Capítulo 4

Enzo

Salgo de mi habitación y de repente percibo un delicioso aroma a fresas. Maslo se inquieta y exclama emocionado:

— Mate — Sigo el aroma y veo a una loba de cabello rojo y pecas en la cara. Me acerco lentamente y chocamos, cayendo de espaldas con ella encima de mí.

— Mía— dice Maslo intentando tomar el control, mientras la observo con sus hermosas pecas.

— Tuya— responde ella separándose un poco, pero acercándose más a mí. — Mmm... ¿me puedes soltar?—

— Tenemos que levantarnos, estamos en medio del pasillo— dice un poco apenada. No quiero que se aleje, así que me levanto, le doy la mano y la llevo a mi habitación. La jalo hacia mí y la llevo hasta mi cama. Sostengo su cintura, acerco mi rostro a su cuello y le doy pequeños besos que despiertan la pasión en mi cuerpo.

— Mía— murmuro mientras la muerdo un poco. Ella suspira e intenta alejarse, pero la estrecho más contra mi cuerpo.

* Nuestra* dice Maslo. Me acomodo en la cama con ella en mis piernas, rozando nuestras partes íntimas. Ella lleva puesto un corto vestido negro. Subo su vestido acariciando su piel desnuda, provocando reacciones en su cuerpo con cada caricia. Me acerco más a ella y noto que sus ojos están rojos, sé que es su loba.

— Eres hermosa, como el color rojo en tus mejillas— le digo mientras la beso. Sigo tocando su cuerpo sobre su ropa interior y cambio de posición, colocándola debajo de mí e intentando subir su vestido. Ella detiene mi acción con sus manos y se voltea, tratando de ocultar su rostro. Le doy un beso en la frente y jadeo.

— Eres virgen— sus ojos se agrandan y desvía la mirada. Le doy un beso en la mejilla.

— Jajajaja— me rio por su reacción y ella me mira con enfado.

— Eres un idiota— una lágrima escapa de sus ojos y me empuja. Me muevo un poco, pero no logra separarme de ella. Deslizo mi mano por su cuerpo y tomo el borde de su vestido, subiéndolo hasta su cintura. Descubro que lleva unos pantis con corazones, ¡qué tierna es!

— Lamento lo ocurrido, tu olor es simplemente irresistible— ella me besa torpemente pero apasionadamente...

Toc, toc, toc. Unos golpes en la puerta interrumpen mi descanso. — Maldición— murmuro mientras me levanto de la cama.

— Enzo— llaman. Es mi delta, Joel. Acomodo mi ropa y paso mis dedos por mi cabello intentando ordenarlo un poco. Le hago señas a mi compañero para que se quede en la cama y salgo a abrir la puerta.

— Recuerda la fiesta de bienvenida, tu padre te busca— me dice con curiosidad.

*Maldición, ¿qué hago ahora?*

*Dile que busque a mamá, pero cuéntale lo que está pasando.* Mi mente está hecha un lío, no sé si contarle, pero no tengo opción.

— He encontrado a mi compañera— le digo a Joel, quien abre los ojos y me mira.

— Mat...— las palabras no salen de su boca.

— Por favor, dile a mamá que la necesito en mi habitación— él solo asiente y sale por el pasillo. Regreso a la habitación donde ella está organizando su vestido y yo intento disimular mi notorio bulto entre mis pantalones.

— Tengo que irme— ella dice mirándome a los ojos.

— Mi padre debe estar preocupado. ¿Puedes mostrarme el camino?— La miro fijamente, es hermosa.

— Sí, pero necesitamos hablar con Sofía— ella se sienta en el sofá y mira a su alrededor. Nos quedamos en silencio unos minutos hasta que tocan la puerta. Sé que es mi madre, mi padre y Joel.

— Pasen— les digo. Mi madre es la primera en entrar, me mira y luego a ella.

Ella se levanta y hace una reverencia. Mi madre se acerca y la abraza.

— Bienvenida a la familia. ¿Cuántos años tienes y cómo te llamas?— Ella responde mientras mi madre la abraza.

— Me llamo Ana y tengo 20 años— dice.

— Diosa luna es una cachorra, pero con cuerpo de diosa— comenta Maslo en mi mente.

— El rey Erick, el padre de Enzo— mi padre le da un apretón de manos al cual yo gruño. Mi padre me mira con esa mirada que dice "me estás poniendo furioso".

— ¿De qué manada eres?— ella lo mira al alfa y le sonríe con ternura. Por qué tiene que sonreírle a mi padre.

— Soy de la manada Luna Azul, soy la futura alfa suprema— solo quiero ser yo quien provoque esa sonrisa en ella.

— Pero...— dice mi padre mientras se toca la cara pensando. — Tu padre tiene 15 hijas —

¡Son 15 mujeres!

— Sí, así es, alfa. Mis hermanas son mayores, pero ninguna quiso el puesto de alfa.—

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