CAPÍTULO 5

Me preparo lo último comestible que tengo en la nevera. El alquiler es demasiado alto, tenemos la nevera vacía, y ahora hay que pagar esas pastillas de Max y el veterinario. Mark va a la ducha y me dan ganas de decirle que vaya a ducharse a casa de su madre. 

—Nos tendremos que ajustar el cinturón, chicos —Maya ladea su cabeza— eso significa que los premios se han acabado, os queda esa media bolsa —vuelve a apoyar su cabeza en la espalda de Max. 

Mientras cocino los miro de reojo y veo como Sombra le lame la cabeza a Max mientras duerme. 

Tuve que adoptarlos a los tres, eran los tres de la camada que siempre estaban juntos. El cuidador me dijo que Max había nacido el último y que Sombra y Maya siempre estaban encima de Max. Se me hizo imposible separarlos. 

Meto la mano en mi bolso y mientras como los últimos filetes de pollo consulto mi teléfono. No tengo más llamadas que la de Liam hace horas y de Kate.

Son las once, no es hora de llamarlos. Cojo el teléfono de la empresa y veo nada menos que trece llamadas perdidas y quince mensajes de mi jefe. 

—Ostia…—suelto el tenedor y los miro todos. 

Todos son tipo: «Llámame ahora mismo» algo como «Cógeme el teléfono» o «Soy tu jefe» y el mejor de todos «¿Quieres que te despida?»

No sé si llamarlo o no. Son las once. Seguro que está durmiendo… solo me faltaría despertarlo. Dejo el teléfono con sonido encima de la mesa y voy al baño agotada. Mark se ha ido por ahí con unos amigos, lo prefiero a tenerlo en casa intentando pedirme disculpas por todo lo de anoche. Me lavo los dientes y pienso en la escenita que me montará mañana mi jefe, como me despida, tendré que irme a vivir bajo un puente. 

Me meto en la cama y los tres me miran soñolientos. 

—Buenas noches, chicos. 

Apago la luz e intento dormir algo. Escucho entrar a Mark, entrar en la cama, darme un beso en la mejilla y dormir. 

Por la mañana llamo a Kate y le cuento todo lo que ha pasado, de momento no le cuento lo de Mark, está arreglándose para salir, no es bueno meterle más leña al fuego. 

—…solo hoy, no quiero dejarlo solo así y Mark tiene que salir.  

—No te preocupes, tampoco tengo nada que hacer en todo el día, no me llaman de ningún lado para trabajar. Puedes irte tú, tengo llaves, te llamo cuando esté con ellos. 

—Te debo una. 

—No. Me debes explicaciones, esta noche me las das. 

—Sí, nos vemos. Te quiero. 

—Y yo. 

Me planto delante de mis tres chicos. 

—Darle guerra a vuestra tía, Kate —les doy un beso a Sombra y Max— mantenlos a raya, pequeña —le digo a Maya. 

—Cariño —dice esperanzado Mark. 

—¿Qué quieres? —digo con aspereza. 

—Sé como solucionar lo del cuadro —me sonríe pidiendo disculpas. 

—Muy bien, cielo —digo en un suspiro. 

Le doy un beso rápido en los labios, salgo de casa y conduzco mi viejo coche hacia la oficina, tengo que empezar a ahorrar y un taxi sale más caro que conducir mi coche. Liam me espera en la puerta con su sonrisa juvenil e irresistible. 

—Hola preciosa ¿Cómo está el pequeño Max?

—Le duele, pero bien. 

Mientras entramos analizo mi situación; mi relación con mi marido está muy tensa, sus palabras fueron duras y me prometí a mi misma que jamás nadie me hablaría como lo hizo él anoche. Andamos mal de dinero y esto no irá a mejor, quizás hoy Mark tenga posibilidades en esa entrevista… creo que me comentó que era en el Times. Pero por supuesto, no dejará su carrera de artista, así que es una excusa para tenerme contenta. 

Y una situación más de mi terrible vida en estos momentos, ayer no le contesté al teléfono a mi jefe prepotente que se cree el dueño del mundo. 

—Estás ausente —dice Liam. 

—Tengo muchas cosas en la cabeza —las puertas del ascensor se abren. 

—¿Necesitas que te deje dinero? —salgo y choco contra el pecho de alguien mientras rechazo amablemente esa opción. 

Miro hacia arriba y veo que es Erik… Oh no. 

—Lo siento, señor Dagger. 

—A mi despacho. Ahora —está furioso. 

Me despido discretamente de Liam y me suelta un buena suerte, si solo necesitara eso...

—Cierra la puerta —sí, en efecto, todo su encanto y amabilidad ha desaparecido— siéntate —lo hago y frunce el ceño des de su silla. Va a despedirme— ¿Crees que puedes ignorarme cuando te llamo?

—Lo siento, señor Dagger, mi perro…

—Ya, lo sé. Pero cuando te hago una pregunta espero que la respondas, no que me cuelgues el teléfono. 

—No volverá a pasar, señor Dagger. 

—¿Qué le ha pasado a su perro?

—¿De verdad le interesa?

—No hago preguntas porque sí. Responde. 

—Mi marido dejó la ventana abierta de las escaleras de incendio. 

—¿Por qué Parker quería darte dinero? 

—¿Puedo volver al trabajo? —intento. 

—Clark, responde las preguntas. 

¡Maldito seas!

—Porque cree que lo necesito —frunce el ceño y sigo antes de que vuelva a preguntarme con esa cara de perro rabioso ¡Hasta Sombra es más amable!— la factura del veterinario es cara y no pasamos un buen momento —me levanto de la silla y pretendo irme. 

—Siéntate —dice tajante. Vuelvo a sentarme malhumorada— ¿Cuánto necesitas?

—No voy ha aceptar su dinero. Tengo un sueldo que recibo por trabajar. No aceptaré más, señor Dagger. 

Pedir o que me dejen dinero me molesta soberanamente, no necesito la caridad de nadie ni dar lástima. Todo lo que tengo lo he conseguido por mi, así que no pienso aceptar nada de él, se cree un Dios todopoderoso por tener dinero y ser mi jefe ¿A qué viene este humor cuando ayer fue amable e incluso hizo bromas? que la oficina lo transforme no es mi problema. 

—Si no me lo dices te ingresaré yo la cifra que considere en tu cuenta bancaria. 

—Puedo hacer frente a los gastos sola, gracias señor Dagger —salgo de su despacho y sé que me está matando con la mirada. 

Vuelvo a mi mesa y me sumerjo en el trabajo para no pensar en la desastrosa situación que tengo en mi vida ahora mismo. A la una, Liam viene a mi mesa mientras la impresora trabaja sin descanso imprimiendo los informes que me pidió Erik. 

—¿Vamos a comer?

—No puedo —ni económicamente ni físicamente. Tengo que acabar esto. 

—Tienes que comer. 

—Tengo que apretarme el cinturón, Liam. 

—Oh vamos… es Coby’s, te invito yo. 

El teléfono interno suena. 

—Dígame, señor Dagger. 

—Pasa a mi despacho —cuelgo. 

—Lo siento, Liam, ve sin mi. 

—Cuando te pones así eres imposible, me desesperas —se larga hacia el ascensor con el ceño fruncido. 

Qué más da que se enfade conmigo. Una persona menos. Cojo los informes recién imprimidos y paso a su despacho. Los dejo encima de la mesa. 

—Los informes que me pidió.  

—Gracias —se levanta y se mete su móvil en el bolsillo y coge la americana de la percha— coge tus cosas, vamos a comer. 

—No. Tengo trabajo, señor Dagger. 

—Deja de desobedecer, soy tu jefe. 

—¿Qué parte del contrato me obliga a comer con usted y contestar preguntas innecesarias?

Sonríe, pero su sonrisa no va nada relacionada con lo que dice. 

—Cuidado con ese tono, señorita Clark. He dicho que vamos a comer juntos, y vamos a comer juntos. 

—El contrato no me obliga. 

—Modificaré el contrato, entonces. 

—¿Por qué te empeñas?

—No me tutees.  

—¿Por qué se empeña? —digo cada vez más cabreada. 

—Porque quiero. Coge tus cosas y vamos. 

Para rematar el día… ¡Una comida con mi jefe!

Salgo del despacho primera, enfadada a más no poder. Cojo las llaves de mi coche y mi bolso. 

—No cojas las llaves, vamos con mi coche. 

¿Cómo se puede ser tan mandón?

La gente de la oficina cuchichea al verme salir con el jefazo. Ahora todos empezarán a especular, siempre lo hacen cuando alguien tiene un puesto mayor y pretenden pagar su frustración con la persona, pues sumemosle el hecho de que el jefe es nuevo, yo una “novata” y una mujer. A esto le llamo patriarcado, el jefazo triunfador y la secretaria caliente e infiel. 

Vamos al parking y mira todos los coches. 

—¿Y el tuyo?

—¿Qué más le da? no vamos a subirnos en él —creo que me estoy pasando con el tono. Pero es que todos los hombres me sacan de mis casillas últimamente. 

—Responde las preguntas… —me advierte. 

—El escarabajo blanco —mira mi coche y frunce el ceño— ¿Y ahora qué? —murmuro para mi. 

—¿Conduces esa chatarra?

—No es chatarra —digo ofendida— se llama Herbie —en honor a la película Herbie a tope— y es un regalo. 

—¿Regalo de alguien que quiere ver como tienes un accidente?

—¿También incluirás al contrato el poder comentar todo sobre mi vida? —subo a su coche y antes de cerrar lo escucho. 

—Quizás sí. 

Nos mantenemos en silencio mientras me lleva dios sabe dónde. El tráfico a estas horas es algo terrible, habría sido mejor ir andando. 

—¿Has aceptado la reunión con Müller? —pregunta de repente. 

—No es asunto tuyo. 

—Mia —me echa una miradita…— contesta mis preguntas, no me gusta repetir tanto las cosas y esto es algo que no paro de decirte. 

—No. Todavía no. 

—¿Lo harás? 

—No lo sé. 

—¿Tienes que ir a casa a ver a Max? 

—Mi mejor amiga cuida de ellos. 

—¿Y tu marido? ¿De qué trabaja?

—Es artista.

—¿Qué pinta?

—Pues no me ha dejado ver su última colección. 

—Tiene tiempo libre ¿Entonces por qué no los cuida él? —no me gusta contestar tantas preguntas. 

—En realidad no tiene tanto tiempo libre, pasa la mayor parte del tiempo en su estudio. 

Entramos en un restaurante de lujo y eso me pone algo nerviosa ¿Va a invitarme? no quiero que lo haga y yo no puedo pagarlo. Me pone de los nervios. Como echo de menos a Grace. 

Erik pide por mi lo que voy a comer y eso me cabrea más. Erik solo me enfada… con ese odio lo miro. Cree que por ser guapo tendrá todo lo que quiera. Cree que por ser rico y tener una sonrisa bonita conseguirá todo… 

Conmigo no.



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