CAPITULO III la misión

— ¿Acaso se han vuelto locos? —Exclamó mi padre y lo escuché golpear a lo que parece ser una mesa, intentando contener su desesperación.

¿Cómo fue que llegué a esto? Jamás creí que llegaría a hacer algo tan infantil como escuchar conversaciones privadas a través de las puertas, estoy cerca de cumplir los 20 años y me estoy comportando como un crío. Cuando mi padre fue convocado a una reunión de suma importancia, no pude ser capaz de controlar mi intriga ¡y he aquí! Escuchando sus discusiones detrás de esta estructura de madera refinada.

Hasta ahora, lo que he entendido de su conversación, es que quieren usarme para algo importante.

Una misión para ser exacto.

— ¡Contrólate Miros! —ordena una voz femenina—. Sabes mejor que nadie que Zend es el único que puede realizar esta tarea. ¿O acaso olvidaste que fuiste tú quien sugirió que él se uniera a nuestras tropas?

Escucho como mi padre se levanta abruptamente de su asiento y comienza a caminar hacia una dirección que desconozco. Incluso desde aquí lo puedo oír suspirar como si estuviera extenuado.

—Claro que no lo he olvidado, pero seamos realistas. Enviarlo a esa misión seria como enviarlo al matadero —Respondió mi padre—. ¿No lo entienden? Zend no es como los otros aprendices.

—Precisamente por esa razon es que quiero que vaya él —Habla otra voz, esta vez masculina.

Esa voz grave la conozco, pero entre mi confusión no logro descifrar en donde la he oído.

—Señor Armón, por favor, es una imprudencia mandar a un niño a una misión de ese tamaño.

—creo que lo subestimas demasiado, General. —El dueño de la voz grave se levanta también de su asiento con calma.

Mis ojos casi salen de sus órbitas de la impresión. ¡El gran Armón está dentro de ese salón!, el ángel negro más temido por los mortales y odiado por los arcángeles. Armón es para nosotros los nephilims, una leyenda viviente. En las clases de historia nos cuentan que él ha sido capaz de vencer a hordas enteras de ángeles, y ni hablar de sus enfrentamientos con ejércitos humanos. Nadie conoce el rostro de este imponente ángel exiliado debido que es imposible verlo con detenimiento, al enfrentarse a sus oponentes viaja tan rápido entre los cielos, que basta un segundo para despedazarlos con sus fuertes alas negras. Por eso nadie ha sido capaz de ver su rostro. Los ángeles negros no son muy diferentes a sus contrarios, los arcángeles. Ambas especies poseen características similares, como sus llamativas alas, sin embargo; los ángeles negros son capaces de dominar el arte de la magia negra, un arte que sin duda nos ha beneficiado nosotros los nephilims. Pues gracias a ellos, nuestro nido es custodiado y oculto de nuestros enemigos por su magia.

Los nephilims tienen una alianza muy estrecha con estos seres, puesto que ambos bandos tienen los mismos intereses en acabar con los mortales y los guerreros del edén.

Estoy tan entusiasmado como desconcertado a la vez ¿Qué clase de misión es como para poner nervioso a mi padre? ¿Y por qué yo? Pego aún más mi oído a la puerta esperando escuchar mejor y que mis dudas se aclaren; ahora varias voces discuten sus ideas sin ningún orden, impidiendo que pueda entender lo que replican.

Pero de la nada, una voz susurrante y divertida emerge tras de mí casi provocándome un infarto

— ¿Zend, a quiénes espiamos? —Preguntó Lucas muy cerca de mi oído.

A veces no sé si tomar sus bromas con humor o golpearlo en la cara.

—¡¿Acaso eres idiota!? ¡Casi me matas de un susto, animal! — Le reclamo entre dientes a la vez que lo aparto de un empujón, el no parece comprender la seriedad del asunto, pues el muy idiota continua riendo en silencio.

Y como si eso no fuera suficiente, escucho como la discusión entre ellos se detiene y un silencio alarmante nos delata. Hasta que la voz severa de mi padre nos hace pegar un brinco a Lucas y a mí.

—¿¡QUIEN ESTA AHÍ!?

Pasos apresurados se acercan a la entrada, Lucas y yo nos miramos alarmados y justo en el momento que abrieron la puerta bruscamente, ya nos habíamos ido. Ambos nos dirigimos a mi dormitorio, Lucas se lanzó sobre mi cama sin tender mientras exclamaba aliviado: ¡estuvo cerca! Yo sólo lo miro enfurecido al mismo tiempo que tomo asiento en una de las esquinas de mi cama para procesar en mi cabeza todo lo que acabo de escuchar.

Lo que entiendo es, que necesitan que yo me juegue la vida en una misión muy importante, por una parte me siento muy halagado de que el mismo Armón me proponga a mí como primera y única opción para llevar a cabo la encomienda; aunque temo fracasar, que es lo más probable que suceda.

Creo que mi cara ha de reflejar a la perfección mi angustia, pues Lucas se sienta junto a mí y me observa con una mirada intranquila.

— oye... ¿Qué sucede? —Me pregunta perdiendo las ganas de reír a la vez que me da una palmada en la espalda. Es la primera vez que lo escucho hablar y actuar con seriedad, el bromista y sarcástico Lucas de toda la vida ha desaparecido por un momento, y eso de alguna manera me hace sentir mejor, lo que menos necesito ahora es escuchar bromas. Tomo aire y comienzo a relatarle detalle por detalle todo lo que pasó.

Habiendo terminado, su expresión cambia por completo a una de asombro, como si no pudiera creer que me hayan elegido para algo tan... grande.

—Creo que debería ir ¿no?—Replicó con fingida calma.

Lucas sonríe de oreja a oreja y me abraza con fuerza festejando algo que no logro entender, levantándome y apretándome casi hasta hacerme explotar.

— ¡ZEND! ¡Eso es un honor! El gran Armón te ha elegido —Exclama—. ¡Te ha elegido! y tú... ¿no estás feliz? —Esta vez me observa con atención y deja de abrazarme al darse cuenta de mi intranquilidad. Vuelve a tomar su postura taciturna.

— ¿Qué pasa si lo hecho todo a perder Lucas? ¿Y si fracaso?

—Si te mentalizas así ten por seguro que pasará —me regaña por lo bajo dejándose caer en la cama—. Si te han elegido a ti ha de ser por algo ¿no crees?

— ¡Mírame bien Lucas! ¡No tengo alas!

— ¿y eso que más da? ¡Deja de lamentarte como un idiota! —Se vuelve a enderezar esta vez más molesto—. Creo que no te has dado cuenta, pero tú tienes una oportunidad que todos aquí quisiéramos tener. No sabes lo que yo daría por tener tu lugar ahora mismo, ¿Y encima te quejas?

—Ni siquiera el piensa que poder hacerlo

— ¿Quién? ¿Tu padre?— Asiento.

—Aun así, no solo Armón cree en ti, yo también lo hago —Hace una pausa y me mira de frente con unos ojos llenos de empatía—. Y creo que eso debería bastar para que tú también lo hicieras.

Me ha dejado sin palabras, su honestidad me dejó paralizado, y no fui capaz de siquiera contestarle, por ello él continúa hablando ahora más calmado:

Trago saliva a la vez que aclaro mi garganta. Sus palabras actuaron como un baldazo de agua fría cayendo sobre mi cabeza y reflexiono cada uno de sus términos que, por primera vez me ayudaron a ver las cosas con mayor claridad. Levanto la mirada encontrándome con la suya y esperando escuchar una respuesta, asiento con mi cabeza decidido, así que Lucas sonríe y vuelve a abrazarme.

—Tu tranquilo y yo nervioso ¿está bien?—agregó mi amigo... mi mejor amigo.

Puede que Lucas sea todo un payaso cuando se trata de situaciones poco importantes, pero ahora me ha mostrado otra faceta de él que jamás creí conocer alguna vez. Sin importar nada ha estado conmigo hasta ahora, incluso en los momentos en los que soy insoportable.

Entonces, la puerta de la habitación se abre sin previo aviso rompiendo con el emotivo momento. Es Hee'bel.

—Zend, necesito que me acompañes, has sido llamado por tu padre para hablar de un asunto importante.

No tenía caso preguntar qué asunto es tan importante, tanto Lucas como yo sabíamos perfectamente de que se trataba, así que él sale del cuarto, no sin antes dibujar con sus labios la palabra "suerte" y entonces se retira. Y a los pocos segundos yo también abandono la habitación junto con Hee'bel.

Caminamos a paso apresurado por un pasillo que conecta con cientos de dormitorios y salones más, los cuales no he explorado por completo, esta mansión es tan enorme que el tiempo que hago de mi cuarto al comedor es de diez minutos, literalmente. Nunca había analizado con detenimiento estas paredes, siempre estuvieron ahí y yo jamás noté los marcos de pinturas que ilustran los cuerpos de ángeles caer del cielo.

Pero la pintura que más llama mi atención, es la que muestra el cuerpo de un ángel cuya anatomía y fisonomía son tan perfectas como el Hombre de Vitruvio que Leonardo da Vinci ilustraba en sus obras (si, conozco de arte humano), Pero, aquel ángel perfecto esconde su rostro con sus brazos, no quiere mostrar el dolor que siente ante los ángeles que revolotean sobre él. De este modo, su expresividad queda recogida en su mirada, llena de ira, odio y rencor.

Ver la pintura me deja con un mal sabor de boca, sin embargo retiro esas malas vibras cuando veo que hemos llegado a la entrada del salón, la cual hace unos momentos atrás yo había estado allí.

Hee'bel abre la puerta y entramos. Lleno mis pulmones de aire y me preparo para lo que se me viene encima.

Atravieso el portal, encontrándome con cinco pares de ojos observándome. Veo a mi padre, el cual estaba sentado en una de esas elegantes sillas que hacían juego con la mesa redonda de madera decorada con resina azul. También me percato de los otros cuatro seres sentados en esa mesa.

Una mujer con un hermoso cabello rubio y rizado, tan hermoso como sus ojos rojos que contrastan con sus alas densas y oscuras como la noche. Despide un aura de extrema elegancia y sus ojos expresan una sensualidad que me deja sin aliento. Hay dos ángeles negros más, ambos son varones y comparten el mismo color castaño de cabello, al igual que sus ojos marrones y barbillas prominentes. Los dos sujetos tienen sus rostros y cuellos llenos de cicatrices. Me siento cohibido con sus fuertes miradas que casi parece que han descubierto hasta mis más oscuros secretos.

Ni siquiera la exótica mujer ni los dos sujetos intimidantes me impactan tanto como al ver el ángel negro que conocí en el bosque. Estaba ahí, sentado al lado de mi padre, dándole en una parte de su cara la luz nocturna que dejaba entrar la ventana, no me cabe la menor duda. Él debe ser Armón.

¡Un segundo! ¿¡EL GRAN ARMON FUE QUIEN ME SALVO EL PELLEJO EN EL BOSQUE!? Me muero de la vergüenza.

Mi padre me indica que me siente en la silla disponible que está a lado suyo, obedezco y ocupo el lugar.

— Zend, hijo, te hemos llamado para informarte sobre algo serio —Explica con un tono de voz sobrio y pesado.

— ¿Qué pasa padre? Me estás asustando —confieso.

— Se ha localizado al arcángel Miguel en la capital de Turquía —explica uno de los sujetos castaños, siendo más específico el que tiene una cicatriz en el ojo izquierdo— y es imprescindible que sea atacado antes de que cambie de estadía.

— ¿y yo que tengo que ver en eso? —Pregunte aún más confundido.

Entonces el Sr. Armón ríe por lo bajo y dice:

— ¿Qué sí que tienes que ver en eso? —¿Acaso es esa una sonrisa ladeada formándose en su rostro? —. Pues es muy sencillo. Queremos que tú lo mates y me traigas su espada.

Si no fuera porque estoy sentado, ya me habría desplomado de la impresión. ¿De verdad quieren que mate al arcángel más poderoso del edén? No sé qué me impresionó más, la indicación en sí o que él me dijera sin escrúpulos.

Mi padre suspira frustrado.

— señor ¿no habría sido mejor que se lo hubiera dicho yo?

—No esperaba que lo tuvieras tan consentido general—Dirige su atención a mi padre sin borrar su irónica sonrisa—. Aunque dudo que Zend sea el tipo de joven que se sienta intimidado por un arcángel ¿no es así chico? —ahora se dirige a mí.

—S-si señor —Es la primera vez que tartamudeo en una afirmación. Pero con esos ojos mirándome tan fijamente es imposible no sentirse inquieto. No sé por qué noto que en su respuesta tiene la intensión de recordarme lo que paso en el bosque.

—No olvide que no se trata de cualquier arcángel, señor. —Agrega otra vez, notándose algo molesto.

La tensión que comenzaba a formarse en la mesa me hizo tragar saliva.

— ¿Qué sucede querido? ¿Te asusta la encomienda? —murmura la rubia sarcásticamente mientras retuerce su hermoso cabello con sus dedos.

— No es eso, pero querría saber porque me han escogido a mí

— Eso mismo me gustaría saber yo —agrega el sujeto castaño de la cicatriz, como si no estuviera del todo de acuerdo con lo que está pasando.

¿Qué el otro castaño es mudo? No lo he oído hablar en ningún momento. El Sr. Armón se levanta de su lugar y se dirige a la ventana que permite que toda la luz entre al salón, se para enfrente de ella dándonos la espalda.

— Ahora se pondrá misterioso —susurra el castaño.

— ¿Podrían dejarme a solas con el chico? —Ordena el Sr. Armón

—Pero señor... — replica mi padre

— ¡AHORA! —espeta con brusquedad. Al elevar su voz de esa manera me sobresalto.

Todos se levantan y abandonan la sala sin ánimos de decir nada más, no creo que después de esa exaltación por parte de su líder les quede ganas de cuestionar una orden suya por más insignificante que sea.

Una vez estando todos afuera, me quedo solo en la amplia mesa de madera. Un silencio incomodo de apodera del salón y eso no ayuda a que me sienta más calmado, hasta que la voz solemne del ser mirando a la ventana rompe con toda esa incomodidad.

—No suelo ser así, odio tener que levantar la voz, pero odio más que me cuestionen —Apostillo, para luego apartar su atención del ventanal y dirigirla a mí—. Acércate.

Me levanté de inmediato y avancé unos cuantos pasos a su dirección, una vez estando lo suficientemente cerca, me atrevo a preguntar:

— El ángel que asesine en aquel bosque, estaba herido... no se compara con Miguel. Solo me aproveche de su debilidad y le arranque la garganta, no piense que por eso, me hace un guerrero a su altura.

—No pedí a un guerrero para hacer esta misión, si así fuera, yo mismo habría ido sin problemas.

— ¿Entonces porque me escogió? Incluso mi padre haría mejor el trabajo.

—Como dije... yo no pedí a un guerrero, yo pedí un arma.

— ¿un arma?

—si... Tú, Zend... tienes una ventaja que te hace diferente a tus compañeros, incluso a tu padre.

— ¿Qué clase de ventaja?

—ya sabes, esa clase de ventaja que desconocemos que tenemos, pero en el momento adecuado, aflora haciéndonos más fuertes, más letales. Puede que no lo veas aun, pero pronto lo sabrás.

—Señor, perdone pero sigo sin entender — Replico desconcertado, sintiéndome no muy satisfecho con su respuesta.

—No tienes que entenderlo aún, pero necesito que jamás olvides a quien le debes tu lealtad y a quienes debes darles muerte. Porque después de todo, este mundo nos pertenece Zend, nunca lo olvides.

Entonces el vuelve a dejar escapar una silenciosa risa.

Y sin decir nada más que pudiera aclarar las miles de preguntas que revolotean en mi cabeza. Abandona la habitación, dejando detrás de él un ambiente pesado

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