Capítulo 9

—¿Se puede saber adónde vamos? —cuestioné en cuanto el pánico se apoderó de mí al ver que caminábamos a toda prisa hacia un carro negro blindado.

Pero Lenin no dijo nada, se guardó todo para él y con empujones me obligó a entrar al auto, estando dentro, le dio instrucciones precisas al chofer quien echándonos un breve vistazo a través del espejo retrovisor, asintió y encendió motores. No tenía idea alguna del lugar al que nos dirigíamos, pero mi mente revolucionaba y no dejaba de imaginar los posibles escenarios a los que me enfrentaría. Mis ojos localizaron la manija de la puerta pero poniendo los ojos en blanco supe que era la idea más absurda que se pudiera cruzar por mi mente, después de todo estaba segura que todo el auto estaba perfectamen

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