El juego

Han pasado varios días desde que pasó lo del ascensor con Declan, ha estado distante conmigo, ni siquiera me habla cuando tenemos trabajo juntos, y no lo entiendo, sé que se muere por mí, me mira cuando yo no lo estoy mirando y cada vez que subimos al ascensor juntos su reacción corporal me lo deja todo en claro, quiero acercarme a él pero simplemente se limita a responder lo que pregunto de manera tajante y ya está, no me dice nada más.

Gastón después del enfrentamiento que tuvimos vino como el tonto que es, arrepentido, aquella rubia es desagradable y odio que esté junto a Declan, a Gastón también le molesta mucho, por lo que los tiene separados a los dos, eso me conviene y por ello decidí hacer las paces con mi amigo. Mi tía no deja de molestarme, ni mi madre, que está tan enojada como ella. Exactamente ha pasado más de dos semanas desde que estoy en España, aun no les he dicho que mi estadía en este país se extenderá por motivos laborales y segundas intenciones, pero eso no tardará mucho. Una llamada de mi tía está entrando, quiero ignorarla, pero sería peor.

—Buenos días tía, ¿Cómo está?— respondo en ese tono que a ella tanto le gusta.

—Buenos días Amelia, estoy a nada de un infarto, ya ha pasado más de dos semanas y aun no vuelves a Inglaterra, la fiesta será en menos de dos semanas y debemos hacer los preparativos para tu vestido. —Sonrío para no resoplar, agradezco que no esté viendo mi cara o el infarto se le adelanta.

—Lo lamento tía, me quedaré un poco más aquí, prometo ir antes de la fiesta, puedes darle la medidas a la costurera y me haces el vestido que más te guste, confío en tu buen gusto. —Por primera vez en la vida le escucho gruñir.

—Amelia Brigitte O ‘Sullivan Windsor. —Separo un poco el móvil de mi oído por lo chirriante de su voz —Has dicho que venias en dos semanas y ya llevas más, ¿Ahora me dices que alargarás tu estadía en ese país sabiendo que tienes compromisos? Esto es inaudito, inaceptable, intolerante, es de mal gusto —está furiosa— sabes que no puedes escapar de esto, es tu responsabilidad, fuiste criada para esto, se te enseñó desde pequeña. No entiendo tu terquedad, ¿Sabes lo importante que es esto? ¿Sabes cuál es tu papel?. —Cierro los ojos con fuerza y respiro hondo, y sin que ella me escuche saco el aire.

—Lo sé tía… soy la única esperanza de que los Windsor sigan en el linaje —trato de que la voz no se me quiebre— y sé que soy lo único para que mi madre y usted se sientan orgullosas. —Le escucho suspirar —Lo siento, prometo ir en una semana. —Las lágrimas amenazan con salir, <<¿De qué vale ser una mujer fuerte y empoderada cuando mi destino es ser esposa de un Príncipe machista e incompetente?>>

—Muy bien querida, me gusta que hayas recapacitado, eres nuestro orgullo cielo, no me gusta ser dura contigo, pero Amelia… te pones rebelde hija. Debo irme, he quedado a desayunar con la Reina. Le contaré que estarás de vuelta y ya que me has dado la libertad de escoger el vestido, voy a optar por uno hermoso que vi, nada de esos que te gusta donde muestras mucho, te quiero cielo. — Solo espera mi despedida y cierra, dejo caer el móvil en el escritorio y ahogo un sollozo con mis manos.

—¿Qué sucede? —Trato de tranquilizarme, doy un profundo suspiro y alzo la mirada como si nada hubiera pasado.

—Nada, solo te esperaba. —Gastón entrecierra los ojos, pero no dice nada —¿Ya están todos listos para la reunión?—Le veo asentir, deslizo los documentos que necesito —Lleva esto por favor, lo voy a necesitar. —Me levanto y arreglo mi saco.

—¿Segura de que todo estás bien? Puedes dejar esta reunión para después. —Le miro directamente a los ojos, hoy no estoy para ser tan pasiva.

—He dicho que estoy bien, no me cuestiones, tenemos trabajo que hacer. —Le veo negar un par de veces, toma los documentos y salimos de mi despacho, por fortuna Declan iba llegando y no vio de donde salí. Al pasar por su lado, nuestras miradas se conectan como siempre, pero no se detiene a decirme nada, sigue su camino después de darle una mirada seria a su jefe, subimos al elevador y Gastón presiona el botón del piso al que vamos

—No entiendo como soportas trabajar con Aragón, Dios, ese chico no lo soporto, es un tonto y las mujeres están por él, es algo que jamás voy a entender. —Sus estúpidas palabras me ponen el humor más negro.

—Quizás sea porque él se hace desear y no se obtiene con tanta facilidad, ¿No crees? —Le sonrío, le dolió, pero la verdad hay que decirla, él simplemente es un hombre que se acuesta con todas. Declan es distinto, muy distinto y más joven que yo, gruño mentalmente al recordar que tiene 10 años menos que yo.

—Veo que no estás de humor, estar fuera de Inglaterra no te está sentando bien. —Frunzo el ceño y le miro.

—¿Qué quieres decir con eso? —Me cruzo de brazos, aquí no tengo que ser la correcta Duquesa, él me sonríe y me acorrala contra la pared.

—Me refiero a que cuando estás en Inglaterra eres deseosa, eres fuego, joder Amelia, eres Candela. —Besa mi cuello y termina con una mordida que me hace jadear. —Llevas más de dos semanas aquí, no he podido follarte y deleitarme con tu cuerpo. —Me presiona contra él y siento su enorme erección.

—Dios Gastón —Susurro con erotismo. —Dime que me harás cuando llegue ese día. —Saca la cara del hueco de mi cuello y me mira a los ojos, la lujuria con la que lo hace, me reseca la boca.

—Te castigaría por dejarme sin probarte tanto tiempo, te ataría a la cruz y te daría 10 latigazos, los que te harían chillar por la intensidad, y en cada uno tendrías que decirme de cuantas maneras deseas que te haga mía. —Presiona el botón de emergencia y detiene el ascensor, me imagino que los de vigilancia están viendo esta escena que está por salirse de control. Meto mis manos entre sus pantalones hasta poder tocar su pene.

—Me gusta cómo se escucha eso, yo recibiendo cada golpe, excitándome de manera desorbitante, mi piel roja y ardiendo por esos azotes que me llenarán de más morbo, tu polla con un anillo puesto, dura y tan hinchada que sentirás tus bolas reventar por las ganas que tendrás de follarme con tanta vehemencia que estaré en riesgo de salir con mi vagina desgarrada. —Él está tan concentrado en mí, que no se da cuenta cuando toco el botón para que el ascensor siga su camino. —Pero lamentablemente, para eso tendrás que esperar. —Muerdo su barbilla con un poco de fuerza y saco mi mano de sus pantalones para separarme de él, volviendo la voz más seria y menos provocativa le digo. —Ahora hay cosas mucho más importantes. —El elevador abre sus puertas y salgo, me giro para mirarle, él sigo aun parado donde lo dejé. —No olvides bajar a tu amiguito. —Le doy una sonrisa juguetona y un guiño, al ver que las puertas se van a cerrar, me giro y contoneo sugerentemente mis caderas a la vista de todos. Los hombres constantemente subestiman a las mujeres sabiendo que somos mejores que ellos en su propio juego. Al entrar a la sala de juntas, veo a hombres de un lado y a mujeres del otro, sin duda esto que haré puede ser un arma de doble filo, pero he de hacerlo, no permitiré que en la empresa familiar haya tanto machismo y dominio de un solo género, mi padre era un fiel creyente de las capacidades que poseen las mujeres, y les daré a ellas, la oportunidad de demostrar que también pueden ser tomadas en cuenta para liderar un departamento o una empresa tal y como lo he estado haciendo yo desde hace 6 meses. Una vez que entra Gastón, más calmado y sin  erección, inicio la junta.

—¿De qué está hablando?—Pregunta el jefe del área de diseño gráfico— Llevamos ya un tiempo trabajando de esta manera. —Sin cambiar mi gesto impasible le miro a los ojos.

—Es hora de cambiar las tácticas que utilizan, se los dije el día que llegué, aquí habrán muchos cambios, ¿Seguirá cuestionándome señor Campos?— El hombre no dice nada, pero no disimula su desacuerdo —No estoy dispuesta a que una sucursal de mi empresa este liderada por machistas incompetentes, ¿Cree usted que porque soy mujer voy a dejarme cuestionar cada vez que habrá la boca?—No dice nada. —Conteste a mi pregunta por favor. —Se acomoda en su puesto y se aclara la garganta.

—No quise dar a entender nada…

—Pues lo ha hecho, me ha cuestionado por el simple hecho de dar la oportunidad a mujeres que han sido supervisadas por mí y he visto que son superiores en el ámbito laboral, ¿Tanto le molesta tener una mujer como jefa? —El hombre, tremendamente incómodo, niega, es más que claro que no le gustaría ser mandado por una mujer.

—No quiero ser cuestionada nuevamente, si no les gusta el hecho de que una mujer ponga las reglas que ustedes deben seguir, entonces este no es lugar para ustedes. —Miro a Gastón y él me tiende los documentos. —Esos son todos, ya repartí los que debía. —Asiento y le doy las gracias por su iniciativa. —En las guías que les han sido entregadas, encontrarán todo lo referente a la dinámica que les tengo, como los he visto divididos en grupos, me tomé la libertad de mirar cada expediente de cada persona en esta sala. Si —digo al ver sus gestos cuando miran a Gastón— hasta el del señor Baker, todos y cada uno de ustedes sean jefes o segundos han sido minuciosamente investigados por mí. Lo que pasará es lo siguiente, cada grupo, mujeres y hombres, tendrán que hacer una publicidad para la marca GIRLS/MENS como lo dice el nombre, es una empresa nueva en el mercado que promueve ropa de ambos sexos. ¿Qué harán? Fácil, siendo nosotros una empresa de Marketing tenemos que hacer que la demanda de GIRLS/MENS suba en el mercado, quiero números y cifras elevadas, quiero que vuelvan la demanda más alta. Echen mano de todos sus conocimientos y póngalos en práctica, se les estarán dando diez mil euros a cada equipo, el trabajo debe ser entregado en una semana. —Suspiro, será mi último trabajo como jefa.

—¿Y que obtendrá el equipo que gane? —pregunta una chica casi con miedo.

—Serán puestos al mando de cada departamento, si los caballeros ganan, ustedes serán sus segundas y con ello sus mandaderos, pero si ustedes ganan ellos serán sus segundos y asistentes, ¿Alguna duda? —Nadie dice nada, pero uno de los caballeros decide hacerlo.

—No quiero que me mal interprete señorita O ‘Sullivan, pero ¿Por qué lo hace? — Pongo mis manos sobre la mesa y entrelazo los dedos.

—Porque he visto que en esta sucursal están convencidos que los hombres son los más calificados para el puesto de jefes, y con ello le quitan cualquier oportunidad a una mujer, ¿Pero quiere saber realmente por qué lo hago? —él asiente— porque en mi empresa quiero líderes y no jefes, ¿Saben ustedes la diferencia enorme que hay en estos dos cargos aun cuando crean que se tratan de los mismo?—Nadie dice nada, tendré que poner charla motivacional en esta empresa. —Un jefe solo ordena y se sienta a disfrutar los créditos por el trabajo de alguien más, en cambio un líder, es ese que va a la cabeza y no deja a nadie atrás, es ese que enseña, muestra y lleva de la mano a alguien que lo necesite, a alguien que quiera aprender y se le dificulte, y resulta que en esta sucursal las mujeres demuestran ser líderes y no jefas. —Me levanto. —Los dejaré para que se ponga de acuerdo y elijan un líder — enfatizo en la palabra—de cada grupo para que vayan al piso de Recursos Humanos a buscar el cheque, este se encargará de manejar el dinero, la mercancía que deben promocionar están en el piso de prueba, y los modelos quedan a su elección, una vez que los líderes de cada grupo sea elegido me lo notifican. —Miro a Gastón. —Aún no hay quien pueda reemplazarte —sinceramente, Declan es el mejor, pero no lleva mucho tiempo en la empresa— así que vamos, hay trabajo que hacer. —Despidiéndome salgo de la sala para dirigirme a mi piso, miro la hora, nos hemos tomado todo el día en la sala, hoy no pienso trabajar hasta tarde. Lista con mi bolso salgo de mi oficina para irme al hotel, necesito un baño de tina urgente. Metida en mis pensamientos voy cuando al fijarme a la puerta de cristal, veo a Declan abrazado con una mujer, mi gesto se endurece en el acto, a mí me ignora y abraza a otra, acelero el paso para llegar hasta ellos, su mano puesta en las caderas de la mujer me molesta, pero al ver el anillo en la mano de esta, se me acelera el corazón, y más por ese beso que se dan. Enojada y con ganas de una explicación salgo, ella es la primera en mirarme, pone una cara de asco que me descoloca, pero no me intimido.

—¿Desea algo? —Su voz es tan aniñada que dan escalofríos.

—Lamento la interrupción —Ella ríe.

—Por Dios… eres inglesa —recorre mi cuerpo con su mirada— pero veo que no con el mismo estilo frio y sin clase que tienen la mayoría. —Su observación es absurda, si algo tenemos los británicos es clase. —Aunque ¡Madre Mía! Estas pálida. —Dándome cuenta de su mofa sonrío.

—Pasa que algunas tenemos el estilo en nuestra manera educada de hablar y en nuestra discreción cuando se trata de los demás. —Miro a Declan, ya me estaba mirando, se ve tenso, esta maldita mujer se nota que lo domina, pero aquí solo puede dominar una y esa seré yo. —Me han enviado a buscarte, despídete de tu prometida y te espero arriba. —Antes de que pueda darme media vuelta, vuelvo a escuchar a la mujer.

—Él no irá a ningún lado —Lo mira. —Tesoro… ya es tu hora de salida, dile que no puedes y ya está, me has dicho que iríamos a comer a ese lugar pijo que tanto me gusta… —Sonriendo con amargura al verlo prestarle atención a esa fastidiosa me aclaro la garganta.

—En la vida hay prioridades, y cosas mucho más importante —no dejo de sonreír ante su cara de incredulidad— nos vemos arriba… tesoro. —Doy media vuelta y con todo el estilo de perra empoderada que tengo me dirijo a la puerta.

—¿Pero que se cree esa mujer? No quiero que trabajes con ella tesoro, ¿Has escuchado como habla? No sé cómo la entiendes, su acento tan marcado es repúgnate. —Es lo único que estoy dispuesta a escuchar, abro la puerta y me meto al edificio, una vez llega el ascensor, que demoró más de lo normal, me monto en él, y Declan tras de mí, no me habla, ni me mira por el espejo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunto sin poder quedármelo, él me mira.

—No me lo preguntaste. —Suspiro, tiene razón.

—Cierto, pero por lo que pasó aquel día me imaginé que no tenías novia, mucho menos prometida. —No sé si me molesta tanto el hecho de que otra lo tenga, o por las posibilidades de no tenerlo para mí.

—No quiero hablar del tema Amelia. —Baja una vez que el ascensor se detiene, voy tras él, ese hombre tiene que ser mío por lo menos una noche, no me iré sin haberlo tenido en mi cama.

—No puedes hacer como si nada haya pasado, ese día en el elevador eso fue más que un momento de calentura —miento, por supuesto fue solo calentura, pero debo jugar con él, si esta es la manera de tenerlo, juraré todo lo que deba— cuando dos personas solo tienen deseo una por la otra no se miran a los ojos, no de esa manera en la que nosotros nos miramos. —Se detiene y se gira.

—Olvídalo, no quiero hablar de eso —mira el lugar— ¿Mentiste cierto? No había trabajo. —Gruñe.

—Quería hablar contigo. —Me acerco a él, no se mueve, me lo permite, nos miramos a los ojos. —No puedo permitir que pases de eso que sentimos aquel día —acaricio su barba— sabes que no puedes sacarme de tu cabeza, lo noto cada vez que me miras. —No desvía la mirada, nuestros rostros se van acercando uno al otro como si se atrajeran solos, deseo saborear sus labios, extraño esa sensación que deja su barba después de cada beso.

—No puedo hacerlo. —Se separa de mí y se va, camina con rapidez al elevador.

—Declan —le llamo con voz autoritaria, él se detiene— quiero que me mires. —Lo hace, el corazón me va tan rápido que casi no lo siento, estoy perdiendo el control —No puedes decir eso, no la amas, si la amaras no me hubieras besado, ni tampoco me hubieras visto a los ojos como lo hiciste aquel día, como lo estás haciendo ahora mismo. —Sin decirme nada entra al elevador y presiona el botón, me deja ahí parada, mirándole, es un cínico, su mirada lo dice todo y aun se resiste. Enojada por no conseguir lo que quería, saco mi móvil y le envío un mensaje a Gastón, hoy es el día que jugaremos, hoy me libero.

Te espero en el restaurante, lleva la pala que me regalaste y contacta a un sumiso, Candela está aquí”

Enviado el mensaje espero el elevador, al llegar con Mateo mi cara larga llega hasta el piso, es verdad lo que dice Gastón, España no me sienta bien. Maldita sea mi capricho con ese secretario sexy.

—Por lo menos hoy ha salido temprano. —Doy un largo y pesado suspiro.

—Sí, me toca diversión. —miro a la nada por unos segundo y después le miro a él desde el asiento trasero. —Mateo, usted conoció a su esposa un día por casualidad y se enamoró de ella a primera vista ¿Cierto? —Le veo asentir con una sonrisa.

—Fue el día más desastroso de mi vida, pero valió la pena, la conocí a ella. — muerdo mi labio.

—¿Cómo se dio cuenta de que no era un capricho? —Carcajea.

—Lo supe en cuanto bese sus labios y se me paró más de una cosa, —rio por como lo dice— sentí que el corazón me dio tal vuelco que me hizo flotar, con ella había sentido lo que con ninguna otra. —Me quedo pensando en lo que dice, si bien el amor no es prioridad para mí, tampoco estoy cerrada a la opción, solamente si se trata de Harry, lo detesto, pero es imposible que a Declan y a mí nos haya pasado eso, pero él está comprometido.

—¿Puede ser posible que solo uno de los dos se enamore? —Niega sin dejar de sonreír.

—Yo siempre he dicho que el amor a primera vista es cuando los dos sienten el flechazo. —Suspiro, aunque fuera así, Declan está con otra y lo nuestro no podría ser por muchas cosas. Simplemente me conformaría con hacerlo mío una noche.

Lista y decidida me dirijo al restaurante que a su vez es un lugar exclusivo para el swinger, la diversión de los juegos sexuales, BDSM y el sado. Inmediatamente al entrar, visualizo a Gastón con un chico mucho más joven que nosotros, es atractivo, de eso no hay duda. Ellos se levantan y vienen a mi encuentro, sin cruzar palabras vamos al elevador que nos llevará al piso que deseamos, mostradas las tarjetas nos dan el paso, y nos dirigimos a la habitación que no corresponde. Es roja y con todo lo que necesito para la diversión de hoy desde jaulas hasta potros inmovilizadores.

—¿Papeles? —Le tiendo la mano al chico y este me los da, está totalmente sano, cuando le tiendo la mano a Gastón no se lo cree. —Nunca se sabe viejo amigo. —Rueda los ojos y me los tiende, al saber que están limpios muestro los míos. —Como lo han visto es una habitación de tortura, serán mis sexis sumisos, vamos a la ducha. —Ellos sin poner pretexto me siguen, no iniciamos el juego y mi mente ya está lejos de la realidad, metida en los juegos que pronto se darán.

Al terminar de asearnos nos quedamos desnudos, quiero deleitarme desde el primer segundo. —Usted dirá Ama. —Susurra el chico arrodillado al lado de Gastón.

—Abre la boca. —Le ordeno, cuando lo hace le pongo una mordaza de aro en forma de labios en rojo, justo el tamaño adecuado para ver como Gastón mete su polla una y otra vez por el aro. —Ahora tú. —Gastón sin dejar de mirarme la abre, a él le pongo una mordaza con un pequeño pene instalado en negro. Me levanto y busco la pinzas de pezones y las bolas chinas. —Pónmelas. —Se las tiendo al chico, este se levanta y me guía hasta la cama, me acuesto boca arriba, él tira de mis pezones y los estimula hasta que estén duros, jadeo por la excitación que tengo desde que conocí a Declan. Una vez colocada las pinzas un poco apretadas me pongo en cuatro patas y abro mis nalgas con mis manos, su dedo se desliza por toda mi hendidura hasta llegar a mi ano. El vello de mi cuerpo se eriza cuando suelto un gemido al sentir lo frio del lubricante y con ello el dedo de mi sumiso en mi recto. Cada bola que mete me hace jadear, cinco bolas, cinco jadeos y el placer igualmente por cinco. —Aaahhh siii. —Jadeo cuando me siento. —Quiero verlos darse placer, mi sumiso te hará un oral Gastón, quiero que gimas, que gruñas y si es posible que intentes gritar, que muerdas el pene que tienes en la boca. —Mi sumiso se arrodilla y Gastón se para frente a él, como si estuviera hambriento el sumiso toma la dura verga de Gastón entre sus manos y se lo lleva a la boca con desesperación. Yo por mi parte, busco un vibrador de punto G y clítoris, sus gemidos ahogados, ambos por dos pollas, me crean un morbo terrible, toda yo vibra, toda yo quiero, deseo y exijo vivir esto con Declan. Enojada con el mundo después de experimentar un orgasmo pensando en mi secretario me levanto de la cama, le ordeno a mi sumiso parar y que se posicionen en la cruz doble inmovilizadora, como deseo escucharlos quito sus mordazas, tengo calor, tengo rabia, tengo deseo, y la perversión que resurge de mi, me tienen deseosa.

—¿Quieren dolor y placer mis niños? —sonrío acariciándoles con la pala personal con electro agregado, un regalo personalizado de Gastón para mí, en las letras que resaltan pone “Soy tu castigo CANDELA”

—Si… quiero placer. —Jadea mi sumiso, le doy un golpe en la espalda y con ello una descarga. —Aaaggg. —Gruñe, puedo apreciar la marca que deja el nombre en su piel, gimo al ver aquello. —Mas… quiero más Ama. —sin contenerme le doy otro, sus gritos de placer me hacen mojar las piernas por el deseo y el morbo que esto produce en mí

—No se olvide de mí. —Ruega Gastón, yendo al lado donde esta él. Mis golpes van directo a su culo.

—¿Quién es tu castigo? —pregunto a su oído llevando mi mano libre a sus bolas y presionando con algo de fuerza. —Grita quien es tu castigo. —Le ordeno mordiendo su cuello, su piel se eriza y también la mía.

—Candela… Candela es mi castigo. —Grita por la fuerza con la que le presiono las bolas y lo muerdo, esto me da placer, hacer sufrir a los hombres es lo más placentero que puede haber en el mundo. Le doy un golpe certero en la espalda, con el electro ha de ser el doble de satisfactorio para ellos, ver mi frase favorita y mi nombre marcado en sus pieles me pone. Tras varios castigos con las fustas, látigo ruso de cuero y látigo gato, los dejo libres.

—Quiero iniciar esto, quiero escuchar gemidos de verdad, gruñidos que me estremezcan. —Nos vamos a la cama agregando la bomba de vacío. Ellos se sientan uno frente al otro y yo me pongo en medio de los dos, de manera que mi vagina quede frente a mi sumiso y mi culo frente a Gastón, ambos con el succionador de la bomba en sus pollas más que duras, soy yo quien tiene el regulador de presión. Sin vacilar voy aumentado la presión y ellos vas dándome placer con sus lenguas, me sostengo de las cadenas que bajan del techo. Gastón hace magia en mi ano, saca las bolas chinas con los dientes y su lengua toma su lugar, sus movimientos me hacen delirar, me hacen gemir, chillar y gritar. Mi sumiso no se queda atrás, es experto en el sexo oral, lo puedo apreciar por como juega con cada rincón de mi sexo, lo muerde, lo besa, lo lame y lo succiona. Mis piernas parecen hechas de gelatinas, mis pensamientos están con una sola persona y es con Declan, ese hombre me tiene loca y a sus pies. —Aaahhh siii… mmmm ¡Por Dios!. —Grito pasado unos minutos, ellos se vuelven más violentos, sé que sus pollas están a nada de reventar por el nivel de presión que les estoy dando, es doloroso pero placentero para ellos. Siento el chorro recorrer mis piernas, los escucho gruñir a ellos y al verlos ambos se han corrido conmigo, la lujuria es tan grande que muerdo mis labios al ver sus caras e imaginarme a Declan. Me quito para reponerme, los tres estamos agitados y agotados por ese intenso orgasmo que hemos experimentado.

—Esto es intenso. —Susurra Gastón, sonriendo y con piernas temblorosas me levanto para tomar el consolador doble.

—Pónganse en cuatro patas culo con culo. —les pido con voz ronca—les pondré horquillas en las bolas y se follarán con esto. —Se los muestro, ellos sonríen complacidos y hacen lo que ordené. Listas las dos horquillas en cada bola prosigo a nalguearlos hasta que sus cachetes queden rojos a mi gusto, tomo el lubricante y lo aplico, sus gruñidos tan varoniles me gustan, una vez listos, meto el consolador doble primero en el recto de mi sumido y después en el de Gastón. —Quiero que se muevan y busquen su placer, para que me lo den también a mí. —Ellos inician a moverse, buscan eso que les satisface, gimen y gruñen con desespero, sus nalgas chocan al tragarse todo el consolador. Con el látigo de cuero ruso, atravieso sus espaldas, el sonido de los golpes me hace jadear, están tan enloquecidos que tiemblan sin control, sabiendo que están a nada del orgasmo busco el succionador de clítoris y me doy placer, quiero correrme junto a ellos.

—Aaaagggg. —Gruñe Gastón hundiendo su cara en la cama no resiste el placer. —No te detengas, quiero que sigas hasta que no puedas más. —Vuelve a moverse con fuerza, el grito de mi sumiso, quien también se masturbaba, es tan alto que me corro, el chorro que sale de mi vagina es tal, que alcanza una distancia respetable, convulsiono y presiono las piernas aun con el succionador encendido lo que provoca otro desgarrador orgasmo. Los tres jadeantes nos miramos, ellos tendidos en la cama y yo en el sofá que está frente a esta, me gusta este mundo, amo estos juegos, me gusta ocasionar dolor y con ello placer, quiero hacerlos sufrir, pero hoy daré y recibiré placer únicamente, hoy no pateare bolas, no ahorcaré, no meteré sonda en la uretra, ni usaré el Bondaje de manera exclusiva.

—¿Qué quiere la Ama? —pregunta mi precioso sumiso mirándome mientras se arrodillas ante mí y besa mis pies.

—Follarte, quiero follarte como nunca antes lo han hecho. —Con mi pie en su barbilla le obligo a que se levante, miro a Gastón quien asiente —Te voy a colocar en el potro inmovilizador y me voy a hundir en ti con tanta fuerza que gritarás para que me detenga. —Le escucho jadear, Gastón ata las sogas en su cuerpo dejando sus manos a los lados para poder colocar las esposas. Listo en el potro yo me coloco un arnés con un pito de 30 centímetros con vibrador tanto en el pene como en el interior para disfrutar yo también. —Quiero que ahogues tus gritos con la polla de quien está frente a ti. —Lo limpio y vuelvo a colocar lubricante, al entrar en su recto las vibraciones inician automáticamente, entre más rápido le doy más vibra para el placer de los dos. Me muevo con tanta fuerza que lo empujo hacia adelante y le obligo a meterse la erección de Gastón hasta la garganta, la sumisión es el mejor juego que puede haber, ser Ama no tiene comparación con nada. Sus gemidos son tan morbosos que no tardo en correrme, él también lo hace un poco después que yo, Gastón echa su cabeza hacia atrás, se ha corrido en la boca de mi sumiso, sin mucha demora nos pasamos al columpio giratorio, me arreglan en el, se ponen sus preservativos y cada uno se pone en un lado. Gastón detrás de mí y mi sumiso en frente, se van hundiendo a la par, me van llenando por los dos lado, la presión se vuelve placer y el dolor se vuelve excitación, se mueven duro, se hunden en mi sin piedad, me hacen gritar cuando tiran de las pinzas que llevo en los pezones, me sacan el aire y me hacen pedir más y más. Gastón enloquecido separa a mi sumiso, lo mete en la jaula de castigo junto a la silla Sybian con un pene bastante considerable.

—Te quedarás aquí y verás cómo me follo a tu ama, quiero que te introduzcas la polla de la silla y grites para nuestro deleite. —El chico hace lo que él pide, la jaula es tan pequeña que no puede moverse, solo le queda disfrutar de aquel juguete automático hasta el cansancio. Cuando el sumiso está gritando Gastón me saca del columpio y me tira a la cama boca abajo, mete un anillo anal en mi ano y me vuelve a girar boca arriba, busca el extensor de piernas y me lo coloca. Muerde su labio y se acerca a mí, besa mis labios con tal deseo que me reseca los labios, acto seguido se hunde en mí con fuerza dejándome a su vez sin aire, le da tan duro que mis gritos se mezclan con los del sumiso, ya lo había resistido mucho, ha sacado esa fiera que siempre demuestra ser conmigo. —Te he escuchado pronunciar el nombre de mi secretario, él jamás te aceptará con esta vida, el jamás entrará al juego, solo yo puedo complacerte en lo que tu deseas. —No deja de mirarme a los ojos, no me gusta su tono y posesividad.

—No te confundas Gastón —hablo en pausas por sus estocadas— así como yo pude entrar a este mundo después de pensar que era una locura, él también lo puede hacer, solo lo quiero por una noche y como siempre obtengo lo que quiero lo voy a conseguir. No me digas que puedes darme y que no, ahora cállate la boca y dame placer. —Furioso me pone en cuatro y me nalguea, me da todo el placer que puede, es tan intenso que no tardo en correrme, mis piernas quedan sin fuerzas, así que quedo completamente con mi pecho sobre la cama, él sostiene mis caderas y las mantiene en alto, siento que cae sobre mi espalda, los gritos del sumiso no cesan. Terminada la noche de juegos, liberada y con más fuerza para obtener lo que yo quiero me voy al hotel. Declan Aragón será mío antes de que yo me vaya.


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