CAPITULO 2

Valentina

Pasaron dos días y las cosas no podían ir peor, me la había pasado haciéndole ojitos bonitos a cada uno de los clientes del restaurante, incluso hasta me estaba maquillando para verme más linda y así, poder conseguir a mi futuro esposo millonario.

Pero, era imposible, no encontraba a ninguno, es como si todos estuviesen enfocados en sí mismo y los demás venían siempre acompañados.

Así que decidí salir con mi amiga, Ava esa noche para asistir a uno de esos sitios pijos a los que ella estaba acostumbrada.

Me encontraba sentada en una mesa, mirando a mí alrededor. Me sentía incomoda. Llevaba unos Jeans ajustados y un top que dejaba entrever un poco mis pechos. También me había dejado el pelo suelto.

Era lo más sexy y reveladora que me podía arreglar.

Debía decir, que estaba funcionando porque varios chicos habían estado mirándome y uno hasta había inclinado su cabeza para saludarme.

Toda mi emoción bajo de cien a cero al abrir la puerta, cuando vi que una rubia se le acerba y lo rodeaba con el brazo. Rodé los ojos y tomé mi copa de vino dando un sorbo. Abrí la aplicación de notas en mi teléfono mientras releía la dichosa lista.

— ¡Aquí estas! —exclamo Ava mirándome con su sonrisa reluciente. Bloqueé mi teléfono de inmediato y lo dejé en la mesa.

—Hola —respondí un poco desanimada.

— ¿Y ese recibimiento? —dijo tomando asiento en frente de mí.

—Estaba viendo un chico, y justo cuando pensé que habíamos hecho click, lo ha abrazado una rubia por detrás.

— ¿Un chico? —Se río a carcajadas—, esto sí que no me lo creo.

Dijo mirando alrededor.

— ¿Qué quieres decir con eso?

—No eres del tipo que coquetea con chicos — ¿De qué se trata esto? ¿Estas enferma?

Solté un suspiro.

—Pues, ahora soy más liberal, fíjate.

Ava se acomodó, quitándose su elegante chaleco y captó la mirada de unos cuantos. Ava era sexy hasta con solo respirar.

— ¿Tu, liberal? Tienes veintitrés y sigues siendo virgen —exclamó y en ese momento desee que no fuera la única amiga que tenía en américa.

— ¡Strega! —dije, le decía bruja en italiano.

— ¡Monaca! —respondió y abrí mi boca sin poder creerlo.

— ¡No soy una monja! —exclamé indignada—. He hecho cosas…

—Aun conservas tu virginidad intacta. Créeme, que hallas hecho sexo oral al único novio que has tenido en tu vida no quiere decir que tengas experiencia.

Era cierto, no tenía experiencia alguna con el sexo y los hombres, por eso había incluido en la lista que el hombre fuera un buen amante.

—Tú ganas. ¿De dónde vienes tan elegante? —señalé su vestimenta. Llevaba un traje de falda color gris y unos tacones hermosísimos.

—Gracias. Vengo de una entrevista de trabajo para una revista.

— ¿Y qué tal?

— ¡Súper! En dos semanas viajo a Los Ángeles para conocer al editor en jefe.

— ¡Me alegro tanto por ti!

—Gracias—dijo.

El camarero llegó en ese momento, la miro embobado mientras tomaba la orden de su bebida.

—Ojalá me fuera tan bien como a ti.

—Todo llega a su debido tiempo y ya verás que muy pronto tendrás tu propio restaurante, ¿Qué estabas haciendo? —preguntó y señaló mi teléfono.

Me moría de la vergüenza, pero con Ava siempre era sincera.

—Estaba leyendo una post en internet acerca de como conseguir lo que deseas

— ¿Y eso?

—Es que, el otro día hice una plegaria —me sentía un poco avergonzada al decir eso—. Para… esto… para conseguir un hombre.

Ava echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

— ¡No lo puedo creer!

A veces se me olvidaba lo burlesca que podía ser.

—No lo sé, pensé que me había ido bien cuando hice contacto visual con ese chico, ya sabes. Además, me ha surgido un pequeño problemita y pues, he recurrido a lo que sea.

— ¡Joder! no sabía que estabas desesperada.

—Un poco y... pues he hecho una plegaria.

— ¿Qué dices? —apretó sus labios aguantando una risa.

—He leído en internet algo acerca de alguien que realizó una plegaria al cielo pidiéndole a no sé qué santo un hombre y que luego de eso, lo encontró de repente.

Ava me miró con interés.

— ¿Apareció un hombre en su vida con todas las cualidades que ella quería?

—Ajá.

Me miró incrédula.

—Quiero verlo —me urgía con la mano.

De pronto me sentía nerviosa

—La he borrado—mentí.

—No te creo, he visto como bloqueadas el teléfono cuando llegué.

Ava miro mi teléfono y lo tomo rápidamente.

No me quedó más remedio que verla leer lo que escribí.

Una vez termino de leer mi plegaria arrugó la frente y me observo detenidamente.

—Valentina —dijo y le costaba hablar—, ¿que es esto?

Un suspiro salió de mi boca.

—Te aseguro que la has leído bien.

—«Que fuese millonario y no le importará darme la suma de quinientos mil dólares, en nuestra primera semana como novios.» —Alzó la mirada.

—Lo que lees. No he conocido el amor y estoy en apuros, necesito quinientos mil dólares.

— Pero, ¿para qué?

—Para salvar a el negocio de mis padres.

Ava parpadeó.

— ¿El negocio de tus padres?

—Sí, el hotel dónde nos conocimos. ¿Recuerdas? —Ava asintió— Han hecho unas remodelaciones porque el turismo iba bajo y pues, no ha dado resultado. Ahora no tienen como pagar la deuda.

—No tenía idea de esto, Tina, los siento muchísimo.

—Pero, ¿No puedes pedir algo prestado en el banco?

Negué.

—No, no tengo el historial crediticio paga esa cantidad.

—¡Dios! —exclamo preocupada y de pronto me miró con curiosidad.

—¿Tienes alguna objeción en cuanto al hombre que quieres?

Me cubrí la cara con las manos.

—A estas alturas, solo quiero ayudar a mis padres, demostrarles que no soy tan inútil.

—Creo que tu plegaria ha dado resultados.

Había leído miles de novelas electrónicas románticas en donde la pobre y humilde chica encontraba un multimillonario que la ayudaba y al final se enamoraban y vivían felices para siempre. Pero, en el fondo sabía que no sucedía en la vida real.

—Estoy ayudándote, después de todo, la madre tierra me ha enviado.

No pude evitar reír.

— ¡Eres increíble!

—Lo sé.

— ¡Tengo la solución a tus problemas! —exclamó con entusiasmo—¡Te vas a casar con Alex!

Exclamó y me quedé sin habla.

No habia manera de que alguien como Alex se casará conmigo.