5. Capítulo

Cierto o no, estaba a punto de dejar que permaneciera allí en la mansión. Tampoco es que pudiera negarse, tomando en cuenta que se trataba de Hope, amiga de su hija, casi como una hermana. Desde hace algún tiempo, ellas eran muy cercanas, por lo que también era un peso para que ella pudiera estar ahí. Observó que estaba nerviosa y no dispuesta a contar la verdad por la que estaba pidiendo ayuda. Debía ser un asunto muy importante para ella, y por eso no era capaz de decirlo a todo el mundo, supuso en su cabeza mientras se dirigía a la joven nuevamente para hacerla sentir más tranquila.

—Descuida, no debes contarme el motivo por el que te encuentras aquí. Perdona, he sido un poco indiscreto al formular la pregunta. Solo me parece un tanto raro que de pronto estés aquí, y si necesitas quedarte, hazlo el tiempo que necesites. Desde ya, estás en tu casa. Dime todo, le haré saber a la mucama para que te prepare una habitación.

—No, es decir, siento que debo contarte el motivo por el que me encuentro aquí pidiendo ayuda. Mamá me echó de casa y no puedo entender por qué existen personas tan malas, incluso siendo tan cercano a ti. La verdad es que me enteré de que no soy su hija legítima, soy solo su sobrina, y todo este tiempo me creí el ridículo cuento de que éramos una familia. Pero todo ha sido un montaje y ni siquiera sé si soy de verdad esta persona. Esto me cambia completamente, lo siento. —susurró, mientras se limpiaba el rostro. Ya volvía a ponerse sentimental y no podía evitarlo. Todo era un revuelto intenso, y en su pecho sentía un nudo.

El hombre no iba a admitir que todo eso lo sorprendía y lo dejaba un poco perplejo, pero estar al tanto de la situación le hizo sentir más empatía hacia ella. Ya estaba seguro de dejarla quedarse en la mansión, ahora con más razón, ya que ella no tenía adónde ir. Mientras pensaba en lo que le estaba ocurriendo, sintió un poco de lástima por ella.

—Lo siento, es terrible lo que estás pasando. No se lo merece nadie y entiendo cómo debes sentirte al enterarte de algo así de la noche a la mañana. Debe ser fuerte y bastante difícil de procesar, pero sabes que cuentas con Alicia y conmigo. Nosotros podemos ayudarte en lo que desees, en lo que necesites. Así que no dudes en decirme si solo quieres quedarte aquí o si necesitas dinero. Solo dime y te lo daré. —añadió amable, pero a Hope le parecía vergonzoso decirle eso.

Suficiente con permitirle vivir allí, ¿ahora también pedirle dinero? No podía hacerlo, era demasiado para ella. Suspiró profundo y negó con la cabeza.

—No, es mucho ya lo que está haciendo. Yo debo resolver esa cuestión. —se aclaró la garganta.

—Entonces, si necesitas el dinero —adivinó él, ella asintió levemente, aunque al instante se arrepintió y negó con la cabeza. Demasiado tarde.

Ashton buscó en un cajón y puso a su disposición un fajo de billetes. Asombrada, no podía creer lo que él le daba. Simplemente no podía aceptar y ya, además, iba a endeudarse. Con lo que ganaba en el trabajo, una miseria, no sería suficiente para pagar. No podía aceptar, por lo que negó con la cabeza. Sí, declinar era lo correcto en ese momento, si no quería ponerse ella misma la soga al cuello, sin importar que sería al padre de su amiga a quien le iba a deber.

—No puedo aceptarlo. Tardaría una eternidad en devolver cada centavo. Por ahora, me abstengo. Muchas gracias por la intención y por dejarme quedar. De igual modo buscaré un lugar estos días. No quiero incomodar, ni mucho menos.

Aclaró que no era su intención permanecer allí meses, mucho menos un año. Sino solo unas pocas semanas, hasta que encontrara un lugar en el que pudiera quedarse y pagar con el sudor de su frente. Por otro lado, al hombre no le importaba si era un año o más tiempo lo que ella iba a durar allí. De hecho, cada vez que pensaba en ese nuevo presente, le gustaba más la idea, una que los iba a conducir a un laberinto de perdición, que ambos no se imaginaban, pero que estaba a punto de comenzar. Justo en ese instante en el que ella había aparecido, se adentró al juego.

—Tómalo, anda. Ni siquiera te estoy haciendo un préstamo. Yo te lo estoy regalando, porque sé que de verdad lo necesitas. Por favor, hazlo por Alicia. Ella también haría lo mismo, por favor. —insistió, y ya no pudo negarse.

—Me agrada más la idea de que sea un préstamo, porque de este modo me hace sentir mal. Ya sabes... —empezó a decir, pero fue interrumpida.

—No aceptaré un solo centavo devuelto. ¿De acuerdo?

—Yo... De acuerdo, gracias. —tomó el dinero, aunque un poco tímida.

Más al estar bajo sus potentes ojos, esos ojos azulados tan hermosos que te llevaban al cielo con solo una mirada, no quería sonar cursi, pero así era cómo su cerebro funcionaba en ese momento. Verlo de esa forma hacía que suspirara por él y sintiera muchas cosas que no debía sentir. No era correcto, no era para nada bien sentirse así. Nunca en su vida pensó experimentar este sentimiento tan profundo hacia un hombre, y menos por el padre de su amiga, alguien mayor que ella. Sinceramente, aunque no lo soltaría nunca, podría incluso ser su padre. Pero el deseo ardía. Sus ojos, de un momento a otro, la timidez dejó de ser un problema y tuvo que apretar los músculos internos de sus piernas porque el deseo se había ido a ese lugar que necesitaba un poco de atención. Y sabía que estaba mal querer ese tipo de contacto con él, simplemente no podía permitírselo. Pero ya estaba pensando demasiado, y a veces no pensar era demasiado difícil cuando se tenía el anhelo clavado en el ser.

Ya era hora de irse, lo mejor era eso, salir de allí rápidamente antes de que las cosas se tornaran más extrañas de lo que ya estaban. Ashton también podía sentir esa necesidad y sabía que sería un problema mucho más serio con ella tan cerca de él. Por ahora, le daba rienda suelta a la locura. No le importaba mantener un poco de cordura. En el desquicio, todo era mejor. El peligro, deliciosamente atractivo, y no iba a renunciar hasta conseguir enredarla en sus sábanas.

La tentación la tenía enfrente y las ansias por darle una mordida a la manzana estaban a pocos centímetros. Esos labios, que al hablar se movían lentamente e incluso al vacilar emitían palabras, él no hacía más que imaginar dándole un beso apasionado. No quería solo un roce, sino llevar las cosas a otro nivel, y estaba seguro de que pronto eso sucedería. Lo único ventajoso de todo esto es que la joven ya no era una niña, para nada. Había crecido y se había convertido en una mujer hermosa. Con su belleza lo hipnotizaba casi sin darse cuenta, y si lo hacía, entonces no lo admitiría. Pero si estaba consciente de todo lo que a él le causaba es que era preciosa.

Puso sus ojos en ella desde la primera vez que la vio, cuando solo tenía 16 años. En ese entonces se sintió como un pedófilo, un imbécil al verla de esa forma. Pero como la muchacha ya no tenía esa edad, sino que era mayor de edad, ya no se sentía culpable. En pocas palabras, lo de ellos se alejaba bastante de lo prohibido.

Y ahora que podía hacerse realidad, no podía estar más ansioso. Ni siquiera le importó llegar tarde a la cita que tenía pautada ese día, todo con tal de permanecer más tiempo cerca de ella y fijarse en la joven más de lo debido. Ahí, le daría todo lo que necesitaría y estaba dispuesto a dejarse llevar por ese sentimiento que sentía.

Más allá del solo deseo que ardía en su piel, lo que sentía hacia ella no se quedaba en una atracción sexual. Para nada, se acercaba a eso que podía llamarse una emoción recóndita y que ella había desnudado. Nunca había sido así, ni siquiera con su ex esposa, de la cual se había divorciado por problemas de infidelidad. La falta no fue de su parte, sino de ella, que lo encontró en la cama con un amigo suyo. Por supuesto, se sintió pésimo y un completo idiota por estar tan ciego todo ese tiempo y no darse cuenta de que ella lo engañaba con su mejor amigo. Desde entonces, se volvió más cerrado y no confiaba en las personas. Pero en la muchacha había recuperado una pequeña parte sin siquiera cruzar la línea aún.

Quizás ella era la solución al desgaste emocional que había tenido en el pasado y le iba a dar completamente las fuerzas que había perdido. Lo veía en su mirada, pero aún era demasiado pronto para asegurar las cosas. Sin embargo, le gustaba pensar que Hope era un ancla. Al fin podría averiguarlo.

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