Capítulo 7

—Luana, tú sabes bien que lo de nosotros es algo distinto —murmuro Valentino tratando de encontrar una salida a su presencia en la oficina— pero lo de ayer no puede volver a ocurrir, eso lo sabes tú y lo sé yo, te amo tanto como sé que tú me amas a mí, pero yo estoy casado y no puedo dejar a mi esposa no lo podría hacer nunca, lamento haberte puesto en esta situación — afirmo mientras volteaba la mirada tratando de ocultar una indiscreta lágrima,  además no podía volver a mirarla, sabía que si lo hacía no iba a poder resistir la tentación y la besaría.

Camino rumbo a la puerta, pero justo cuando cogía la manija ella habló.

—Tino, dime la verdad; durante todo este tiempo, alguna vez sentiste la tentación de buscarme, te paso por la mente la posibilidad de que yo aún te amara.

—A que te refieres —pregunto Valentino, tratando de relajarse, no podía comprender que era lo que lo había llevado a la oficina de ella, hacía mucho tiempo que él sabía dónde trabajaba ella, hacía mucho tiempo que la observaba trabajar, si ella supiera la verdad tal vez todo cambiaria, pero no era el momento de contárselo, aún no, tal vez nunca llegaría ese momento, pero eso sería su gran secreto.

—Es verdad lo que dijiste, nunca llegaste a olvidarme — pregunto ella mientras se sonrojaba y bajaba la mirada.

—Si — respondió Valentino mientras bajaba la mirada un tanto pensativa— hubo un tiempo en el que yo empecé a buscarte de nuevo, eso fue antes de casarme, hasta llegue a pensar que si yo hablaba contigo todo quedaría en el olvido y volveríamos a ser los de antes, pero tú te encargaste de restregarme en la cara que eras muy feliz con Nicolás.

— ¿De verdad eso hice? — pregunto sorprendida Luana, no podía creer lo que le estaba confesando Valentino, siempre había creído que él la ignoraba después de aquella despedida, pero esta confesión había llegado demasiado tarde para ambos.

Luana quiso cambiar de tema, pero esta vez Valentino quería hablar, quería decirle todo lo que había sentido por ella, lo que había tratado de hacer para que ella se diera cuenta de que le interesaba, pero al igual que Luana creía que era demasiado tarde, muchas cosas habían pasado entre ellos, pero el escollo más grande era que él estaba casado, y eso ninguno de los dos podía olvidar.

Mientras Luana daba vueltas por la oficina tratando de contenerse, Valentino la observaba apoyado en el escritorio de ella, tratando de leer su mente, tratando de descubrir que sentía ella en ese momento.

Por ratos la sentía tan lejana, distante y había momentos como aquellos cuando le hacía preguntas en qué sentía que ella lo amaba y que estaba triste por no poder decírselo, la conocía demasiado bien como para darse cuenta de que algo le ocurría.

Se acercó lentamente a ella mientras la rodeaba con sus brazos por la cintura conduciéndola hasta el pequeño diván que había en la oficina, le acaricio los cabellos como lo hacía cuando eran novios, cuando nada hacía presagiar la separación de ellos, hubiera querido decirle que aún sentía algo por ella, que todavía la amaba que lo que le había dicho el día anterior era cierto, que ya no podía vivir sin ella, pero tenía miedo de que la magia se terminara y que ella lo rechazara.

En silencio ambos pensaban en lo que sentían y mucho rato después, Valentino decidió que debería enfrentar todo, no era justo que después de tanto tiempo de amarla en silencio no pudiesen estar juntos, aunque ella no dijera nada al respecto, él sabía que Luana también lo amaba.

—Luana, quiero decirte algo que me quema el alma, algo que hace mucho tiempo quería decirte.

—Yo también tengo algo que contarte, dijo Luana con los ojos cerrados, mientras pensaba en la forma en que Valentino iba a tomar su confesión.

—Entonces cuéntame tu primero — respondió el mientras la miraba a los ojos— creo que con eso estarás más tranquila y tomaras lo que te cuente con calma.

—Ya sé que tu esposa está muy enferma—dijo ella de pronto —  el día de hoy me entere—murmuro muy quedo Luana.

El corazón de Valentino dio un brinco, se esperaba todo menos eso, ahora que por fin había decidido decirle la verdad sobre sus sentimientos, ahora que se daba cuenta de que ya no podía seguir viviendo sin ella.

—Quien te lo dijo — pregunto Valentino sin deseos de saber la respuesta.

—Fue mi madre, tu tía se lo contó a ella, pero lo que me tiene así —prosiguió ella— es que yo aún te amo, y no puedo quitarte de mi mente, aunque sé que eso está mal, me siento confundida, hubiera querido que esto nunca pasara, pero al mismo tiempo lo deseaba, en el fondo sé que aún te amo, que nunca deje de hacerlo, estoy confundida y lo único que hago es llorar y pensar en ti, en lo tonta que fui cuando te dejé aquel día.

—Yo también me siento mal, por esto, sé que, si nunca me hubiera acercado a ti nuevamente, nada de esto estaría pasando, perdóname por favor, no quise que sufrieras de esta forma.

—No puedo olvidar lo que paso, aunque me avergüenzo de lo sucedido, ya no hay remedio, lo hecho, hecho está.

—Lo sé— murmuro Valentino— mientras rogaba en su interior que Luana no le dijera nada más, quería seguir creyendo que no existía nada más en ese momento, nada más que ellos dos.

—Nos besamos — dijo de pronto Luana, mientras su rostro se sonrojaba nuevamente— Tú y yo nos besamos y no me importo nada en ese momento, me siento tan mal, siento que soy una mala mujer por aprovecharme del esposo de una mujer que está enferma y que no puede defender su matrimonio.

Podía sentir a lo lejos la respiración entrecortada de Valentino, nunca lo había visto así, por momentos temía que él fuera a decirle aquello que ella había esperado durante tanto tiempo, lo miraba y no podía creer que lo tuviera tan cerca, estaba tan cambiado no quedaba nada de aquel muchachito delgaducho, ahora él tenía un porte atlético, tan varonil, ella sentía que su interior iba a explotar en llamas, no podía resistir más tiempo su cercanía sin precipitarse sobre él y besarlo, trato de levantarse de aquel lugar, pero sintió las tibias manos de él sobre las suyas y se contuvo.

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