sea de su total agrado. En este folder encontrara la información que sea y creemos es necesaria. Por favor, si tiene alguna duda o pregunta llámenos.

Con gusto le atenderemos."

David frunce el ceño, vuelve a leer el único párrafo existente en la primera hoja y cierra el folder, soltando un suspiro. No tiene ganas de leer ahora, menos cuando está bajo la atenta mirada de Simio. Parece ser que ella lo encuentra fascinante, pues no lo ha dejado de ver. Aunque tampoco era como si pudieran hacer muchas cosas los dos.

Se encuentran fuera del lugar en donde fue la venta o subasta, al ser tan altas horas de la noche no ha pasado carro alguno y las únicas personas existentes cercas son ellos y los que también compraron una Ninochka. Sentado en el escalón de la banqueta con Simio a un lado, espera impaciente a Esmeralda; le había pedido que no tardara, que fuera rápida ¿y qué hacía esa gorda? Tomarse todo el tiempo para hacer quién sabe qué. Era mejor que le llamará a Abraham, él era su amigo y él sí vendría, no como esa vaca.

Busca ciegamente su celular en los bolsillos de su pantalón, pero al no encontrarlo baja la mirada y frunce el ceño, pero al recordar donde lo ha dejado se siente idiota. Voltea a ver a Simio, quien aparta rápidamente la mirada y eso lo hace sonreír un poco, ella está obedeciendo lo que él le dijo hace media hora: "Tienes prohibido verme a los ojos".

David, en otra situación y con otra persona, hubiera sonreído y comenzado un muy practicado coqueteo que llevaría a ambos a la cama, pero siendo quien era la que estaba frente a él, le dio asco el simple hecho de pensarlo. Sacude la cabeza, despejando su cabeza de aquellas horripilantes imágenes.

— Simio —le llama y ella asiente para que sepa que tiene su atención—, dame mi celular, por favor —antes de salir del lugar, él se lo entregó a ella y le pidió que lo cuidara, pues temió que se rompiera cuando se sentara. Simio asintió, metió la mano en el bolsillo derecho del abrigo y extrajo el aparato, dándoselo en la mano con mucha delicadeza—. Gracias.

— De nada.

— Me molesta tanto las personas impuntuales, son lo peor —se queja con ella, mientras desbloquea la pantalla del celular—. ¿Sabes? Contratare a mi viejo chofer; se llama Luis y ahora estará un poco viejo, pero es genial.

— Imre...

— No me llames así —hace una mueca, pues su cerebro no le da tregua alguna con el remordimiento y la culpa; se ha imaginado a su hermana llamándole así a un hombre viejo y enfermo—, tengo un nombre: David Alberto —sonríe de lado, notando que ella no le mira a los ojos a pesar de que a volteado a verlo—. Llámame por mi nombre completo.

— De acuerdo —Bien, necesita aprovecharse de esa obediencia.

— No debes hablar a menos que pida tu opinión o sea necesaria una respuesta —Simio se quedó callada, asintió y David sonrió, sintiéndose un niño de nuevo en épocas navideñas—. Perfecto.

— ¿David?

Pone los ojos en blanco al escuchar la voz de quien ahora considera una persona impuntual y pésima ayudante: Esmeralda. Ella se acerca a ambos luciendo un vestido de terciopelo color azul noche, uno que se aferra a cada curva que su cuerpo posee y David se encontró extrañamente ¿atraído? ¿Confuso? ¿Asqueado? Eso era: estaba asqueado, pero intrigado ¿Cómo fue que Esmeralda logro ponerse ese vestido? No se veía mal, menos con todas esas joyas adornando su cabello en un chongo desordenado ni aquel carísimo collar de grandes gemas.

Bien decía su abuelo: "No hay mujer fea, solo mujeres pobres". Eso le dijo cuando tenía solo nueve años de edad, pero David Alberto lo comprendió a la perfección incluso siendo un infante. La televisión, la radio y los periódicos lo decían siempre, se burlaban y hacían desagradables comentarios al respecto: "Famosa se opera los glúteos" "Se somete a una lipoescultura" "Segunda operación de nariz" "Nuevo Año, nuevas tetas". Todas las mujeres una vez con dinero en mano, no dudaban a la hora de cambiar algo con lo que se sintieran inconformes o para complacer a sus espectadores.

Eso le desagrada.

Al lado de él, Simio se removió con nerviosismo y se ajustó mejor el abrigo alrededor del cuerpo. Eso él agradeció pues le había devuelto de su ensimismamiento, pero al voltear a verla se dio cuenta que seguía siendo mucha piel negra a la vista.

David Alberto se levantó del lugar que ocupaba, sacudiendo la tela de su pantalón con sus manos para retirar el polvo que posiblemente se había quedado. Esmeralda le ve en todo momento, increíblemente se sigue sintiendo atraída por ese cabrón y se odia por ello, en serio ¿por qué no pudo volverse feo? Le facilitaría mucho el odiarlo. Le recuerda perfectamente, aquel joven de lindos ojos azules que tuvo como amor platónico por muchos años, tan inalcanzable y caballeroso, una sonrisa hermosa y atractivo rostro.

Claro que eso ya no está, la belleza que ella recuerda era joven e infantil, un cuerpo sin músculo, pero ahora... Bueno, definitivamente ha crecido. Suelta un suspiro, voltea hacía la mujer que sigue sentada en el escalón y boquea sin poder creerlo.

David sorprende a Esmeralda viendo a su Ninochka extrañada y sorprendida, luego voltea a verlo con la misma sorpresa y nuevamente a la joven, para después centrarse en él.

— Es negra —dijo sin más, su voz sonando trémula. Es de esperarse, ella le conoce.

— Gracias por decirme —no puede evitar usar el sarcasmo—, no me había dado cuenta —extendió una mano hacía Simio, quien asintió antes de colocar la siniestra sobre la diestra de David—. Su nombre es Simio —agrega, mientras la ayuda ponerse de pie y al asegurarse que el abrigo cubra lo que tiene que cubrir, le suelta.

— ¡¿Por qué le has llamado así?! —sí, era obvio que iba a enojarse.

— Porqué, tristemente, es mía.

— Eres un asco —murmura Esmeralda, agradecida que David sea lo suficientemente idiota y de esta forma, ayudarle a odiarlo—, ¿en verdad no has cambiado nada, verdad?

— No —niega con la cabeza, adorando ver a Esmeralda viéndole con decepción—. Vine a este mundo para ser complacido, no para complacer —Espera ¿dónde había escuchado esa frase? Ah, sí, de su padre—. En fin, es mejor irnos. Necesito comprarle ropa, ir por boletos al aeropuerto, comer y solo cuando toque mi cama, descansar.

— Vaya —Esmeralda arquea una ceja, cruzándose de brazos—, ni un "gracias, Esmeralda".

— Te tardaste cuando te pedí que no lo hicieras, ese fue tu error.

— No me voy a disculpar —ondeó la mano sin importancia, camina hacía Simio y solo al estar frente de ella, le sonríe—. Eres muy alta —sí, a ella le vendría sacando dos cabezas sin problema—. Déjame quitarte la máscara, ¿sí? —intenta hacerse con el adorno, pero la mujer negra da un paso atrás y le impide quitársela— No te haré daño, solamente quiero quitártela.

— ¿Y por qué harías eso? —David frunce el ceño, observando atentamente Esmeralda—. Es mía, no tuya.

Aunque ciertamente no le hubiera importado que se la quitara, sin embargo, no duda que cerca haya todavía uno o dos compradores, así que lo mejor era que aquella máscara siguiera en donde mismo. David Alberto camina a Simio, acomodándole aquel adorno y después el abrigo, no quiere que nadie la visualice a la perfección, pues si uno de esos Imre es de México, no duda que se lo vaya a encontrar y trate de extorsionarlo. Lo mejor es mantener su compra como un misterio.

Con un suspiro de derrota, Esmeralda comienza a andar y David Alberto no duda en seguirla, indicándole a Simio que le siga con un movimiento de mano. La mujer de peso completo, les hace caminar por dos cuadras antes de llegar a una camioneta que, para David, fue total sorpresa que ella manejara, pues es un vehículo alto y para nada barato, ¿acaso la había comprado un billonario o algo así?

Indica a Simio ir delante de él, ella obviamente obedece y eso a él no deja de agradarle, podía acostumbrarse muy rápido a eso. Una mujer que le hiciera caso sin poner en duda sus palabras o pretexto alguno para no realizar la orden suena como de ensueño... definitivamente suena mucho a la relación que su padre lleva con su madre. El razonamiento le hace fruncir el ceño.

Al llegar al vehículo, abre la puerta trasera para que su Ninochka suba e incluso le ayuda para que no caiga, pues ha notado como sus piernas temblaron al querer apoyarse en solo una. ¿Acaso tampoco ha comido? La observa sentarse y él se encarga de colocarle el cinturón de seguridad, su mirada se detiene un poco en el tatuaje, pero no le da importancia y solo vuelve a acomodar el abrigo. La idea anterior, asaltándole en ese momento.

David se enoja, no puede creer que haya comparado a su hermosa madre con alguien que fue comprada por unas cuantas monedas, pero en el fondo de su raciocinio sabe que aquello puede ser una posibilidad. Su hermana sería una Ninochka, ¿por qué su madre no podría serlo? Ahora bien, desde siempre ha puesto en duda el amor de su mamá hacia su padre... Definitivamente ella no se hubiera enamorado de su papá, no era precisamente alguien detallista o romántico, tampoco le respetaba, sin embargo, que al primer golpe no se haya ido, decía mucho.

— David, sube, hay que irnos —dice Esmeralda, ya frente el volante y con el cinturón colocado, ella les ha observado por el retrovisor y sigue impresionada al ver que su David no ha cambiado en verdad, sigue siendo caballeroso y un pedazo de m****a al mismo tiempo.

— Sí, voy —su respuesta es atona. Da dos pasos atrás y a un lado, para así poder cerrar la puerta. Abre la del copiloto y sube sin más, colocándose el cinturón—. Pasemos primero por comida.

— Pensé que iríamos a comprarle ropa a Sim... ¿Le puedo llamar Simi? —echa a andar la troca, el rugir del motor impresionando a David—. Odio el nombre que le has puesto, es degradante y racista.

— Como sea —se alza de hombros, importándole poco la opinión de Esmeralda—. Quítate la máscara, Simio.

Él no se gira para ver si ella ha cumplido su petición, pues está seguro de que es así. Echa la cabeza hacia atrás apoyándola en el respaldo y voltea a ver por la ventana en cuanto el vehículo comienza avanzar; las calles mugrientas y el mundo gris que se ve es deprimente, le hace cuestionar si alguna vez volverá a usar ese color con tanta normalidad sin acordarse de todo lo sucedido.

Aunque lo que piensa no tiene nada que ver con la mujer de atrás o con su madre, de alguna forma se vuelve a colar ese pensamiento. ¿Su madre sería una Ninochka? ¿Para eso servían, para tener hijos? ¿Era alguna clase de matrimonio arreglado? ¿Tendría que casarse con Simio? ¡Oh no, m****a! Su padre le había comprado una esposa negra, una con la cual debía de tener hijos y para ello debía de... La idea, la mera imagen de él en una cama desnudo con Simio como esposa, se vuelve la gota que derrama el vaso.

Se sujeta la parte de enfrente de su camisa, siente un fuerte dolor torácico y que el aire le falta, no puede si quiera obtener un poco de oxigeno pues siente como la garganta se le obstruye. Está jodido. Cierra los ojos, quiere volver a tener el control, pero a cada segundo que pasa siente que lo pierde cada vez más.

Recuerda el último ataque que tuvo y lo desagradable que fue. La severa mirada de su padre; las preocupadas, de su madre y hermana, y las burlonas, de los amigos del trabajo de su papá. Los cuales no dudaron en llamarlo marica de forma burlona, empujándole los hombros de forma brusca y haciendo comentarios groseros hasta que lloró y se orino en los pantalones. Le habían humillado en público y hasta en su propia casa.

Comienza a sudar, el recuerdo de ese día nunca deja nada bueno en él, pero le es imposible pensar en otra cosa.

— Oh, maldición ¿qué rayos te está pasando? No vayas a morir —logra escuchar a Esmeralda, pero no está muy seguro que haya dicho eso. <<Tal vez quiso decir: "Por favor, muérete, pero no ensucies mi auto">>.

— Calma, por favor — Esa voz no la reconoce al principio, pero con ese "por favor" ha logrado darse cuenta que quien habla es Simio—; solo hará que sea peor —al sentir unas manos frías sobre sus sienes, le deja de importar todo lo demás.

La suave presión que le ofrece de alguna forma logra hacerle llevar un poco de aire a sus pulmones e intenta controlarse, pero un estremecimiento que recorre todo su cuerpo le hace perder el hilo de su meta. Se recuerda pidiéndole a su padre no llevarlo más al trabajo, pues ahí están los hombres malos que se burlan de él y lo único que recibe de su progenitor es una dura mirada, acompañada de una fuerte bofetada mientras dice: "deja de ser un maricón".

Le odia tanto.

— David Alberto, calma —Simio pasa las manos a sus mejillas, el frio de estas haciéndole soltar un suspiro—. No ocurrirá; eso que usted piensa no sucederá, y si ya ha pasado, no volverá a suceder —bien, eso servía. Él jamás dejaría que eso pasase de nuevo—. Usted tiene el control, David Alberto.

— ¿Por qué le dices eso? —la sorpresa en la voz de Esmeralda no le pasó desapercibida— Si tienes alguna clase de poder sobre él, dile algo como: "si me violas, se te caerán las bolas".

— No debe dudar de usted, David Alberto —apoya la diestra sobre el pecho de David Alberto, sorprendiéndose al notar los fuertes latidos, tanto que no duda que sean dolorosos y que logre sentirlos en todo el cuerpo. David siente como si su corazón quisiese salir del cuerpo.

— ¿Me estaciono? —cuestiona Esmeralda, un tanto preocupada.

— Como usted guste.

— También soy una Ninochka, Simi; puedes hablarle con normalidad —David respira entrecortadamente, suelta un suspiro y vuelve a tomar una bocanada de aire, llevando su diestra a la mano que descansa sobre su pecho, debe aferrarse a algo—. Podría llevarlo a un hospital.

— Es solo un ataque de pánico, no requiere una asistencia médica de emergencia.

— ¿Cómo lo sabes?

— Sudoración, estremecimientos, dificultades para respirar y, al parecer, le duele el pecho —las palabras de Simio se cuelan al razonamiento de David y él gruñe, ese sonido hace que Esmeralda haga una mueca— ¿Sabe si ha comido algo?

— No sé, ¿tú comiste?

— Es más importante David Alberto.

— Oh, demonios —Esmeralda finge un estremecimiento, moviendo con exageración los hombros—, espero no haber sido así.

David no está muy seguro por dónde van, qué camino toman o cuánto tiempo lleva Esmeralda conduciendo, pero agradece que haya sido largo pues así el ataque ha desaparecido. En todo momento, las manos de su Ninochka se han posado en sus sienes o pecho, dándole una ligera presión en esas áreas que le ayudan a relajarse.

Cuando logra controlar sus ideas y que los escalofríos dejen de recorrerle todo el cuerpo, sonríe con alivio. Mueve sus manos para tomar las de Simio y las retira de sus sienes, piensa en decirle gracias, pero decide callar pues era su deber ayudarle ¿no? Ella estaba para ayudarlo... Le da un ligero apretón a sus manos antes de soltarlas, agradeciéndole en silencio su ayuda.

Pega brinco de sorpresa al escuchar una puerta cerrarse con fuerza, se endereza y ve a su alrededor, ha sido el sonido proveniente de otro carro. El vehículo ha sido aparcado frente a un local de comida rápida, uno muy conocido, pero que él aborrece infinitamente. David voltea a ver a Esmeralda, ella se baja sin dar explicación alguna y con cortas, pero rápidas zancadas entra al lugar. Por la mente de él cruza la idea de ponerse tras el volante y salir de ahí, pero oh, sorpresa, la gorda se ha llevado las llaves.

Necesita distraer su mente antes de que las malditas ideas anteriores le golpeen; la idea de entablar una conversación con Simio es descartada rápidamente pues no quiere hablar, no tiene ganas de hacerlo después de semejante escena. Se inclina al frente, toma el folder dorado que yacía sobre el tablero y se va a la segunda hoja, agradece que haya la suficiente luz como para poder leer.

"Ninochka, palabra rusa que significa: niña pequeña.

El origen de las Ninochka no es ruso, pero tampoco es de un lugar en especial, pues toda mujer puede ser transformada en una real belleza. El año que se originó fue en 1874 el día 22 de julio, gracias a Feliciano Jáuregui Gómez.

Él no nació siendo rico, pero con el paso de los años se volvió un niño muy astuto, mas no inteligente, pues ser analfabeta no representaba ningún problema para los trabajos que realizaba. Cuando cumplió los 12 años de edad estuvo con su primera mujer, a la cual desposó a los 15 y embarazó a los 16.

La joven pareja estaba feliz, pero Feliciano temió mucho por la salud de su hermosa esposa, la cual decayó de sobremanera al dar a luz.

A los 18 años de edad, ella vuelve a quedar embarazada, pero las medicinas ya no son un problema, pues el joven Feliciano había conseguido un trabajo noble y bien pagado a finales del año pasado. Es cuando nace su tercer hijo, varón al igual que el segundo, que la mujer vuelve a caer enferma y es cuando Feliciano se encuentra en verdaderos aprietos.

El dinero ya no alcanza, su esposa está enferma y su segundo hijo también, él teme por su familia y al ver a su hermosa hija, de ya trece años, los problemas se disuelven como agua en el azúcar. Él empieza a enseñarle a cocinar, tejer, escribir; la educa tanto que no parecía niña de campo, sino más bien una señorita de provincia.

Ese día, cuando su hija cumplió los 15 años, él la fue a vender al rey y este quedo tan maravillado con tan inteligente y bella criatura que dio 1000 monedas de oro sin dudar. Con esas monedas, Feliciano compró las medicinas de su amada esposa y bellos hijos, y además una casa donde los cuatro pudieran ser felices.

El rumor se esparció, varios pueblerinos acudieron a Feliciano y le pidieron que a sus hijas también las educase, él les dijo: "Por pan, huevo y leche, les haré una dama. Por pan, huevo, leche y carne, les haré una puta". Creyó que con eso podría quitarse de encima a semejantes hombres, pues al ser pobres jamás iban a poder con aquel encargo.

A la noche siguiente no fueron los padres que llamaron a sus puertas, sino las madres, quienes tomaban de la mano a su respectiva hija. "— Señor..." dijo una, retirándose lentamente las prendas "... no tengo pan, huevo ni leche, pero tengo carne y dejaré que la coma si vuelve a mi hija algo útil."

Feliciano quedó sorprendido, pero no pudo negar que tenía mucho deseo por probar carne que no fuera la de su esposa. A todas las madres las citó en la noche al establo del pueblo, donde comió hasta quedar saciado, pero su gula fue tal que a las niñas, no mayores de once años, también devoró.

Cada niña que comió, educó. Cada niña que educó, volvió una Ninochka.

Y cada mujer que nació, se volvió una.

Demos un gran gracias a tan inteligente hombre."

David ve sin leer, solo se asegura de no haber dejado nada por alto, algo como: "jajaja, te la creíste", pero no encuentra nada de eso, solo puros elogios al hombre llamado Feliciano. ¡¿Era una jodida broma?! Un cabrón había dado a su hija al rey para salvar a sus dos hijos y esposa, hasta ahí todo va bien; lo había hecho por amor, al fin y al cabo, y porque en realidad no dio a su hija a un cualquiera, sino al mismísimo rey (según lo que ha leído), pero ¿cogerte a las madres del pueblo junto con las hijas? Eso era enfermo, asqueroso y para nada aprobado por él, ni por la ley.

Niega con la cabeza, pasa de hoja y reza mentalmente por ya no volver a leer algo semejante en su vida. Podría ser que Feliciano fuera el hermano extraviado de Marqués de Sade. Gente enferma.

Saludos cordiales, Imre.

La Ninochka que usted ha adquirido se llama Begum Musoke, nació el 5 de agosto de 1992. Su familia está en el top cinco de las más ricas de África. Es políglota, acabó su carrera de enfermería y el instrumento musical que mejor maneja es el piano de cola y pared.

· Posee pasaporte y todas sus vacunas, buena salud bocal.

· Tiene historial limpio.

· No toma. No ingiere drogas.

· No es virgen.

· Lleva cinco años siendo una Ninochka.

· Nunca ha quedado embarazada.

— ¿Te obligaron a tomar la carrera de enfermería? —pregunta, volteándola a ver. Simio asiente en respuesta— ¿Te enfadaste con tu padre por eso? —niega, el afro cabello danzando por el movimiento— Yo lo hice cuando me obligó a tomar contaduría, pero llevé en secreto la carrera de abogado —suelta un suspiro, vuelve su vista enfrente y pasa a la siguiente hoja.

Reglas.

1. Nombre.

1.1 Si ha cambiado el nombre de su Ninochka, recuerde arreglarle todos los documentos necesarios (acta de nacimiento, Clave Única de Registro de Población (CURP), pasaporte, licencia, etc.)

1.2 Si el nombre de su Ninochka no es cambiado, por favor dejarlo claro en la hoja de entrega.

2. Tatuajes.

2.1 Si su Ninochka posee tatuaje, debe saber el significado.

· Venado: la mujer aparenta ser delicada, pero que es tan ágil que podría escapar al más mínimo descuido. Precaución.

· Cuervo: la mujer es astuta, pero mezquina y avariciosa. Su cartera corre peligro.

· Gato: la mujer no se quejara del dolor, resiste mucho, además de ser muy celosa y protectora. Cuidado con dejarse llevar con los golpes.

· Pez koi: la mujer es perfecta para la reproducción. Felicidades a la nueva familia.

· Tortuga: la mujer es paciente y muy sabía, posee una gran voluntad. Se ven mejor con la boca llena.

· Lobo: la mujer es poderosa, salvaje, pero fiel. Cuidara de usted más que de ella misma. Buena compra.

· Serpiente: La mujer no será fácil, es contestona y no cerrara la boca a menos que usted sea de mano dura. Nunca se va a aburrir.

a) Si su Ninochka no posee tatuaje quiere decir que es virgen o recién ha sido ingresada.

3. Obligaciones.

3.1 Cada Ninochka desde que ha nacido se le ha otorgado una educación perfecta, se pide al Imre seguir con ellas. Gracias.

a) Sino puede seguir con la educación de su Ninochka o cree que son tontas y la llevará a realizar unas que valgan verdaderamente la pena, por favor anotarlo en la hoja de entrega.

4. Visitas familiares.

4.1 Para mantener la salud mental de la Ninochka es necesario que visite a su familia una vez al mes, al menos.

a) Si usted, Imre, no se ve con la necesidad de hacerlo y lo cree absurdo, por favor comentarlo en la hoja de entrega.

5. ¿Insatisfecho?

5.1 Deberán pasar tres meses para que usted pueda devolver a la Ninochka, para ello no deberá cambiarle el nombre, golpearla, desvirgarla ni embarazarla.

a) En caso de golpes que provoquen a la Ninochka caer en coma, será una multa de 100, 000, 000 dlls.

b) Si la Ninochka se escapa, nosotros la recuperaremos por usted a cambio de 1, 500 dlls.

c) En caso de que su Ninochka haya quedado embarazada por error, el aborto seguro le costara 2, 000, 000 dlls.

d) Si ha comprado a su Ninochka con fin de matarla, por favor...

— "...comentarlo en la hoja de entrega" —David traga audiblemente—. M****a, esto es de enfermos — voltea a ver de nuevo a Simio, quien baja la mirada rápidamente— ¿Qué tatuaje posees tú? —cuestiona, no quiere voltear abajo y por error visualizar la vagina.

— Una tortuga, David Alberto —eso le hace ladea la cabeza, busca nuevamente en el folder y al encontrarlo, sonríe. Bien, no le ha tocado una estúpida y, ahora que lo recuerda, cuando todas las Ninochka han estado arriba de la barra, solo había una que tenía una tortuga tatuada.

— ¿Crees que puedan agregar un animal más a la lista de tatuajes? —pregunta, cerrando el folder y colocándolo bajo el asiento. Mañana leería un poco más, hoy ya tenía suficiente— A mi hermana le van a poner un burro sin lugar a dudas.

— Debe ser al menos Ninochka por un año para portar un tatuaje.

— Oh, diablos —hace una mueca—. Bueno, a Abraham le gustan los burros... también los lobos, es obvio que mi hermana está súper enamorada de él, pero puede que le pongan una víbora en la frente —eso lo hace sonreír, pues sería divertido ver a su hermana con una serpiente en la frente— ¿Cómo llegaron a la conclusión de tatuarte la tortuga?

— Nos ponen exámenes todos los días, al igual que pruebas y prácticas en diferentes campos, aparte de eso: la información que los Imre entregan.

— Eso está bien ¿no? —alza una ceja— No se sale idiota de ahí.

— Muchas veces nunca se sale.

— Volví —Esmeralda abre la puerta del vehículo, sube primero tres bolsas con el logo del local y una que es totalmente negra, ¿de dónde ha salido eso? Cuando las deja en medio de los dos asientos delanteros, sube y se acomoda tras el volante—. Antes de comer, quiero que veas esto, Simi —con una enorme sonrisa, toma la bolsa negra y se la extiende a Begum, quien solo la observa. David sonríe radiante.

— Puedes tomarla —Begum se hace con la bolsa, abriéndola con delicadeza—, veamos qué trajo la gorda.

— Esta gorda trajo comida para ti, imbécil —David Alberto la ve con una ceja arqueada—. Agradéceme y cállate —toma una de las bolsas blancas y la pega contra el pecho de David, este suelta un gruñido.

— No me gustan las hamburguesas —anuncia, haciendo una mueca de asco.

— Necesitas comer algo, no quiero verte tener otro ataque —sella los labios, como si aquellas palabras hubieran sido de más—; te veías asqueroso —agrega, sentándose bien en el asiente. Asir otra bolsa blanca, dándosela a Begum— Ten, Simi, tú también debes comer algo —sin embargo, la Ninochka negra no le presta total atención a la comida, sino la ropa que la mujer le ha dado.

— Ey —frunce el ceño, abriendo la bolsa blanca que ella le ha entregado—, nunca te di la autorización de llamarla de esa forma.

— No pienso llamarle simio —David entrecierra los ojos, perforando con la mirada a Esmeralda, quien voltea a verle irritada— ¿Qué?

— Tienes una víbora tatuada en el muslo, ¿verdad?

— Come m****a, David —el sonrojo le da la respuesta.

— Sí, en definitiva es una, y bien grande.

Esmeralda no dice más, solo quiere comer y que el idiota a su lado cierre la boca. David sonríe ganador, saca la hamburguesa de la caja de cartón y le da un mordisco, no sabe mal, pero definitivamente sigue sin gustarle. Voltea a ver a Begum y frunce el ceño al verla, pues ella no está comiendo, sin embargo, ve con ojos brillantes lo que hay en la bolsa negra.

Él observa como ella saca de esa bolsa un vestido blanco lleno de flores rojas y rosas, con encaje en el final de la prenda, mangas y cuello, el cual tiene un escote de v. El detalle en el diseño es muy bien detallado, incluso en las hojas verdes y los pétalos de cada flor; es de licra, lo puede saber por el brillo y elasticidad de la tela, sin embargo, ¿Se vería bien con eso puesto? Definitivamente no, iba a dejar mucha piel negra todavía a la vista, pero con el suéter puesto encima ya cambiaba, aunque no iba a combinar... Bien, David piensa seriamente en ir de compras llegando a casa.

Da otro bocado a la hamburguesa, cierra los ojos y disfruta del falso sabor, pero agradece en silencio ya tener algo por fin en su estómago. Aunque no se comparaba con la comida de su madre...

<< ¿Qué tatuaje portas mamá? No, olvídalo. Ella no fue una Ninochka. >> Se obliga a tener una conversación con Esmeralda, quien cada cinco o diez minutos, le decía lo idiota o pendejo que era, incluso le llamo: "cerdo machista", aunque también le agradeció cuando le ofreció una servilleta o un trago de su bebida, ya que ella ya se había acabado la suya.

Echa la cabeza hacía atrás, soltando un suspiro de satisfacción pues ya ha acabado de comer, aunque no se ha comido las papas fritas. Ahora lo que debe de pensar es en ir por su equipaje, cambiarse y tomar su medicamento, después de eso ir al aeropuerto e irse a casa. David siente una punzada en el pecho, baja la cabeza y comienza a tomar grandes y lentas bocanadas de aire. Debe mantener la calma y no estresarse, no quiere otro ataque de pánico.

— ...y así fue como conseguí este vestido —termina Esmeralda, llevándose una papa frita—. No tienes idea de lo difícil que es conseguir ropa talla XXL para mujer y que sea bonita.

— Se te ve bien —dice, enderezándose—. Esmeralda, ¿puedes llevarme al hotel? Necesito ir por mi medicamento.

— No creo —hace una mueca, queriendo que el sonrojo se le baje lo más rápido posible, pues lo dicho por David le ha sentido avergonzada y bonita a la vez—, lo siento —David Alberto le ve con los ojos entrecerrados, es obvio que quiere una explicación—. Mi Imre se desocupa en dos horas, yo debo estar en casa lo más pronto posible.

— He de suponer que si no te ve, te irá muy mal.

— Así es, por lo tanto nada más puedo llevarte al aeropuerto —suelta un suspiro, llevándose un mechón de cabello tras la oreja—; no recuerdo muy bien si ahí hay una farmacia, pero si la hay, ahí puedes comprar tus medicamentos.

— Está bien —voltea a ver a su Ninochka—, Simio sabe qué hacer si me da un ataque o evitarlo, en todo caso ¿verdad? —cuestiona y ella asiente en respuesta, eso le hace sonreír de lado— Ponte el vestido ya, encima colócate el abrigo —se sienta correctamente y por la expresión de Esmeralda, sabe que ella en verdad no le ha gustado nada el nombre—. ¿Ya nos vamos?

— Eres un pendejo.

Él no responde, solo se alza de hombros y se acomoda en el asiento, viendo el frente con cansancio. Quiere volver a casa ya y aunque el riesgo es mucho si sube a un avión sin sus medicamentos, es cierto que confía en que la Ninochka le ayude, hace un rato lo hizo ¿por qué no volverlo hacer?

Escucha el murmullo molesto de Esmeralda antes de que ella eche a andar la camioneta, ella en verdad no tendría por qué ayudarlo. Le hizo la vida imposible después de que se le confesó, pero el golpe de gracia se lo dio en la graduación; fue por ella a su casa, le dio un ramo de flores, bailo con ella toda la noche y cuando Esmeralda se volvió a armar de valor confesándole cuanto lo amaba, David solo se rio. Le dijo: "hay que ser muy pendeja, Esmeralda, y vaya que lo eres".

Al estar en la pista de baile, fue obvio que todos escucharon y comenzaron a señalar entre burlas, más sus amigos, pero ella no le apartó la mirada, es más, le abofeteo; no le dolió ni le hizo sentirse mal, solo le causo más risa y siguió degradándola. Él fue quien se marchó, dejando a Arlyn atrás y cuando llegó a casa, recuerda haberse encerrado en su cuarto y ponerse a escuchar música.

No hubo rastro de remordimiento en aquellos años, pero de alguna forma ahora razona un poco y puede que si aquello no hubiera pasado, Esmeralda no tuviera una serpiente en el muslo, sino un venado o incluso una tortuga, es más: ella ni debería estar ahí. 

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