Capítulo 2

Esta vez desperté mucho más temprano, no pienso irme sin bañar nuevamente.

—Debo irme mamá, por favor por todo lo que más quieras y por la paz mundial... Pórtate bien ¿Capisci? —Le imploro.

—Vale... Lo haré hija, estaré bien, con la explicación que me han dado ahora sé que corro peligro y no puedo desobedecer, no quiero dejarte sola. —Le sonrío con cariño, acercándome a ella le doy un abrazo y un beso.

—Ya me voy, nos vemos a la noche, addio.— Le guiño y ella me dedica una preciosa sonrisa.

Salgo del hospital y es temprano, hoy faltaré a algunas clases para sacar la cuenta bancaria. Al montarme en el metro, decido enviarle un mensaje a mi amiga.

¿Puedes enviarme la foto del anciano que me quitará una de las cosas más importante que tengo?

Le doy a enviar y suspiro, aún no estoy segura de hacer esta locura ¿Pero qué otra opción tengo? El pitillo del móvil me aleja de mis pensamientos.

Aquí tienes, si lo piensas bien no está nada mal, míralo con detalle. Eres inteligente y astuta cariño, sé que algo se te ocurrirá para poder pasar el momento, recuerda es la mejor opción.

PD: UN MILLON Y MEDIO DE DOLARES.

Sonrío al leer el mensaje de mi amiga, creo que de chiquita se cayó de cabeza y no quedó nada bien. Abro la foto y miro con detalle al hombre, puede tener unos 70 años, es trigueño, en sus mejores momentos se nota que era muy guapo, tiene un gesto serio que desprende respeto. Veo la foto una y otra vez, pero no me apetece, no me gusta.

Al llegar al banco general, para mi suerte, está vacío y no demoran en atenderme, al salir envío el número de cuenta al número móvil que me envió mi amiga, de inmediato me llega una respuesta.

Estoy ansioso por cerrar el trato

Palabras breves pero me hacen replantearme lo que voy a hacer, metida en mis pensamientos camino hasta la parada de autobuses

—¿Señorita Cook?  —Escucho que dicen desde un auto lujoso y negro, de inmediato me pongo en guardia y me alejo de ahí, no conozco ese auto y mucho menos a ese hombre, me veo detenida por un gigantón de tez negra que da hasta miedo mirarle. —Tranquila, el señor Hamann me ha enviado a por usted, por favor debo pedirle que me acompañe. <<¿De qué habla?>> pienso con un poco de miedo.

—No me iré con usted ¿Quién coño es ese señor Hamann? —La sonrisa del hombre es tan grave que me hace estremecer.

—¿Usted hace trato y no sabe con quién los hace? —su pregunta me hace maldecir.

—Es mi amiga quien lo estaba haciendo, ella me daría toda la información una vez la viera, lo importante aquí es ¿Cómo me ha encontrado? —El hombre me señala el auto.

—El señor Hamann le explicará todo lo que quiera saber. —No conozco al viejo y ya me cae mal.

—De acuerdo, iré. —sacando mi móvil enciendo el GPS y le envío un mensaje a mi amiga para que no me pierda de vista. Montada en el auto y en marcha los nervios me atacan, se suponía que lo vería después de clases <<¿Qué estoy haciendo?>> Las dudas invaden mi cabeza.

—Ya estamos aquí. —Dice el gigantón abriendo la puerta del auto, salgo sin vacilar, ante mí se alza un gran edificio en forma de tornillo y cubierto en totalidad de cristal, es hermoso.

—Sígame por favor. —Entramos al gigantesco lugar, es impresionante y todo muy lujoso, la seguridad va vestida como el hombre que me guía, parecen hombres de negro solo faltan los extraterrestres caminando por ahí, al montar al ascensor veo que marca el último piso. Estoy a nada de conocer al viejo verde como diría Carla, estoy a nada de firmar un puto papel en el que vendo mi virginidad, el viaje en el elevador se me hace tremendamente lento y cuando al fin llegamos una demoníaca ganas de regresarme me invaden, pero debo hacerlo así que me obligo a caminar, el lugar, como era de esperarse, es precioso, una secretaria despampanante, todo en ese lugar tiene estilo. El gigantón me guía directo a una puerta de madera oscura y se detiene.

—¿Es aquí? —pregunto no muy convencida, él asiente y yo sonrío. —Por lo menos si corro peligro puedo tirar a mi agresor por la ventana. —Bromeo provocando la risa estruendosa del hombre. Llenando mis pulmones de aire toco la puerta, escucho una fuerte voz tras esta.

—Pase. —Una última mirada a mi guía y me dispongo a entrar, la sorpresa que me llevo es grandísima, ante mi hay dos hombres sentados en una enorme mesa, uno de ellos es un hombre de unos 50 años y el otro no pasa de los 33 años, extrañada recorro el lugar con la mirada.

—Buenos días, busco al señor Hamann. —El hombre mayor se levanta y acercándose a mí, me tiende la mano. <<¿Es él?>> Confundida le correspondo el gesto y le dedico una nerviosa sonrisa.

—Soy Marcus el abogado del señor Hamann ¿Es usted la señorita Cook? —asiento y este sonríe. —Primero que nada lamento haberla hecho venir sin previos aviso, su amiga nos facilitó su localización y no pude evitar traerla aquí, ante usted está el señor Hamann. —Mis ojos siguen la mano del hombre y unos ataques (ojos) oscuros y cautivadores me esperaban, el hombre ante mí, el señor Hamann, no es lo que esperaba. Descolocada frunzo el ceño. —Por favor tome asiento. —Me invita, saliendo de mis pensamientos y mi confusión me dejo guiar, aquel imponente hombre no me quita la mirada de encima, está sentado justo en la punta de la mesa y yo al otro extremo, no dejamos de mirarnos, no decimos palabra y está claro que ninguno de los dos tenemos la intención de presentarnos. —Señor Hamann, la señorita Cook. —Presenta el abogado, sin prestarle atención sostengo esa mirada oscura que no quiere dejarme escapar de su cautiverio.

—Jamás pensé que sería tan aniñada. —Dice aquel moreno con su voz gruesa y rasposa, solo al escucharlo mi cuerpo tiembla dando una descarga que va hasta mi sexo, mis piernas se aprietan una con la otra <<¿Qué es esto?>> me pregunto a mí misma.

—Y yo jamás creí que usted estuviera en tan... ¿Buena condición? —respondo con mi tono bajo de voz.

—No debería creer en lo que ve tras una pantalla. —Me mira serio, pero sus ojos demuestran burla, ladeando mi sonrisa y sin dejar de mírale respondo.

—Lo mismo le digo señor, no siempre se puede creer lo que se ve tras una pantalla, muy bien podría yo ser un hombre en busca de otro ¿No lo cree? —su seriedad me gusta, si él dice yo también diré.

—Está claro que no lo eres. —asiento.

—Bien, procedamos con el acuerdo, se estarán respetando cada pauta que haya escrita, señorita Cook si a la hora de firmar no está de acuerdo con algo me lo puede hacer saber para llegar a un acuerdo ¿Está claro? —asiento y tomo las hojas que me tiende.

—Cuanta urgencia señor Hamann, a tal punto que ya lo tiene todo preparado. —Digo con sorna, no puedo evitarlo.

—Digamos que soy como un niño cuando ve un juguete que le gusta, de inmediato quieren comprarlo y al llegar a casa sin pensarlo iniciar a disfrutarlo. —sonrío por su estúpida comparación.

—Espero y sepa jugar, recuerde que los juguetes se dañan y en ocasiones salen muy rebeldes y hasta pueden provocar daños. — reviso el contrato, al parecer todo será justamente fácil. Ahora que lo conozco no sé si hubiera preferido al viejo de la foto.

—¿Sabes que eres pasiva agresiva? Tu voz aparenta dulzura, pero tus palabras son agresivas e hirientes, —desvío la mirada del contrato y nuestros ojos quedan prendados uno del otro.

—¿Creía que por tener esta apariencia sería una niña buena, dulce y tímida? —Sin desviar la mirada y con su gesto serio comenta.

—El que estés vendiendo tu virginidad me queda claro que en lo absoluto lo eres. —escuchar eso me duele, piensa equivocadamente de mí.

—Lo bueno es que al usted comprarla me deja claro que es igual o peor que yo. —Le sonrío, no le ha gustado lo que digo, pero el que lleva, trae.

—¿Siempre tienes que tener respuesta para todo? —mi sonrisa se vuelve más socarrona.

—¿Por qué no he de tenerla? —pregunto de vuelta, su sonrisa ladeada me hace pasar saliva con dificultad.

—¿Sabes tú que serás mía una vez que firmes ese contrato y estarás a mi merced? —Soltando el bolígrafo y acomodándome en la silla apoyo mis manos en la gigantesca mesa de caobo oscuro.

—Le recuerdo señor Hamann, solo le pertenecerá mi virginidad, yo no seré suya, una vez terminemos con lo acordado me iré y toda relación entre los dos se acabará. —Su sonrisa se hace más grande y tremendamente sexy.

—Le recuerdo señorita Cook que será mía por 24 horas, debería aumentar el tiempo para disfrutarla más ¿No cree? — una pequeña risa burlona sale de mi garganta.

—¿No cree el señor que con 24 horas tiene tiempo de sobra?— niega con la cabeza.

—No me sobran... no me bastan. —asiento sin dejar mi risa burlona.

—No creo que tenga la capacidad ni la resistencia para darme placer por 24 horas, ahora claramente no le creo capaz de darme placer por mucho más —directo a la yugular y su orgullo de macho convaleciendo por mis palabras, su gesto serio e imponente, me hacen saber que le herí con lo que he dicho.

—¿Puede firmar el contrato de una vez? —sonrío triunfadora, conmigo se equivocó.

—De acuerdo señor Hamann. —Tomando el bolígrafo en mis manos y volviendo mi atención al contrato lo leo, miro tras las páginas pero estas están en blanco, no me tomo la molestia de ver la última, sé que estará igualmente en blanco. —Eso de llamarle Amo lo borraremos —digo una vez leo todo. —Quizás sea virgen pero sé muy bien lo que conlleva aquel juego, no sado, no palabras humillante, no sumisión y por supuesto no permitiré que me lastime. —Los hombres me miran y yo a ellos por turno.

—¿Señor Hamann? —pregunta el abogado, el moreno poniendo un gesto que no sé como descifrarlo asiente <<eso fue fácil>>

—En los apelativos con los que me puede llamar, jamás... jamás en su vida me llame sumisa o esclava, créame que si llega a decirme así, a su perfecta dentadura le faltará más de dos piezas. —al parecer mi seriedad y mi amenaza le causan risa, se ríe abiertamente y eso lo hace aún más sexy ¿Cómo puede ser tan perfecto?

—De acuerdo dulce ¿Así está bien? —pregunta con mofa.

—Perfecto, espero este dulce no le ocasione diabetes.

—Satisfecha con los cambios, firmo dónde me indica el abogado, se la pasa a él quien de igual manera firma.

—Bien señorita Cook. —dice el abogado. —El contrato será validado hoy mismo, como ya sabe este fin de semana específicamente el día sábado debe estar aquí a las 00 horas y se ira el domingo a las 00 horas, el atuendo, el desayuno, almuerzo y cena se le estarán brindado en la mansión del señor Hamann, el auto que la ha traído hoy se encargará de llevarla a su casa y de buscarla el día acordado. En cuanto al dinero, ya ha sido transferido a la cuenta que le pedimos que abriera, pero está congelado hasta que usted cumpla su parte del contrato. — respiro con profundidad y saco el aire por la boca <<esto lo hago por mi madre, vale la pena>> trato de convencerme a mí misma.

—De acuerdo señor abogado. —Me levanto y le tiendo la mano, el hombre con una sonrisa la recibe.

—¿Puedes dejarme a solas con ella Marcus? —suelto la mano del hombre y miro al moreno.

—Por supuesto. —el abogado nos deja a solas, yo aún sin sentarme le miro, él se levanta de su puesto y al ver su altura y el volumen de su cuerpo me hace temblar ¡Es enorme! Se va acercando a mí con lentitud mientras su mirada pasea sin pudor por mi delgado y pequeño cuerpo, ahora estoy replanteándome si todo será verdaderamente fácil. <<¿Será cuidadoso conmigo?>> Las preguntas se crean en mi cabeza sin permiso.

—No quiero que te depiles ni arregles tu cuerpo. —Su aliento mezclado con su deliciosa fragancia de BOSS pega con sutileza contra mi cara, su cercanía provocan en mi cuerpo fallos que no he de demostrar. —Yo quiero arreglarte para mí. ¿Entendido? — pasando saliva y dibujando una sonrisa despreocupada, pero nerviosa le miro a esos oscuros y penetrantes ojos, su mano arregla un mechón de mi cabello tras la oreja y se desliza con delicadeza por mi mejilla, toda yo vibro por aquel contacto.

—Vaya, no creí que el señor Hamann se le diera eso de la belleza, sin duda un mentiroso sé que es. ¿Pero dedicarse al cuidado e higiene de una mujer? —una risa burlona sale desde mi garganta, poniéndome seria le miro aun cuando lo que deseo es jadear por su contacto. —¿Qué le hace pensar que yo no esté ya depilada? —su sonrisa sale a flote mostrándome sus perfectos dientes y los hoyuelos que se le forman a los lados de los labios, se acerca por completo a mí, todo su olor me envuelve y me traslada de inmediato, mi respiración ahora más pesada me hace saber lo que pasa, ese hombre con solo acariciar mi piel provoca que mi sexo se humedezca, mi cuerpo se enciende con cada caricia que él me da.

—Eres virgen Marilí, puede que hayas intentado cortarte el vello púbico sí, pero pasado un tiempo te preguntaste a ti misma ¿Para qué hacerlo si nadie me ve? —frunzo los labios, tiene razón y eso me hace saber que no soy la única virgen que se ha follado, su mano baja por mi abdomen. —Podemos comprobarlo ahora mismo. —Joder... Su m*****a voz es erótica y me gusta, sus manos se cuelan por debajo de mi blusa, el vello de todo mi cuerpo se pone de punta.

—Vaya... Pero si el señor es un experto. —Suelto con desdén y conteniendo un gemido.

—¿Celosa? Recuerde que aquí no pueden surgir los celos señorita. —Le miro burlona, pero al sentir como su mano se cuela en mi pantalón esta vez me espabilo, no solo él puede jugar, jalándole por su camisa blanca le obligo a que se ponga a mi altura, una vez lo tengo donde quiero le doy una mirada y sin más le beso, es un beso fogoso, de esos que te llevan al orgasmo sin penetración, en un inicio él no corresponde pero se deja llevar, su lengua pasea por cada rincón de mi boca y los jadeos salen sin permiso de mí, siento como me alza sin ningún esfuerzo y me sienta en la mesa, su erección choca contra mi sexo, la pesadez con la que respira y la urgencia con la que sus labios me reclaman me hace saber que está perdiendo el control, termino aquel beso a la fuerza, los dos estamos agitados y notoriamente deseosos. <<¿Qué coño me pasa?>> me regaño.

—Me has besado. —susurra él. —En el contrato decía no besos en la boca. —me mira a los ojos y yo acalorada asiento.

—Así como decía que usted no podía tocarme hasta hacer las pruebas correspondientes. —me da otro beso.

—A la m****a! no lo soporto. —siento como va sacando eso que reprimía, sus besos y sus caricias se intensifican y yo voy perdiendo la cordura, este hombre es una gran tentación que nadie podría resistir, sus manos en mis pechos me excitan aún más, sus movimientos de caderas me hacen gemir casi a gritos, el calor que él me pasa a través de su cuerpo pegado al mío me hace sudar como una loca, la excitación es tremenda, si bien soy virgen he estado a punto de perderla con mi novio y sé muy bien que es esta sensación. La intensidad con la que me posee es delirante, apenas me doy cuenta cuando mi mano está acariciando su grandeza, es enorme. Soltándolo y apartándolo, paso saliva con gran dificultad.

—¿No crees que hemos roto ya muchas reglas? —digo entre jadeos, en serio lo deseo.

—Me deseas y yo a ti, no creo que te guste quedarte así como estás. —le miro a esos ojos que me tienen hechizada, él tiene razón, el calor que tengo en mi cuerpo solo se quitará teniendo ese sexo que él está dispuesto a darme.

—Quizás si me guste, a fin de cuentas jamás he tenido sexo y puedo vivir con eso. ¿Pero usted? —sonrío triunfadora y bajo de la mesa, él no se aparta por lo que quedamos totalmente pegados, su verga queda hundida en mi vientre.

—No me vas a dejar así. —Me advierte, sonriendo con chulería me voy apartando de él.

Addio señor Hamann, hasta pronto, jamás subestime a alguien por creer que no es experto en lo que usted sí, hay personas que aprenden con gran rapidez. —Sin esperar que me diga nada más me doy media vuelta. —Y tranquilo yo a usted no tengo que celarle, es un desconocido para mí y siempre será así. —le afirmo muy segura.

—Siempre seré ese que disfrutó de su virginidad y se quedó con su pureza. —Escuchar eso me hace detenerme y girando sobre mis talones asiento con una sonrisa.

—En efecto siempre será ese, pero para mí será un desconocido que pago un millón y medio por algo que siempre se da gratis. —Le guiño para seguir mi camino, al salir el chófer me espera, le sigo hasta el coche. Intento que el corazón retome su ritmo cardíaco y mi cuerpo su temperatura normal, mi sexo arde por el deseo que tengo, estoy muy mojada y eso es incómodo, ese hombre tan imponente, sexy y lujurioso me ha dejado loca de deseo.

—¿Puede parar aquí por favor? —veo a mi amiga en su casa, el hombre detiene el auto.

—Muchas gracias señor, que pase buenas tardes. —le dedico una preciosa sonrisa que es correspondida. Bajo del coche y mi amiga viene a recibirme.

—¿Virginidad? —pregunta con ojos entrecerrados al llegar hasta mí.

—¡Vendida! —me encojo de hombros. —Lo hice, podrán hacerle la operación a mamá y podré pagar la deuda del hospital, sin contar que viviremos mejor. —Mi amiga me abraza, ella sabe que mi vida jamás ha sido fácil.

—Me alegro mucho por ti flaca. —besa mi cabeza. —Vamos mamá nos preparó su suculento pozole. —Tomándole de la mano nos adentramos a su casa, debo comer algo antes de irme al hospital.

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