Isabela

Xander es un personaje, tiene un poder enorme, su música llega a países que no hablan ninguno de los idiomas que él, pero, la gente corea sus canciones y las disculpa sin entender por completo lo que dicen, pero lo disfrutan y él adora esa atención y ama los viajes, mezclarse con la cultura, pero mi esposo es un adicto y los cambios de rutina no son buenos para él, ni las personas con muchas ganas de divertirse o los que le regalan la droga porque es Xander. 

Al principio pensé que era solo marihuana y no soy fan del olor que deja, pero, le quiero y le ayudaba a dormir y pensé que era mucho mejor a que anduviese sin dormir o bebiendo licor como un loco. Luego me decepcioné cuando nos fuimos de gira por el mundo y no era solo marihuana o el alcohol, el vicio también dejó de ser social y se convirtió en algo diario, por último entraó a nuestras vidas las pastillas de éxtasis y cocaína. Xander y yo hemos ido a terapia; individual y en pareja, le he enviado a rehabilitación he intentado, pero, todas las personas con título, los que le conocen, los que le admiran y aman saben que Xander no debería volver a los escenarios. Lastimosamente hemos pasado ya ese punto en el que quiere pedirme perdón y hacer todo lo que le digo y está en esa fase en la que quiere volver a cantar y tampoco se conforma con grupos pequeños de gente. Hoy empieza mi papel como dulce esposa y no quiero pensar que no le estoy dando a Xander lo que quiere, pero, es difícil apoyar algo que puede acabar con mi esposo. 

—¿Dónde está Xander? —pregunté a su nueva representante porque me ha despedido para poder hacer con libertad lo que se le da la gana. Ella se encoge de hombros y me quedo mirándola seria. 

Quiero ahorcarle con mis propias manos porque si no puede manejar encontrar a mi hijo en un espacio seguro, que es su casa, no entiendo cómo lo maneja en espacios enormes y llenos de gente. 

No es mi hijo, es mi esposo y no es mi responsabilidad es la suya, me lo repito mientras lo busco. Sigo caminando por casa en busca de mi esposo, lo busco por todo el lugar hasta que le encuentro en el baño alistándose. 

—Bella, mi amor —dice y corre a saludarme. 

—Xander—respondí y le acaricié el rostro. —¿Estás seguro?

—Estoy seguro de lo que hago. Has estado en los ensayos, Bell. La música es vida. La música sana y es mi pasión si sigo un mes más encerrado me mato. —Atentamente mi marido. —No pongas esa carita. 

Xander se acerca y me da un beso, luego me abraza y yo suspiro. 

—No quiero hacerte prometer que no vas a usar drogas porque eso deberías hacerlo por ti. Lo que quiero pedirte, mi amor, es que te detengas cuando sientas que  no das más. 

—Yo prometo detenerme antes de siquier estar cansados y tú prometes valorar ser la mamá de mis hijos. 

Me quedé seria y le aparté. 

—He sido tu mánager, la mayor parte del tiempo tu mamá y tu esposa. No estoy lista. Tú deberías valorar por una vez Xander hacer algo por mí. Porque yo dejé a mi familia, yo me mudé contigo, yo te he metido en centros de recuperación. Limpio los desastres; te limpio el culo y la vomitada. Calmo a la prensa y elijo creer que  con las zorras que te encuentro no pasa nada y si pasa doy una mirada al otro lado.  Y a pesar de todo rezo porque estés bien porque decidas quererte y quererme. 

Xander insistió, pero me encerré en el armario. Él se fue a su concierto y yo 

preparé  las maletas, las alisté y llamé a mi papá. Me dijo que en unas horas estaría en casa por mí, estaba haciendo negocios en Nueva York y de ser necesario volaría por la ciudad para recogerme, mi papá me había pedido encarecidamente que lo dejara. Tomé mis cosas y bajé a conversar con el abogado en común y le expliqué que me iba y cuáles eran mis no negociables en el divorcio. 

—Isabela, le dijiste que te ibas. 

—No, Xander va a intentar convencerme. 

—Alguien le ha dicho ha dejado el concierto y está de camino. 

Un auto estacionó en frente y mi papá se acercó corrió hacia mí y yo me acerqué a él atormentados por la vergüenza, por aguantar, por las humillaciones que permití y por intentar curar a una persona que no quiere sanarse. 

—Isa, yo arreglo con los abogados.

—Solo quiero que nos vayamos. 

Xander entró como un loco a la casa. 

—¿A dónde vas?

—Xander, estabas trabajando. 

—Tú eres lo único que tengo. Lo único que me importa, ¿por qué te vas isabela? 

—Estás colocado y tienes que preguntarlo—respondió mi padre. 

—No te vayas, no voy a cantar, solo voy a estar aquí en casa y voy a ser tu esposo y vamos a tener un hijo

—No—respondí mientras lloraba. —Ya no puedo más y no puedo quitarte la música, no quiero estar triste porque estás con otra o desaparecido. Me estás matando, Xander. 

—Perdón, nena. 

—Nos estás fotografiando, Xander—Dije con lágrimas en los ojos. 

—Solo esta vez. Es la última vez. Haré lo que dijiste, voy a ensayar grupos, enfocarme en la disquera y en nuestra familia. 

—¿Sabías que me echaron de una campaña por tu culpa? Porque mi marido es un drogadicto que se folla bailarinas demasiado jóvenes y se escapa de centros de rehabilitación. Acabaste con mi reputación, con mi vida. 

—Mi amor no necesitas un trabajo. 

—Yo quiero un trabajo, Xander —grité y mi papá se acercó a mí y se puso en medio. 

—Yo te amo a ti. 

—Te juro que te voy a destruir—prometió mi papá. 

—Isa, Isabela, mírame. Si te vas a ir, mírame. Abrázame una sola vez. Solo abrázame. 

—¿Qué te metiste, Xander?—pregunté. —Revisen el carro. ¿¡Dónde está chofer?!—grité. —¿¡Alexander, qué te metiste!?—grité mientras le inspeccionaba.

 Xander me abrazó y pidió perdón. 

No importó lo rápido que nos moviéramos, mi esposo convulsión, cuando se detuvo yo hice RCP por casi veinte minutos y obligué a mi papá a hacer lo mismo, a los empleados y los emergencistas que llegaron tarde, tampoco pudieron hacer nada. 

Mi esposo se suicidó. 

Para más de cincuenta millones de seguidores y fanáticos al rededor del mundo, siempre seré la culpable.

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