Después de las reuniones matutinas, Erik y yo vamos a comer a un restaurante de lujo. Recuerdo lo de Kurt, recuerdo lo de anoche y lucho por mantener distancias, lucho por no llevarle la contraria por mucho que me provoca a hacerlo. —Esta noche quiero que lleves el contrato de Müller. Su nombre me alarma de inmediato. —¿Le importa si no asisto a la cena? Señor Dagger —dejo la cucharilla de mi postre a un lado. —¿Por qué? Mierda. Quiere sinceridad. —Le suplico que respete mi petición, señor Dagger. —¿Suplicar? ¿Por qué no quiere venir? Responde. —No puedo —y seguro que ve mi cara de angustia— por favor, Erik. Frunce el ceño. —Soy una persona comprensiva, dime porque no quieres venir. ¿¡Comprensivo!? ¡Y una mierda! —Lo siento, señor Dagger. —Mia... —empieza a desesperarse— ¿Dominik te ha dicho algo? —me callo. No puedo decírselo. Si se entera que sé que Dominik hizo daño a Erika y él lo permitió, me despedirá, o me hará lo mismo que a Erika. Tengo que inventarme una excusa.
Separa mi silla de la mesa, separa mis piernas y se cuela entre ellas. Me mira des de arriba y me siento pequeña. Me libera con su pulgar el labio y me coge de la barbilla y me obliga a levantarme. Delante de él respiro pesadamente, tengo la boca seca y lo veo sonreír.Mark jamás me ha provocado esto.—¿Qué pretende? señorita Clark —su tono es serio pero divertido, lleno de malicia y curiosidad por mis intenciones. Su mano sigue en mi barbilla.—Simplemente que no me gusta obedecerle, señor Dagger —su sonrisa me llega a la entrepierna, todo mi interior se encoge.—¿Y qué voy ha hacer con usted…? —su voz ronca casi me hace gemir.
Como de costumbre, apenas duermo. Así que salgo de mi cama temprano. Cuando veo mi tanga roto en el suelo me cabreo. Me cabreo mucho. Me pongo mi ropa interior más sexy y el vestido más elegante que tengo, pero también el que mejor me queda. Con escote asimétrico, negro y por las rodillas. Me pongo los tacones y bajo.Enfundado en su traje azul marino, diferente al del otro día, lee el periódico. Cuando me planto a su lado ni me mira.—Llegas tarde —miro mi reloj y veo que llego dos minutos tarde. Lo sigo cabreada por que ni siquiera me haya mirado.Repasamos la agenda y solo nos miramos a los ojos. Está cabreado y no lo entiendo, fue él quien me dejó a medias ¿O es que a parte de gilipollas le falta memoria?&n
A primerísima hora estoy en mi mesa. Es lunes y mi jefe ni siquiera me ha dirigido la palabra, ni el avión de vuelta ni al llegar aquí. Ni un mensaje. Cogí un taxi y fui a directa a casa, Kate me dio la nueva llave y entré al silencioso apartamento donde las cosas de Mark ya no estaban. Todo lo que pasó en Alemania es desconcertante, sus actos claramente posesivos «Si otro hombre te toca quiero saberlo», sus besos en medio de reuniones, cuando me tocó en el hotel, como me tocó cuando Dominik me miró y como se puso cuando se enteró que vino a mi hotel... pero sobre todo, de ese viaje recuerdo como me tocó, de esa manera tan posesiva. Me enciendo solo de pensarlo. En cuanto a Mark, sigue consolándome la idea de que mejor ahora que dentro de viente años. Liam se planta delante de mi mesa. —Pero bueno... ¿A quien tenemos aquí? ¿Es que no tienes teléfono o que? —me levanto de la silla y abre sus brazo esperando mi abrazo— te he llamado casi cada día. —He estado muy liada —me sonríe y
Me ve y su sonrisa, como de costumbre me ataca a la entrepierna.—Está deslumbrante, señorita Clark.—Usted también, señor Dagger —lleva un pantalón gris de traje y una camisa blanca deslumbrante ¿Quién le hará la colada? no tiene pinta de ser un hombre dedicado a las tareas del hogar.Me abre la puerta de su Lamborghini y entro cautivada por su caballerosidad. Sé que va a pedirme algo fuerte, se está comportando demasiado bien después de lo último que pasó en Alemania.—¿Dónde vamos?—¿Conoces el restaurante Per se
Esta historia la cuento por mi y por vosotros. Yo ya he aprendido lo que es querer a alguien y que te demuestre que siente exactamente lo mismo que tú. La misma intensidad. El mismo deseo. Ya he aprendido que es mirar a esa persona y pensar que no quieres que se marche nunca. No es una historia de amor, por lo menos, no una convencional. No hay bombones ni rosas, no hay promesas a la luz de las velas... Solo espero que sientas cada palabra, cada emoción y cada risa tanto como lo he hecho yo. Creo que solo así, entenderás el porque de mis palabras.
—El nuevo cambio de director no afectará vuestros puestos de trabajo —dice mí ahora exjefa. —¡Pero si el salario! —replica la chica de contabilidad. —Es todo, chicos, gracias por todos estos años —Grace se acerca a mí— voy a echarte de menos... —suspira poniéndome un mechón tras mi oreja. —Nos seguiremos viendo —me da una lástima perder a mi jefa... Después de quince años llevando a la compañía a lo más alto, un capullo ricachón la ha comprado a los jefazos. Así que ella tiene que marcharse de la empresa y de la sede aquí en Nueva York. Se llama Erik Dagger y cómo se atreva a despedirme le paso la factura de mi piso y le transmito todo lo que me dirá Mark. —Llegará en cualquier momento —murmura— viene de Alemania —está destrozada, pero eso no lo va a admitir, estamos hechas de la misma pasta. Nada de debilidades en la empresa. En un mundo de hombres los sentimientos están prohibidos. —¿Qué vas ha hacer...? —Mi marido necesita una secretaria. —Puedo darte algún consejo —le gu
Abro la puerta de casa y mis chicos vienen a saludarme. —Hola princesita —le doy un beso a Maya en la cabeza— hola Max ¿Y a quién tenemos aquí? hola Sombra —los tres me saludan con entusiasmo— ¿Me habéis echado de menos? ¿Habéis echado de menos a mami? —digo con voz chillona.—Son perros, no bebés —me dice Mark con su tono cansado— ¿Cómo ha ido el trabajo?—Bien —respondo sin más. Mis pequeños siguen contentos porque haya vuelto, mueven sus colas y esperan sentados a mi lado a que les siga dando mimos. —Mami tiene que irse —les digo a mis tres preciosos Huskys.—¿Dónde? —pregunta Mark.—Mi nuevo jefe ha preparado una reunión con los alemanes —voy hacia nuestra cama y empiezo a desnudarme. Todo es muy frío, soy consciente de ello, pero nuestro matrimonio está pasando por un bache tremendo. Se vino a vivir conmigo cuando llevábamos solo tres meses casados… nos casamos con veinte años. Muy jóvenes, eso también lo sé. Pero el amor te hace cometer estupideces. Visto de esta manera es