Déjate llevar

Hoy he despertado más relajada, el juego de ayer me liberó de manera alucinante, me siento como nueva y con ganas de ir a por todas, Declan como siempre no sale de mi cabeza, tengo miedo que se convierta en una obsesión, realmente me preocupa que me haya enamorado de él como una tonta, espero y no sea así, porque si es así, voy a sufrir como nunca antes, amaría a un hombre mientras estoy con otro, lo típico que se vive en la realeza, no puedo con mi vida, se supone que yo iba a romper ese hilo de infelicidad. Lista y hermosa como siempre, voy al ascensor para ir a planta baja, Mateo ha de estar esperándome y yo de lo más tranquila. Al llegar veo al hombre con una cara de preocupación única, me acerco a él igualmente preocupada, él jamás deja de sonreír.

—Buenos días Mateo, ¿Qué sucede? Le noto bastante acongojado. —Se mueve intranquilo y me mira bastante turbado.

—Es mi esposa señorita, está mal, me han llamado de urgencia, es todo. —Cuando da un paso en dirección al auto lo detengo tomándolo de la mano, él impresionado mira mi mano sosteniendo la suya, jamás se nos permite contacto con los empleados.

—No me mire así, aquí no estamos en Inglaterra. Le conozco de toda la vida, tanto  su esposa como usted me han querido y yo los quiero a ustedes. —Le sonrío con cariño. —Por favor ve con ella y le deseas lo mejor de mi parte. —Los ojos casi se le salen de sus cuencos.

—Pero señorita, no puedo dejarla sola aquí. —Niego sin dejar de sonreír.

—En la vida hay prioridades, y hoy la suya es su esposa, por favor hazme caso, debes estar con ella, yo sabré defenderme sola, ¿O lo duda acaso? —Me da una emocionada sonrisa y sin pararse a ver me abraza.

—Es un excelente ser humano, la vida le tiene cosas grandiosas, no lo olvide —me mira a los ojos por unos segundo y se aparta— le debo mucho con esto. —Me tiende las llaves. —Correré y veré si hay algún viaje disponible, volveré en cuanto pueda. —Ese hombre siempre pone su deber por delante.

—Tranquilo Mateo, ya mismo llamo para que preparen el jet. —Sin decir más saco mi móvil y doy la orden. —Debes correr salen en media hora. —Le devuelvo las llaves. —Vamos, conduzca usted y yo lo hago sola de vuelta. —Me abre la puerta trasera del auto y se asegura de cerrarla después. Me pide unas disculpas y acelera, está muy preocupado por su esposa, que bonito amor se tienen esas dos personas. Al llegar al aeropuerto me veo obligada a quedarme en el auto, hay periodistas por todos lados, Mateo después de agradecerme una docena de veces se va. Sin saber muy bien cómo conducir el coche, salgo del aeropuerto y me dirijo a la empresa, el auto se me detiene cada vez que quiere, doy frenazos fuertes cuando acelero mucho.

—¿Está bien? —Se acerca un hombre al auto, al mirarle es un chico joven, cierro los ojos y asiento.

—Es solo que no sé conducir. —Realmente asustada por el casi accidente que tengo tiemblo de los nervios.

—Vi lo que acaba de pasar, una chica linda como tú, no debería correr estos riesgos. —Sonrió, los hombres no pierden el tiempo. —Si deseas puedo llevarte a donde quieras, veo que no eres de aquí. —Niego y sin pensarlo, le doy las llaves, no debería confiarme, pero mis sentidos no tiran alerta.

—Te lo voy a agradecer muchísimo. —Salgo del auto y me siento en la parte trasera, él me mira extraño. —Tranquilo eres un extraño y te puedes aprovechar de mí. —Bromeo, le escucho carcajear después de meterse al auto.

—Soy un angelito a todo dar, solo hago cosas buenas por mujeres como tú. —No digo nada, tengo la costumbre de no gustarme los más jóvenes que yo, el único es Declan y realmente no entiendo porque, no me llaman la atención los chicos menores que yo, nunca ha sido así. Al llegar frente al edificio el chico se detiene, le miro salir y espero a que me habrá la puerta y no lo hace, protesto mentalmente por la costumbre, abro la puerta y salgo golpeándome con ella, se regresó y me dio en la cabeza, escucho al idiota reír.

—Supongo que debo estar agradecida por traerme, y feliz por hacerte reír. —Me tiende las llaves.

—Bueno creo que si me pagas el taxi seré yo el agradecido —me apresuro a buscar algo de dinero en mi bolso —oye… oye… es una broma, no seas tan literal, ese es el mal de los ingleses. —Se parte de la risa. —Relájate preciosa, con que me digas tu nombre me voy a conformar. —Sonriendo quito el flequillo de mi rostro.

—Soy Amelia. —Él me tiende su mano, sin pensarlo mucho le doy la mía.

—Soy Tyler —me guiña— pórtate bien inglesa, no olvides a tu ángel. —Me grita mientras se aleja de mí, confundida por todo lo que estoy pasando me adentro en el edificio, no estaba lista para quedar sin Mateo, mi tía por mucho que yo lo haya resistido me ha convertido en una inútil. Al llegar a mi piso voy a entrar a mi oficina, tan distraída voy que no me doy cuenta de la puerta cerrada, busco las llaves como una loca y nos las encuentro.

—¿Qué haces frente a esa puerta?. —Me tenso al escuchar su voz, caigo en cuenta del gran error que iba a cometer. Me giro y con una sonrisa en los labios le miro, esta tan precioso como ayer y todos los días desde que lo conozco.

—Venia distraída lo siento —miro a un lado— iba para la oficina de tu jefe, una ligera confusión. —Sus ojos grises se oscurecen y aunque antes no me estaba sonriendo ahora se le puede ver más serio.

—Oh… perdón… vas a ver al señor Baker, por supuesto. —Se hace a un lado, le miro incrédula, <<¿Qué ha sido eso?>>, con ganas de joderlo así como él me jodió el día anterior sonrío provocativa.

—Hay algunos que no les da miedo aceptar lo que desean. —Me encojo de hombros. —Hombres decididos que no se intimidan por nada. —Le paso por el lado campante, pero él me sostiene con delicadeza del ante brazo y me retiene, se acerca tanto a mí que su aliento me mueve el cabello y su olor invade mis fosas nasales, el corazón me late con fuerza, odio lo que ese hombre provoca en mí. Sin decirme nada me suelta y se va, me quedo parada mientras le miro montar al elevador. Acalorada aprovecho a meterme a mi oficina, no me había dado cuenta que no respirada, ese hombre me pone nerviosa, <<¿Qué ha sido todo eso?>> me pegunto a mí misma.

Olvidando a ese hombre que no hace ni deja hacer, voy a mi escritorio, debo llamar a mi madre, deseo verla y escucharla, la extraño mucho.

—Hija mía —me sonríe tras la pantalla, se negaba a esto, pero su amor pudo más — estás cambiada… mira tu cabello suelto, amor mío… no estas durmiendo bien. —Se acerca más a la pantalla. —¿Llevas mucho maquillaje?. — sonrío, mi madre es una ternura.

—No mamá, lo ves así porque el labial es rojo, nada más, y ya sabes que quizás esta sea mi última vez trabajando en lo que siempre quise. —trato de no entristecer el gesto así que sonrío más— y por eso debo aprovechar cuanto pueda, ya sabes que en menos de dos semanas seré la Duquesa Windsor. —Mi madre me sonríe con tristeza.

—No te pongas así Celeste —sonrío por aquel nombre que debía ser el mío— verás que te acostumbrarás a Harry, él es bueno, es solo que no le has dado la oportunidad para que te lo demuestre. —Miro a mi madre con ternura.

—Tú te casaste con mi padre sin él pertenecer a la realeza —suspiro— pero está bien —sonrío— una vez vuelva pasaré más tiempo con Harry, no quiero decepcionarlas, sé lo que significa todo esto para ustedes, fui preparada para esto así que, se me pasará pronto ya lo verás. —Mi madre ensancha su sonrisa.

—Para que tengas un consuelo, yo me pude casar con tu padre porque no era la Duquesa, tu tía tomo el puesto, de no ser así no hubiera podido estar con tu padre, Celeste, sé muy bien lo que es querer salirse de esta vida, yo te doy la libertad que tú necesitas para no agobiarte, pero hija, es lo que eres, y es a lo que estas destinada — me vuelve a sonreír— además me tienes que dar nietos. —Ríe en voz alta como poca veces lo hace.

—Mamá… —protesto— sabes que los bebés me dan miedo… no vuelvas a decir eso, me voy a operar para no tenerlos nunca. —La diversión se le va del rostro.

—No lo vuelvas a decir, sabes porque te eligieron a ti como esposa del futuro heredero de la corona, debes darles cuantos hijos puedas. —Frunzo el ceño.

—Soy una mujer mamá, no una fábrica de bebés, es mi cuerpo y yo decido que hacer con el, cada día me parecen más absurdas esas malditas reglas. —Casi nunca digo malas palabras y menos a mi madre, pero no quiero bebés, jamás los he querido y no pienso hacerlo, he de cuidarme a escondidas si es posible.

—Hija —susurra mi madre por cómo le hablé— ¿Qué te está pasando? ¿Por qué has adoptado aquel lenguaje tan vulgar? —Mira la pantalla indignada. —Tu tía tiene razón, estar en España no te está sentando bien, no puedo creer que me hayas faltado el respeto de esa manera. —Paso saliva, mi manera de comportarme fue inapropiada.

—Lo lamento madre, no fue esa mi intención, es solamente que me dejé llevar —ella asiente igual de seria— debo irme mamá el trabajo me llama. —No puedo seguir hablando con ella, estoy indignada por todo lo que se convertirá mi vida.

—Está bien cariño, te amo, eso jamás lo olvides ¿De acuerdo?—Sonrío débilmente.

—Y yo te amo a ti madre, nos vemos pronto. —Una vez que mi madre me recuerda cuanto me ama y que acepté lo que debo hacer, cierro la llamada. Al mirar la puerta dos ataques grises están puestos en esta, en ocasiones me pregunto si sabe que alguien está aquí. Sonrío cuando acaricia su barba sin dejar de mirar la puerta, ese hombre es sexy, es guapo, aunque él no lo sepa es dominante, y besa rico, sus labios tan tentadores dejan una sensación inexplicable. Tras mirarlo por unos minutos trabajar, sonrío y busco en mi bolso lo que jamás debe faltar, al encontrarlo quito la tapa y lo beso, lo vuelvo a tapar y me quito las bragas, las pongo sobre la mesa y me abro de piernas —hora de divertirnos Stephan— miro el vibrador que parece un labial, lo enciendo y el zumbido me pone el vello de punta, ver a Declan trabajar me pone, no hay mejor morbo que darme placer mirándole. Llevo el vibrador hasta mi clítoris y suelto un gemido tras el espasmo que el contacto tan delicioso me provocó, ante mi está mi secretario, mirándome mientras me doy pacer, ordenándome donde quiere que vaya el vibrador, exigiéndome que gima para él, protestando cada vez que mis piernas se cierran, diciéndome cosas calientes con su voz ronca y profunda, tocándose y haciendo que el deseo crezca más en mí. Llego al nivel más alto y es incontrolable las convulsiones que doy, me imagino ahogando mis gritos con su polla dura en mi boca, meterla hasta que llegue a mi garganta, succionando y pasando mi lengua a lo largo de su dureza, escuchándolo gruñir mientras tira de las cadenas que están enganchadas a mis pezones, mirándole a los ojos para asegurarme de que está sumamente perdido por la lujuria y el morbo de tenerme sometida, sentir como vibra por lo desesperada que chupo su polla, por el morbo de saber que me voy a tragar sus fluidos porque lo deseo tanto. Sin poder contenerlo más muerdo mis labios con fuerza para no gritar su nombre mientras el calor se vuelve insoportable y la presión de mi bajo vientre se vuelve dolorosa por el orgasmo que está tocando la puerta. Tiemblo, gimo, chillo y aprieto mi pierna con mi mano libre, las piernas me tiemblan tanto que se debilitan, las convulsiones me sacuden y al fin alcanzo ese deseado orgasmo, dejo caer el vibrador mientras tiemblo, presiono las piernas y trato de conciliar el aire, mi respiración es agitada y siento que no puedo llevar el aire a mis pulmones, estoy acalorada y toda mojada por mis fluidos. Ahí está él sin saber cómo me tiene, se ve tan inocente que me dan más ganas de tenerlo para mí, que me haga su sumisa, una vez aprenda a ser dominado. Más tranquila lo limpio todo con kleenex, no me coloco las bragas, tengo algo mucho mejor que hacer con ellas. Cuando encuentro el momento adecuado salgo de mi oficina y hago rápidamente lo que tenía en mente. Gastón me trae el almuerzo y me acompaña, olvido completamente su comportamiento la noche anterior, no vale la pena darle la vuelta a algo irrelevante para mí, es mejor recordar y excitarnos con el morboso y pervertido juego que hicimos para nuestro placer. Al ver que mi plan está resultando sonrío, observo con detalle, la curiosidad lo mata y me mata a mí, verlo morder sus labios me hace jadear, tomo mi móvil y le envío un mensaje.

“Esas son las bragas con las que te recuerdo cada noche. Aquella noche en el elevador ha sido de las mejores, consérvala y úsalas de la mejor manera, ya que no me quieres a mí, acéptalas a ellas

Lo envío y no dejo de mirarlo, cuando lee el mensaje mira para todos lados, sonrío satisfecha, mira nuevamente su mano bajo la mesa, supongo tiene mis tanguitas en ella, le veo sonreír a la par que trastea el móvil.

“Amelia, sabes que estoy comprometido, deberías de ser más conservadora, gracias por tu regalo, pero creo no era necesario”

Su hipocresía me divierte, él no deja de sonreír, cuando voy a responderle la maldita rubia llega, él se guarda las bragas en su saco y le sonríe animado, rápidamente le llamo, cuando me contesta ella al contrario de irse, lo toca, <<¿No sabe ella que está comprometido?>> —Dile a esa maldita perra que deje de tocarte. —Le gruño como nunca antes le había gruñido a alguien, los celos me están controlando.

—Oh por supuesto, si vienes claro que lo haré —Ahora es él quien la toca, mi enojo crece, está jugando conmigo.

—Declan, deja de tocarla. —Sonríe más alto, la mujer se va emocionando y va metiendo su mano bajo su saco y él se lo permite. —Solo debe venir y todo se aclarará, después de todo creo que a usted le quedó todo como el agua de un manantial esta mañana que estuvo en su reunión con el señor Baker, ¿Cierto?— Incrédula le miro, no me hace caso, me dice que no puede y ahora hace esto ¿por qué cree que estuve con Gastón esta mañana? Al recordar lo que le di a entender, cierro los ojos por unos segundos.

—Maldita sea, que la dejes ya mismo. —Ríe, su sonrisa es tan varonil que envía una descarga directamente a mi sexo, aparta a la rubia de él y esta, descolocada y algo enojada, se va.

—No soy suyo señorita, no se acostumbre a darme ordenes —ladea su sonrisa— su obsequio me ha gustado, pero temo que no lo puedo aceptar, sabe cuál es mi estado. —Sin dejar de sonreír me cuelga y muerde sus labios. A nada de una taquicardia resoplo como una loca, jamás creí que mis celos podían llegar a ser tanto, con ese hombre no me importaría ser posesiva al punto de no permitir que ninguna otra mujer lo mire ni siquiera. El resto del día pasa y aun no se me va el enojo por el tonto juego de Declan, se ha ido y no me he dado cuenta de ello, molida salgo del edificio y busco el auto que me han estacionado mejor.

Pienso si intentar conducir o no y finalmente me arriesgo, no conozco el lugar y me aterra montarme en un transporte público. Rezándole a todos los santos me pongo en marcha, mis nervios están a flor de piel, voy tan lento que ni yo me tengo paciencia. El tacón de mi zapatos se queda trabado en el acelerador, asustada y sin poder sacar el piel me siento el pulso acelerado, el terror me invade cuando voy a toda marcha, el miedo no me deja reaccionar, no puedo pensar que hacer, solo trato de sacar mi pie, pero al contrario de quitarlo lo hundo más y con ello acelero, para esquivar un coche que se atravesó y no vi por sacar el zapato me voy contra un poste, al sentir el impacto cierro los ojos con fuerza, los nervios me tienen estática, aterrorizada me echo a llorar sin abrir los ojos, creo que me he hecho daño, he de estar toda lastimada.

—¿Estás bien? —Reconozco la voz de Declan, sin dejar de llorar ni de temblar niego. —Joder Amelia —dice preocupado, escucho que abre la puerta, no me muevo ni abro los ojos no puedo, cuando lo siento tocarme grito.

—¡No! —chillo— no me toques… me duele todo. —No dejo de llorar por lo mal que me siento. —Creo que estoy cortada, me he hecho mucho daño, siento la sangre por todo mi cuerpo —Quiero abrir los ojos, pero no me atrevo, si veo lo mal que estoy podría entrar en pánico.

—Amelia debo sacarte para revisarte por favor. —Niego una y otra vez, solo muevo la cabeza y me duele terriblemente todo.

—Llamaré a una ambulancia. —Dice alguien más. —No vi que venía, yo esperé los tres segundos después que cambió la luz, no creí que alguien se atravesaría. —Dice el hombre histérico.

—Me voy a morir Declan —susurro— me duele todo, yo… yo… no sé manejar y aun así lo hice  siento su mano en mi mejilla y me quejo— no me toques…— le escucho gruñir con desesperación.

—Muñeca —susurra— sé que puedes estar herida, pero necesito que soportes un poquito para sacarte de aquí, abre los ojos. —Me niego a su petición. —Vamos mírame, deseo ver esos ojos negros y vivarachos, hazlo por mí.

—No, estoy llena de sangre, siento lo húmedo de ella, me estoy desangrando y no puedo verme, no siento los ojos, creo que me cayó vidrio en ellos, estoy ciega y toda tasajeada como filete. —Le escucho reír abiertamente, no sé qué le causa tanta gracia.

—Muñeca, el parabrisas está intacto, abre los ojos por favor. —Me pide divertido, siento sus manos por mi cuerpo. —Amelia, no tienes ni un rasguño. —Una delicada risa llega a mis oídos.

—Mientes, me duele todo. —Vuelvo a decir.

—Solo es el miedo por el accidente, no ha sido nada grave. —Siento que hace el asiento hacia atrás y me toma en brazo, sin abrir los ojos y aun temblando, me quejo al sentir una superficie blanda, me aferro a él, creo que se sintió tan suave porque mi alma está abandonado mi cuerpo. —Quiero que me mires. —Acaricia mis mejillas. —Confía en mí, por favor. —Su aliento acaricia mi rostro cuando habla. Haciéndole caso, los voy abriendo lentamente, parpadeo como una loca.

—Siento los cristales en mis ojos. —Sollozo.

—Ábrelos, quiero verlos. —Cuando los abro con un poco de miedo sus ojos están fijos en mi —¿Lo sientes? No tienes nada —se aparta un poco— ni tampoco tu cuerpo, mira el auto, está intacto. —Cuando miro la escena y veo el auto me echo a llorar con más fuerzas, pude matarme, sentí que todo me dolía, las personas se acercan a Declan —Tranquilos todo está bien, solo fue la conmoción del momento. Todos me miran aliviados. Cuando llega la ambulancia junto a la policía me revisan y me interrogan, Declan ha hecho de mi abogado y todo quedó en que fue un accidente por mi tacón. Tras varias pruebas y con ella una de alcoholemia, todo queda resuelto. Declan quien llevaba su auto, deja estacionado el que renté y me lleva al hotel.

—Lamento haberte hecho venir hasta aquí —tengo los ojos hinchados de tanto llorar, aun no se me va los nervios— debes creer que soy una dramática. — Sonríe.

—Tranquila, te has accidentado, es normal, no sabías manejar, corriste el riesgo y después las consecuencias. —Lo mira todo, le veo algo tenso.

—Quédate a cenar conmigo — me mira ahora a mí— por favor no me dejes sola, no después del susto que me he llevado. —Le ruego con la mirada, solo bastará que se quede un poco más para tenerlo en mis garras, el susto valió la pena, me ha quitado el enojo por su juguito. Tuve suerte en que él estuviera cerca, eso me hace fruncir el ceño. —¿Cómo es que estabas tan cerca cuando me accidenté si se suponía que habías salido antes?—Desvía la mirada, y pasa una de sus manos por su cabello.

—Fue una coincidencia —alzo las cejas— eso es todo. —No engaña ni al más iluso del mundo, da un profundo suspiro y vuelve a mirarme. —Está bien, voy a aceptar la cena. —Sonrío al escuchar eso, me quito los zapatos y me apresuro a llamar a un restaurante italiano.

—Iré a tomar una ducha mientras esperamos la comida, puedes ponerte cómodo. Sonriendo me dirijo a la habitación, lo tengo aquí conmigo, estoy segura de que él siente la misma atracción por mí, está es mi noche, Declan Aragón será solo mío, y estará tan enloquecido, que me follará cada día mientras esté aquí. Lista con un babydoll con tanga rojo que se abrocha en los senos y queda prácticamente abierto a lo largo de mi vientre hasta llegar a su final, salgo para reencontrarme con ese hombre que ocupa todo mi pensamiento y tiene mi lujuria y morbo a flor de piel.

—Ya llegó la comida, se te olvidó pedir los refrescos y pedí un vino para acompañar la pasta. —Está de espaldas, tiene la mesa de centro con la comida servida, ese hombre es tierno, al girarse queda con la boca abierta, recorre mi cuerpo con la mirada y al cerrar la boca pasa saliva.

—Gracias por pedir las bebidas y arreglar la mesa. —Al ver la flor en medio de esta sonrío. —Bonito detalle. —Él no deja de mirarme como un tonto, camino hasta sentarme a su lado, debería sentarme frente a él, pero aquí no debo ser educada, no en ese aspecto.

—Eh… si... si…—Se aclara la garganta y lo miro extraño, tiene prometida, <<¿Por qué reaccionar así ante una mujer con babydoll?>> Puede que yo sea más ardiente que su noviecita, pero lo encuentro exagerado.

—Iniciemos, muero de hambre. —Digo al ver que no continua lo que decía, su incomodidad me descoloca, aquel día en el ascensor no reaccionó de esta manera, lo disimula todo burlándose de mi por lo que pasó.

—Cuando me dijiste que el cristal se había metido en tus ojos me di cuenta de que estabas bien. —Carcajea, no había reído tanto en mi vida como hoy.

—Te lo juro, me sentía adolorida y con los ojos repletos de cristales, sentía las cortadas, no te burles más. —La barriga me duele de tanto reír.

—Vale, no lo haré, pero quiero que sepas que eres una miedosa y una traviesa muñeca. —Escuchar ese apelativo me hacen callar.

—Dilo de nuevo. —Le pido en un susurro, deja de reír y su mirada se vuelve más oscura.

—Muñeca. —Sonriendo y sin atrasar lo que los dos queremos me siento a horcajadas sobre sus piernas.

—Me gusta que me digas así. —Le miro a los ojos mientras acaricio su cuello, él lleva sus manos a mis caderas. —Quiero que juegues conmigo como tu muñeca personal. —Le pido con voz provocadora, presiona sus manos y con ello me pega más a su erección, la corriente que siento me hace jadear. Fueron tantas noches soñando con esto y ahora lo tengo aquí, seduciéndolo y a nada de hacerlo mío, como debe ser.

—Amelia. —Dice mi nombre con voz sexy y ronca, acerca su boca a la mía, y desesperadamente me lanzo a por sus labios, los extrañé tanto como él demuestra extrañó los míos, el calor va elevándose solo por ese beso, mis caderas se mueven para estimular su polla, la humedad crece a cada segundo, mis bragas nos son capaces de retener el abundante liquido de excitación que me produce solo sentir a Declan. Recorre mi piel con sus fuertes manos y me pega más a él.

—Te deseo Declan, ya no quiero sentirme más así —le miro a los ojos cuando se separa agitado de mi— déjate llevar. —Susurro desabrochando su camisa. —Los dos deseamos esto, olvida a tu prometida, le explicas después, pero ahora se solo mío. —Muerde mi cuello y yo chillo.

—Ella se ha ido a Madrid —me mira, sonrío al escuchar eso— no volverá en dos semanas. —Más que feliz por esa información sin importarme nada y dejándome llevar por el deseo, abro con fuerza su camisa y los botones saltan por todos lados, queda al descubierto un cuerpo de Dios griego, su dorso musculado y cubierto por vellos que le dan un toque sexy y muy masculino, esa tableta de chocolate me hace agua la boca. Gruñe cuando paso mis dedos lentamente por ellos hasta llegar a su cinturón, lo quito inmediatamente, quiero que nada nos estorbe. Encendidos por la lujuria, enloquecidos por la excitación y sumergidos en un infierno de sensaciones, nos vamos desnudando con desesperación y vehemencia. Declan es morbo, es lujuria y es mío, aquel hombre con solo besar mi piel me lleva al infierno me vuelve completamente sumisa, solo desearía su placer, y yo solo lo obtendría con él. Es sutil, es dominante, es posesivo, me gusta lo que hace me enloquece lo que siento. Su bóxer aun está puesto y yo completamente desnuda, su boca se deleita con mis pechos, sus manos se sacian con mi cuerpo, su erección se llena de placer con mis movimiento.

—Declan. —Gimo por la mordida que me da en el pezón izquierdo.

—Te deseo Amelia. —Tiembla cuando saco su enorme erección, está bien equipado —Tú me has llevado por un camino de tortura —jadea por mis caricias, aún estoy sobre sus piernas y él no deja de tocarme ni verme— desde que vi aquel día el sexo oral que te hizo mi jefe siento celos. —Sus palabras me hacen besarle, lo sabía. —Quería ser yo quien estuviera ahí —se aparta de mis labios— quería ser yo quien te hiciera temblar, el deseo tan intenso que sentí al ver eso me hicieron correrme, Aaaggg —Gruñe por la masturbación que he iniciado, ese hombre me está llevando al límite en cuanto a deseo se trata. —Mi polla se puso tan dura que la quería ver en tu boca, tenía la necesidad de hacerte mía. —Me mira a los ojos con cara de placer. —Quería que fueras solo mía. —sonrío sin disimular la felicidad sin motivos que me dan sus palabras, esto será solo sexo, no podemos ser uno del otro –No entiendo este placer que siento al solo verte, pero debes saber algo. —Eso me deja helada, no quiero que arruine el momento tan intenso que estamos teniendo —Amelia, soy virgen.

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