Capítulo 5

Regreso a mi apartamento, me cambio rápido y con la ropa deportiva puesta, decido correr en la caminadora, la ventaja de tener una, es que puedo usarla en cualquier momento, haya frío, lluvia o sol inclemente, lo malo; no respiro aire fresco, ni veo a la gente pasar a mi lado, aunque no me gusta interactuar con el mundo exterior siempre me ha gustado observarlos, ver la vida en movimiento a mi alrededor.

Mi mente no para con los acontecimientos de esta mañana. Irina debe de estar equivocada, es imposible que el señor, Novikov esté sintiendo algo por mí, o que yo le haga sacar nuevas sonrisas «porque de seguro tú no sientes nada por él, ¿verdad?» ¡Estúpida conciencia y malditas mariposas! Había estado bien sin ustedes.

El sonido del teléfono interrumpe mi verborrea mental.

—Hola, tío Adam, ¿cómo estás? —pregunto al ver su nombre en el identificador de llamadas.

Hola, pequeña. Todo bien, te llamo para que concretemos la reunión anual con la junta directiva de los laboratorios. No me hago más joven y pronto deberás tomar decisiones con respecto a tu patrimonio —menciona con su voz apacible y sin sobresaltos.

Suspiro con pesar y me golpeo la frente con la palma de mi mamo, lo había olvidado por completo. Paro el aparato de manera que pueda conversar con mi tío si estar jadeando acelerada.

—Tío… tú mejor que nadie sabe lo que pienso al respecto. No lo necesito, ni lo quiero, con lo que tengo me basta —coloco la mano sobre mi pecho y siento mi cicatriz, lo que me hace soltar un profundo suspiro y le repito—. Con lo que tengo, es suficiente, pero estaré ahí y seguiré apoyándote en lo que decidas, nadie mejor que tú para seguir a la cabeza. Con el tiempo, Mark podrá hacerse cargo, ¿no lo crees?

Agradezco mucho tu plena confianza en mi persona, McKenzie, pero a John le habría gustado que te hicieras cargo —menciona a mi padre y siento un vuelco en el corazón—. Mi hijo todavía está estudiando el posgrado y no puedo considerarlo como una solución a corto plazo. Tú eres la más capacitada para el puesto. Mark, te servirá de asesor y puede ser que en un futuro…

—Tío —corto su discurso de forma brusca—, ya veremos, ¿sí? Tampoco es que estés a un paso de la tumba —digo en tono de broma para aligerar la situación que me atormenta.

El hacerme cargo de los negocios que eran de mi padre me pesa y por eso lo he evitado a toda costa. Escucho su risa al otro lado, secundando mi fingido tono jovial y me relajo. Estoy segura de que ya claudicó en su empeño.

Está bien, mi niña. El miércoles de la semana próxima nos veremos, mi Anna está ansiosa de tenerte entre nosotros, ya sabes cómo somos los viejos. Y ese tema tenemos que tratarlo hija, aunque lo evadas.

—Lo sé, lo sé… Dile, a tu esposa que pronto nos veremos y tío… gracias.

No tienes nada que agradecer, quería mucho a tus padres, eran mi única familia y estoy aquí para ti, recuérdalo siempre, hija.

Cuelga y mis lágrimas se derraman por la ausencia que siento y la sinceridad de las palabras de un ser que sin tener una gota de sangre mía corriendo por sus venas, me quiere tan incondicional. Con el teléfono todavía en mano, voy hasta mi escritorio y me siento a soltar el dolor que se niega a dejarme un respiro. Suena de nuevo y me pregunto qué se le habrá olvidado contarme, si es para seguir insistiendo, ya no quiero seguir con eso y sin ver en realidad quién es, contesto.

—No quiero seguir hablando del tema, tío. Por favor, déjalo… —La voz quebrada por el dolor y el llanto, provocan que suene más ronca de lo ya es.

¿McKenzie…? no soy tu tío. —Me tenso como una cuerda al escuchar ese acento y esa voz,  trato de aclararme la garganta antes de contestar.

—Señor, Novikov; disculpe, éste no… no es un buen momento, si necesita algo, envíeme un correo y trataré de solucionarlo lo antes posible.

Sí, necesito algo, o mejor dicho a alguien. Necesito verte… Imagino que no querrás reunirte conmigo, sin embargo ¿podrías aceptarme una video llamada? Por favor.

El cúmulo de sentimientos desatados desde que este hombre entró en mi mundo va a provocar que termine loca. La computadora pita y yo con el celular en mi oreja y mi cordura de vacaciones, acepto la llamada.

Escucho un «gracias» apenas audible y su rostro aparece en la pantalla. ¡Debe dolerle la cara, el ser tan guapo! Maldigo mi debilidad al recordar mis fachas y ya es demasiado tarde para cambiarme. Sorbo la nariz, como puedo, y limpio la cara con el paño que llevo en el cuello.

—¿En qué puedo apoyarlo? —pregunto después de intentar reorientar su mirada a mi rostro porque en estos momentos, juro que ha visto las alas de una de mis mariposas tatuadas.

Sabe que lo agarre en el acto y sonríe el muy ladino, estoy por creerle a Irina, lo de su raro interés en mí, aunque parezca una locura.

Se aclara la garganta antes de hablar.

—Deseaba preguntarte, si lo que dice mi hermana es cierto, sin embargo… me preocupa más saber, ¿por qué estás así? —Su voz en verdad suena preocupada.

—Es algo, que no tiene importancia, no debe de preocuparse, por mis asuntos personales, no acostumbro mez…

—No se te ocurra decir que no debo preocuparme —me interrumpe con el ceño fruncido y ahora su tono de voz es áspero—. Me gustaría no hacerlo, pero me importa y me preocupa verte así.

Al escucharlo hablar con tal sinceridad, mi muy lastimado corazón llora y mis sentimientos entran en una batalla, donde el dolor ante el pasado irreparable y la esperanza de no seguir con esta vida solitaria, luchan cada uno por salir vencedor. Mi rostro es un mar de lágrimas para el momento en el que termina de decir la última frase.

—Yo… lo-lo siento. Es que no estoy acostumbrada que a nadie fuera de mi familia y con tan poco tiempo de conocerme le importe y, mucho menos acostumbro a contar mis problemas. Y despreocúpese que, visto de manera objetiva, no es tan grave —aspiro una bocanada de aire para darle mis razones reales—. Son las fechas, es la ausencia de ciertas personas importantes e irreemplazables para mí.

—Comprendo, y me gustaría poder decirte que con el tiempo mejorará, por experiencia te he de confesar que no cambia en nada el dolor que deja la partida de nuestros seres queridos, siempre estará ese vacío, ese rincón en tú corazón que nada ni nadie puede llenar, solo te corresponde hacer espacio dentro de él, para que otros puedan entrar, estar a tu lado y poder calmar un poco la ausencia—. Sus ojos ahora son un reflejo de los míos, me doy cuenta de que al igual que yo, él sufre por la pérdida de sus padres y sus palabras alivian un poco mi sufrimiento.

—Gracias por sus palabras, las aprecio mucho —respondo con sinceridad al sentirme conectada con él—. Ahora, dígame, ¿qué es lo que desea de mí? —pregunto secándome la cara, para pasar la página y salir de la nota triste y melancólica de la situación. Quizá, si se trata de trabajo, me sirva para poder entretenerme y sea más llevadera la noche.

—Mejor no preguntes… —contesta con un tono pastoso en la voz que rápido la aclara y continúa—. Mi hermana me dijo que habló contigo, se inventó un encuentro casual en el que ella asegura haberte conocido e invitado a la fiesta del sábado, misma que planeo cancelar. Ese es el motivo por el que llamo en primer lugar y, en segundo lugar, si es verdad que ya conoces a Irina y además manejas mis cuentas bancarias, creo que es lógico que me tutees, dado que existe un grado alto de confianza entre nosotros.

—Pues… sí, conocí a su… —por la cara que pone corrijo de inmediato—, a tu hermana y, sí, me invitó a su… a la fiesta. Intenté convencerla de que no sería buena idea y menos con la cancelación inminente, pero no es fácil de disuadir y está empeñada, no solo en que asista a la dichosa fiesta, sino que intente por todos los medios de convencerte para que se realice —Su cara justo ahora es un poema entre incrédulo y furioso—. Quiero que quede claro algo, nada de esto ha sido mi idea. Y que si se lo cuento… te lo cuento, es porque no me gustan las mentiras ni las medias verdades.

Esto de tutearlo no me está saliendo.

—Conozco a mi hermana y sé que ella sola se basta para tales enredos. Continúa con la historia, por favor.

—Yo… yo bueno, solo… me comprometí a hacerle… hacerte ver las pérdidas de dinero que generaría la cancelación, que no son pocas en realidad, sin embargo, puedes cubrirlas con facilidad y con lo de asistir, todo dependería de, si se cancela o no.

Una sonrisa malévola se forma en su atractivo rostro, indicando que algo está planeando en su cabeza.

—Si dices que lo puedo cubrir, eso no será problema. De manera que puedo proseguir con mis planes… Ahora respóndeme con sinceridad, ¿vendrías como mi acompañante, durante toda la noche?

¡En definitiva, está loco! Una cosa es ir como una invitada más, pero como su acompañante, no lo creo.

—No creo que sea buena idea, solo soy su… tu empleada e involucrar más de lo que corresponde en esta relación laboral, no es bueno. Además, de seguro que tienes mucha y mejores candidatas que yo.

Se recuesta en su sillón y cruza los bazos en su pecho resaltando todos y cada uno de los músculos magros que se marcan a través de la impecable camisa blanca que lleva puesta.

—Estoy de acuerdo contigo, no obstante, no quiero a nadie más a mi lado y, ya conociste a mi hermana, sabes cómo es. Porque con ella solo se necesitan cinco minutos para darte cuenta de que no recibe un «no» por respuesta, así que, haremos esto, te dejaré la decisión a ti. Si vienes a la fiesta como mi acompañante se hará, y todos recibiremos lo que queremos de la dichosa reunión, si no vienes y decides que el conflicto de empleador-empleada es insalvable, no se hará. ¡Eso si! Tú le darás la noticia a Irina —plantea todo con suficiencia y me devuelve una de sus peculiares sonrisas.

Debo tener una cara de incredulidad impagable, incluso dejé caer la mandíbula, por lo que necesitaré cirugía después de ese ultimátum, ya que la barbilla está en el piso.

—¡¿Me está chantajeando?! —Logro decir después de salir del shock y me levanto; para comenzar a caminar de un lado al otro en el poco espacio que tengo detrás de mi escritorio.

Hasta que escucho su carcajada y atraída como la polilla a la luz, vuelvo a sentarme de inmediato para ver el espectáculo que se me está ofreciendo en este momento. Ver a Viktor Novikov, partirse de la risa, aunque sea a mi costa, es como ver las auroras boreales del polo norte del planeta.

¡Jamás lo había escuchado reír de esa manera! El enojo que sentí minutos atrás ha quedado en el olvido.

—Lo siento —diceluego que se recompone—. Y sí, lo admito, es un chantaje. No suelo usar estas tácticas en mis negociaciones, créeme, contigo tengo que ir con la táctica más ruda de todas. Así que, o acepta mi humilde chantaje, o te aseguro que Irina te atormentará hasta en sueños.

—¿Puedo pensarlo? —interpelo un tanto dubitativa… ¿En qué agujero me estoy metiendo?

—Por supuesto, pero no respondo por mi hermana. Si tú respuesta es negativa y aprecias un poco tus oídos, retira el teléfono de tus orejas al momento de decírselo. Y, por cierto, estás hermosa —menciona con una sonrisa maliciosa. Al tiempo que levanta su mano para decirme adiós, cortando la vídeo llamada, me deja con miles de mariposas en el estómago, el rostro enrojecido y una bomba en mis manos.

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