Capítulo 32: Un recuerdo hermoso.  El sonido incesante de un celular me despierta. Abro los ojos con pesadez, intentando acostumbrarme a la luz y el dolor de cabeza hace acto de presencia ahí mismo desde que despierto.Lo primero que noto al abrir los ojos mientras parpadeo, con instante insistencia estarme cuenta que no estoy en mi habitación, no es mi cama en la que me encuentro lentamente. Poco a poco los recuerdos comienzan a llegar, los recuerdos de una noche en donde no fui la típica joven qué impulsiva, decía todo lo que le llegaba a la mente.Me convertí en una mujer en una adulta, una persona capaz de sobrellevar cualquier situación de una mujer capaz de, aunque no era su área, poder desarrollar un nivel de inteligencia emocional suficiente para combatir a un narcisista egocéntrico que quería aprovecharse de ella.Logré hacer el nego

Capítulo 35: El infierno.  En el instante en que me monto en el taxi, comienzo a ver el celular, la cantidad de llamadas perdidas que tengo de mi madre son irrisorias al igual que las de mi hermana mayor y mi padre.Me arrepiento de inmediato por haberme largado sin mantenerla al tanto de la situación, sin decirle si estaba viva o muerta. Tengo 18 años, pero sigo viviendo bajo el mismo techo que mis padres y debo de respetar, así que aceptó por completo la reprimenda que me espera en casa desde ahora me mentalizo.Intento mantener la calma con la pérdida de memoria de Timotheo, una pérdida momentánea que tan solo me afecta a mí.Ahora la única que recuerda que hicimos el amor soy yo, la única que recuerda haber disfrutado tanto la noche anterior y eso me duele tanto porque creí que finalmente íbamos tener eso que yo ta

Capitulo 36: Tranquila, que todo pasa.  —¡Meldy! —Grito nada más ver como ella acaba de golpear a Neny. —¡¿Que Diablos te pasa?Ella se gira hacia mí y coloca la mano en su boca.—Perfecto. Llegaste justo a tiempo para ver cómo tu hermosa princesita…—Comienza ella a hablar, enojada mientras deja la mano en su mejilla.—Neny…—Le digo mirándola y con deseos de abrazarla y consolarla, con deseos de protegerla del mundo y de todas las personas que quieren hacerle daño. Aún así, me contengo y aprieto los puños, guardando la manos dentro de los bolsillos de mi pantalón. —¿Estás bien?—¿Es, en serio? ¿vas a preguntarle si está bien cuando ella es la que ha estado ofendiéndome durante todo ese tiempo? —Melde sacude