6. Capítulo

Lo único que le preocupaba era cómo su hija podía tomarse las cosas, sabía que jamás Alicia iba a permitir que su padre estuviera con su amiga. Iba a ser todo un escándalo para ella y un golpe muy duro, pero pensar de esa forma era precipitarse a un hecho que ni siquiera había ocurrido. Pero él se aferraba a esa fiesta en la que vio a la muchacha por última vez, con ese hermoso vestido que la hacía ver de más edad y mucho más madura de lo que era en realidad, con todo ese pelo cayendo sobre sus hombros, el escote precioso en su pecho y sus ojos fijos en él. Es que esa noche él tampoco pudo quitarle los ojos de encima, y ella menos, pero ninguno se dijo nada salvo un cruce de palabras que se limitaron a un saludo inicial.

Para él no era ningún secreto que ella estaba interesada en él. Y aunque no se lo hubiera dicho nunca, él podía darse cuenta de eso en sus ojos, y era lo único que, además de su timidez absoluta, lo convencía de poder tener la oportunidad de estar con ella como había querido todo ese tiempo. Algo le decía que podrían compaginar bien, aun así, si tomaba el riesgo, dejaría en claro la situación. No quería un compromiso, no con el panorama indescifrable. Solo sabía que quería besarla, tocarla y sentirla de esa forma especial.

Ansiaba ser el dueño de su cuerpo.

***

Se había instalado en una de las habitaciones que la mamá le indicó por instrucciones del jefe, es decir, Ashton. Ya estaba sentada en el filo de la cama probando lo que sería su nueva colcha, donde pasaría las siguientes noches. La verdad es que sentía el ambiente cómodo y no debería sorprenderle, todo allí era lujo. Además, la enorme y cómoda cama tenía mesitas empotradas a los costados, y al frente una enorme pantalla plana donde podía ver sus programas favoritos. Sumado a eso, la habitación contaba con chimenea y calefacción.

No podía quejarse, tampoco lo haría si las cosas no fueran de ese modo. El hecho de simplemente tener dónde poner la cabeza y descansar era una enorme ayuda. Se puso a guardar algunas cosas de la maleta en el armario, no todo porque de repente el teléfono empezó a sonar. Dejó la labor a medias y volvió a sentarse en la cama para tomar la llamada, era de Alicia.

Toda ella sonaba muy sorprendida, incluso cuando le había avisado un poco mediante un texto, por cierto, nunca le respondió el mismo.

Suspiró.

—... Es decir, sabes que podías acudir a nosotros, pero me deja impresionada todo lo que te ha pasado. No entiendo cómo es que de pronto ella sale con eso y que no es tu verdadera madre, te ha mentido todo este tiempo. No puedo concebir siquiera la idea y no imagino cómo debes de sentirte en este momento. Así que cuentas con mi apoyo siempre para lo que necesites, allí yo voy a estar. También mi padre. ¿Ya estás en la casa?

—Así es, te dejé un mensaje explicando que estaba en tu casa y ya hablé con tu padre. Dijo que sí podía quedarme aquí todo el tiempo que necesitara, así que ya puedo sentirme un poco más tranquila. Por eso, la verdad no tenía dónde ir y me siento muy mal, pero sé que las cosas se van a arreglar, todo en su debido momento. En este instante es una mala racha lo que vivo, pero hasta lo más problemático se acomoda. Tengo fe en que todo va a mejorar y muchas gracias por siempre estar allí para mí, amiga.

Ya volvía a sentir ese nudo en la garganta tan doloroso que a veces no la dejaba hablar con normalidad. Era normal sentir esa presión y pudo contenerse para no echarse a llorar, no quería preocupar a Alicia.

—No tienes nada que agradecer, sabes que para eso estamos las amigas y siempre voy a tenderte la mano. Entonces, si mi padre ha dicho que sí, cosa que sabía que haría porque es una buena persona, me alegra mucho, por un lado, y me entristece lo que estás pasando. Pero veamos la parte positiva, yo por lo menos la veo, y es que vas a estar allí cerca de mí —chilló de pronto y la joven tuvo que alejar un poco el teléfono o la dejaría sorda.

Siempre lograba sacarle una sonrisa, ese día no era la excepción. Se sintió muy animada con lo que le decía la joven. Era cierto que podía estar más cerca de ella, por otra parte, sintió un pinchazo, porque no solo la cercanía sería con ella, sino con el señor Greenspan, que no dejaba de estar tan bueno como ese día.

¡Dios! Aunque su amiga no la estaba viendo, ni podía leerle la mente, se avergonzaba por estar pensando todas esas cosas. Sabía que no era nada bueno sentirse tan atraída por él, y tuvo la sensación de que justo esa cercanía iba a complicar las cosas, no para bien sino para mal. Su amiga no tenía ni idea de lo que ella pensaba acerca de su padre, es que le iba a dar un infarto si se enteraba alguna vez, por lo menos no lo voy a gritar a los cuatro vientos. No había forma de que lo supiera, al menos que Alicia tuviera alguna especie de poder mágico para poder leer las mentes. Solo así sabría de esos sentimientos hacia el señor Ashton.

De otra forma, no, ni siquiera era capaz de admitirlo. Le daba vergüenza.

¿Y a quién no?

Se ponía tan caliente con la presencia de ese espécimen de hombre. Ahora que hablaba con Alicia, no se apartaba de ese sentir un tanto lujurioso, causante de un montón de cosas en ella. ¡Dios! Ardor y más ardor, es lo que ella sentía.

—Sí, es verdad que vamos a estar juntas, pero no quiero ser... No quiero causar molestia. Solamente voy a tratar de venir a dormir, no quiero incomodar ni ser un mal tercio en tu familia —se atrevió a decir sinceramente. Uno de sus mayores temores era ese, sobrar o estar metida en una familia y no sentirse parte de ella. Porque la realidad es que no lo era ni lo sería, no importa el cariño que esta le tenía.

Lo único que le preocupaba era cómo su hija podía tomarse las cosas. Sabía que jamás Alicia iba a permitir que su padre estuviera con su amiga, iba a ser todo un escándalo para ella y un golpe muy duro. Pero pensar de esa forma era precipitarse a un hecho que ni siquiera había ocurrido, aunque él se aferraba a esa fiesta en la que vio a la muchacha por última vez con ese hermoso vestido que la hacía ver de más edad y mucho más madura de lo que era en realidad. Con todo ese pelo cayendo sobre sus hombros, el escote precioso en su pecho y sus ojos fijos en él, esa noche él tampoco pudo quitarle los ojos de encima y ella menos, pero ninguno se dijo nada, salvo el cruce de palabras que se limitaban a un saludo inicial.

Para él no era ningún secreto que ella estaba interesada en él, y aunque no se lo hubiera dicho nunca, él podía darse cuenta de eso en sus ojos. Eso, además de su timidez absoluta, lo convencía de poder tener la oportunidad de estar con ella, como había querido todo este tiempo. Algo le decía que podrían compaginar bien, aunque al tomar el riesgo dejaría en claro la situación. No quería un compromiso, no con el panorama indescifrable que había. Solo sabía que quería besarla, tocarla y sentirla de esa forma especial.

Ansiaba ser el dueño de su cuerpo.

***

Se había instalado en una de las habitaciones que la mamá le indicó por instrucciones del jefe, es decir, Ashton. Ya estaba sentada al filo de la cama probando lo que sería su nueva colcha, donde pasaría las siguientes noches. La verdad es que sentía el ambiente cómodo y no debería sorprenderle, todo allí era lujo. Además, la enorme y cómoda cama tenía mesitas empotradas a los costados, al frente una enorme pantalla plana donde podía ver sus programas favoritos, sumado al hecho de que la habitación contaba con chimenea y calefacción.

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