Capítulo 7: Poderosa

Se supone que al ser una chica fantasma no me asuste con facilidad, pero esta pequeña casa me pone la piel de gallina. No ayuda la corriente que corre por mi cuerpo y se concentra en mi entrepierna. Estoy sin cuerpo humano, tan incorpórea como debo serlo, pero siento que mi parte de chica palpita. La vergüenza me traga, los nervios hacen que juegue con mi cabello dando vuelta en el dedo.

—Puedes dejar de gravitar tanto —pidió con voz amortiguada Berwin.

Estoy tan despistada en mis sensaciones que no me fijé que parecía una bola de ping-pong flotando alrededor de mi lobo. Se me escapó la risa y levanté los hombros restándole importancia. Es que su cuerpo y el mío eran dos imanes. En ningún momento deseé poseerlo. El único anhelo era rozar cada parte de su enorme cuerpo antes de desvanecerme. La señora intimidante golpeó con su mano la mesa y se me fue un remilgo.

—Detengan su calenturiento y tomen asiento —nos mira a cada uno—, antes de que los saque a patadas —aumentó la voz la intimidante médium.

Sin protestar Berwin se sentó sobre sus rodillas y floté alrededor de ellos. 

—Es mejor gravitar a su lado —comento para aligerar el ambiente.

—Te atormenta no saber nada de tu vida —la señora fue al grano y me detengo a centímetros de su rostro.

—¿Eres buena? —Solo quiero alargar su próxima petición

—Que estemos comunicándonos en este momento, responde tu ridícula pregunta —levantó sus cejas como si hubiera sido un crimen abominable y no una interrogante casual.

—No pierdas el tiempo, poséeme —murmuró aburrida y a ese pedido temía.

No me da buena vibra, nunca lo he hecho y no estaba en mis planes a largo plazo. 

—No me gusta la idea, mejor nos vemos después Berwin —me desvanezco. 

—Jamás te creí miedosa, es increíble —se mofó Berwin y cruzó de brazos.

Aparezco de momento en su rostro y no se asusta. Esperaba mi aparición y su mirada de superioridad me enoja.

—Miedo —resoplo indignada—, ¿cuándo has visto un fantasma asustado? —murmuro y se rió en mi cara el atrevido.

—Decídete niña —la irritable vocecita de Imogen me hace girarme y sin darle tiempo entro en su cuerpo.

La sensación es extraña, levanto las manos de la señora y las miro detenidamente. No me agrada estar en su cuerpo, es como si estuviera espiando a la señora cuando se da un baño. En el rostro de Berwin se le ve nervioso y miren quien era la miedosa. Se me ocurre sacarle la lengua y consigo que se sonría con esos dientes de comercial de pasta dental. Los ojos los pongo en blanco y levanto los rotos de la nariz. 

—Es un poco espeluznante Bellicienta —un gato maúlla y él se giró hacia la ventana.

—¿Asustado? —susurro sarcástica.

—Más bien precavido —se defiende y sonrío.

Lo que daría por ver el rostro de Imogen sonriendo.

—Sácame una foto sonriendo —pido emocionada y Berwin se negó.

—De ninguna manera.

—Te besaré —pongo los labios de patos y me inclino para estar más cerca de él.

—¡Demonios Belli! —hace cruz con las manos—. No sigas, es demasiado.

Hazme el favor de concentrarte y piensa en tu último recuerdo.

Me sobresalto al escuchar en mi mente la voz gruñona de Imogen. Tendré pesadillas.

—Puedes avisar antes de gruñir en mi mente —levanto los ojos al techo—. Aunque sea fantasma debes ser considerada —hablo en voz alta y al mirar a Berwin lo encuentro con sus ojos desorbitantes.

—¿Estás hablando internamente con Imogen? —su curiosidad es grande y se acercó más a la mesa.

—Sí y no es bonito.

—Te entiendo —se acaricia los brazos.

Par de insolentes, cuando salgas de mi cuerpo los haré tener pesadillas por un mes. 

—¡Hey, relájate señora! —levanto las manos en rendición. 

—¿Está muy molesta? —preguntó hablando bajito Berwin (como si no fuera a escucharlo) y asiento—. Mejor concéntrate —puso su dedo índice en su boca y el silencio nos rodea.

—De acuerdo —respiro profundo en el cuerpo enorme de Imogen y cierro los ojos.

Es algo inmenso, puedo adentrarme en sus gustos y sus sentimientos. Una pared negra me detiene.

No tienes que entrometerte en mi vida, piensa en tu último recuerdo. 

Sin embargo, no quiero hacerle caso a Imogen. Como si fuera una pintura descascarada le paso mi uña y quito pedazos. Poco a poco se ve una hija, rechazo y soledad. El sentimiento me envuelve y es doloroso. 

Es imposible, eres poderosa. Tienes que apresurarte, me consumes y me siento agotada. Tus recuerdos, debes tener uno, sé que tienes visiones.

Retrocedo, me aparto de su dolor. Puedo sentir su cansancio. Debo avanzar y pienso en el chico de espalda ancha con el peñón.

No lo sueltes, escarba, tú puedes.

El instinto me pide a gritos que corra y eso hago corro con todas mis fuerzas. No importando las heridas en mis pies descalzos, el miedo a ser capturada me da la suficiente fuerza para ignorar el dolor. Su risa es escalofriante, sus pasos cada vez más cerca. Cometí un grave error he llegado al río. No tengo escapatoria y eso me hace temblar de los pies a la cabeza.

—¡Alinor, Alinor lo lamento! —comentó el hombre y de pronto sentí un agudo dolor en la cabeza.

El dolor es insoportable, me sostengo las manos y se me escapó un grito desgarrador. 

—¿Qué ocurre Bellicienta? —escucho a Berwin preocupado.

Me duele niña, la cabeza es… es…

No termina de hablar Imogen y me asusto horrores. Caigo en la mesa sintiendo que el dolor me paraliza.

—¡Bellicienta sal, la nariz de Imogen sangra! —alzó la voz Berwin y me concentro para abandonar el cuerpo.

Sin embargo, el dolor me tiene amarrada. El silencio de Imogen dentro de mi cabeza me i***a a luchar. «La estas lastimando y no quieres herirla» me digo. «¡Sal Bellicienta, por un demonio sal!» Salgo gravitando y desde la altura observo el cuerpo de Imogen.

—Dime que está viva —pido desesperada y floto hacia el cuerpo de la señora inconsciente.

—Respira débil —dijo Berwin con la mano en la nariz ensangrentada de Imogen y lo veo sacar un pañuelo de su bolsillo de la camisa, limpió la sangre de la señora—. ¿Qué sucedió? —puedo ver su nerviosismo, pero eso no lo detiene de ayudar.

—Ella me pidió que viera el último recuerdo, mejor dicho la visión que vi cuando te conocí en el cementerio.

Imogen tosió, Berwin la sostiene de la espalda y la señora abrió sus ojos oscuros. 

—Señora, perdón —gravito a su lado y siento una lágrima deslizarse.

Me quedo sorprendida al sentir la gota en mi mejilla.

—Eres demasiado poderosa niña, nunca había sentido que un espíritu me paraliza —la señora admirada alzó su mano y señaló mi lágrima—. Una prueba de lo especial que eres, además de mitad fantasma, debes ser una descendiente semidiós.

—¿Descendiente? —Berwin pregunta anonadado.

—Piensa lobo, un fantasma con cuerpo, tiene visiones y añádele ese inmenso poder —se levanto de la mesa con dificultad y Berwin le dio el pañuelo, lo tomó y puso en la nariz.

—Quieres decir que la línea la cruzó Bellicienta y por eso el caos —comentó Berwin sumergido en sus pensamientos.

—Su nombre es Alinor y el hombre que te seguía estoy segura que era un licántropo —murmuró Imogen concentrada en su mente.

—¿De qué m****a hablan? —se pasó la mano por el rostro frustrado Berwin—. No estuve dentro de ustedes.

—Pienso que la muerte de Alinor, fue premeditada —dijo Imogen y mis sospechas se han confirmado. 

—¿Qué te lleva a esa conclusión? —cuestiona Berwin y su mirada intensa en la señora.

—Estaba poseído por un fantasma —respondo demasiada aturtida, me enfoque en los sentimientos que me abarcaron en el recuerdo.

En ese momento estaba viviendo todo de nuevo y no examine los detalles. Sin embargo, Imogen si pudo y me hizo virar a los acontecimientos. Pude ver la sombra oscura en la espalda ancha del tipo. Un fantasma poseyó al licántropo y sus palabras fueron.

¡Alinor, Alinor lo lamento!

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