CAPÍTULO 2. HOMBRE DESAGRADABLE

Valeria escuchó el tono despectivo usado por el hombre y se molestó « ¿Quién carajo se creía él para tratarla de esa manera? ¿Acaso pensaba que porque era un hombre de dinero tenía derecho a comportarse groseramente?», pensó y de inmediato le manifestó su inconformidad, expresando unas duras palabras.

—Si su audición es perfecta, debió haber escuchado de manera clara que educadamente le expresé mis disculpas. No sé qué más quiere que le diga, que me incline ante usted como si fuera un dios, pues no crea que lo parece, si usted es  un dios, seguramente yo soy Afrodita—espetó Valeria muy molesta.

El hombre la vio de pies a cabeza con una extraña expresión que luego cambió a despectiva —Pues ni siquiera una semidiosa eres. Solo una humana, atorrante que ni siquiera se da cuenta por dónde camina, lo que significa que aparte de ciega, sos una altanera—expresó alejándose molesto de ella.

Valeria estaba tan molesta que lo siguió, lo tomó por el brazo, pero en ese momento sintió una especie de conexión que hizo que lo soltara con miedo y con voz entrecortada espetó — ¡Es usted un Imbécil!

El hombre la vio con una mirada intensa y con un aire de arrogancia espetó —¿Cómo te atreves a tocarme? ¿Sabes quién soy?

—¡No me importa quién sea! Lo que está claro es que es una persona demasiado desagradable para mi gusto, berrinchudo, que seguro siempre estuvo rodeado de niñeras, porque era tan odioso que ni su propia madre debió atenderlo — expresó Valeria, furiosa por la actitud del hombre, sin embargo, segundos después respiró profundo y se aconsejó calmarse. Porque

después de todo no iba a dejar que un amargado como ese hombre, le quitara la paz y su alegría, aunque a decir verdad el condenado, estaba

como le daba la gana, mejor que comer mango maduro con las manos. «Ya Valeria contrólate» se dijo reprochándose.

Se giró, para alejarse, sin embargo, no pudo evitar escuchar las palabras groseras del hombre.

—¿Desagradable y berrinchudo yo?, ojalá y nunca vuelvas a cruzarte en mi camino, porque te voy a mostrar a qué nivel puedo serlo.

Tonta pelirroja sin cerebro —pronunció el hombre echando chispas.

Sin prestar más atención al incidente, Valeria lo pasó al olvido, esperando no volverlo a encontrar jamás. Continuó caminando hacia la parada de buses para regresar al apartamento donde vivía. Mientras realizaba el recorrido en el autobús, no pudo dejar de pensar en lo que había vivido durante esas seis semanas que tenía en ese país. Recordó cuando llegaron a un hostal en el centro de la ciudad donde pagaron dieciocho dólares diarios por las tres.

Habían estado tan cansadas, que no revisaron antes la habitación, sin embargo, Valeria previsivamente tomó una sábana que había traído y la colocó encima de la cama.

Estaban las tres chicas durmiendo, cuando de repente Anastasia sintió que algo recorría su rostro, ella se apartó lo que la incómodo y se dio la vuelta, sin prestar atención.

Valeria no podía dormir del todo bien, sentía que todo el cuerpo le picaba, cerraba los ojos, pero no podía conciliar el sueño, cuando sintió que algo le recorría los pies.

—¡Aaah! ¡Por Dios! ¿Qué es eso? —Exclamó la chica asustada —al extender la vista era un pequeño roedor que salió corriendo, al verlo se subió a la cama gritando despertando a las otras.

—¡¿Qué pasó Valeria?! —Preguntó Anastasia asustado.

—¡Por Dios!

Un ratón, estaba comiendo mi pie ¡Qué asco! — decía Valeria pálida a punto de desmayarse de la impresión.

—¿Dónde? — Interrogó la otra chica también asustada subiéndose a a cama al hacerlo, salieron otro par de ratones y ahora no era una sola, sino tres mujeres gritando que salieron corriendo por el pasillo del hostal, con tanto escándalo que despertaron a los otros huéspedes.

Poco les faltó

para enloquecer del asco que le causó los huésped no deseados. Allí fue cuando se dieron cuenta el estado del lugar, era tan deplorable, la falta de aseo y mantenimiento del lugar, era impresionante. Al darse cuenta de cada detalle, no pudieron evitar las arcadas, la cama, con una goma espuma marrón del puro sucio, no pudieron volver a dormir, solo esperaba que amaneciera para buscar un nuevo sitio. Buscando economía fueron a parar a un sitio así, bien decían que lo barato sale caro.

Apenas amaneció, ubicaron otro hostal que si estaba en condiciones pulcras y se alojaron para tranquilidad de las tres. Pasado un día, Valeria salió con sus amigas varios locales comerciales para buscar empleo, pero lamentablemente querían jóvenes entre dieciocho a veintiún años y ella ya tenía veintidós. Le parecía injusto que discriminaran a las personas por la edad, en que podía perjudicar a un negocio que contrataran a una persona de más de veintidós años, si lo importante es que la gente tuviera deseos y entusiasmo para trabajar y eso a ella siempre le sobraba.

Dos días después, consiguió trabajo en una tienda, pero le dijeron que estaba a prueba durante tres días, vista su necesidad aceptó, esperando poder ser contratada de manera definitiva. La designación de la persona que quedaría en la tienda la harían por la cantidad de ventas que obtuvieran, ella debido a su aspecto, lograba atraer más personas para que los atendiera.

Trascurrido los tres días, la dueña de la tienda le dijo que no asistiera más porque no había logrado las ventas requeridas y lo peor, quería despedirla sin pagarle un solo dólar por lo que había trabajado. Ella respetuosamente le reclamó hasta que luego de una larga discusión le pagó veinte dólares por los tres días.

Sabía que no era justo, pero no quería seguir discutiendo con todos, cuando tenía las de perder. Después se enteró por las personas que trabajaban alrededor, que en esa tienda utilizaban como excusa que estaban probando a las personas en el puesto, para despedirlos a los tres días sin pagarle ni un dólar, que en su caso había tenido suerte, porque algo le habían pagado.

Pasó un par de días buscando trabajo sin conseguir, como ya habían alquilado un apartamento de tres habitaciones en doscientos cuarenta dólares, empezó hacer tortas de piña o volteados de piña como le decían en Ecuador, para vender en las tardes con limonada. Y a los dos días comenzó a hacer arepas y empanadas en las mañanas con café y vendía con Anastasia. Caminaban toda la bahía vendiendo, a veces tenían buenas ventas y en otras oportunidades muy malas.

Un día estaba vendiendo cercano a un supermercado, donde estaban unos negocios de ropa y un señor de una tienda empezó a insultarla —¡Lárguense de aquí! Malditos venezolanos muertos de hambre, que vienen es a joder a mi país.

Valeria estaba roja del enojo y no pudo evitar que las lágrimas le salieran y sin pensar enfrentó al señor diciéndole —¡Respéteme! Yo a usted no le estoy causando ningún daño.

—¡Claro que sí! Te pones a vender frente de mi negocio e impides que la gente vea lo que vendo— espetó el hombre molesto mientras no dejaba de propinarle insultos.

—Yo no estoy impidiéndole la entrada a la gente de su negocio....

El hombre la interrumpió—¡Cállate venezolana de mierda! Que vienen como plagas para mi país, solo a robar y a matar.

—Señor yo no estoy robando ni matando a nadie, me estoy ganando la vida decentemente, pídale a Dios que su país, no pase por lo que está sufriendo la gente de mi país. La mayoría somos gente buena, trabajadora, honesta. Habrá algunos malos, pero la maldad no tiene nacionalidad.

La gente se había aglomerado, el tipo se le iba a encimar para golpearla cuando una señora ecuatoriana se metió y le dijo —Usted no tiene porque tratarla así, aparte de que es una mujer, muchos de nosotros por años emigramos en búsqueda de oportunidades, además las fronteras las crean los políticos, todos somos seres humanos, ciudadanos del mundo— reclamó la señora indignada y defendiéndola, luego se acercaron otras personas, hombres y mujeres ecuatorianos a defenderla del xenófobo.

Ella no pudo controlar las lágrimas se sentó en la acera y empezó a llorar, sus palabras y sus gestos la habían conmovido. Había uno que otro xenófobo, pero la mayoría del pueblo ecuatoriano se trataba de gente noble y solidaria como eran la mayoría de los latinoamericanos.

Valeria volvió al presente, ya había llegado a su parada se bajó, caminó al apartamento y dio las buenas nuevas a sus amigas. Estaba feliz porque se abría una nueva oportunidad en su vida.

Al día siguiente, Valeria María empezó a trabajar en una de la red de hoteles más importantes del Ecuador, llegaba siempre temprano y procuraba hacer su trabajo con mucha eficiencia, a pesar de que en Venezuela no acostumbraba hacer esos quehaceres, pues su abuela siempre la consentía.

Allí se hizo amiga de Laura, una chica quiteña, quién desde un principio le dio su amistad incondicional y siempre le protegía de algunos compañeros de trabajo que por su físico la molestaban continuamente, piropeándola y a veces diciéndole obscenidades, y de otras compañeras que estaban pendiente de que Valeria se equivocara para acusarla y así hacerla despedir.

Fueron pasando los días, luego semanas y después un par de meses. Valeria era tan perfeccionista en su trabajo, que pronto fue asignada al área de las suites presidencial y las de lujos para su mantenimiento, áreas reservadas para los más selectos clientes. Este indirecto ascenso, hizo enojar a Lucrecia y a Fernanda, dos trabajadoras que eran muy amigas entre ellas y que no soportaban a Valeria, porque la acusaban de que por su culpa la primera había sido enviada a otro piso para ubicar a Valeria en su puesto, siendo que anteriormente ambas habían sido encargadas de ese espacio, en el horario que le establecieron a Valeria.

Sin embargo, la chica nada tuvo que ver con ese traslado, solo se debía a lo bueno que Valeria hacía su trabajo, además que se había corrido el rumor de que Lucrecia hacía algo más que arreglar las habitaciones, al parecer un huésped la había denunciado por estar ofreciendo otros tipos de servicios a los clientes, información que manejaba la gobernanta del hotel, y quién para evitar problemas, realizó esos ajustes, antes de que llegaran esos rumores a oídos del gerente o dueños del hotel.

Cuando empezó a trabajar allí la jornada de trabajo de Valeria fue más larga, y tenía que estar constantemente limpiando las habitaciones, ya que los huéspedes por su condición de millonarios eran demasiado exigentes.

Trabajando allí, volvió a ver al tipo guapo, pero odioso con el que se había tropezado el día de su entrevista, era el hombre más hermoso que había conocido en su vida, medía un metro ochenta y ocho de estatura, de aproximadamente de treinta años de edad, tez cetrina, ojos azules, cabello negro, mandíbula cuadrada, nariz romana, dientes perfectamente blancos, de hombros anchos, bíceps fuertes, un cuerpo que hacían evocar las estatuas greco romanas, era un placer para la vista observarlo, emanaba una seguridad y una arrogancia, que lo hacían ver asombrosamente hermoso se llamaba Lucca Rocco, pero era soberbio, prepotente y siempre miraba con un aire de superioridad.

Era un cliente asiduo del hotel. Socio de importantes empresas ecuatorianas de alimentos, telecomunicaciones, minería, tabacalería y cervecería, entre las más importantes.

Un día se encontraba limpiando la suite presidencial, la cual ocupaba toda la parte izquierda del piso, era de una belleza y comodidad extraordinaria, decorada en blanco y dorado, contaba con gimnasio privado, una gran sala de estar con una elegancia clásica, una amplia oficina, despensa con área de servicio, una mesa con capacidad para diez personas, tres habitaciones con baño completo de mármol, con baño de vapor, sauna y bidé, cada una y un tocador para visita, cuando entró el ocupante de la suite, el más guapo que había visto, desvistiéndose, en el baño que ella limpiaba, al percatarse de su presencia le dijo de forma altanera —¿Qué haces aquí?.

—Disculpe señor, estoy limpiando —.Le dijo mientras sus piernas le temblaban de ver semejante hombre. Se había quitado la camisa y tenía abierto el botón de su pantalón, se obligó a apartar la vista.

— ¿Y a vos quién le mandó a hacerlo? —Interrogó con arrogancia.

— Para eso me pagan—expresó ella sin darse cuenta de que estaba utilizando un tono de voz fuerte.

— ¡A mí no me hables así! Sos una altanera— le dijo acercándose a su rostro.

—Discúlpeme, yo no le he hablado mal, simplemente dije que estaba limpiando porque es mi trabajo — expresó la chica en un tono más tranquilo.

—¿Sabes que no podés entrar a mi suite sin que yo lo autorice? —Indicó con molestia.

—No lo sabía —respondió sinceramente Valeria.

—Sos nueva en este piso ¿Verdad? —Inquirió el hombre,

—Tengo tres meses en el hotel y dos semanas en esta área —fue la respuesta de Valeria.

—Eso explica tu deficiencia y poca preparación para atender a un huésped de mi categoría —Enfatizó con soberbia.

— Acá todos los clientes son importantes, y a todos se les atiende con la mejor y mayor calidad de servicio —respondió la joven sin dejarse amilanar por el hombre.

—Tenés la lengua bien afilada. ¿No sos de aquí verdad? Porque sos una altanera irrespetuosa — declaró en un gesto despectivo.

Valeria molesta por la actitud de semejante patán, olvidó todas las normas de cortesía y de atención a un huésped y le respondió — Usted es un grosero, altanero y le aseguro que no es del mismo lugar de donde soy yo, dónde las personas somos educadas y amables.

Él apretó los dientes en un claro gesto de enojo—Retírate inmediatamente de mis aposentos y si esto pasa nuevamente, haré llegar las quejas a la instancia correspondiente, para que te despidan. Tu sueldo sale del pago que hacemos las personas hospedadas en este hotel. Sabés que tu actitud e ineptitud traen como consecuencia que no me sienta bien servido y en consecuencia la calidad y el prestigio del hotel baja. ¿Me has entendido? Ahora, ¡Vete!

Valeria tomó el carrito y salió deprisa, totalmente turbada, ¿Cómo se atrevió a llamarla inepta? Estaba roja de la ira, no era justo que la gente se creyera superior a los otros simplemente por tener dinero. Les podía llover las riquezas del cielo, pero carecían de calidez humana, desconocía como no sufrían de una hipotermia con tanta frialdad que emanaban.

Laura la vio acalorada y la siguió, acercándose le preguntó — ¿Qué sucede Valeria?

—Ese estúpido patán de la presidencial, me encontró limpiando su suite y ¡me echó!, llamándome e insultándome afirmó que mis servicios, hacían bajar la categoría del hotel, es un snob, de lo más necio ¡No lo soporto!.

—Valeria nunca te ha visto tan alterada, con ningún otro huésped, eres una de las personas más paciente y encantadora ¿Qué te pasó? ¿Colocaste el aviso de limpieza? —preguntó su amiga, buscando la manera de entender lo que había sucedido.

—Laura hice todo el proceso de limpieza previsto por las normas del hotel. Será que tiene problemas oculares o lo hace simplemente por irritarme —declaró Valeria molesta.

—Estás tomándote esta situación muy personal, debes serenarte y actuar en consecuencia — la reprendió su amiga.

Respiró profundo y dijo — Está bien, lo haré.

Dos días después, una vez realizada las limpiezas de las suites, Valeria iba a llevar un recipiente con hielo, cuando venía Lucca saliendo de prisa y colisionó con ella, por el impacto le arrojó el agua y el hielo encima de su pecho. Y le dijo con bastante desagrado

—No esperaba menos de Usted. Dígame algo, ¿Lo torpe le sale de forma natural o es producto de su esfuerzo?— concluyó con menosprecio.

— Disculpe señor Rocco, no lo vi, fue un accidente— mientras el rubor corría por sus mejillas.

— Si, ya me he dado cuenta, vivís de accidente en accidente.— Visualizó su nombre en el uniforme y le dijo —. Respóndeme Valeria, no imagino realmente ¿Cómo hizo una persona como vos para ingresar a trabajar en un hotel de este nivel? Lo que me lleva a pensar que ¿O te acostaste con el gerente o con alguno de los socios del hotel? Porque por tu capacidad no creo que haya sido.

Valeria rabiosa sin detenerse a pensar, le lanzó una cachetada, dejándole marcados los dedos en su rostro —¡Es usted un cerdo!— replicó encolerizada.

Ella se sorprendió por lo que hizo y por la reacción del hombre quien la tomó por las muñecas y la sujetó presionándola contra la pared y hablando muy cerca de su rostro —¡Sos una desquiciada! No me gusta la violencia. Sin embargo, voy a advertirte algo, la próxima vez que a vos se le ocurra ponerme una mano encima, ¡Te la voy a devolver! No penses que porque sos una mujer no te voy a responder, vos me agredes y te lo devuelvo con creces. ¿Entendes?

— Es usted un desgraciado, arrogante, ¡Lo detesto! —Exclamó furiosa.

— El sentimiento es mutuo señorita— le dijo con una voz burlesca, soltándola y retornando a su suite.

Valeria temblaba de la impresión, se pasó las manos por su rostro y pensó ¿Qué he hecho?. ¡Dios! Me volví loca y no avisé.

“La lección es siempre una sola: lanzarse de cabeza y saber aguantar el castigo.” Cesare Paves.

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