Kant apretaba sus manos cuando sentía la mirada de su compañera, su corazón palpitaba con fuerza y su lobo aullaba de alegría, pero debía ignorarla, aunque su corazón doliera. La pequeña humana observaba como el joven rey seguía su camino ignorándola y la tristeza se instaló en su corazón, agacho la cabeza resignada alejándose del lugar. Ya habían pasado trece días desde lo sucedido. Kant pasaba la mayor parte del día en su despacho, organizando todo para el día de su muerte y aunque Javiera odiaba escuchar aquello sabía que aquel día llegaría muy pronto, observaría la sonrisa de su pequeño desvanecerse y su corazón apagarse.
¿Qué se podría hacer ante la muerte?
Nada.
Lucia simplemente yacía perdida en sus pensamientos intentando comprender que era eso que sentía por el joven rey, porque adoraba verlo y sentir como sus manos picaban por tocar aquel suave rostro o ¿Por qué Kant aparecía en sus sueños?
Su sonrisa.
Su mirada.
¿Qué era ese
—Magnolia. —susurro la joven loba llamando la atención de la humana quien giro su rostro para observarla— Ayúdame a ponerme de pie Magnolia soltó un suspiro para luego tenderle la mano, una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de ambas cuando sus manos se sostuvieron con fuerza. Se observaron unos segundos para luego en completo silencio ingresar a la cabaña. Ahí dentro el calor que emanaba de la chimenea se impregnaba en la piel de la joven loba. Sonrió al sentirse más cálida. Se podía sentir el nerviosismo entre ambas y solo querían evitar alguna conversación. —Magnolia. —nuevamente la voz de la princesa resonó en el lugar— ¿Tienes una daga? —la joven humana frunció el ceño —¿Para clavártelo? —Mariana se puso de pie enojada —No. —contesto rápidamente, sostenía con fuerza la cinta que cerraba el escote de sus senos— No puedo abrirlo, está muy apretado Magnolia rodo los ojos mientras se acercaba a la joven loba. De su bota izquierda
AÑOS ATRAS El sol se iba ocultando detrás de nubes grises quienes predecían una cruel llovizna. El viento soplaba fríamente rozando la piel desnuda de la mujer, su cuerpo yacía adolorido y sus lágrimas surcaban sus mejillas reflejando su tristeza. No sabía cuánto tiempo yacía huyendo de aquella aldea. Solo quería huir. Alejarse de toda la tristeza que invadía su vida. —Y todo por ser diferente —susurro melancólicamente Ella desde muy niña demostró ser totalmente distinta a las muchachas de su aldea. Mientras que ellas se preparaban para convertirse en esposas, ella solo soñaba con algún día sostener entre sus manos un arco y sentir aquella adrenalina recorrer su cuerpo, pero ante los ojos de todos eso era repugnante. ¿Cómo una mujer puede desear eso?, ¿qué tipo de padres tiene? Solo podía agachar la cabeza cuando los incandescentes ojos de su madre la observaban con asco y luego se alejaba deján
Observo con frialdad al hombre que yacía parado frente suyo. —¿Qué deseas? —pregunto con voz gélida —Querido Xavier eres muy frio. ¿Seguro que es normal en ti?, —el rey se mantuvo en silencio ante la pregunta burlona— ¿no puedo visitarte? —Tu presencia es molesta en mi reino, lárgate antes que termine quemando tu cola Los labios del felino formaron una sonrisa burlona. —Que miedo. —susurro sarcásticamente— Vengo en paz querido Xavier ¿tan malo soy? —El peor, asqueroso felino. —siseo Xavier mostrando molestia— ¿Qué deseas? —Pensé que podíamos conversar. —Xavier giro su cuerpo alejándose lentamente del felino— ¿A dónde vas? El rey se detuvo. —No tengo nada que hablar contigo, —fríamente contesto— pierdes el tiempo —¿Tiempo?, —el joven felino soltó una carcajada— ¿acaso Liliana era un tiempo? Con brusquedad el brujo giro su cuerpo. —¿Qué m****a dijiste? —los labios del felino formaron una so
Ella sonrió. Desde hace mucho que no lo hacía. Su corazón ya no se sentía triste. Mariana abrazo con más fuerza a la pelinegra mientras escuchaba los latidos de su corazón, pero, aunque ella sonriera, Magnolia yacía preocupada. Los sentimientos de la princesa hacia ella podrían convertirse en odio cuando descubra lo que realmente hizo para permanecer encarcelada. ¿Qué debo hacer? —se preguntó para luego cerrar nuevamente sus ojos y dejarse llevar por el sueño Más tarde ambas volvían al entrenamiento. Esta vez la joven princesa se esforzaba, así como su mirada muchas veces yacía distraída. No podía dejar de observar a su amada Magnolia. —Sigue. —insistió Magnolia cuando la princesa dejo de atacar— Mariana —advirtió nuevamente —¿Por qué debo seguir entrenando? —pregunto suavemente —Porque debes aprender a defenderte ¿entendido? —Mariana negó— Debes seguir, no seas terca La princesa tiro al suelo la espada
Los presentes se mantenían en silencio mientras su rey caminaba alrededor de la joven bruja. Tocaba con descaro los cabellos de la princesa y relamía sus labios con lujuria, podía sentir el aroma virginal y puro que emanaba de ella. Pero aun así sentía tanto odio hacia ella y Xavier. En su mente se formó la imagen del rey brujo arrodillado frente al felino pidiendo clemencia mientras en el suelo yacía el cuerpo inerte de la princesa. Quería verlo sufrir. Lía se mantenía firme, con las manos sobre su vientre plano y fértil. Su mirada irradiaba enojo puro dejando que sus labios formaran una perfecta línea. —Desprendes un aroma muy dulce princesa —susurro lujuriosamente Augusto —Deja de tocarme —contesto entre dientes Lía —¿Qué?, —el felino soltó una carcajada dejando que esta resonara en la estancia— ¿me convertirás en un conejo? —no h**o respuesta, solo un gran silencio de parte de todos. Enojado y frustrado Augusto se paró frente a Lía
Xavier había estado inconsciente perdido en sus crueles pesadillas. Movía su rostro desesperado dejando que el sudor cubriera su piel. Recién al día siguiente cuando la mañana llego sus guardias quienes lo habían perseguido sin poder detenerlo lo custodiaban desesperados y entristecidos. —Despierte, su majestad —susurro uno de ellos para luego agachar la cabeza nuevamente El aire triste y melancólico se podía sentir. Entre sueños Xavier podía escuchar los gritos desesperados de su amada Lía. Voces tristes. Rostros que se formaban en la fría neblina. Yacía en medio de la oscuridad rodeado de neblina, los gritos y sollozos se escuchaban alrededor. Se abrazó con fuerza al sentirse totalmente débil. —¡Xavier! —una voz conocida impacto en el corazón del brujo— Ayúdame —se escuchó aquel susurro suave y lejano —¿Liliana? —pregunto mientras avanzaba algunos pasos El silencio reino en tan solo unos segundos. Luego una luz emano formando de a po
AÑOS ATRÁS Sonrió tristemente cuando su amado beso su frente con delicadeza. —Liliana todo estará bien, huye y quédate a salvo con nuestras hijas —la mujer sollozo mientras agachaba su cabeza Un pequeño llanto resonó en la alcoba. Ambos giraron sus rostros para observar la cama, ahí en medio yacía una pequeña niña de cabellos negros sujetando entre sus manos con inocencia el cuerpo de un bebe envuelta en telas rosadas. —Mi pequeña hija ¿estas cuidando de tu hermana? —la niña con una sonrisa asintió Se acercó hasta sus hijas para luego tomar entre sus brazos al pequeño bebe y besar sus mejillas rosadas. —Papi —la niña de cabellos negros bajo de la cama apresurada mientras se acercaba a su padre envolviendo sus pequeños brazos en las piernas de su progenitor Xavier al observar aquello con una sonrisa se colocó de cuclillas observando fijamente a su hija. —¿Me puedes prometer algo? —la niña
Beso la frente de la joven humana sintiendo como su corazón palpitaba suavemente. Acomodo la colcha sobre el cuerpo de Lucia abrigándola del frio que había ese día y se encargó de observarla por unos minutos antes de partir rumbo al reino de los felinos en busca de la princesa Lía y así poder frenar a Augusto. Porque los felinos eran crueles enemigos de los lobos y no quería morir sin resolver aquel asunto dejándole un reino prospero a la joven princesa Mariana. Javiera observo aquella escena entristecida. —Mi pequeño ¿estás seguro de esto? —susurro desesperada— No debes luchar, deja que Xavier se encargue de todo y solo vive con tranquilidad tu amor junto a Lucia Kant negó lentamente. —De todas formas, voy a morir y en mi mente solo está la idea de dejarle una vida cómoda y plena a Lucia. —acaricio la mejilla de la joven humana, aquel roce provoco que ella sonriera entre sueños sintiendo la calidez que desprendía del joven rey— Su amo