Capítulo 5

Ajusté mi abrigo mientras esperaba en la acera fuera del edificio de la oficialía.

Aun no podía creer que había accedido a este plan tan esporádico. La discusión con Alexander fue intensa, no dio su brazo a torcer con el tema de conocer a mis padres y no me quedó más remedio que ceder ante su negativa.

Y aquí me encontraba.

Habían pasado dos semanas para ser exactos desde que habíamos acordado este matrimonio. Alexander se contactó conmigo vía mensajes específicos en donde me decía exactamente que debía de hacer.

Tuve que aparecerme por su oficina tres veces preguntando por él y le había ordenado a su secretaria un acceso directo a su oficina para cuando me presentara.

Según él, de esta forma los chismes de que había conseguido alguien realmente en serio correrían como pólvora, ya que nunca se presentaba una mujer más de una vez en su oficina, a menos que fuera a tratar temas de negocios.

Nos encerrábamos en su oficina por casi dos horas y luego el me acompañaba al auto en donde me enviaba con un chofer.

Cada vez que salimos del lugar las personas no dejaban de mirarme y comenzaban a murmurar lo que hacía que me ruborizará, aparte de que él siempre iba a mi lado y colocaba su mano en mi espalda baja.

Una tarde, Ava me llamó por teléfono histérica contándome que Lizzy, una de las chicas que trabajaba en el departamento de contabilidad la había contactado para tratar de saber algo más acerca de La chica de turno de Alex a lo que ella respondió que yo era su amiga y al parecer íbamos muy en serio.

Así que, estaba dando resultado el plan y aquí estábamos catorce días después.

Un lunes a las siete de la mañana parada en la puerta de la oficialía mientras esperaba a que llegase mi futuro esposo.

Esposo.

Esa palabra sonaba irreal para mí, pero era mejor a que me hiciera la idea de que esto sería Alexander Van Loren para mí de ahora en adelante.

Miré la hora en mi reloj mientras esperaba impaciente, se suponía que ambos debíamos de estar aquí a las siete en punto, pero ya habían transcurrido treinta y ocho minutos y no se veía ni una pista de Alexander.

¿Y, si se arrepintió?

El pánico empezó a invadir mi pecho al pensar que, quizás el había encontrado otra persona quien no tuviese que pedirle una suma tan grande de dinero y…

Un Aston Martin color blanco se detuvo en frente de mí y mi corazón dio un salto al escuchar el chirrido de las ruedas al frenar. La puerta del copiloto se abrió y una Ava sonriente salió y me rodeo con los brazos.

— ¡Aquí estas! —Exclamó apretándome tan fuerte que sentía que se me iba a salir el aire— Por un momento pensé que te habías ido, te he llamado mil veces al móvil.

Se apartó mirándome extrañamente y revisé mis bolsillos en busca de mi teléfono y efectivamente no lo llevaba conmigo.

—Se me ha quedado en casa, es que he salido rápido y…

Alexander bajo de su auto en ese preciso momento. Llevaba un traje negro que le quedaba a la perfección, una bufanda en el mismo tono le rodeaba el cuello para protegerse del frio que estaba haciendo.

Caminó hasta nosotras con un porte elegante y debía admitir que era guapo, bueno, muy guapo para ser exactos. Su pelo castaño oscuro tenía varios copos de nieve y sacudió un poco su cabeza para removerlos.

Se suponía que este gesto no debería de ser nada atractivo en una persona, pero él se veía extremadamente sexy haciéndolo.

—Buenos días —saludó con esa voz ronca y ese acento americano. Su ceño estaba fruncido y parecía enojado.

—Hola —contesté y Ava comenzó a pasarse la mano por el pelo.

—Siempre de distraída —dijo refiriéndose a mí.

—Y tú siempre llegas tarde a todos lados —respondió Alexander.

—No fue a propósito —Ava pudo los ojos en blanco—, Es que anoche tuve una cita y…

—No queremos detalles de tus aventuras —Alexander miró su caro reloj y señaló la puerta de la oficialía—, Vamos que se hace tarde.

Ava hizo un pequeño puchero y ambas entramos a la oficialía.

Todo era impersonal en esta situación y me sentía un poco nerviosa ante lo que estaba a punto de suceder.

Una vez entramos en la oficina, mis palmas empezaron a sudar y es como si el silencio se hubiese apoderado de la sala ya que ninguno de los tres se atrevía a dar una opinión al respecto.

Y todo pasó rápidamente, en un momento estábamos sentados esperando por el juez y al otro segundo estábamos colocados uno en frente del otro escuchando el discurso de matrimonio.

Dios mío esto no podía ser real.

Me estaba casando con un hombre y no necesariamente por amor.

Nota a mental:

No volver a hacer ningún tipo de conjuro, oración o como se llamé a ningún tipo de dios.

— ¿Declara usted, Valentina Armani, solemnemente tomar...?

No. Definitivamente esto no podía estar sucediendo. Mis manos sudaban, mi corazón latía de manera irregular y me preguntaba si esto realmente era una buena idea.

— ¿Alexander Van Loren como tu legítimo esposo? —continuó.

Mmm… Déjame pensar en eso…No lo acepto.

— ¿Promete amarlo, honrarlo, cuidarlo y conservarlo mientras que ambos vivan?

¿Conservarlo?

Si, como no…

Un poco temblorosa, miré al frente mientras el oficiante decía las palabras que temía. ¿Realmente estaba haciendo esto?

Mis ojos se fijaron en los de Ava, mi mejor amiga quien era la única persona aquí presente que estaba haciendo de testigo y me dio un ligero asentimiento de cabeza.

«Todo sea por salvar a tus padres»

Cuando el silencio en la sala, en su mayoría vacía y algo deprimente, me tocó a mí de hablar, estuve a punto de hiperventilar.

Hice lo posible por tragarme el nudo en la garganta para poder hablar, pero temía que las palabras que querían liberarse desesperadamente no fueran un no rotundo.

No me iba a casar en un exuberante jardín verde lleno de flores y colores mientras mis hermanas se peleaban entre los invitados y mamá lloraba desconsolada porque al fin, encontré un esposo queme amará.

No estaba riendo o llorando de extrema felicidad como todas las novias lo hacían en algún momento de la ceremonia.

No tenía un hermoso ramo de novia. Ni siquiera llevaba un vestido blanco, y mucho menos el vestido de novia de mis sueños.

Sin embargo, el hombre que tenía en frente, Alexander Van Loren, mi futuro marido, llevaba un traje negro a medida que posiblemente valía un año de mi alquiler, si no más.

 No era un esmoquin, pero era igual de bueno. Al lado de él, mi atuendo me veía bastante barata.

En lugar de un hermoso vestido de novia, llevaba un sencillo vestido color beige que me había pedido en shein y lo suficientemente apropiado para la ocasión.

Sentía mis palmas sudando y estaba al lado del hombre equivocado, uno que no hacía más que fruncir el ceño y brillar.

Además, estaba el agarre de la mano, su agarre sorprendentemente apretado

— ¿Srta. Armani?

Cuando mi respiración empezó a ser más rápida y el pánico empezó a apoderarse de mí, intenté sacar mi mano del agarre de Alexander sólo para sentir sus dedos apretando aún más los míos.

Su apretado agarre fue una pequeña advertencia, y luego desapareció. Mi mirada saltó a su cara, pero él estaba mirando al frente, los ojos en el oficiante, sus rasgos afilados fijados en piedra. Frío. Tan frío. Me pareció ver un músculo en su mandíbula, pero luego parpadeé y ya no estaba.

El hombre mostraba sus emociones tanto como un bloque de cemento, así que Traté de hacer lo que él estaba haciendo: concentrarme en el presente.

— ¿Señorita Armani?

Aclarando mi garganta, hice mi mejor esfuerzo para poner acero en mi voz para no llorar. Aquí no. Ahora no. No todos los matrimonios son por amor. 

El corazón me latía fuerte y rápido en el pecho cuando dije las siguientes palabras: 

—Sí, quiero —respondí finalmente con una sonrisa que estaba segura que me hacía parecer desquiciada.

El aire me faltaba al momento en que Alexander respondió las mismas palabras que yo, me olvidé de todo y de todos hasta que llegó el momento de los anillos.

—Por favor, pónganse uno frente al otro —dijo el oficiante, y yo seguí sus instrucciones como un robot. Sintiéndome entumecida, dejé que Alexander alcanzara mi otra mano, y cuando sus dedos dieron un pequeño apretón a los míos, esta vez me encontré con sus ojos interrogantes.

Tragué saliva, traté de ignorar el pequeño salto que dio mi corazón y le ofrecí una pequeña sonrisa. Era realmente sorprendente en un sentido frío y calculador.

Mentiría si dijera que mi corazón no había dado un pequeño salto la primera vez que lo vi.

Él tenía la cosa fuerte y silenciosa bajo control. Sus ojos verdes, igualmente llamativos, se dirigieron a mis labios y luego volvieron a mis ojos.

Cuando sentí que empujaba lentamente en mi dedo, miré hacia abajo: Un hermoso y extravagante anillo estaba siendo empujado en mi dedo, adornado un enorme diamante de color rosa, que era tan grande que estaba segura de que iba a ser incomodo llevarlo cada día.

Sorprendida, levanté la vista para encontrarme con sus ojos, pero su atención estaba en mi dedo mientras hacía rodar suavemente el anillo con el pulgar y el índice. La sensación era tan extraña como como podía ser.

Me soltó la mano y el anillo y me miró. 

Hice lo propio y coloqué el anillo simple en su dedo, sus manos eran suaves y enormes comparadas con las mías, venas sobresalían de estas y de repente sentí que mi garganta se secaba. Mis manos temblaban tanto que él tuvo que sostenerme para afirmarlas.

Mirando a su cara, me di cuenta tardíamente de la rigidez con la que se mantenía: la mandíbula apretada, el tic muscular definitivamente de vuelta.

¿Había hecho algo malo?

—Lo siento —susurré, muy avergonzada, y obtuve un breve asentimiento como respuesta.

El oficiante se aclaró la garganta y nos dedicó una pequeña sonrisa. 

—¿Podemos continuar?

—No tenemos que hacer esto si has cambiado de opinión. ¿Estás seguro? Y quiero decir realmente, realmente seguro que quieres seguir adelante con esto.

Decía la verdad, era cierto que necesitaba el dinero, pero no iba a casarme con él sino estaba seguro.

Por mucho que me resistiera a hacerlo, si él cambiaba de opinión, estaría jodida de todas maneras y ambos lo sabíamos.

—Acabemos con esto —dijo finalmente.

Eso fue todo lo que conseguí.

Encantador.

Qué comienzo tan alentador para un nuevo matrimonio, uno falso, sí, pero, aun así.

Volvimos a ponernos delante del oficiante y rápidamente y con éxito para empujar el anillo en su dedo en mi segundo intento. Le quedaba perfecto.

—Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia —escuché la voz del oficiante, ¿Eso era todo?

Mire la cara de Alexander y mis nervios aumentaron mientras el bajaba la cara lentamente hasta mí, era mucho más alto que yo y de repente me sentía muy pequeña.

—No creo que sea necesario que nos besemos…

Mi frase quedo en el aire porque sus labios, cálidos y suaves, chocaron con los míos, mi corazón se detuvo.

Alexander presionó más para que abriera mis labios y cedi.

El beso no era para nada un beso sencillo, era devorador, exigente y de repente me tambaleé, pero él me tomó de la cintura evitando que me cayera.

Pasé mis manos por sus hombros y toqué su nuca, hundí un poco mis manos en su pelo y no sé cuánto tiempo llevábamos, pero me separé cuando alguien tosió disimuladamente a mi lado.

Y en ese momento me pregunté:

¿Qué tipo de beneficios podría obtener de este matrimonio a parte del económico?

No, de ninguna manera.

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