XVI. Bajo la lluvia

Kant apretaba sus manos cuando sentía la mirada de su compañera, su corazón palpitaba con fuerza y su lobo aullaba de alegría, pero debía ignorarla, aunque su corazón doliera. La pequeña humana observaba como el joven rey seguía su camino ignorándola y la tristeza se instaló en su corazón, agacho la cabeza resignada alejándose del lugar. Ya habían pasado trece días desde lo sucedido. Kant pasaba la mayor parte del día en su despacho, organizando todo para el día de su muerte y aunque Javiera odiaba escuchar aquello sabía que aquel día llegaría muy pronto, observaría la sonrisa de su pequeño desvanecerse y su corazón apagarse.

¿Qué se podría hacer ante la muerte?

Nada.

Lucia simplemente yacía perdida en sus pensamientos intentando comprender que era eso que sentía por el joven rey, porque adoraba verlo y sentir como sus manos picaban por tocar aquel suave rostro o ¿Por qué Kant aparecía en sus sueños?

Su sonrisa.

Su mirada.

¿Qué era ese

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