6. Mi Pasado

Entro a su piso localizado en el ultimo piso de este edificio ubicado en una muy buena zona de Nueva York, y al mirar a mi alrededor me doy cuenta de que no es un piso cualquiera, es el pent-house. —Me encanta tu casa.— Digo mirando la increíble arquitectura y decoración tan sofisticada, es muy ella, y no tiene nada que envidiarle a mi piso, el cual casualmente también es el pent-house del edificio donde vivo.  

—Gracias, algo le ha tocado darme en el divorcio.— Comenta de manera sarcástica y sonrió. Ella deja su bolso a un lado, y va hacia la cocina —¿Puedo cambiarte el café por una copa de vino?— Me pregunta mientras me siento sobre uno de los banquillos localizados al otro lado del desayunador. 

—Por supuesto, dado que ninguno de los dos ira a la oficina, creo que es mucho mejor.— Accedo y ella saca una botella del pequeño frigorífico especialmente dedicado a una colección de vinos. Un detalle más que sé de ella, le gusta el vino. 

—¿Te gusta el moscato D'Asti?— Pregunta mostrándome una de las botellas.

—Mucho, yo lo abro.— Me ofrezco y deja la botella frente a mi para luego buscar dos copas.

Deja las copas, y luego camina hasta llegar a mi lado. Se sienta sobre el otro banquillo, y cruza sus piernas haciéndome imaginar cosas que no debería. No seas como su ex esposo. Me regaño y decido dedicarme a abrir la botella con el descorchador automático que me ha dado. 

Sirvo las dos copas hasta la mitad y levanto mi copa —Por este día de negocios y el cual estamos conociendo el pasado del otro.— Propongo y sonríe.

—Porque has conocido el patético pasado de tu nueva asesora comercial después de haber cerrado un contrato increíble.— Expresa y rio. 

Chocamos nuestras copas y bebemos un sorbo de este exquisito vino —Es increíble, mira que soy exigente con los vinos, pero tienes muy buen gusto.— Señalo y me da una media sonrisa.

—Me alegro de que te haya gustado.— Responde y bebe otro sorbo.

—En cuanto a tu patético pasado... créeme que el mío no es mucho mejor.— Informo y su mirada expresa confusión.

—¿Cómo es eso? — Me pregunta con gran interés. 

—Como lo oyes, que sea Kilian Arraitz, y que triunfe en los negocios, no quiere decir que me vaya bien en el amor.— Explico.

Ella arquea sus cejas —¿Y porque no te ha ido bien en el amor?— Me pregunta y comienza a agradarme que se interese en el asunto.

¿Y si se siente atraída? Basta Kilian, no seas idiota...

—Sabes, el éxito es un arma de doble filo. Antes de ser exitoso en los negocios, las mujeres no se fijaban en mi como lo hacen ahora. Me han destrozado el corazón unas cuantas veces.— Confieso.

—¿Te han engañado?— Interrumpe.

—Si, por supuesto. Me han dejado por hombres con mas dinero, o simplemente porque podían ofrecerles un futuro mejor. Cuando mi vida cambio y empecé a ser reconocido en el mundo de los negocios, se acercaron muchas mujeres a mi. Todas decían estar enamoradas, querían una relación formal, en fin... yo no les prestaba atención hasta que llego ella.— Explico y el solo hecho de recordarla me duele —Se llamaba Katherine Carbajal. La conocí en una fiesta de cumpleaños que me organizaron unos amigos hace seis años atras y caí rendido a sus pies.— Confieso.

—Era guapa imagino...— Comenta sonriente.

—Bellísima, era rubia de ojos marrones, curvas proporcionadas… en fin aquella noche me propuse conseguir su número y lo hice. Fueron pasando los días, las semanas, los meses y nuestra relación iba tomando más fuerza. Te juro que pensé que era el amor de mi vida...— Admito.

—¿Y que sucedió?— Me pregunta con gran curiosidad.

—Llevábamos un año y medio juntos y me había decidido a pedirle matrimonio. Aquella noche, quise darle una sorpresa y entre a su casa con la llave que ella me había dado. Creía que no estaba allí porque me había dicho que iría a casa de sus padres por algunas cosas, pero no fue así. Cuando entre, vi su ropa tirada en el suelo y al llegar a su cuarto, escuche como hablaba con un hombre. Le estaba diciendo que seguramente el idiota de Kilian Arraitz le pediría matrimonio, que se lo veía venir y que aceptaría porque luego podría divorciarse de mi conseguiría una buena suma de dinero... No sabes lo que sentí aquella noche.— Le cuento sintiendo el mismo dolor que sentí aquel día.

—¡Que horrible!— Expresa sorprendida —¿Y que hiciste aquella noche?— Me pregunta analizándome.

—Abrí la puerta de aquella habitación, le lancé el ramo de rosas que traía para ella sobre la cama y di por terminada nuestro supuesta relación... cuando me has contado lo que te ha sucedido a ti, te he entendido a la perfección. La única diferencia es que yo no me he escudado en una hija, porque no la tengo.— Explico.

—¿Y en que te has escudado?— Me pregunta bajito. 

Levanto mi mirada y clavo mis ojos en los suyos —En mujeres. Comencé a acostarme con cualquier mujer que se me acercaba, les seguía el juego y simplemente la pasaba bien hasta que me cansaba de ellas. Me volví frio, calculador...— Admito y me mira sorprendida. 

—Vaya...— Es lo único que dice. 

—Te he escuchado hablar del miedo que te dio cuando has descubierto la infidelidad de tu esposo, y me he dado cuenta de que tienes razón. Si bien siempre he tomado precauciones, creo que estas en lo cierto. Imagino que algún día me volveré a enamorar y que querer formar una familia. Sofía, yo apenas te conozco, pero lo que has dicho hoy en ese auto me ha hecho ver una realidad que yo no era capaz de ver por mi rabia. Supongo que ya es tiempo de que yo cambie de vida también.— Admito y una tímida sonrisa se dibuja en su rostro.

—Guau… parece que sin saberlo he influenciado a mi jefe de manera positiva en mi primer día de trabajo.— Dice haciéndome reír.

—Deberías ser mi asesora de vida— Bromeo y levanto mi copa.

—No sé si pueda, apenas puedo manejar mi vida.— Indica y levanta la suya. 

—Por ti, porque en menos de 24 horas me has hecho ver cosas que no me había dado cuenta. Creo que tu llegada traerá cosas muy buenas.— Propongo y es ella quien ríe.

—Por ti jefe, porque nuestros pasados queden en eso, y nuestros futuros sean mejores.— Plantea y chocamos nuevamente nuestras copas. 

—No me digas jefe... eres unos años menor que yo, pero no soy mucho mayor que tú.— Bromeo. 

—Tienes 36 años, me lo dijo Laura— Confiesa —Y está bien, no te diré jefe pero, al final del día eso es lo que eres.— Comenta y asiento.

—Digamos que si... termino esta copa y me voy ¿sí?— Le digo y sonríe.

—Mañana tenemos un día lleno de reuniones.— Me recuerda.

—Llamare enfermo.— Bromeo y reímos a la vez.

Creo que después de todo, esta es la verdadera Sofía... y quizás, yo este volviendo a ser el verdadero Kilian ¿es eso posible?

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