Capítulo seis.

Salí de la ducha tras veinte minutos de deleite bajo sus refrescantes aguas y me dispuse a vestirme con la misma ropa que llevaba usando desde hace tres semanas, claro que la lavaba todos los días en el baño cuando todos estaban dormidos.

Comencé a desenredar mi cabello con las manos mientras salía de mi nueva habitación en la cabaña. Bajé las escaleras mientras tarareaba una canción de cuna y llegué a la cocina, donde Colm se comía, literalmente, a una chica pelirroja.

—Mierda. —Solté, asqueada, y alguien me tomó por la cintura, para luego ser sacada de la cabaña cual costal de papas. — ¡Luther, bájame!—Chillé al tiempo que lo pateaba.

Nuestra relación había mejorado cuando recibimos una carta enfurecida del Alpha Kyle, la cual describía explícitamente cómo era que iba a asesinarnos dentro de un mes.

— ¿Quieres que te maten?—Me gritó, perdiendo rápidamente los estribos, algo que hacía continuamente cuando estaba conmigo. — ¿Es que acaso no conoces las costumbres de los vampiros o qué?

— ¿Quién es la cazadora aquí?—Me señaló, asentí. —Ahí está, sé todo acerca de ustedes y su mundo, aunque debo admitir que no sabía que existían los trolls.

—Como sea, ¿vamos a la ciudad?

— ¿En serio lo preguntas? ¡Claro que sí!—Dije emocionada, él sonrió y caminamos a la mansión de Cedric, quien ya me trataba mejor y había conseguido que Spencer curara mis heridas por completo, dejando únicamente cicatrices blancas a través de toda mi espalda y torso.

—Debemos pedirle permiso a mi hermano para que salgas, además, mi moto está en su garaje. —Asentí y los guardias nos dejaron pasar.

Ambos nos adentramos en la mansión y cada quien se fue por su lado, él se fue con Cedric y yo con Aurora, quería ver como estaban la bebé y ella.

—Hola. —Dije entrando en su habitación, ella me miró cansada desde su cama. — ¿Mala noche?

—Y que lo digas, el tener a un cachorro del Alpha creciendo en tu vientre es agotador, más cuando es una pequeña niña que se cree futbolista o algo así. —Dijo acariciando su abultado vientre, reí y negué con la cabeza. —Ríe todo lo que quieras, cuando estés en mi lugar seré yo quien ría.

—Yo no voy a tener hijos. —Dije poniéndome seria. —Debo irme, solo quería saber cómo estaban las dos. —Y sin esperar respuesta salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

Me recosté contra la pared continua a la puerta y cerré los ojos con fuerza, apareciendo así en mi mente unos adorables rizos dorados y en mis oídos una risa de bebé. Cerré las manos en puños y la siguiente imagen que vi fueron unos preciosos ojos azules. Me llevé las manos a la cabeza y me di dos golpes en las sienes.

— ¿Hope?—La voz preocupada de Luth hizo que abriera los ojos y fingiera una sonrisa con rapidez. — ¿Estás bien?

—Por supuesto. ¿Qué te dijo el Alpha?

—Tenemos tres horas, así que andando.

Asentí y salimos de la mansión, nos subimos en una motocicleta roja con detalles negros y él arrancó a toda velocidad, dejándome sin más remedio que abrazarlo con fuerza por la cintura para evitar caer.

(...)

Luego de veinte minutos de viaje, y de habernos saltado todas las leyes de tránsito, llegamos a la ciudad. Sonreí al ver los edificios y a los taxis yendo de un lado para otro, llevando y trayendo a personas de aquí para allá. Luth estacionó la moto en el estacionamiento subterráneo del centro comercial y nos subimos en un elevador junto con otras cinco personas, dejándome prácticamente pegada a su pecho.

— ¿La tentación de estar lejos de mi te mata?—Preguntó con burla mientras me estrechaba entre sus brazos.

—Calla o te romperé el cuello. —Gruñí en su oído, él rio. — ¿A qué venimos?

—A comprarte algo de ropa, unas cosas para la universidad y de ahí al cine. Aunque no lo demuestres sé que te aburres en casa y más con ese estúpido rompecabezas, lo has armado ya unas… ¿qué? ¿Cinco o seis veces?

—Diez. —Dije haciendo una mueca, me miró boquiabierto. — ¿Qué querías que hiciera? ¿Que trepara por las paredes o algo así?

— ¿Puedes hacer eso?

—Por supuesto. —Lo miré con obviedad. — ¿Cómo crees que escapo de los vampiros viejos?—Susurré y salimos, al fin, del elevador. —Diosa, tarda demasiado esa cosa.

—Solo fueron tres minutos.

—Un elevador normal tarda menos de uno.

Comenzamos a caminar, deteniéndonos de vez en cuando frente a los escaparates de las tiendas, buscando apropiado para mí, el entorno que ahora me rodeaba.

—Aquí. —Dije entrando en una tienda donde se exhibían chaquetas de cuero y ropa oscura.

Con Luther detrás de mi comencé a ojear y sacar la ropa de sus respectivos lugares, y, lo que me gustaba, terminaba en sus brazos, lo que no, volvía a su lugar original.

— ¿Cuánto presupuesto tenemos?

—Tu salario es de cinco mil dólares, tú sabrás. —Dijo con el ceño fruncido al ver tanta ropa sobre sus brazos.

— ¡¿Cinco mil?!—Exclamé, incrédula. — ¿De dónde? ¿Salario?

—Ya lo verás la próxima semana. —Dijo con una sonrisa. — ¿Ya casi acabamos?

—Sí, ahora debo probarme todo eso y podremos irnos.

—Estás jodiéndome.

—No. —Le ofrecí una sonrisa inocente y caminamos al probador, él dejó toda la ropa encima de un banco de madera dentro de él. —Gracias. —Dije, burlona, él me dedicó una mueca.

—Iré a comprarme algo para mí, volveré en diez minutos, no salgas de aquí.

Asentí y cerré la cortina roja en sus narices, me quité la blusa de Aurora y me probé una color tinto de cuello V, asentí al ver cómo me quedaba y me la saqué por la cabeza, pasando a la siguiente de inmediato.

Luego de veinte minutos salí junto con Luth con una buena cantidad de bolsas, dentro de ellas había dos chaquetas de cuero, una marrón y otra negra; tres vestidos algo cortos, tres jeans rasgados, uno de mezclilla y dos negros; cinco blusas de distintos colores; dos shorts; y un par de medias. Además de dos sombreros negros, un gorrito gris y un par de botines con algo de plataforma.

—Aún tenemos tiempo para la función, iré corriendo a la manada y dejaré esto en la cabaña, prometo volver en menos de siete minutos, ve por un helado si quieres. —Dijo cargando mis bolsas, asentí y prácticamente desapareció entre la multitud.

Di media vuelta y caminé hacia una heladería, entré y pedí un helado de yogurt de fresa con cobertura de chocolate, me lo dieron y pagué, di media vuelta y salí del lugar, sentándome en una banca a esperar a Luther.

— ¿Cazadora?—Me llamó alguien frente a mí, levanté la mirada de mi helado y palidecí.

—Mentora.

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