Dulce.
— Vamos princesa, tú puedes. — sus ojos color caramelo están fijos en mí, brillan como cada vez que me ve.
— No puedo, lo juro Pedrito, juro que trato, pero no puedo. — mi voz tiembla y mis lagrimas comienzan a caer, no lo puedo evitar me he convertido en una niña llorona, ahora sí que nadie va a quererme.
—Hey, hey, hey, ¿que son esas lagrimas? ¿Quién eres tú y donde está mi princesa?
— Ya no sé quién soy, pero de algo estoy segura, ya no soy la princesa de esta familia, pronto nacerán mis hermanos, y ellos si serán príncipes. — mi llanto aumenta, porque la verdad duele, quema.
— Dulce. — me limpio las lágrimas para poder verlo con atención, su voz sonó aún más profunda q