Primer encuentro

He estado en España tres días, el trabajo no me ha dado tiempo de nada, las constantes llamadas de mi tía me agobian. Declan no sale de mi cabeza y como si fuera poco aún no sabe quién soy, solo nos encontramos a la salida, o cuando tenemos trabajo juntos que hacer, es buenísimo en lo que hace, tiene conocimiento con respecto a toda la empresa, no cuestiona el por qué solo aparezco cuando tengo trabajo con él o a la salida, así que le intereso menos de lo que creí, parece inmune a mis encantos, odio estar ahogada en trabajo y no ponerme al cien por ciento para obtener lo que deseo, ese hombre se ha vuelto mi lujuria y mi inspiración en mi autosatisfacción. Por otro lado, Gastón está intenso con la salida que le prometí, y no es para menos, aquellos juegos frente a todos encienden a cualquiera, las miradas y los roces a discreción son un peligro.

—Buenos días señorita. —Me sonríe Mateo al abrirme la puerta del auto.

—Buenos días Mateo. —Le devuelvo el gesto antes de subir, él cierra la puerta y se va a su puesto.

—Mucho trabajo señorita, a la Duquesa no le agradaría esto. —Suspiro pesadamente, cuando descanso de ella viene Mateo y me la recuerda. —Debería descansar más, no es sano trabajar tanto. —Me recomienda.

—Me gusta mi trabajo Mateo, no creo que mi tía se entere, confío ciegamente en usted y en su discreción. —Le veo sonreír, es mi alcahueta, ¿Para qué negarlo? —Déjame disfrutar esto, serán solo dos semanas, recuerda que corro el riesgo de dejarlo todo para vivir una vida infeliz. —Miro mis manos, cualquiera que no supiera lo que conlleva esta vida la desearía. —Es frustrante querer escapar de lo que eres y no poder, fui criada con el pensamiento de lo que tengo que hacer, me han preparado para esto y simplemente me niego a ello, no quiero esa vida, quiero estar sola, disfrutar de la vida sin miedo a que me vean y ya hablen de mí en la prensa, quiero ser yo misma, ¿Sabes que es estar en una fiesta y divertirte al máximo? —Le veo asentir. —Pues yo a mis 32 años no lo sé, ¿Y sabes por qué?— le escucho suspirar, siempre el mismo tema, debo tenerlo cansado.

—Porque usted va a fiestas exclusivas donde todo es discreción. —Asiento muchas veces en confirmación, cuando voy a los clubes a jugar son tan exclusivos que las personas parecieran estuvieran tomando el té.

—Mi vida es un asco… —Murmuro con pesar. Al llegar a la empresa inmediatamente voy a mi oficina, como siempre las mesas están vacías por ser la hora del desayuno.

—Buenos días Duquesa. —Gruño al escucharlo, le miro con el ceño fruncido —Vale… no lo digo, que humor tienes preciosa. —Deja sobre mi mesa un café y unas cosas largas y grasientas, hago mal gesto.

—¿Qué es eso? Gastón sabes que no puedo comer estas cosas. —Ríe como si fuera un chiste lo que le he dicho.

—Quieres salir de la realeza y te compartas como tal, vive, no estás en Inglaterra tomando el desayuno con tu tía, Amelia disfruta este tiempo para que te des cuenta de lo que te estás perdiendo y así tengas la fuerza para imponerte ante la Duquesa Windsor. Vamos, prueba los churros, están de rechupete. —Le hago caso y me llevo uno a la boca, al darle una mordida este esparce algo dulce y delicioso por mi boca, doy un jadeo de gusto.

—Pero que delicia. —Le doy otra mordida y me lo acabo como una niña hambrienta, jamás en toda mi vida había comido algo así.

—No porque te hice caso significa que me voy a escapar de lo que soy, sabes perfectamente que no pudo hacerlo —le doy un sorbo al café y le miro— tráeme el trabajo que le pedí a Declan por favor. —Se sienta en mi escritorio, acaricia mi mejilla.

—¿Por qué tengo el presentimiento de que te estás ocultando del personal? —mantengo la compostura, no puedo permitir que Declan se entere de quien soy, o corro el riesgo de que no quiera estar conmigo, por sentirse acomplejado por ser su jefa.

—Todo lo que hago es con un propósito y no me gusta ser cuestionada por nadie. —Le miro directo a los ojos, las mujeres no siempre debemos dar explicaciones por cosas que ellos creen son absurda. —¿Me traerás lo que te he pedido, o debo volverlo a repetir? —Se levanta sin dejar de mirarme.

—Realmente, todo ese empoderamiento que tienes lo sabes usar muy bien, es lo que admiro de ti. —Sin decirme más nada sale de mi oficina. Puede estar la persona más imponente del mundo frente a mí y no me minimizo, al contrario me siento incluso más grande que él, las mujeres podemos ser lo que nos propongamos y podemos ser exitosas en medio de los hombres.

Estoy metida en mis asuntos alabando el excelente trabajo que ha hecho Declan cuando algo fuerte atrae mi atención, es como si tirasen de la mirada para que me fije en algo. Al mirar la puerta de mi despacho, que solo se puede ver de adentro hacia a fuera, dos hermosos ojos están fijos en ella, sonrío como una tonta. Aquel castaño alto, de sonrisa tierna y físico hermoso me tiene como una depravada, no dejo de imaginármelo en la cama dándome tan duro que me saque el aire y amenace con privarme del tanto placer que me proporcionará. Lo que viene a continuación no me gusta, una rubia despampanante se sienta en su escritorio y acaricia su mejilla, él deja de mirar la puerta, se centra en ella con una gran sonrisa, la misma que solo quiero para mí. Acto seguido, se carcajean de lo más divertidos, ella con sus manos juguetea con cada parte que puede de él. Cabreada y celosa como nunca antes, marco para llamarle a Gastón, desearía ser yo misma quien saliera, pero debo ser inteligente y no llevarme por los celos.

—Dile a tu trabajadora que en horas laborales no se coquetea —ataco una vez descuelga— y dile a Declan que necesito ese trabajo lo antes posible, hazlo de una buena vez. —Cuelgo el teléfono furiosa, segundos después veo salir a Gastón con el gesto ceñudo, la chica casi abre un hueco en el suelo por lo rápido que se bajó. Declan mira serio a Gastón, algo me dice que su jefe no le agrada ni un poco, como quien dice “se mastican pero no se tragan”. La chica se aleja del puesto de Declan y Gastón vuelve a su oficina, verlo enojado me saca una sonrisa, ese hombre es perfecto, y será solo mío. Llena de satisfacción sigo con mi trabajo hasta que me veo interrumpida por Gastón, tras dejarle dicho lo que quiero aprovecho que no hay nadie para pasarme a su despacho y almorzar ahí.

—¿Lista para probar la delicia que te he traído?—Sonriendo le observo sacar las cosas de los paquetes, al ver que me pone una lasaña frente a las narices la rechazo.

—Ya me has hecho comer esa cosa deliciosamente grasienta, no comeré esto. —Rueda los ojos al quitarla, la suplanta con una ensalada de hojas, sonrío feliz —¿Ves? Solo querías escuchar mi negativa, que masoquista eres Baker. —Muerta de hambre inicio a comer.

—¿Cuándo me llamaste para decirme lo de mis empleados estabas molesta? —Le miro sin hacer ningún gesto.

—No, simplemente estaba comunicándote e informándote lo que estaba pasando afuera de tu oficina y te dije lo que tenías que hacer, ¿Por qué debería estar yo molesta? —Muerde su labio, está completamente serio.

—Solo lo creí, pensé que como te quedas con Declan todos los días hasta tarde, habían hecho una conexión. —Sonrío y hago mi ensalada a un lado, él, que estaba frente al escritorio, me mira sin perder detalle, me siento frente a él y ladeo mi cabeza, con Declan solo nos vemos a la hora de irnos y cuando hay trabajo que hacer, el tonto aún sigue sin saber de dónde salgo.

—¿Celoso guapo? —Muerdo mis labios y después paso mi lengua sensualmente por ellos. —Quizás necesites una prueba de lo que pasará en nuestro encuentro. —Quito mis zapatos y con mis pies masajeo su dura polla. —Me encanta que con solo verme se te ponga dura. —Me apoyo en la mesa y alzo mis caderas —Adelante. —Le ordeno, sin rechistar toma el doblillo de mi vestido y lo sube hasta dejarlo a la altura de mi cintura, recorre mis pálidas piernas con la mirada.

—Me gustan tus medias, son sexy. —Jadeo por su voz ronca, estoy harta de masturbarme y no tener nada de acción. Deposita delicados besos por mis piernas hasta hundir su cara en mi sexo, gimo por la mordida que me da, recorre mis piernas con sus manos hasta tenerlas dentro de mis bragas para después quitarlas —Estaba ansioso por esto, nadie es mejor que tú para un buen sexo. —Eso que dice es verdad, soy lo mejor que puede tener un hombre en su vida.

—Entonces demuéstrame que eres digno de poseerme. —Gruñe y sin tacto se mete entre mis piernas, devora mi sexo, no está con rodeos, realmente está hambriento de mí. Yo me arqueo por el gusto que siento, mis gemidos no cesan y tener que moderarlos para que no se escuche afuera me excita más —¡Jesús, Gastón sii! —Chillo en medio de los espasmos que provocan sus lametones en mi clítoris, está tan desesperado que me provoca gritar de placer. Una de sus manos sube hasta mis pechos y desabrocha mi camisa, saca mi seno izquierdo del sostén y tira de mi pezón duro y sensible. La lujuria, el morbo y el fuego que desprende este juego es como siempre, lo mejor que puedo tener en el sexo. Gastón sabe cómo satisfacerme y eso lo hace mi favorito. Al abrir los ojos y mirar a la puerta veo a Declan parado y observando casi escondido, eso dispara el morbo que siento, no se quita, no se va, solo observa como mi acompañante sexual me da todo el placer que le exijo, ahora lo siento todo el doble de satisfactorio. El responsable de mis deseos está parado en la puerta mirando como soy degustada con desenfreno, gimo más alto, quiero que esto le afecte a él también, quiero que esa curiosidad que está demostrando lo lleve a desearme a tal punto que cuando me vea se imagine a si mismo dándome placer. Con mi mano derecha apoyándome en la mesa y con la izquierda hundiendo la cabeza de Gastón en mi sexo, me abro más de piernas sin dejar de mirar a Declan quien hasta ahora no sube la mirada, solo mira a Gastón metido entre mis piernas. Los temblores y con ellos los espasmos me sacuden, me convulsiona, cierro los ojos y veo ahí a Declan esperando su turno para complacerme en lo que pida, estoy casi enloqueciendo por el gran orgasmo que está a nada de llegarme. Abro los ojos y esta vez Declan me mira, sus ojos grises muestran una sombra lujuriosa en ellos, no aparto la mirada ni él tampoco lo hace, gimo para demostrarle lo que estoy sintiendo, el orgasmo arrasa con toda mi estabilidad mental, muerdo con fuerza mis labios para mantener un poco la discreción, es otro que me está dando placer, pero yo siento que es él quien me lo da. Agitada y sin fuerzas en las piernas respiro por la boca, le sonrío a Declan quien cierra la puerta al ser interrumpido. Es esa maldita rubia que no lo deja en paz, Gastón se separa de mí y lame sus labios.

—Exquisita —susurra— veo que estabas muy necesitada de esta prueba. —Sonrío con cinismo, si me corrí así de abundante fue solo por el hecho de que Declan nos veía

—Al parecer tus empleados necesitan de ti.—Él gira y mira a los dos tras la puerta, mi castaño intenta retener a la rubia quien amenaza con abrir —Límpiate la boca y atiéndela, quiero que a ella la mandes por un café y a él, por unos documentos al piso 16, necesito meterme en mi oficina sin que me vean, distraes a los otros y una vez esté instalada te quiero en mi oficina.—Más repuesta le quito mis bragas y me las pongo, me aseguro de estar presentable para cuando deba salir. Gastón hace lo que le pido, los atiende a los dos afuera y va con el resto, una vez todo seguro me meto a mi despacho. Al parecer a Gastón se le olvidó que debía venir a mi oficina, desde que la rubia entró a su oficina no ha salido, sabiendo lo que hace tomo el teléfono y le marco hasta el cansancio, cuando responde, con toda la amargura de la que puedo ser capaz, le digo lo que se le ha olvidado. Minutos después sin disimular sale con la rubia, sonrío, le he estropeado el momento.

—¿Qué sucede Amelia?— pregunta en tono molesto.

—Sucede que te di una orden y no la cumpliste, que seas jefe de sucursal no significa que estés por encima de mí, recuérdalo muy bien Gastón, no soy una secretaria más, soy dueña de todo esto que vez aquí, así que si estás acostumbrado a ver solo hombres en el poder ve quitándote esos pensamientos. —No cambia su gesto de disgusto.

—¿Estas enojada porque follé con Gema? —Alzo las cejas.

—Sabes que no, que lo pienses te hace ver mal y me hace pensar, si valdrá la pena seguir jugando contigo, no tengo porque enojarme, lo único que me desagrada es que no se sigan mis órdenes y quieran pasar por encima de mi autoridad, ahí si créeme que me molesto. Tú puedes follar con quien quieras y donde quieras, pero que no afecte tu trabajo. Ahora que sabes que no me interesa tu vida sexual, quiero que me traigas cada expediente de cada jefe y su segundo, que estén aquí en media hora, infórmale a Declan que hoy debe quedarse. —Dejando de mirarle me centro en mi computadora. —Puedes irte. —Inicio a teclear —Ah, creo que me quedaré más de lo que tenía planeado. —Sin decir más vuelvo la mirada al ordenador, escucho la puerta cerrarse y miro a través de ella, habla con Declan y este maldice una vez Gastón se mete a su oficina. Las horas pasan y todos se van marchando a excepción del sexy secretario, aprovecho su ausencia para mover una silla y ponerla frente a su escritorio, siempre es así, llego de la nada según él

—¡Joder! —Gruñe dando un paso hacia atrás —Me vas a producir un infarto tía, ¿Cómo es que no te veo en todo el día y después apareces de la nada cuando no estoy?—Riendo me encojo de hombros.

—Que tú no me veas no significa que no esté. —Sin dejar de mirarme se sienta en su puesto, diera toda mi fortuna para saber que piensa, que pasa por su cabeza al tenerme frente a él después de lo que vio, esta tarde en la oficina a sus espalda —¿Sabes el trabajo que tenemos hoy cierto?—Asiente, su mirada sobre mí me gusta, quiero creer que está fantaseando conmigo, muero porque sea así.

—Si. —Suspira y mira los papeles. —Debemos indagar en los expedientes de cada jefe y su mano derecha. —Niega un par de veces. —No entiendo para que hay que hacer esto. —No le agrada la idea.

—Quizás sea para probar que las mujeres son igual o mejores en el cargo de jefes. —Me mira y ríe con incredulidad.

—Pero si las mujeres son mejores que nosotros en todo, eso no hay que probarlo. —Una gran sonrisa se dibuja en mi rostro, ese hombre además de sexy y discreto es inteligente.

—Tú si sabes ver más allá de culos y tetas. —Digo divertida. —Pero en fin, las cosas se hacen bien o no se hacen, debemos indagar como lo has dicho. — entrecierra los ojos.

—¿Cómo sabes tú todo esto?—Paso saliva con algo de dificultad.

—Pues… pregunté, ¿No lo hiciste tú?— Niega.

—Nuestro trabajo es acatar órdenes y listo.

Dejando de hablar y poniéndonos a lo que debemos hacer, pienso en por que no me ha dicho nada de lo que vio, se comporta como si nada hubiera pasado, y estoy completamente segura de que él también se excitó, parezco yo la perturbada y no él. —¿Puedo hacerte una pregunta?—Rompe el silencio pasado unas horas.

—Ya la has hecho, así que has podido. —Bromeo, pero me mira tan serio que siento debo explicarme —Es broma… dime, ¿Qué duda puedo aclarar?—El deseo porque me pregunte por lo que pasó en la oficina de Gastón me acelera el corazón, si me pregunta por eso puede que tenga algo de celos.

—¿Dónde estás metida todo el día? —Muerdo mis labios.

—En los últimos pisos. —Contesto sin titubeos.

—¿Te quedarás aquí en España?—Sonrío, ya quisiera yo eso.

—No, digamos que solo soy prestada, me iba en dos semanas, pero tendré que quedarme por un poco más de tiempo. —Su insistente mirada me llenan de calor.

—Ok. —Es lo único que dice cortando la conversación, maldigo mentalmente, está decidido a no preguntarme nada, le importo menos de nada, es denigrante. Terminado el trabajo los dos montamos al ascensor, el cansancio se nos nota, tendré que dejar de trabajar hasta altas horas de la noche, Mateo tiene razón, me estoy forzando mucho.

—¿Qué ha sido eso? —Grito por el movimiento brusco del ascensor, antes de que Declan me responda las luces se apagan, quedamos abrazados, odio estar encerrada y si no hay luz es peor —Oh por Dios… oh por Dios… se ha parado. — Chillo histérica y dejando humedecer mis ojos, las lágrimas no tardan en salir. —Declan esto no se mueve. —Él me abraza con fuerza.

—Tranquila, estoy aquí, no te alteres. —Me pide, pero yo soy un saco de nervios, los temblores inician y mis sollozos se escuchan, me aferro a él como si fuera mi única salvación —Amelia —susurra— no llores por favor, estoy aquí no estás sola, ya verás que pronto se encenderán las luces y saldremos de aquí. —Me habla tan cerca que siento el fresco de su aliento y con ello su olor embriagador. Seca mis mejillas con sus dedos, mis manos que estaban contra su pecho ascienden hasta abrazarme a su cuello, sus manos bajan por mi cuello, se deslizan por mis pechos y dibujan mis curvas hasta llegar a mis caderas, tira de mí hasta dejarme completamente pegada a él, el vello de mi cuerpo se eriza y toda yo despierto ante su contacto. —Estoy aquí. —Vuelve a susurrar con voz ronca, sin aguantarlo más y deseosa por sentirlo, tiro de él para besarlo, sus suaves labios se pegan a los míos, ambos jadeamos, es como si la necesidad fuera mutua, responde aquel tierno beso sin pensarlo, pronto estamos devorando la boca del otro, sus fuertes manos recorren mis piernas hasta meterse por debajo de mi vestido, su contacto es tierno, cálido y posesivo. Gruñe cuando mis manos recorren su pecho por encima de su camisa, sus latidos son tan fuertes que puedo sentirlos, nuestras respiraciones son pesadas, nuestras caricias indecentes, y el momento es perfecto, me desea, me quiere tener y es lo único que me basta, para luchar con todo lo que tenga. Desde que lo vi sabía que me iba a pertenecer.

—Declan. —Gimo cuando presiona con fuerza mi culo y me pega a su erección, está tan dura que duele al sentirla presionada contra mi vientre, nos separamos por falta de aire, sé que me mira a los ojos, aun con la oscuridad nuestras miradas se conectan. No dejamos de acariciarnos, de explorar nuestros cuerpos para conocerlos, mis manos están pegadas a él, cada musculo se siente aun sobre su camisa, cada respiración que da los contrae. Así contrayéndose también mi sexo, quiere ser tocado por él. En cambio Declan se deleita al sentir la suave piel de mis nalgas, mete sus manos por dentro de mis bragas y va guiando una a mi sexo, estoy mojada y muy deseosa, quiero que su mano ya llegue a mi sexo, quiero sentir sus largos dedos en mi cavidad saqueándome y haciéndome gemir su nombre como una loca. Mi cavidad palpita, arde, duele por la desesperación que es quererlo sentir, él se toma su tiempo, vuelve a besarme con tal deseo que me arranca el alma en aquel beso, el calor esta por desmayarme, la calentura que estoy experimentado es nueva, sus dedos se van abriendo paso por mi monte venus, está a nada de llegar a mi hendidura, está a nada de hacerme perder el control, estoy a  nada de sentirlo como he imaginado todas estas noches, pero la luz llega en el momento menos oportuno. Se separa de mis labios y la lujuria que veo en sus ojos me resecan más que la boca, agitados y sin movernos un centímetro nos miramos, nos debatimos en si seguir en lo que estábamos o parar esta locura, deseo seguir, deseo que me posea, pero este hombre me hace sentir extremadamente pequeña ante él. Pasa saliva con tal esfuerzo que puedo escuchar cuando traga.

—Amelia. —Murmura con voz ronca, tiro de él nuevamente y le beso, sus labios son únicos, y serán solo míos. Al separarnos nos volvemos a mirar, no ha movido sus manos, están en el mismo lugar en que las dejó al llegar la luz, el ascensor se detiene no sabía que había iniciado a andar y como si eso lo sacaran del morbo que estábamos teniendo retira sus manos y se separa de mí.

—Declan. —Le llamo cuando sale casi corriendo, se detiene por unos segundos, pero sin mirarme sigue su camino. Perdida y sin saber cómo sentirme por lo que pasó en ese elevador voy con Mateo para irnos al hotel, aquel hombre se comportó de manera caliente y después me dejó como si nada, se fue y no respondió a mi llamado.

—¿Muy cansada? —Casi perdida miro a Mateo.

—¿El qué? —pregunto centrándome en este mundo.

—Olvídelo señorita, ya ha respondido a mi pregunta. —Sonríe y acelera un poco más. Al llegar me desvisto y me meto a la ducha, después me voy a la cama sin dejar de pensarlo, si solo cuando me tocó el primer día no dejaba de fantasear, ahora no dejaré de desearlo

—¿Qué me has hecho Declan? ¿Por qué contigo todo me supera?—Me pregunto a mí misma sin saber cómo escapar de todo eso. Aún siento las cosquillas de su barba en mis labios.

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