CAPÍTULO 11. LOS PROBLEMAS SIEMPRE VIENEN ACOMPAÑADOS

Alondra ingresó a la cabaña se acostó en la cama y dejó que las lágrimas rodaran sin control por su rostro, se sentía la mujer más miserable del mundo, había sido una ilusa pensando que alguien podría amarla.

—¡Eres una imbécil Alondra! No entiendes que no naciste para que un hombre te amé, el único quién te amó y lo destruiste ¡Fue Cristiano!—De inmediato los recuerdos de él se acumularon en su mente —. Nunca lo amé, solo quería experimentar el sexo, ¿Acaso tenía que aceptarlo así no lo amara?

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