CAPÍTULO 6

Y Erik sigue con sus preguntas que me dejan algo desconcertada. 

—¿Tu marido puede cuidar de tus perros una semana?

—¿Porqué…? 

—Responde. La. Pregunta.

Resoplo frustrada. 

—Sí, podría. 

—Tenemos que ir una semana a Alemania y necesito que vengas conmigo. 

—¿Para qué?

—Eres mi ayudante, eres traductora ¿Hace falta que te lo aclare más?

—¿Sabes? no tienes que ser tan borde conmigo —sonríe y decido darle un trago al vino antes que darle un puñetazo en la cara— ¿Para qué tenemos que ir? El trato con Müller está prácticamente cerrado.

—No es por Müller ¿Conoces a la empresa Dagmar? 

—Claro que la conozco.

—Christa Dagmar me llamó ayer por la noche. Cuando tendría que haberte llamado a ti —me reprocha— y me dio la posibilidad de que nuestra empresa distribuyera sus productos por Europa —me quedo boquiabierta.

¿Cómo puede ser? la mismísima Christa le dio carpetazo a la propuesta de Grace. 

—¿Cómo consigues estos acuerdos? 

—Consigo todo lo que quiero, Mia —ruedo los ojos molesta por su arrogancia— nos vamos a finales de mes, salimos el lunes veintitrés y volvemos el treinta por la mañana. Reserva el vuelo y una habitación. 

—¿Una?

—Perdón, dos. 

Me lo apunto en los recordatorios de mi teléfono y lo guardo de nuevo en el bolso. La comida está deliciosa, la saboreo consciente de que no volveré a probar algo así en una temporada. Bueno, puede que durante esa semana si. He ido un par de veces a Alemania con Grace, pero han sido como mucho dos días. 

—¿Cuánto llevabas con tu marido?

—Me casé con veinte años… y lo conocí con dieciocho —asiente porque haya contestado a la primera— ¿Tú tienes novia? —yo también tengo derecho a hacerle preguntas. 

—No —niega con la cabeza para darle más ímpetu— ¿Y tus padres? —me encojo de hombros y sonríe— ¿De qué trabajan? —abro la boca para replicar— contesta, Mia —vuelve a advertirme. 

—Mi padre es… Charlie Clark. 

—Vaya —dice asintiendo serio—, es muy bueno ¿Y tu madre?

—Sarah Sparks. 

—Tus padres son unos genios, Clark ¿Por qué no seguiste sus pasos?

—No lo sé —me encojo de hombros. 

No quiero pensar sobre ello, nunca me ha gustado. 

—¿Hermanos?

—Sí, un hermano, de dieciséis años. 

—Tiene que estar encantado de tener una hermana como tú. 

—¿Una hermana como yo?

—Eres divertida ¿Y Liam Parker?

—Es un amigo, ya te lo dije —digo sin mas. 

—Ya —se acaba su copa.

—¿Cuántos años tiene? —pregunto antes de que me suelte otra pregunta. 

—Treinta y dos. 

—¿Hermanos? —ataco de nuevo. 

Sonríe, sabe que hago. 

—Un hermano y una hermana. 

—¿De que trabajan sus padres? —suelta una pequeña risa y sonrío. 

—Mi padre es empresario, en Alemania y mi madre murió hace unos años, cuando tenía dieciocho —mi sonrisa se esfuma. 

Se me han quitado las ganas de hacer más preguntas. Me acabo el plato en silencio. 

—¿Qué te ha incomodado? —dice mirándome fijamente. 

—Nada —resopla ¿Que me haría si no contestara las preguntas?— hablar de muerte no me gusta —digo rápido. 

—¿Por qué? —ahora lo descubriremos porque esto si que soy incapaz de contestar. 

—No voy a responder. 

—Responde. 

—No —frunce el ceño y me encojo de hombros para decirle “Enfádate todo lo que quieras”. Esa respuesta abre una caja de mi vida que está cerrada hace mucho tiempo. 

—Vámonos —dice cabreado. Deja dinero encima de la mesa, creo que son cien dólares y me parece una barbaridad, no puede habernos costado eso. 

—Que tengan una buena tarde —dice el portero.

Lo sigo con paso acelerado, como me deje aquí plantada tendré que ir andando con el calor que hace y encima con estos tacones. 

—No puedes enfadarte —me subo al coche con la respiración acelerada.

—Ponte el cinturón, Mia. 

—He dicho que no puedes enfadarte —digo de nuevo. 

—Ponte el cinturón. 

—No te puedes enfadar, he respondido a todo. 

Se inclina hacia mi y busca el cinturón, en ese pequeño tiempo que está tan cerca de mí siento mi cuerpo reaccionar como si todavía siguiera en el instituto y fuera la primera vez que Mark se acerca a mi. Siento como si el pequeño espacio se hubiera reducido a nada… y no me importa. Espero que sea mi impresión, pero incluso él se da cuenta de eso y me mira directamente a los ojos, noto su aliento en mi cuello. 

Me pone el cinturón y no puedo decir nada. Me mira enfadado, pero parece que mi cara lo consuela y relaja su expresión poco a poco. 

—He dicho que te pusieras el cinturón —murmura. 

—Sí —digo algo confusa por lo que acabo de sentir. Miro mis manos sobre mi regazo como si fuera lo más interesante del mundo y relajo mis piernas. Por el amor de dios, vuelvo a ser una adolescente. 

Ninguno de los dos dice nada cuando subimos juntos al ascensor y luego cada uno se va a su mesa de trabajo. Eso ha sido muy raro. Muy pero que muy raro. 

Hago lo de siempre, de cabeza al trabajo para no pensar. Reservo el vuelo y las dos habitaciones en un buen hotel, no reparo en gastos, si no me preguntará porque. Mark va a ponerse furioso… Imprimo las reservas y llamo a su despacho. 

—Pasa —me acerco a la mesa y le dejo las dos hojas.

—La información de las reservas. 

—Cierra la puerta al salir. 

¿Que mosca le ha picado? Es culpa suya. Él ha invadido mi espacio personal. 

Redacto lo necesario para la reunión de mañana con Müller. Continuo con algunos otros informes de final de semana y vuelvo a llamar a su despacho. 

—Pasa —sigue con el mismo tono. 

—El contrato para mañana con Müller y le he pasado por correo electrónico los informes que me ha pedido —le echa un ojo al contrato y me espero hasta que me diga que puedo irme. 

—Puedes irte. 

Liam viene a mi mesa cuando son las ocho y media, le sonrío a su cara de niño bueno irresistible. Me propone que vayamos a cenar pero rechazo la oferta, tengo todavía mucho trabajo y no es justo que vaya a cenar por ahí si Mark y yo estamos casi en la ruina.  

—Pues déjame pasar luego por tu casa a ver a Max —hace un puchero— te prometo no decirle nada a Mark… 

—Liam… no quiero echarle más leña al fuego entre Mark y yo… 

—Lo entiendo. Hasta mañana, preciosa —me guiña un ojo. 

Vuelvo mi mirada al ordenador y todos los de la oficina van desapareciendo. Tengo que acabar de redactar tres correos más, cuadrar la agenda para mañana... tenemos una reunión con la empresa china... el contrato con Müller.

¿Cómo sabe que Dominik…? ay dios. Esto cada vez se vuelve mas turbio. 

—Vete a casa —Erik está delante de mi mesa. Pego un brinco y lo miro de mala gana. 

—Tengo que hacer un par de cosas y me voy —sus ojos azules me miran enfadado. Siempre lo está, que mas da. 

—Es tarde. Son las diez. 

No quiero llegar a casa. No quiero ir con Mark, necesito descansar de él, necesito descansar de nuestro matrimonio. 

Ale, ya lo he dicho. 

—Cuadro la agenda y me voy —le sonrío pero no desaparece de delante de mi mesa. Lo miro y sonríe de lado. Apoya sus manos en mi mesa y se inclina hacia adelante. 

—Hazme caso, Mia. Aprende a hacerme caso —lleva el dedo índice a la pantalla y apaga la pantalla de mi ordenador. Por lo menos no ha apagado el sistema central, lo habría perdido todo. 

Llevo una mano a la pantalla vacilante y la enciendo de nuevo. 

—He dicho que tengo que acabar esto —coge mi mano antes de que pueda separarla y me paralizo. 

Otra vez, tengo dieciocho años y Mark me está sonriendo, así que me quedo paralizada, totalmente paralizada. Un terrible cosquilleo me recorre todo el cuerpo por su tacto. 

¿Que demonios me pasa?

—Obedece —su mano no aprieta ni es amenazadora, al revés es totalmente agradable y… sensual, sigue con esa sonrisa. Mis hormonas están a flor de piel, así que lo que siento no es ni la mitad de verdadero. Escurre sus dedos por mi mano y apaga de nuevo la pantalla. 

Quiero volver a encenderla, saber que pasa si no le hago caso. Pero no conviene que vuelva a quedarme como una tonta delante de él, no conviene pensar esto estando casada. Sigue mirándome esperando a que actúe y las ganas me matan. Quiero desobedecer. Humedezco mi labio inferior que se me ha secado por los nervios, la excitación, por todo y lo muerdo. 

Estás casada, Mia. Estás casada… 

Me repite esa Mia responsable

—Obedece… —dice con la voz ronca, me enciende al momento. Pero eso tampoco conviene que lo sepa. 

Me levanto muy digna de la silla y cojo mi bolso y mis cosas. Se mete la mano en los pantalones y veo que en ese traje caro la tela está tirante en la zona de su entrepierna. 

No Mia, no conviene que eso te ponga... es tu jefe. Estás casada. Muy casada. Casadísima, cuatro años. 

Estar a dieta no impide ver el menú.

Callo a esa Mia irresponsable. 

Me pongo por delante de él para ir al ascensor y entra conmigo. Miro hacia abajo disimuladamente y…

¡Pero no mires el paquete! 

¿Porqué se ha puesto así? Que calor ¿Porque tarda tanto en bajar el maldito ascensor? En cuanto las puertas se abren en el parking salgo corriendo hacia mi escarabajo e ignoro a Erik y su erección. Me subo al coche y miro hacia el suyo. Lo veo sonreír y mirarme fijamente. Sonrío inconscientemente y enciendo a Herbie. Paso por delante de su coche y me sigue con la mirada. Bajo las ventanillas de Herbie para que entre un poco de aire y voy directa a casa. 

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