Lo quiero

Es hora de irme a España, pero como siempre, mi querida tía, la Duquesa más respetada de Inglaterra, se presenta para decirme que hacer. Mi madre siempre ha sido permisiva y me ha dado la liberad de vivir mi vida fuera de la realeza, ella más que nadie sabe, lo que es vivir con todas esas reglas, lo supo en cuanto se enamoró de mi padre, un hombre pobre y soñador, todo un amor prohibido aunque ellos lucharon para volverlo algo real y aceptable. Mi tía Amelia quien no me deja estar, debió tener hijos para molestarlos a ellos y no a mí, suficiente con llevar su condenado nombre.

—Querida, sabes que viene la celebración por tu nombramiento como Duquesa. —Por respeto y protocolo no hago mal gesto, estoy cansada de decirle que no deseo ser Duquesa. —Tu boda con el príncipe Harry no se dará si no te nombramos antes, sabes cómo son estas reglas cariño. —Miro a mi madre y resoplo —¿Qué ha sido eso? —pregunta escandalizada. —Eres una dama, una Duquesa, no puedes permitirte esos comportamientos, ese trabajo que te ha heredado tu padre te están dañando querida. —Me levanto y entrelazo los dedos con las manos a la altura de mi bajo vientre, odio todo este protocolo.

—Con todo respeto tía, ya lo hemos hablado, no quiero a Harry como esposo, no quiero el título de Duquesa y por favor… —Separo mis manos y me arreglo el pelo. —Estoy cansada de todos estos modales y protocolos, quiero ser libre de todo esto, no quiero seguir tus pasos ni los de mamá, me gusta trabajar y no estar solo siguiendo a un soberbio y déspota como lo es Harry. —Mi tía se lleva la mano al pecho y se levanta rápidamente sin perder su elegancia.

—Formas parte de la realeza —casi chilla, si no fuera tan dada a los modales me gritaría— desde niña tenías destinado ser esposa del Príncipe. ¿Qué diría la Reina si te escucha? Tu vida es aquí, en un palacio siendo atendida por el servicio y preparándote para ser lo que debes, una Duquesa y después convertirte en la esposa del Príncipe —mira a mi madre— es inaceptable, yo debí criarla y no tú.

Mi madre como siempre la deja tomar sus rabietas, solo ella soporta la amargura de mi tía, por eso nunca se casó, para ella lo más importante era su labor como la Duquesa Windsor.

—Mis padres me han criado bien tía, y bastante han hecho con permitirte opinar en mi crianza. ¿Cuándo te darás cuenta de que no estoy hecha para eso que tú tanto deseas? Por favor… ya dejemos esto, debo irme a España, tengo trabajo que hacer, no puedo creer que a mis 32 años quieran dominarme. —Sin importarme su gesto de desaprobación, abrazo a mi madre y después a ella.

—Ni te creas que lo vamos a dejar hasta aquí. Justo porque tienes 32 años debes apresurarte, ya deberías estar casada y con hijos. —Un poco más y me desmayo, no me gustan los bebés, no quiero ser madre, eso me da mucho miedo. —Pero con ese comportamiento lo hacen difícil. ¿Cuándo vuelves de España? —Mantengo la compostura aunque deseo dejar caer los hombros. —Amelia Brigitte O‘Sullivan Windsor, te he preguntado algo. —Pregunta nuevamente al no obtener una respuesta, me fuerzo para no gruñir y tirarme de los pelos.

—En dos semanas hermana. —Responde mi madre a su hermana mayor —Ella estará fuera dos semanas. —Mi tía le mira.

—Es de mal gusto meterse en la conversación de los demás, estás perdiendo los modales Catriona. —Mi madre ladea la cabeza y sonríe, por mucho que mi tía moleste ella la ama.

—Como lo ha dicho mamá, vuelvo en dos semanas tía. —Sabiendo que no me salvaré de lo que ella quiere, no me queda más que despedirme de las dos para irme al aeropuerto o puedo atrasarme.

—Que vayas con bien hija, recuerda cuidarte mucho. —Besa mi frente al igual que mi tía, las quiero, pero mi madre se deja influenciar por mi tía, y esta quiere hacer de mi vida algo que no quiero. Ya en el aeropuerto, donde solo esperaban mi llegada, nos ponemos en marcha. En España me espera mucho trabajo así como espero divertirme cada vez que el tiempo me lo permita. Sonrío al saber que estaré lejos de Inglaterra por unos días, podré ser yo misma sin que la presa y mi tía me estén respirando en la nuca, voy a disfrutar esta escapada que tengo. Después de 2 horas y unos minutos, llegamos al aeropuerto de Barcelona. Respirar otros aires me hace bien, es primera vez que salgo del país por mi propia cuenta, y más para algo que no tiene que ver con lo que realmente debo ser.

—¿A la empresa Duquesa? —pregunta Mateo, mi chofer de toda la vida, es muy correcto y no quiero que eso sea un problema.

—Mateo, sabes que aún no soy Duquesa, no me digas así en este país por favor, y no, llévame al hotel, quiero ponerme un atuendo menos…—me miro y arrugo la cara— real. —Digo finalmente alzando la mirada para verle, él sonríe.

—En los problemas que me mete, no debería esconderse de lo que es. —Resoplo como una mal educada.

—Sabes que no quiero eso, quiero ser como papá antes de dejar su vida por estar con mamá, quiero ser libre y hacer lo que yo quiera sin miedo a que me vean. —Me mira por el retrovisor y sonríe.

—¿Acaso no hace ya lo que quiere y es libre?—Muerdo mi labio para no reír en voz alta. —Todas esas salidas a solas donde yo soy quien la cubre, deben de contarse como hacer todo lo que quiere, y de ser libre claro que lo es… —Se calla por unos segundo, medita lo que me va a decir y después lo suelta sin pensarlo más.  —...Bueno, hasta que se convierta en la Duquesa Amelia Windsor y con ellos en la esposa del Príncipe Harry Wiesse III. —Tapo mi cara con mis manos.

—No lo digas por favor… no sé lo que haré con ese hombre, por el amor a Dios y a la corona, es un hombre joven y amargado, ¿Qué hice para merecer esto Mateo?—Solo ríe, sé cuál es su respuesta.

—Nacer con linaje real, eso hizo para merecer todo esto. —Llegados al hotel Garden, Mateo me ayuda con mis maletas y subimos directo al pent-house después de registrarme. Viendo las opciones de vestuario que tengo me decido por un conjunto en falda corte tubo hasta las rodillas rojo pasión con saco, es sexy, elegante y por supuesto llamativo como yo. Me maquillo no tan exagerado y dejo mi caballera negra suelta, mis zapatos de agujas en negro al igual que mis accesorios, mi tía me viera vestida de esta manera y es capaz de darle un infarto. Colocándome mis gafas de sol salgo del auto y me adentro a la empresa, es primera vez que estoy aquí, jamás había tenido la oportunidad de venir por estar siguiendo las órdenes de mi tía. La emoción casi me explota por dentro, es terrible querer demostrar lo que quieres pero al final eres una inglesa sin sentido de la demostración de emociones.

—Buenas tardes señorita. —Saluda alegremente la recepcionista deteniendo mi marcha, creí que Gastón estaría aquí esperándome, quito mis gafas —¿Tiene cita? ¿Cuál es su nombre? —Me dedica una gran sonrisa, odio ser tan poco expresiva, con gesto serio respondo a su pregunta.

—Amelia O‘Sullivan. —Esta al escuchar mi nombre se le borra la sonrisa, y nerviosa toma el teléfono e indica que llegué.

—Lo lamento señorita O‘Sullivan, el señor Baker estará aquí en breve, ¿Le puedo ofrecer algo de beber? —Niego, odio esperar y Gastón lo sabe, no parece inglés.

—Lo lamento tanto Amelia, se me ha ido el tiempo. —Se acerca a mí y me da un beso en cada mejilla. —Vamos ya te están esperando en la sala de junta. —Al subir los dos al elevador sonrío sensualmente, aquel rubio ha sido mi compañero en los juegos y se puede decir que es un excelente jugador y maestro.

—Se te está quitando lo ingles amigo mío, España te está volviendo más alegre. —Gastón sonríe y camina hacia mí como un felino, pero lo detengo, me gusta que ruegue. —Mmm, al parecer alguien extraña algo más que su país. —Su sonrisa juguetona me hace imaginar su boca en mi coño dándome placer y disfrute, sus labios contra los míos mientras su lengua profundiza para beber de mí.

—No sabes cuánto extraño mi país. —Recorre mi cuerpo con su mirada y me desnuda con ella. —He extrañado tantas cosas… —Su voz ronca me estremece, no he estado con él ni 5 minutos y ya mis bragas están humedecidas. —Las grandes montañas… —Recorre mis pechos por sobre el saco con su dedo índice. —Sus perfectos y delicioso lagos… — Lo va bajando por mi vientre, cuando va llegando a mi sexo, sonrío con malicia y poniendo mi mano en su polla, soy yo quien lo acorrala, su gruñido llena el espacio.

—Veo que extrañas lo mejor de Inglaterra, eso me ha hecho recordar tantas cosas. —Susurro mientras acaricio su pene. —Más sus cantos, sus murmullos, su placer y sus dotes. —Paso mi lengua por su cuello y me separo de él, la puerta se abre y como si nada hubiera pasado, salgo de ahí contoneando mis caderas. Una vez Gastón entra, iniciamos la junta. No deja de mirarme por lo que le hice, pero ni siquiera le pongo atención, ahora estamos con cosas más importantes que el sexo. No entiendo porque los jefes en su mayoría son hombres.

—Como lo pidió, aquí tiene todos los documentos que nos pidió. —Me entrega Gastón los papeles.

—¿Por qué solo hay dos mujeres como jefas? —Todos me miran sin parpadear, enarco una ceja en espera de la respuesta.

—Eh… bueno, somos los mejores calificados para los puestos. —Escucho reír a una chica y al darse cuenta que la veo se pone seria.

—¿Sabe usted el motivo señorita? No tenga miedo para hablar, las cosas van a cambiar mucho por aquí. —Ella los mira a todo algo asustada, odio ese comportamiento de las mujeres ante los hombres, nosotras le damos el poder a ellos para que nos tengan como el sexo débil.

—Bueno, ellos dicen que son los mejores calificados, y para mi concepto hay muchas mujeres que pueden hacer el mismo trabajo de ellos con mayor rapidez y mejor calidad.

—¿Cómo se te ocurre decir algo así en frente de la jefa?—Le gruñe uno de los hombres —Nos estas dejando mal únicamente porque no conseguiste el puesto que querías como segunda del jefe. —Miro a Gastón y este me hace una mirada de no saber nada.

—Bien, de eso me daré cuenta por mis propios medios, como ya lo dije, habrán muchos cambios —dándole fin a la junta me levanto— gracias por su tiempo. —Gastón toma los papeles y me sigue. Al llegar a mi oficina la cual queda al frente de la de él veo varias mesas vacías.

—Es hora del almuerzo — me aclara— por lo que veo tendremos que dejar mi invitación a una cena para después. —Asiento, me encantaría esa cena en la que seguramente el postre me gustaría más que la comida.

—Si, tendrá que ser para después. —Me siento en la silla que era de mi padre —Todo es extraño, ocupar su lugar…—No digo más, no me gusta hablar de mis sentimientos. —Necesito a alguien que sepa hacer muy bien el trabajo que quiero, para que pase todo lo que pida a la computadora y así poderlo pasar a un USB y de esa manera trabajarlo desde Inglaterra cuando vuelva. —Frunce su ceño.

—El único que puede hacer eso, es mi secretario, le diré que debe quedarse.

Asintiendo le doy los papeles que necesito con más urgencia. Al verlo salir me pongo a trabajar. Las horas pasan y yo no me doy cuenta hasta que mi estómago gruñe, mirando la hora en la computadora, son las 22:56 pm. Me levanto después de apagarlo todo, tomando mi bolso salgo de la oficina y veo a un hombre castaño, alto golpeando los botones del elevador.

—¿Qué pasa?— pregunto al verlo algo desesperado, creo que pensó estar solo en el lugar, se sobresalta y gira con brusquedad, unos hermosos ojos grises se fijan en mí, su mirada es tan intensa que me siento atraída.

—El elevador no responde, lo llevo intentando algunos minutos. —Dice finalmente tocando nuevamente los botones. —¿Eres nueva? No estaba al tanto de ello. —Muerdo mi labio y desvío la mirada al elevado, lo que me faltaba como bienvenida.

—¿Has llamado a seguridad o a mantenimiento?—Ignoro su pregunta, él asiente.

—Al parecer todos se han olvidado de nosotros, no hay nadie. — Se tira en el sofá y resopla ¿Acaso no lo va a intentar más?

—Eso no puede ser posible… no…—Casi chillo, no quiero quedar encerrada aquí muriendo de hambre hasta el día siguiente. Sin importarme sus advertencias de que no funciona lo intento, pero no sucede nada, el estómago esta hecho una fiera.

—Oye vamos cálmate. —Me toma del brazo con suavidad y me aleja de la puerta del ascensor la cual intentaba abrir, el estómago me da un gran gruñido que escuchamos los dos, él ríe.

—Vaya… no me comas, tengo un chocolate aquí. —Saca una barra y me la tiende, no suelo comer esas cosas, no puedo engordar ni media libra o todo el mundo ya habla de mí, odio la realeza. —¿Lo vas a tomar o prefieres comerme a mí. —Su sonrisa se ladea y dejan a la vista una dentadura no tan perfecta, tiene un diente algo torcido, pero eso para nada opaca su buen ver.

—Gracias…—Le miro por un segundo.

—Declan, mi nombre es Declan Aragón, ¿Y tú eres? —Pienso si decirle quien soy, pero dada la circunstancias no quiero que el ambiente se vuelva incómodo.

—Soy Amelia. —sonrío un poco— solo Amelia. —Me tiende la mano y yo se la acepto.

—Mucho gusto inglesa. —Me guiña. Me siento en el sofá y abro el chocolate, al probarlo jadeo, es delicioso, no debería privarme de este placer. Le veo sentarse a mi lado y andar con su móvil, dando un gruñido lo guarda, ha de tener hambre también.

—Toma, aquí podemos comer los dos. —Me sonríe nuevamente.

—Gracias guapa, ni veas la bienvenida que te ha dado O‘Sullivan. —Bromea.

—Al parecer. —Susurro tratando de mantener la compostura. Las horas pasan y los dos seguimos ahí sin hablar, cruzando solo un par de palabras, sin aguantarlo más me levanto y me doy aire con la mano, siento que voy a desmayar, estoy muy nerviosa.

—No, no te alteres, debes calmarte. —Se levanta y se acerca a mí.

—Quiero salir de este lugar… muero de hambre y tengo frio. —Casi lloro, ya no soporto saber que estoy a mitad de un gran edificio encerrada. Le veo quitarse su saco y ponérmelo sobre los hombros.

—Todo estará bien, ¿Ya ha llamado a su amigo no?—Asiento con los ojos cristalizados, no me gusta estar encerrada. Él al verme, enternece la mirada, se acerca a mí y toma mis mejillas entre sus manos, me mira directamente a los ojos.

—Estoy aquí para ti, no te va a pasar nada, cuando menos pienses esas puertas estarán abiertas. —No logro escuchar lo que dice, estando más cerca puedo apreciar lo guapo y sexy que es. Sus manos en mis mejillas, sus ojos clavados en los míos, su aliento acariciando mi rostro, su olor embriagador y la manera en la que domina la situación me dejan en claro una cosa, lo quiero y voy a obtenerlo. Siento que se separa de mi algo incómodo, creo que nos vimos por demasiado tiempo, su camisa medio abierta dejan a la vista unos pectorales fuerte cubierto de vellos.

—¿Estas mejor? —Se aclara la garganta, es el efecto que produzco en los hombres, puede ser algo abrumador para ellos.

—Si… si, estoy mucho mejor, gracias. —Le dedico una sonrisa que aparenta nerviosismo, no dejo de recorrer su cuerpo, y cuando vuelvo a sus ojos no aparta su mirada de la mía, por alguna razón el calor está invadiendo mi cuerpo y ya no hace tanto frio.

—Por Dios… si es cierto. —Entra Gastón.

—Jefe, me alegro de verlo. —Contesta Declan tomando sus cosas —Agradezco que haya venido. —Cuando le veo caminar al ascensor le llamo, él voltea y nuestros ojos se conectan. Sin dejar de mirarlo, me quito el saco y se lo tiendo.

—Muchas gracias. —Me sonríe y lo toma, dándome un guiño monta al ascensor, Gastón pasa su mano por mi cintura y vamos tras él, no vuelve a mirarme, no vuelve a hablar solo se retira al llegar a planta baja.

—¿No sabe él quien eres tú?—Niego sonriendo, se ha despedido diciendo mi nombre.

—No quería que el momento además de aterrador fuera incómodo, no cualquiera se queda encerrado con una belleza y que además, sea la dueña de la empresa para la que trabaja.

—Gastón suelta una carcajada. Mateo viene a mí con cara de preocupación, tras calmarlo y prometerle a Gastón una pronta salida, me voy al hotel. No dejo de pensar en Declan, su nombre me gusta cuando sale de mi boca, ahora si lo gimo seria mil veces mejor, debo tener a ese hombre, lo quiero en mi cama, y lo voy a tener.

Metida en la tina fantaseo con ese castaño de ojos grises, esa sonrisa, esa mirada, esa voz tan varonil que tiene, y su olor que despierta cada sensación que puede tener una mujer. Al abrir los ojos veo la regadera de mano y sonrío, la enciendo y pongo el agua un poco fuerte, abro las piernas y llevo la regadera a donde quiero que esté. Cuando el chorro de agua pega en mi sexo suelto un jadeo, mi imaginación inicia a volar, Declan está junto a Gastón mirándome, los dos con sus pollas duras e hinchadas, sus majestuosos cuerpos contrayéndose por cada movimiento que hacen al masturbarse por y para mí, la música de fondo solo me excita más, mi sexo se contrae en deliciosos espasmos, sentir esas miradas intensas y plagadas de lujuria, son todo lo que una mujer necesita para que el placer y las ganas de follar le invadan. Llevo mi mano libre a mis pechos, tiro de mis duros y erectos pezones imaginando que es la boca de Declan, muevo mis caderas en busca de más placer, el agua me cae en el punto exacto. Las vibraciones y las convulsiones me sacuden, me siento como si aquel hombre estuviera conmigo, Gastón desaparece del lugar y solo quedamos los dos, Declan dominándome y controlándome tal y como lo hizo hoy, su olor invade mis fosas nasales, ya no puedo más… Mis gemidos van en aumento hasta que en un grito me libero, digo su nombre, menciono al hombre que deseo tener en mi cama y que haga mi voluntad.

—Debo tenerlo, solo de pensar en él y un juego me han hecho correr como una loca. —Digo una vez me meto a la cama, liberada por el morbo que me creó ese hombre sin proponérselo siquiera.

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