CAPÍTULO 2

Abro la puerta de casa y mis chicos vienen a saludarme. 

—Hola princesita —le doy un beso a Maya en la cabeza— hola Max ¿Y a quién tenemos aquí? hola Sombra —los tres me saludan con entusiasmo— ¿Me habéis echado de menos? ¿Habéis echado de menos a mami? —digo con voz chillona.

—Son perros, no bebés —me dice Mark con su tono cansado— ¿Cómo ha ido el trabajo?

—Bien —respondo sin más. 

Mis pequeños siguen contentos porque haya vuelto, mueven sus colas y esperan sentados a mi lado a que les siga dando mimos. 

—Mami tiene que irse —les digo a mis tres preciosos Huskys.

—¿Dónde? —pregunta Mark.

—Mi nuevo jefe ha preparado una reunión con los alemanes —voy hacia nuestra cama y empiezo a desnudarme. 

Todo es muy frío, soy consciente de ello, pero nuestro matrimonio está pasando por un bache tremendo. Se vino a vivir conmigo cuando llevábamos solo tres meses casados… nos casamos con veinte años. Muy jóvenes, eso también lo sé. Pero el amor te hace cometer estupideces. 

Visto de esta manera es como si no quisiera a Mark, no es eso, le quiero, claro que le quiero…

Paso por al lado del diván y me meto en la ducha. El piso era perfecto para una chica sola. No hay paredes ni intimidad, es un estudio, un solo espacio, me encantaba estar sola aquí con mis tres preciosos hijos. 

—¿De noche? —dice Mark detrás del diván. 

Me ducho rápido e intento calmarlo a la vez. 

—El alemán ha concertado la hora —me envuelvo en una toalla y me mira con los brazos cruzados— Maya, tráele a mamá los zapatos de tacón —Maya me mira con esos ojos azules cristalinos y meneando la cola va hacia el zapatero y coge primero uno, después el otro y me los deja delante— buena chica… —me pongo el vestido negro ceñido. 

—¿Y por qué vas tan guapa?

—Por que es una reunión importante, cariño —me pongo en pie sobre mis tacones— ¿Me subes la cremallera? —me la sube y resopla— cielo, volveré después de la reunión ¿Vale?

Como si Max lo entendiera se planta a mi lado y con la patita toca mi pierna y hace un pequeño sollozo. Me agacho y le acaricio la cabeza. 

—¿Sabes cuánto hace que no lo hacemos? —hay demasiado reproche en esa frase.

Me pongo en pie y lo miro. 

No pasamos por un buen momento, como artista es un genio, de verdad, pero está tardando demasiado en su última obra y el estrés de no llegar a final de mes me trae de cabeza, somos cinco. No quiero hablar de esto ahora, tiene pinta de ser una conversación muy larga. 

El interfono suena y sé que es Erik. 

—Te veo luego, cariño —le doy un beso en los labios y me despido de mis tres pequeños— portaos bien, chicos… Maya, mantenlos a raya —cojo mi bolso de mano y meto las llaves, mi móvil y la cartera. Cojo también los informes y contratos que tengo en la carpeta negra impecable. La ultima mirada de Mark me deja un mal sabor en la boca. 

No quiero pelearme con él y es lo que pasará al volver a casa. 

Erik espera impaciente delante de su BMW negro. 

—Has tardado mucho —me regaña. 

—Lo siento. 

—¿Traes lo necesario? —me mira de arriba a abajo de forma disimulada, pero lo he pillado. 

—Sí, todo aquí —hago que vuelva la mirada a la carpeta y deje mi vestido. 

—¿Tienes perros?

—¿Cómo lo sabes…?  

—Estás llena de pelos —me miro y veo el contraste de mi vestido negro con algunos pelos blancos. 

—Jod… —me froto el vestido intentando librarme de algunos. Tardo demasiado, pero merece la pena la situación. Lo pillo mirando y no sé si me parece asqueroso o halagador. 

—Se ha puesto muy elegante. 

—Gracias, usted también —y es cierto. 

Será un narcisista arrogante, pero es guapo y sus trajes no lo son menos, ahora lo sumas todo y… 

Me llega un mensaje al móvil y veo que es Liam. 

Liam: al salir te he visto algo apagada ¿Todo bien en casa?

¿Qué espera que le diga? sabe perfectamente cómo está la relación con Mark. 

—¿Va todo bien? 

¿Ha dejado su actitud de jefe estricto en la oficina?

—Sí —mentira. Si yo te contara…

—Me dijo que no tenía pareja. 

—Y no tengo pareja, señor —mira mi anillo de casada— es mi marido. 

—Bueno, cuando preguntaba sobre pareja, preguntaba sobre su relación con alguien —parece molesto.  

—Perdona, señor Dagger. 

—Müller es algo… excéntrico —me advierte— tenga paciencia. 

—¿En qué sentido? 

No me responde hasta que pasan unos segundos. Se me hacen eternos, no me quita el ojo de encima. 

—Mantente a mi lado y ya está. 

¿Qué les pasa a los hombres?

Cuando llegamos al restaurante Erik le da las llaves al aparcacoches y entramos los dos dentro, nos llevan a un reservado donde el alemán nos espera con su jovencísima y guapa secretaria. 

—Buenas noches, Dagger —le estrecha la mano a Erik. 

—Buenas noches, Müller. Ella es mi ayudante, la señorita Clark —y menudo alemán… me coge la mano y la besa. Es moreno con los ojos azules, tendrá la misma edad que Erik, unos treinta y… dos. Es alto y tiene ese acento tan gracioso pero sexy. 

—Es todo un placer, señorita Clark —me sonríe de una manera tan sexy...— ella es mi ayudante, Leila Wills —Erik solo le estrecha la mano y el alemán me mira con descaro, aparto mi mirada incómoda. 

Estoy casada, señor alemán. 

Estar a dieta no impide ver el menú… 

—¿Nos sentamos? 

Tanto su secretaria como yo ponemos empeño en recordar todo lo que se dice mientras cenamos, aunque como era de esperar, aceleramos el ritmo y cogemos nuestras agendas para tomar anotaciones mientras ellos hablan. El alemán de vez en cuando me echa una miradita de esas que… madre mía. Pero es alemán, vuelve a la conversación. 

Hacemos las rectificaciones del contrato y el acuerdo ¡El trato está cerrado! Nos estrechamos las manos y quedamos en que pasará a firmar el contrato el viernes a primera hora. Salimos fuera tarde, son las doce y media de la madrugada. 

—¿Necesita que la lleve a casa? —pregunta Müller mientras su ayudante se aleja hacia su audi. Vaya nivel adquisitivo tienen los dos. 

Sí. Sí. Sí. 

La Mia irresponsable salta de alegría. 

—No se moleste —se adelanta Erik— yo la llevaré. 

—No es molestia —me acuerdo de lo que me ha dicho antes mi jefe y como me ha mirado en el restaurante. No tengo ganas de malentendidos… aunque una parte de mi se muera por los malentendidos…

Pero como una buena chica, respondo obedeciendo a mi jefe. 

—No se preocupe, señor Müller, el señor Dagger me llevará a casa, tengo unas cosas en su coche. 

—Muy bien, espero verla pronto, señorita Clark. 

Dagger pone una mano en mi espalda y me conduce sutilmente hacia el coche. El contacto de su mano sobre mí me resulta extraño… extraño porque es incluso agradable, como si no quisiera que la quitara nunca. 

Pero me quito esa idea de la cabeza. Por el amor de Dios, es mi jefe. 

—No ha sido tan excéntrico como esperaba —intento desviar mi mente a una conversación. 

—Supongo que también me refería a la forma en como mira a las mujeres. 

—¿Lo conocía de antes? ¿De qué?

—Lo conozco de antes, es todo lo que necesitas saber. 

No me da más pistas y creo que yo tampoco tengo ganas de pedírselas. Vuelvo a casa, vuelvo con Mark y su estupendo cabreo… Erik para el coche y me mira. 

—Has estado a la altura, tengo que felicitarte —me sonríe amablemente. 

—Gracias. 

—Nos vemos mañana en la oficina, buenas noches señorita Clark. 

—Buenas noches, señor Dagger. 

Bajo del coche y entro en mi edificio, llamo al viejo ascensor, subo la vieja vaya metálica y dentro la vuelvo a bajar y le doy al tercer botón. Es uno de esos ascensores viejos de fábrica, tiene su encanto. 

Cuando llego mis pequeños me miran adormilados y Maya es la única que se levanta a saludarme, los demás no se mueven, solos sus colas levemente. Le sonrío y complacidos cierran los ojos de nuevo. 

—Hola, pequeña —le doy un beso en la cabeza. Me lame la mano y luego mueve su cabeza para que la acaricie— ¿Has mantenido a raya a los chicos? —miro el piso ordenado— buena chica —Adopté a estos tres monstruos el año pasado. Tienen un año y medio— Venga cielo. A dormir —se sienta y deja que me aleje hacia la cama. 

Me desnudo en silencio y enciendo la lamparilla, parece que Mark está durmiendo... 

—¿Te lo has pasado bien? —me suelta en tono de reproche.

—Estás despierto. 

—Qué pena para ti ¿Verdad? Te he visto por la ventana, con tu jefe. 

—Mark, que es mi jefe —digo como si el mismo sentido de mis palabras fueran a hacerle entender que jamás podría pasar nada. 

—Pero ha aparcado y has estado un rato hasta que has salido de su coche ¿Lo has besado? ¿Te has liado con él?

—No pienso seguir con esta conversación —cojo mi almohada y apago la lamparilla de noche—. Dormiré en el sofá. 

Cuando me despierto Mark sigue durmiendo. Lo prefiero. Ni siquiera me ducho para que no se despierte. Me pongo mi ropa de deporte y cojo a mis chicos y los saco a pasear a Prospect Park. 

Max provoca a Sombra para que juegue con él y este al final accede, pero como de costumbre, los dos se pasan jugando y acaban peleándose de verdad y Maya interviene con cuatro ladridos que hace que se separen de inmediato. 

—¡Mia! —se acerca corriendo a mi y mis chicos lo miran curiosos. 

—¿Jacob? —me aseguro. 

—Sí. 

—Cuanto tiempo… —le abrazo y le doy un beso en la mejilla. 

—Estás guapísima —Sombra le enseña su perfecta dentadura y Max le acompaña solo porque su hermano lo hace. 

—¡Sombra! ¡Max! —los regaño. Al momento se tumban en el suelo con la cabeza agachada— lo siento. 

—No te preocupes ¿Dónde vas?

—Vuelvo a casa, tengo que ir a trabajar. 

—Te acompaño —reanudamos el camino— ¿Cómo te va?

—Muy bien, no puedo quejarme ¿Y tú?

—Muy bien —sonríe— ¿Sigues trabajando en ese taller?

—No. No. Estoy en una empresa de comercio —le pongo la correa a los tres. 

—Oye ¿Te apetece salir a tomar algo algún día?

—Claro que sí. 

Mira mi anillo, creo que un poco fastidiado

—Vaya. Enhorabuena ¿Quién es el afortunado?

—Mark. 

Jacob, Jacob, Jacob... fue el psicólogo que me trató cuando tuve esos problemas…

—¿Qué haces en la ciudad?

—Un cliente que se ha mudado, pero vuelvo al pueblo en unos días… 

—Te llamo yo ¿Vale? 

—Perfecto —me da un beso en la mejilla— me ha alegrado verte —Sombra y Max siguen en las mismas. 

Me disculpo por ellos y se aleja. Me agacho delante de ellos. 

—A ver chicos —se sientan de inmediato y me miran atentamente— no se gruñe a los amigos de mamá ¿Queda claro? —Max estira el morro y su lengua se ocupa de chupar el dedo amenazador que tenía delante de ellos. Sombra se une. 

—Son listos —pego un brinco al escuchar a Erik. 

—¿Qué hace aquí? —le grito de malas maneras 

—Te dejaste esto en el coche —me da mi cartera. 

—Podrías habérmela dado en la oficina. 

—Lo sé —mira su coche luego a mi— ¿Quieres que te lleve? 

—No es necesario, señor Dagger. 

—Necesito hablar contigo de algunos asuntos, así que es necesario. Sí. 

—Vale... subo un momento y vuelvo a bajar. Tengo que cambiarme.

—Sí, ya lo veo.  

Ni siquiera he desayunado. Es muy temprano, todavía tenía tres cuartos de hora para empezar la jornada. 

—Te espero aquí —su mirada viaja a mis chicos y como si los encantara, se acercan a él para saludarlo abiertamente. 

—No puede ser. 

Erik me sonríe, tiene una sonrisa de escándalo. 

—¿Qué pasa? 

—Siempre son muy protectores... 

—Son muy buenos —le acaricia la cabeza al gruñón de Sombra y este parece encantado— ¿El gris como se llama? Quiero decir, este. 

—Sombra. 

—¿La blanca? ¿Es una chica? 

—Maya. 

—¿Y el negro? 

—Max.

Se levanta y sonríe abiertamente. Sabe que esa sonrisa puede conseguir muchas cosas...

—Cielo —Mark se pone a mi lado, aparece de la nada y me coge de la cintura— ¿Quién es? 

No, no, no ¿Después de lo de ayer? lo último que quiero es que Mark monte un escándalo delante de Erik.



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