CAPÍTULO 7

En casa Mark me espera con la cena en la mesa, velas, una copa de vino y un ramo de rosas.

—Hola mi vida —me dice con esa cara de niño bueno.

—Mark.

—Lo siento… he hecho la cena y… rosas, te he comprado rosas.

Hago un gran esfuerzo por apartar todo de mi cabeza y cenar con Mark como hacíamos cuando todavía nos llevábamos bien. Intento reírme de sus chistes, tocar su mano cuando la acerca, beber el vino que me sirve y darle los besos que me pide. Pero cuando en el postre intenta algo más, me invento la gran excusa.

—Tengo el período.

—Oh, vaya.

Y yo que pensaba que los hombres lo calculaban más o menos.

—Voy a darme una ducha.

—Bien, yo recojo esto.

—Gracias cielo.

Dejo que el agua fría caiga por todo mi cuerpo antes de darme cuenta de que Mark me está hablando.

—Así que mañana cerráis el trato con el alemán —dice.

Miro la cortina y veo su silueta al final de mi baño con paredes echas por tres biombos.

—Sí —pero no me hagas pensar demasiado en eso… aún sigo sin saber como
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