Abro la puerta de casa y mis chicos vienen a saludarme.
—Hola princesita —le doy un beso a Maya en la cabeza— hola Max ¿Y a quién tenemos aquí? hola Sombra —los tres me saludan con entusiasmo— ¿Me habéis echado de menos? ¿Habéis echado de menos a mami? —digo con voz chillona.
—Son perros, no bebés —me dice Mark con su tono cansado— ¿Cómo ha ido el trabajo?
—Bien —respondo sin más.
Mis pequeños siguen contentos porque haya vuelto, mueven sus colas y esperan sentados a mi lado a que les siga dando mimos.
—Mami tiene que irse —les digo a mis tres preciosos Huskys.
—¿Dónde? —pregunta Mark.
—Mi nuevo jefe ha preparado una reunión con los alemanes —voy hacia nuestra cama y empiezo a desnudarme.
Todo es muy frío, soy consciente de ello, pero nuestro matrimonio está pasando por un bache tremendo. Se vino a vivir conmigo cuando llevábamos solo tres meses casados… nos casamos con veinte años. Muy jóvenes, eso también lo sé. Pero el amor te hace cometer estupideces.
Visto de esta manera es como si no quisiera a Mark, no es eso, le quiero, claro que le quiero…
Paso por al lado del diván y me meto en la ducha. El piso era perfecto para una chica sola. No hay paredes ni intimidad, es un estudio, un solo espacio, me encantaba estar sola aquí con mis tres preciosos hijos.
—¿De noche? —dice Mark detrás del diván.
Me ducho rápido e intento calmarlo a la vez.
—El alemán ha concertado la hora —me envuelvo en una toalla y me mira con los brazos cruzados— Maya, tráele a mamá los zapatos de tacón —Maya me mira con esos ojos azules cristalinos y meneando la cola va hacia el zapatero y coge primero uno, después el otro y me los deja delante— buena chica… —me pongo el vestido negro ceñido.
—¿Y por qué vas tan guapa?
—Por que es una reunión importante, cariño —me pongo en pie sobre mis tacones— ¿Me subes la cremallera? —me la sube y resopla— cielo, volveré después de la reunión ¿Vale?
Como si Max lo entendiera se planta a mi lado y con la patita toca mi pierna y hace un pequeño sollozo. Me agacho y le acaricio la cabeza.
—¿Sabes cuánto hace que no lo hacemos? —hay demasiado reproche en esa frase.
Me pongo en pie y lo miro.
No pasamos por un buen momento, como artista es un genio, de verdad, pero está tardando demasiado en su última obra y el estrés de no llegar a final de mes me trae de cabeza, somos cinco. No quiero hablar de esto ahora, tiene pinta de ser una conversación muy larga.
El interfono suena y sé que es Erik.
—Te veo luego, cariño —le doy un beso en los labios y me despido de mis tres pequeños— portaos bien, chicos… Maya, mantenlos a raya —cojo mi bolso de mano y meto las llaves, mi móvil y la cartera. Cojo también los informes y contratos que tengo en la carpeta negra impecable. La ultima mirada de Mark me deja un mal sabor en la boca.
No quiero pelearme con él y es lo que pasará al volver a casa.
Erik espera impaciente delante de su BMW negro.
—Has tardado mucho —me regaña.
—Lo siento.
—¿Traes lo necesario? —me mira de arriba a abajo de forma disimulada, pero lo he pillado.
—Sí, todo aquí —hago que vuelva la mirada a la carpeta y deje mi vestido.
—¿Tienes perros?
—¿Cómo lo sabes…?
—Estás llena de pelos —me miro y veo el contraste de mi vestido negro con algunos pelos blancos.
—Jod… —me froto el vestido intentando librarme de algunos. Tardo demasiado, pero merece la pena la situación. Lo pillo mirando y no sé si me parece asqueroso o halagador.
—Se ha puesto muy elegante.
—Gracias, usted también —y es cierto.
Será un narcisista arrogante, pero es guapo y sus trajes no lo son menos, ahora lo sumas todo y…
Me llega un mensaje al móvil y veo que es Liam.
Liam: al salir te he visto algo apagada ¿Todo bien en casa?
¿Qué espera que le diga? sabe perfectamente cómo está la relación con Mark.
—¿Va todo bien?
¿Ha dejado su actitud de jefe estricto en la oficina?
—Sí —mentira. Si yo te contara…
—Me dijo que no tenía pareja.
—Y no tengo pareja, señor —mira mi anillo de casada— es mi marido.
—Bueno, cuando preguntaba sobre pareja, preguntaba sobre su relación con alguien —parece molesto.
—Perdona, señor Dagger.
—Müller es algo… excéntrico —me advierte— tenga paciencia.
—¿En qué sentido?
No me responde hasta que pasan unos segundos. Se me hacen eternos, no me quita el ojo de encima.
—Mantente a mi lado y ya está.
¿Qué les pasa a los hombres?
Cuando llegamos al restaurante Erik le da las llaves al aparcacoches y entramos los dos dentro, nos llevan a un reservado donde el alemán nos espera con su jovencísima y guapa secretaria.
—Buenas noches, Dagger —le estrecha la mano a Erik.
—Buenas noches, Müller. Ella es mi ayudante, la señorita Clark —y menudo alemán… me coge la mano y la besa. Es moreno con los ojos azules, tendrá la misma edad que Erik, unos treinta y… dos. Es alto y tiene ese acento tan gracioso pero sexy.
—Es todo un placer, señorita Clark —me sonríe de una manera tan sexy...— ella es mi ayudante, Leila Wills —Erik solo le estrecha la mano y el alemán me mira con descaro, aparto mi mirada incómoda.
Estoy casada, señor alemán.
Estar a dieta no impide ver el menú…
—¿Nos sentamos?
Tanto su secretaria como yo ponemos empeño en recordar todo lo que se dice mientras cenamos, aunque como era de esperar, aceleramos el ritmo y cogemos nuestras agendas para tomar anotaciones mientras ellos hablan. El alemán de vez en cuando me echa una miradita de esas que… madre mía. Pero es alemán, vuelve a la conversación.
Hacemos las rectificaciones del contrato y el acuerdo ¡El trato está cerrado! Nos estrechamos las manos y quedamos en que pasará a firmar el contrato el viernes a primera hora. Salimos fuera tarde, son las doce y media de la madrugada.
—¿Necesita que la lleve a casa? —pregunta Müller mientras su ayudante se aleja hacia su audi. Vaya nivel adquisitivo tienen los dos.
Sí. Sí. Sí.
La Mia irresponsable salta de alegría.
—No se moleste —se adelanta Erik— yo la llevaré.
—No es molestia —me acuerdo de lo que me ha dicho antes mi jefe y como me ha mirado en el restaurante. No tengo ganas de malentendidos… aunque una parte de mi se muera por los malentendidos…
Pero como una buena chica, respondo obedeciendo a mi jefe.
—No se preocupe, señor Müller, el señor Dagger me llevará a casa, tengo unas cosas en su coche.
—Muy bien, espero verla pronto, señorita Clark.
Dagger pone una mano en mi espalda y me conduce sutilmente hacia el coche. El contacto de su mano sobre mí me resulta extraño… extraño porque es incluso agradable, como si no quisiera que la quitara nunca.
Pero me quito esa idea de la cabeza. Por el amor de Dios, es mi jefe.
—No ha sido tan excéntrico como esperaba —intento desviar mi mente a una conversación.
—Supongo que también me refería a la forma en como mira a las mujeres.
—¿Lo conocía de antes? ¿De qué?
—Lo conozco de antes, es todo lo que necesitas saber.
No me da más pistas y creo que yo tampoco tengo ganas de pedírselas. Vuelvo a casa, vuelvo con Mark y su estupendo cabreo… Erik para el coche y me mira.
—Has estado a la altura, tengo que felicitarte —me sonríe amablemente.
—Gracias.
—Nos vemos mañana en la oficina, buenas noches señorita Clark.
—Buenas noches, señor Dagger.
Bajo del coche y entro en mi edificio, llamo al viejo ascensor, subo la vieja vaya metálica y dentro la vuelvo a bajar y le doy al tercer botón. Es uno de esos ascensores viejos de fábrica, tiene su encanto.
Cuando llego mis pequeños me miran adormilados y Maya es la única que se levanta a saludarme, los demás no se mueven, solos sus colas levemente. Le sonrío y complacidos cierran los ojos de nuevo.
—Hola, pequeña —le doy un beso en la cabeza. Me lame la mano y luego mueve su cabeza para que la acaricie— ¿Has mantenido a raya a los chicos? —miro el piso ordenado— buena chica —Adopté a estos tres monstruos el año pasado. Tienen un año y medio— Venga cielo. A dormir —se sienta y deja que me aleje hacia la cama.
Me desnudo en silencio y enciendo la lamparilla, parece que Mark está durmiendo...
—¿Te lo has pasado bien? —me suelta en tono de reproche.
—Estás despierto.
—Qué pena para ti ¿Verdad? Te he visto por la ventana, con tu jefe.
—Mark, que es mi jefe —digo como si el mismo sentido de mis palabras fueran a hacerle entender que jamás podría pasar nada.
—Pero ha aparcado y has estado un rato hasta que has salido de su coche ¿Lo has besado? ¿Te has liado con él?
—No pienso seguir con esta conversación —cojo mi almohada y apago la lamparilla de noche—. Dormiré en el sofá.
Cuando me despierto Mark sigue durmiendo. Lo prefiero. Ni siquiera me ducho para que no se despierte. Me pongo mi ropa de deporte y cojo a mis chicos y los saco a pasear a Prospect Park.
Max provoca a Sombra para que juegue con él y este al final accede, pero como de costumbre, los dos se pasan jugando y acaban peleándose de verdad y Maya interviene con cuatro ladridos que hace que se separen de inmediato.
—¡Mia! —se acerca corriendo a mi y mis chicos lo miran curiosos.
—¿Jacob? —me aseguro.
—Sí.
—Cuanto tiempo… —le abrazo y le doy un beso en la mejilla.
—Estás guapísima —Sombra le enseña su perfecta dentadura y Max le acompaña solo porque su hermano lo hace.
—¡Sombra! ¡Max! —los regaño. Al momento se tumban en el suelo con la cabeza agachada— lo siento.
—No te preocupes ¿Dónde vas?
—Vuelvo a casa, tengo que ir a trabajar.
—Te acompaño —reanudamos el camino— ¿Cómo te va?
—Muy bien, no puedo quejarme ¿Y tú?
—Muy bien —sonríe— ¿Sigues trabajando en ese taller?
—No. No. Estoy en una empresa de comercio —le pongo la correa a los tres.
—Oye ¿Te apetece salir a tomar algo algún día?
—Claro que sí.
Mira mi anillo, creo que un poco fastidiado
—Vaya. Enhorabuena ¿Quién es el afortunado?
—Mark.
Jacob, Jacob, Jacob... fue el psicólogo que me trató cuando tuve esos problemas…
—¿Qué haces en la ciudad?
—Un cliente que se ha mudado, pero vuelvo al pueblo en unos días…
—Te llamo yo ¿Vale?
—Perfecto —me da un beso en la mejilla— me ha alegrado verte —Sombra y Max siguen en las mismas.
Me disculpo por ellos y se aleja. Me agacho delante de ellos.
—A ver chicos —se sientan de inmediato y me miran atentamente— no se gruñe a los amigos de mamá ¿Queda claro? —Max estira el morro y su lengua se ocupa de chupar el dedo amenazador que tenía delante de ellos. Sombra se une.
—Son listos —pego un brinco al escuchar a Erik.
—¿Qué hace aquí? —le grito de malas maneras
—Te dejaste esto en el coche —me da mi cartera.
—Podrías habérmela dado en la oficina.
—Lo sé —mira su coche luego a mi— ¿Quieres que te lleve?
—No es necesario, señor Dagger.
—Necesito hablar contigo de algunos asuntos, así que es necesario. Sí.
—Vale... subo un momento y vuelvo a bajar. Tengo que cambiarme.
—Sí, ya lo veo.
Ni siquiera he desayunado. Es muy temprano, todavía tenía tres cuartos de hora para empezar la jornada.
—Te espero aquí —su mirada viaja a mis chicos y como si los encantara, se acercan a él para saludarlo abiertamente.
—No puede ser.
Erik me sonríe, tiene una sonrisa de escándalo.
—¿Qué pasa?
—Siempre son muy protectores...
—Son muy buenos —le acaricia la cabeza al gruñón de Sombra y este parece encantado— ¿El gris como se llama? Quiero decir, este.
—Sombra.
—¿La blanca? ¿Es una chica?
—Maya.
—¿Y el negro?
—Max.
Se levanta y sonríe abiertamente. Sabe que esa sonrisa puede conseguir muchas cosas...
—Cielo —Mark se pone a mi lado, aparece de la nada y me coge de la cintura— ¿Quién es?
No, no, no ¿Después de lo de ayer? lo último que quiero es que Mark monte un escándalo delante de Erik.
—Mi jefe —me apresuro a aclarar. —Erik Dagger, su jefe —extiende su mano. —Mark, su marido. Mark procura que las palabras queden claras, en cuanto a la mano de Erik, la mira con desprecio y marca más su terreno apretando su mano contra mi cadera. Incluso me hace daño.Erik también se percata de eso. Retira su mano y la mirada de mi cadera, me mira directamente a mi, casi puedo leer su mente. “¿De verdad permites eso?”—Esto... llegas tarde, cariño —Mark se mira el reloj que le regalé para su cumpleaños la semana pasada. —Es verdad ¿Pero él no llega tarde también? —no me lo pregunta a mi. —Soy mi propio jefe, y el jefe de tu esposa. Así que no, yo no llego tarde, pero ella sí. —Mark —intento de nuevo—. Nos vemos luego. —Claro —Mark me planta un beso más largo y más cercano de lo normal. —Hasta luego —murmuro cuando acaba. —Un placer —suelta Erik sarcástico. Escapo de ahí al mismo tiempo que Mark. Subo con los chicos a casa. Me cambio y les pongo la comida, antes de que se la
De camino a casa ya a las ocho y media Liam me llama al teléfono, le cuelgo y guardo mi teléfono. En el almuerzo he tenido una discusión con Mark por teléfono y no tengo ganas de explicarla, mentir a Liam no es una opción, me conoce. Abro la puerta de casa y los chicos me saludan eufóricos, saltan, corretean y se tiran al suelo. Mark está sentado en el sofá viendo el partido de fútbol. Me pongo una camiseta de tirantes y un culotte negro de estar por casa, me recojo el pelo en un moño y me siento a su lado. —Hola cielo —intento. Como respuesta se lleva el botellín de cerveza a sus labios sin decirme nada— ¿Qué pasa? —veo cuatro botellines vacíos.—Hoy he echado a perder un cuadro sin querer. —No pasa nada. —Sí que pasa, Alex quería los cuadros para mañana.Alex es su mecenas, nunca le mete prisa, no entiendo el problema. Por lo que sé es un buen tio. —Cielo, lo solucionarás pronto… pero necesitamos el dinero cuanto antes...—Lo sé. —Bueno, ahora trabajando más podremos llegar a
Me preparo lo último comestible que tengo en la nevera. El alquiler es demasiado alto, tenemos la nevera vacía, y ahora hay que pagar esas pastillas de Max y el veterinario. Mark va a la ducha y me dan ganas de decirle que vaya a ducharse a casa de su madre. —Nos tendremos que ajustar el cinturón, chicos —Maya ladea su cabeza— eso significa que los premios se han acabado, os queda esa media bolsa —vuelve a apoyar su cabeza en la espalda de Max. Mientras cocino los miro de reojo y veo como Sombra le lame la cabeza a Max mientras duerme. Tuve que adoptarlos a los tres, eran los tres de la camada que siempre estaban juntos. El cuidador me dijo que Max había nacido el último y que Sombra y Maya siempre estaban encima de Max. Se me hizo imposible separarlos. Meto la mano en mi bolso y mientras como los últimos filetes de pollo consulto mi teléfono. No tengo más llamadas que la de Liam hace horas y de Kate.Son las once, no es hora de llamarlos. Cojo el teléfono de la empresa y veo nada
Y Erik sigue con sus preguntas que me dejan algo desconcertada. —¿Tu marido puede cuidar de tus perros una semana?—¿Porqué…? —Responde. La. Pregunta.Resoplo frustrada. —Sí, podría. —Tenemos que ir una semana a Alemania y necesito que vengas conmigo. —¿Para qué?—Eres mi ayudante, eres traductora ¿Hace falta que te lo aclare más?—¿Sabes? no tienes que ser tan borde conmigo —sonríe y decido darle un trago al vino antes que darle un puñetazo en la cara— ¿Para qué tenemos que ir? El trato con Müller está prácticamente cerrado.—No es por Müller ¿Conoces a la empresa Dagmar? —Claro que la conozco.—Christa Dagmar me llamó ayer por la noche. Cuando tendría que haberte llamado a ti —me reprocha— y me dio la posibilidad de que nuestra empresa distribuyera sus productos por Europa —me quedo boquiabierta.¿Cómo puede ser? la mismísima Christa le dio carpetazo a la propuesta de Grace. —¿Cómo consigues estos acuerdos? —Consigo todo lo que quiero, Mia —ruedo los ojos molesta por su arro
En casa Mark me espera con la cena en la mesa, velas, una copa de vino y un ramo de rosas. —Hola mi vida —me dice con esa cara de niño bueno. —Mark. —Lo siento… he hecho la cena y… rosas, te he comprado rosas. Hago un gran esfuerzo por apartar todo de mi cabeza y cenar con Mark como hacíamos cuando todavía nos llevábamos bien. Intento reírme de sus chistes, tocar su mano cuando la acerca, beber el vino que me sirve y darle los besos que me pide. Pero cuando en el postre intenta algo más, me invento la gran excusa.—Tengo el período. —Oh, vaya. Y yo que pensaba que los hombres lo calculaban más o menos. —Voy a darme una ducha. —Bien, yo recojo esto. —Gracias cielo. Dejo que el agua fría caiga por todo mi cuerpo antes de darme cuenta de que Mark me está hablando. —Así que mañana cerráis el trato con el alemán —dice. Miro la cortina y veo su silueta al final de mi baño con paredes echas por tres biombos. —Sí —pero no me hagas pensar demasiado en eso… aún sigo sin saber como
Les saludo con amabilidad y les digo que me acompañen a la sala de reuniones donde el señor Dagger les espera. Traduzco ambos saludos y nos sentamos en la mesa. Sigo trabajando en la traducción, es algo que me encanta, pero me agota por completo. Cuando la reunión acaba después de dos horas me duele mucho la cabeza. La reunión tendría que haber durado media hora, por eso no se le pidió al señor Wang que trajera un traductor… —Eres inteligente —dice Erik al entrar a su despacho— en tu ficha dice que sabes ocho idiomas —saco una aspirina de mi bolso y me da un vaso de agua de la máquina que hay al final de su despacho. —Sí, me encantan los idiomas; inglés, español, alemán, italiano, chino, francés, ruso y portugués. —¿Cómo puedes hacerlo?—Siempre se me han dado bien. —¿Qué más se le da bien? Una parte de mi desea que lo diga con un doble sentido perverso. —No hacerle caso, señor Dagger. Sonríe de esa manera tan sexi. —Tendremos que corregir eso… —de nuevo, se acerca a mi. Mi yo
Al medio día llamo a Mark para acordarme de que le quiero, de que es mi marido, mi pareja y que es al que de verdad tengo que desear. Pero no me sirve, o al menos, no del todo. Por suerte el remordimiento me quita el calentón. Cojo el teléfono de mi mesa, son las ocho, esperaba que me dejara tranquila todo el día. —A mi despacho. Voy a su despacho pero antes bajo mi falda disimuladamente y me ato todos los botones de la camisa. Mira su ordenador con el ceño fruncido. Vuelve a ser el mismo amargado. —¿Que vas ha hacer esta noche? Joder que eres mi jefe... —Iré a casa —mentira. Iré a casa, estaré un rato con mis pequeños y Mark y luego saldré a tomar una copa con la zorra de Kate. Mark y yo establecimos que los viernes era nuestra noche libre.—No tienes pinta de quedarte en tu casa un viernes por la noche. Te repito de nuevo la pregunta, y espero que respondas con sinceridad. Ya me has mentido una vez. —Eres un mandón —le suelto— eres mi jefe, pero no tienes por qué saber mi v
Erik le pone en situación, yo apenas puedo hablar. —Soy el doctor O’Neil —asiento. Me examina. Temperatura. Reflejos...— ¿Tomas la píldora? —Sí —digo avergonzada por la mirada fija de Erik. —¿Cuando fue la última vez que tuviste relaciones? —No estoy embarazada —y espero que eso le sirva. —Responde —dice Erik. Capullo... —Hoy. —¿El período? Que más da. No puedo humillarme más. —Hace una semana. —Es una intoxicación alimentaria por el pescado —coge del maletín una jeringuilla— esto es un probiótico ¿Eres alérgica a algún medicamento? —niego— esto ayudará a estabilizar las bacterias de tu intestino y estómago —me limpia la zona con un algodón y alcohol y me pincha en el brazo, hago una mueca mientras vacía el interior de la jeringuilla— es solo eso —me sonríe y me guiña un ojo— en dos días estarás totalmente recuperada. Bebe muchos líquidos y come ligero —me da una tarjeta— cualquier cosa puedes llamarme, y a cualquier hora. Enserio, cualquier hora… —me sonríe y le devuelvo la