Capítulo 9

SOFÍA

Me quedo mirando la puerta unos cuantos segundos controlando la avalancha de emociones que me tomaron desprevenida, aquellos sentimientos que no espere tener tan pronto con él.

Los celos.

Joder, estaba tan enojada. Que esa mujer entrara aquí a interrumpirnos, que ni siquiera cayera en la cuenta de que yo también estaba en la habitación, las sonrisas y sugerencias que lanzo hacia Eric, la sonrisa falsa que me dedico a mí y arghh.

Aprieto los puños y suelto el aire contenido con fuerza, respiro un par de veces para calmarme, cuando el balde de agua fría me cae encima.

¿Qué he hecho? Le acabo de cerrar la puerta en la cara a mi jefe.

Independiente de lo que llegase a suceder, sigue siendo el responsable de mi práctica. No puedo arriesgarme a que me califique mal, no puedo fracasar en esto. No me he esforzado todos estos años, para tirar todo a la basura en mi última práctica.

Pero joder, las emociones pudieron conmigo.

Sacudo la cabeza alejando todos los pensamientos y decido centrarme en lo importante, mis tareas. Suficiente arriesgado es ya el haber hecho lo que hice, no me permitiré tener otra falta que pueda darle alguna razón para que me califique mal.

Me siento tras mi silla y una vez logro despejarme de lo sucedido, pongo toda mi concentración en los documentos e informes que debo realizar.

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El día transcurrió con normalidad, no volví a ver a Eric y no sé si eso me alegra o me decepciona. Estuve a punto se sumergirme en un mar de desilusión respecto al hecho de que no volvió a buscarme, cuando escuche al señor Antonio hablando con la secretaria que Eric no estaría disponible ya que tenía reuniones fuera de la empresa.

¿Qué carajos sucede conmigo? ¿Por qué me siento así? Todo lo de él me afecta, mis emociones penden de un hilo cuando de él se trata, es como si ya no me perteneciera a mí misma, como si el tuviera el total control de mi cuerpo.

No me gusta esto y no sé si tendrá algo que ver con aquello que dijo sobre que era su compañera.

¿Él se sentirá igual? Lo dudo, debe estar feliz de la vida disfrutando. Quizás me afecta de esta manera por ser humana, por ser más débil. Me hace falta la fuerza para lugar contra esto que siento.

Entro en mi departamento cargando las bolsas de comida que compre camino hacia aquí y enciendo las luces cerrando la puerta a mi espalda. Un pequeño escalofrío me recorre ante la sensación térmica de mi hogar, no es el mejor del mundo, es lo que me puedo permitir pagar, por ende, los aislantes térmicos no son buenos y siempre esta helado.

Camino directamente hacia mi pequeño salón, dejo las bolsas sobre la mesita de centro y me acerco hacia la estufa eléctrica encendiéndola, acomodándola para que el calor llegue directamente hacia mi cuerpo.

Saco los recipientes de cartón llenos de comida china y me siento en posicion de indio frente a la mesa para cenar. Como en silencio, con el sonido de la ciudad entrado a través del delgado vidrio de mi sala de estar, no tengo televisión así que el silencio siempre es mi compañero.

Los sucesos de la mañana llegan nuevamente a mi cabeza, termino de comer pensando en lo que me paso dentro de estos días. La aparición de Tomás, su golpiza, la nueva información adquirida, Eric.

Mastique lentamente cada trozo que llevaba a mi boca, procesando la información.

Recorrí con mis ojos mi pequeño espacio y mis ojos cayeron en el pequeño montón de libros que tenía en la repisa que venía incluida con el piso. Los observe detenidamente unos momentos antes de que la realización sobre lo que necesitaba se colaba lentamente en mi subconsciente.

Deje la comida sobre la mesita, me coloque de pie y camine a mi habitación. De adentre en ella yendo directo hacia el armario donde se encontraba la caja con los libros que Tomás había dejado atrás en su antiguo departamento. Me los lleve, porque supuse que no volvería luego que termine con él, a pesar de que aquel lugar era de él.

Tomo los dos libros que guardé, aquellos que llamaron más mi atención, pero que nunca leí.

Hojas amarillas, tapa dura y desgastada. El lomo no tenia palabras escritas, solo unos símbolos, pero cuando leí la cara de ambos sus títulos me indicaron que eran ideales para lo que quería. Agarre entre mis manos el que específicamente su título decía “Hombres Lobos y sus compañeros”, guardé el otro dentro de la caja y volví sobre mis antiguos pasos hacia el salón.

Volví a sentarme en el suelo, con el calor de mi pequeña estufa calentándome y abro con cuidado el libro en mis manos. Paso los dedos por sus páginas deleitándome con el olor a antigüedad que desprende y el corrugado de cada hoja.

Al cabo de una hora dejo el libro sobre la mesa de centro, mis rodillas las llevo hacia mi pecho y las abrazo apoyando una de mis mejillas contra ellas mientras miro por las ventanas.

Las hojas de aquel cuaderno contenían justo la información que necesitaba.

Primero, es que los compañeros de los hombres lobos son aquellas personas que nacen para ellos, son su otra mitad. Una vez que se encuentran, se vuelven uno, se complementan. El nació para mí y yo nací para él. No hay género ni raza, al momento de encontrar a su compañero, ellos aman con intensidad a la persona que sea destinada para acompañarlos toda la vida.

Segundo, el lazo. Es aquello que nos une de forma invisible, son todos los sentimientos que uno puede llegar a sentir por la persona, deseo, amor, celos, posesividad. Él lo siente con mayor intensidad por ser Lobo, ya que es con aquello que ellos pueden distinguir quien es su compañero, junto con el aroma característico de cada pareja. Pero yo al ser humana no lo sentiré inmediatamente, mientras más tiempo pase junto a él, se ira notando con mayor intensidad; hasta el punto de que no podremos estar separados el uno del otro.

Tercero, la marca. Consiste en una mordida de parte suya, generalmente la parte más fuerte de la pareja realiza la mordida. En este caso sería él, ya que es un Alpha y yo humana. La marca es una muestra de unión entre ambas partes, uniendo ambas vidas por siempre. La forma adecuada de realizarla es teniendo relaciones sexuales y cuando se llega al punto máximo del clímax es cuando el debería morderme, haciéndome suya en todos los sentidos.

Y, por último, el rechazo. La única forma de poder romper el lazo que nos une. Un par de palabras que deben ser dichas al pie de la letra, sino no se cumplirían. Tanto él como yo podemos rechazarnos, pero no muchos lo realizan, por que se arriesgan a que la parte loba se debilite, llevándolo prácticamente a la muerte. Son muy pocos los que han sobrevivido a un rechazo formal.

Quizás por eso no me ha rechazado, porque significaría la muerte de su lobo. Owen.

Tengo claro que él no me quiero, el mismo lo dijo. Solo su lobo es el interesado en mí. En ocasiones llego a dudar de eso, por la forma en que mira, quizás simplemente no quería atarse a nadie y llegué yo. Arruinando sus planes.

Sobre todo, por ser humana, si de por sí ya no quería su compañera el que yo haya sido humana intensifico aquellas ideas de no querer una pareja.

Lo mejor que puedo hacer es alejarme de él, lo más que se me permita. El hecho de hacer prácticas en su empresa no ayuda, pero podríamos intentar mantenernos alejados. Quizás debería comentarle el tema del rechazo, quizás el al ser un Alpha pueda resistirlo.

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ERIC

–Vamos sube – habla con impaciencia Owen.

Llevamos alrededor de quince minutos frente al desgastado edificio de ladrillos donde vive nuestra compañera. Lo que más quería durante el día era explicarle, que no piense cosas que no son, que jamás podría volver a tocar a otra mujer una vez que la encontré a ella, pero las reuniones tomaron todo mi tiempo y recién hasta hora pude desocuparme.

Desde que la olí, desde que la toque, desde que la besé, no he podido sacármela de la cabeza y joder, sé que no la quería, pero el lazo entre nosotros esta cumpliendo su función y ahora no quiero mantenerme lejos.

–¿Crees que nos escuche? – pregunto sin apartar la vista de las ventanas –. ¿No sé enojará más?

–¿Por venir a verla? – suena confundido –. ¡OH! ¿creerá que somos psicópatas? ¿Sacar su información de la base de datos no es malo o sí?

–No – dudo por unos segundos –. O al menos eso creo.

–Bueno, no lo sabremos si te quedas aquí. Sube.

Observo una vez más mis alrededores, el lugar donde ella vive y el enojo, junto a la decepción me recorren. No es el lugar adecuado para ella, yo debería estar cuidándola, dándole apoyo, entregándole seguridad ¿y que he hecho? Hacerla sentir insegura y en menos con mi estúpido comentario sobre que era humana.

Chasqueo mi lengua antes de adentrarme en el descuidado edificio, cierro con cuidado las puertas de vidrio con miedo a que se rompan. El lugar donde debería hacer un portero o recepcionista esta vacío, nadie cuida este lugar. Nadie la cuida a ella.

Camino hacia las escaleras para subir a su piso ya que el ascensor no me da seguridad, ¿ella lo utilizara? ¿Qué pasa si queda atrapada? Llego al tercer piso y camino viendo las manchas de humedad en las paredes, el papel tapiz desgastado al igual que la madera del piso.

Necesito sacarla de aquí.

Camino más rápido guiándome por los números en las puertas hasta dar con la suya, sacudo mis manos intentando quitarme la ansiedad de encima y toco con los nudillos tres veces la madera. Agudizo mi oído cuando escucho movimientos detrás de la puerta, el calmado palpitar de su corazón y respiración se hacen cada vez más cercanos al igual que sus suaves pisadas. Su aroma a caramelo se hace más fuerte cuando sé que esta frente a la madera que nos separa y en el momento que la abre sus ojos conectan con los míos dejándola paralizada con la puerta a medio abrir.

–E-eric – tartamudea pestañeando como si fuera alguna especie de alucinación.

–Hola – respondo con las manos picándome por tocarla –. Quería verte, ¿Puedo pasar?

Su expresión se relaja y cambia mientras apoya su hombro en el marco de la puerta.

–¿Por qué debería dejarte entrar?

Joder.

–Para que hablemos sobre lo de esta mañana – una de sus cejas de eleva cuando cruza los brazos sobre su pecho –. Por favor, solo quiero que hablemos.

Owen ronronea en mi pecho por tenerla frente a él, mis manos pican por sentir la suavidad de su pelo enroscada entre mis dedos y mi cuerpo entero quiero lanzarle encima para impregnarnos con su aroma.

Me mira por unos segundos que parecen eternos, se que me arriesgo a que me diga que no y me cierre la puerta en la cara como esta mañana, pero necesito explicarle.

–Muy bien – abre la puerta lo suficiente para dejarme entrar –. Tienes quince minutos.

Asiento con la cabeza viendo como me da la espalda y se adentra en su departamento, inhalo hondo armándome de valor y autocontrol al caer en cuenta que estamos solos, en su espacio, donde todo su aroma me rodeara.

Tras paso el marco cerrando la puerta a mi espalda, doy una rápida recorrida con mi vista al lugar donde vive y en sentimiento de protección llena mi pecho al ver en las precarias condiciones que vive.

El salón y cocina no alcanzan a ser lo suficientemente grande, hay una puerta a mi derecha que se encuentra abierta dándome un vistazo a la cama, tiene un sillón gastado sobre una alfombra que decora el suelo, cortinas son delgadas y la temperatura ambiental a pesar de que tiene una pequeña estufa encendida no llega a ser suficiente. No tiene televisión, hay una pequeña repisa en las cuales puedo notar un par de libros sueltos y el sonido de viento filtrándose por las ventanas lanza un escalofrío por mi espalda.

Definitivamente debo sacarla de aquí.

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