Sus incandescentes ojos observaron a Javiera totalmente confundidos.
—¿Crees que sea verdad? —ella asintió, el joven rey soltó un suspiro
—Tal vez deberíamos confirmarlo. —susurro el general cruzándose de brazos, Kant asintió para que su general continuara hablando— Deberíamos preguntarle a la muchacha y si es verdad hay que encarcelarla
—Maximus… —intervino Javiera más su hijo la corto bruscamente
—Esa asesina podría atacar a la princesa, si esa humana es su hermana tendremos algo con que amenazarla y así beneficiarnos su majestad
—¿Hablas de lastimarla? —pregunto fríamente Kant, Maximus se mantuvo en silencio— No tocaras a Lucia ¿entendido?
—No entiendo, su majestad. ¿Qué ocurre? —con voz nerviosa pregunto el general
—Nana dile —Kant se puso de pie y camino hasta su balcón manteniendo su porte firme
—Lucia es compañera de Kant —Maximus abrió los ojos sorprendido
—Ahora ¿lo entiendes? —pregunto Kant sin girar s
¿Por qué su corazón se sentía tan extraño? Simplemente no podía descifrar aquel sentimiento que embargaba su corazón. Luego de llorar en los brazos de Liz ambas continuaron con sus labores, Lucia había entrado a la alcoba del general junto a su compañera y segundos después ambas desaparecían de aquella alcoba. Una emoción recorrió su cuerpo cuando escucho la voz del joven rey. Sus manos temblaron lentamente y las ganas de verlo se hicieron presentes en la pequeña humana. Quería escuchar otra leyenda, escuchar como la suave y cálida voz del rey la hacía soñar, pero ella debía continuar con sus quehaceres. Las muchachas murmuraban ante el repentino llamado de Liz. Lucia sentía el medio embargar su corazón. ¿Qué pasa?, ¿por qué la llamo? —se preguntó mentalmente la pequeña humana mientras limpiaba con suavidad algunas frutas Minutos antes Javiera había entrado a la cocina con una sonrisa cálida en sus labios, las muchachas guardando resp
Sonrió mientras abría con rapidez la carta. Tomo asiento en el pasto fresco sintiendo el aire helado rozar su piel desnuda. “Mi pequeña ¿cómo estás? Los días se hacen largos para mí sin tu presencia aquí. ¿Ella te trata bien?, ¿te sientes incómoda? Lo lamento, pero te extraño tanto. Quiero que pronto vuelvas y estés a mi lado. Aunque tu hermano trate de calmarme lo único que deseo ahora es tenerte a mi lado, tomar el té mientras me cuentas sobre tus sueños y tu sonrisa ilumina el castillo. Todo es tan melancólico. Mi corazón te anhela mi pequeña niña. Las cosas aquí están bien, tu hermano organiza todo para tu coronación y aunque suene triste esperamos el día de su muerte con tanto temor. Debes ser fuerte, yo sé que eres fuerte y tu hermano también. No confió en esa mujer, pero no puedo ir por ti. Debo esperar. Esperare con ansias
Javiera asintió ante las palabras de su hijo. Ambos después de tomarse unos segundos entraron a la alcoba del joven rey encontrándolo sentado observando con tristeza hacia la ventana. —Mi pequeño ¿cómo te sientes? —Kant formo una pequeña sonrisa en sus labios —Bien. —susurro con voz átona— ¿Cómo esta Lucia? Javiera sostuvo las manos de su pequeño mientras lágrimas surcaban sus mejillas suavemente. —No llores. —suplico el joven rey, alzo su mano limpiando los rastros de lágrimas— Estoy bien Javiera negó. —Me duele verte así, no mereces sufrir —los labios de Kant formaron una sonrisa —Nana ya no llores. —la mujer agacho la cabeza— ¿Cómo esta Lucia? —Ella se encuentra bien, está descansando y siendo cuidada por Liz, su majestad —Kant asintió ante las palabras del general —Necesito arreglar todo de una vez, si mi muerte está cerca debo dejar todo arreglado para la coronación de Mariana —susurro débilmente cerrando s
Kant apretaba sus manos cuando sentía la mirada de su compañera, su corazón palpitaba con fuerza y su lobo aullaba de alegría, pero debía ignorarla, aunque su corazón doliera. La pequeña humana observaba como el joven rey seguía su camino ignorándola y la tristeza se instaló en su corazón, agacho la cabeza resignada alejándose del lugar. Ya habían pasado trece días desde lo sucedido. Kant pasaba la mayor parte del día en su despacho, organizando todo para el día de su muerte y aunque Javiera odiaba escuchar aquello sabía que aquel día llegaría muy pronto, observaría la sonrisa de su pequeño desvanecerse y su corazón apagarse. ¿Qué se podría hacer ante la muerte? Nada. Lucia simplemente yacía perdida en sus pensamientos intentando comprender que era eso que sentía por el joven rey, porque adoraba verlo y sentir como sus manos picaban por tocar aquel suave rostro o ¿Por qué Kant aparecía en sus sueños? Su sonrisa. Su mirada. ¿Qué era ese
—Magnolia. —susurro la joven loba llamando la atención de la humana quien giro su rostro para observarla— Ayúdame a ponerme de pie Magnolia soltó un suspiro para luego tenderle la mano, una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de ambas cuando sus manos se sostuvieron con fuerza. Se observaron unos segundos para luego en completo silencio ingresar a la cabaña. Ahí dentro el calor que emanaba de la chimenea se impregnaba en la piel de la joven loba. Sonrió al sentirse más cálida. Se podía sentir el nerviosismo entre ambas y solo querían evitar alguna conversación. —Magnolia. —nuevamente la voz de la princesa resonó en el lugar— ¿Tienes una daga? —la joven humana frunció el ceño —¿Para clavártelo? —Mariana se puso de pie enojada —No. —contesto rápidamente, sostenía con fuerza la cinta que cerraba el escote de sus senos— No puedo abrirlo, está muy apretado Magnolia rodo los ojos mientras se acercaba a la joven loba. De su bota izquierda
AÑOS ATRAS El sol se iba ocultando detrás de nubes grises quienes predecían una cruel llovizna. El viento soplaba fríamente rozando la piel desnuda de la mujer, su cuerpo yacía adolorido y sus lágrimas surcaban sus mejillas reflejando su tristeza. No sabía cuánto tiempo yacía huyendo de aquella aldea. Solo quería huir. Alejarse de toda la tristeza que invadía su vida. —Y todo por ser diferente —susurro melancólicamente Ella desde muy niña demostró ser totalmente distinta a las muchachas de su aldea. Mientras que ellas se preparaban para convertirse en esposas, ella solo soñaba con algún día sostener entre sus manos un arco y sentir aquella adrenalina recorrer su cuerpo, pero ante los ojos de todos eso era repugnante. ¿Cómo una mujer puede desear eso?, ¿qué tipo de padres tiene? Solo podía agachar la cabeza cuando los incandescentes ojos de su madre la observaban con asco y luego se alejaba deján
Observo con frialdad al hombre que yacía parado frente suyo. —¿Qué deseas? —pregunto con voz gélida —Querido Xavier eres muy frio. ¿Seguro que es normal en ti?, —el rey se mantuvo en silencio ante la pregunta burlona— ¿no puedo visitarte? —Tu presencia es molesta en mi reino, lárgate antes que termine quemando tu cola Los labios del felino formaron una sonrisa burlona. —Que miedo. —susurro sarcásticamente— Vengo en paz querido Xavier ¿tan malo soy? —El peor, asqueroso felino. —siseo Xavier mostrando molestia— ¿Qué deseas? —Pensé que podíamos conversar. —Xavier giro su cuerpo alejándose lentamente del felino— ¿A dónde vas? El rey se detuvo. —No tengo nada que hablar contigo, —fríamente contesto— pierdes el tiempo —¿Tiempo?, —el joven felino soltó una carcajada— ¿acaso Liliana era un tiempo? Con brusquedad el brujo giro su cuerpo. —¿Qué m****a dijiste? —los labios del felino formaron una so
Ella sonrió. Desde hace mucho que no lo hacía. Su corazón ya no se sentía triste. Mariana abrazo con más fuerza a la pelinegra mientras escuchaba los latidos de su corazón, pero, aunque ella sonriera, Magnolia yacía preocupada. Los sentimientos de la princesa hacia ella podrían convertirse en odio cuando descubra lo que realmente hizo para permanecer encarcelada. ¿Qué debo hacer? —se preguntó para luego cerrar nuevamente sus ojos y dejarse llevar por el sueño Más tarde ambas volvían al entrenamiento. Esta vez la joven princesa se esforzaba, así como su mirada muchas veces yacía distraída. No podía dejar de observar a su amada Magnolia. —Sigue. —insistió Magnolia cuando la princesa dejo de atacar— Mariana —advirtió nuevamente —¿Por qué debo seguir entrenando? —pregunto suavemente —Porque debes aprender a defenderte ¿entendido? —Mariana negó— Debes seguir, no seas terca La princesa tiro al suelo la espada