Capítulo 6: Amigos.

Respiro profundo, tratando de concentrarme en lo que debo hacer, pero saber que ella está allí, en su escritorio tecleando afanada, con el ceño fruncido, casi sin parpadear. Con su boquita haciendo un piquito, lista para ser besada-

-¡Concéntrate!

Me regaño y ya siento que me estoy volviendo loco. En tan solo un par de días me he visto en la obligación de reconocer que Alissa me gusta de verdad, muchísimo y estoy dispuesto a trabajar en mi timidez. Esta es la oportunidad de mi vida y me vale gorro la diferencia de doce años que tenemos.

Miro el reloj, me quedan quince minutos para salir, eso en teoría, porque por estar pensando en ella, escondido aquí para no terminar como colegial enamorado todo sonrojado, me he retrasado en algo que debe quedar listo hoy sí o sí.

No podré desearle un buen fin de semana, pero creo que el lunes podré verla repuesta y sonriente. Me meto en los papeles al fin, sabiendo que ella ya no estará. Llaman a la puerta y la señora Fabiola se asoma para decirme que ya se va y me desea un fin de semana agradable.

Un rato después me veo en la obligación de ponerme de pie para encender la luz, tras de mí las luces de la ciudad iluminan la noche templada. Solo cuando la noche ya se ha posado casi por completo, termino y estiro los brazos. Acomodo todo en una carpeta, busco mis cosas y salgo de la oficina, dejo la carpeta en el escritorio de la señora Fabiola y me voy al ascensor, sin dejar de mirar su escritorio, que ha quedado ordenado y limpio.

Bajo hasta el primer piso, me despido de los guardias y salgo a la frescura de la noche, respiro hondo y camino hacia mi auto. Pero me quedo parado, mirando a una figura pequeña peleando con su automóvil.

Me acerco a ella y me paro a su lado, ella da un salto porque no se había dado cuenta de mi presencia.

-Lo siento, debí hablar antes.

-No se preocupe, de todas maneras, me habría espantado.

-Deja de hablarme de usted, al menos fuera de la oficina. Te ofreciste a ser mi amiga y los amigos no se tratan así – me sonríe y asiente -.

-Está bien, Alex – mi nombre suena tan bello en sus labios -. ¿Ya vas a descansar? Te demoraste en salir, un viernes por la noche es para ir pasarlo bien.

-Tú también saliste tarde – si no me ve, puedo hablar… respira, Alex, respira -. ¿Sin planes para hoy?

-Claro que los tengo – dice moviendo algo por el motor -. Me espera el sofá, mis pantuflas y un libro -.

-Pero te detiene…

-Mi auto no arranca, debo llamar a un mecánico y eso puede tardar horas.

-Hagamos algo, déjalo aquí y llamamos al mecánico, mientras yo te llevo a cenar y luego a tu casa, si no está listo antes de que terminemos de comer.

-No, Alex, no quiero molestarte. Además, tengo ropa abrigada y comida en el auto, no es la primera vez que me pasa.

-Puede que no sea la primera vez que se daña, pero es la primera vez que me tienes de amigo. Llamaré a mi mecánico, es rápido y confiable, mientras tú y yo iremos a comer. Vamos.

Sin esperar otra réplica de ella, la tomo de la mano, mientras marco a John, mi mecánico amigo desde hace años. Ella se suelta, baja el capó y saca un par de cosas de su auto, luego lo deja cerrado.

-No podemos ir a comer hasta que llegue John – me dice colocándose un poncho -.

-Podemos sentarnos en esa banqueta - le enseño una banqueta de hormigón medio escondida por las plantas -.

-Eh, creo que no. Llevo medias y esas banquetas son enemigas de las medias.

-Se soluciona fácil – me quito la chaqueta y la coloco en la banqueta, tomo asiento al lado de la prenda -. Ahora, podemos esperar más cómodos.

-¿Siempre eres así de amable con las mujeres? – dice sentándose a mi lado -.

-Eres la primera en toda mi vida – le digo mirando a cualquier punto -.

-Lo tuyo… supe que… que no te gustan…

-Sí. Y el que me vieran solo por mi físico tampoco ayudó mucho.

-Es que eres guapo y pues, todo entra por la vista, al menos para la mayoría.

-Y tú, ¿también te fijas en la apariencia?

-Sí y no… me gusta un hombre que se vea presentable, su ropa bien cuidada, zapatos limpios, ordenado y limpio. Pero si es inteligente, interesante, respetuoso y no me salta en los primeros cinco minutos, pues tiene más de la mitad ganada conmigo.

-Ya veo – me miro las manos y la oigo sonreír -.

-Y tú, ¿te fijas en la apariencia?

-No. Sería hipócrita que me aleje de las mujeres porque se fijan en mi apariencia, cuando yo busco en una pareja lo mismo.

-¿Tienes pareja? – observo por el rabillo del ojo que me mira y me atrevo a mirarla -. Lo siento, estoy yendo demasiado lejos.

-No, está bien, es algo que no tengo necesidad de ocultar. No tengo pareja y nunca he tenido.

-Ya, pero, al menos has tenido una aventura, un amante que no alcanzara a moverte el piso.

-Tampoco. Soy de relaciones serias y nunca he conocido alguien que quiera eso – no había conocido nunca alguien como tú, para desear algo serio en mi vida -.

-O sea… o sea que eres… tú nunca… - las palabras se le pierden, se sonroja y mira el piso, con sus manos apoyadas a cada lado de su cuerpo en la banqueta, se ve adorable e inocente -. Perdón.

-Vamos a dejar claras un par de cosas – le digo muy serio -. Tú te ofreciste a ser mi amiga, puedes preguntar lo que quieras, pero eso me da derecho a preguntar lo que yo quiera después – ella me mira con los ojos divertidos -. Deja de disculparte por tus preguntas. No me molesta ni avergüenza decir que soy virgen, que nunca he estado con una… con una persona.

-No sabes lo que te pierdes – me dice riendo. Una leve decepción se me instala, pero es lógico, es bella y debió conocer a algunos hombres antes que yo, espero que no tantos -. Nada del otro mundo, en todo caso.

-¿No te gusta el sexo?

-Mmm… sí, pero no es mi prioridad. Muchas mujeres disfrutan del acto y las admiro, yo no he tenido un amante que me satisfaga – se tapa la boca y luego el rostro completo con las manos -. Que horror, no puedo creer que diga estas cosas delante de mi jefe.

-Ahora mismo no soy tu jefe, soy tu amigo, ¿recuerdas? Al menos eres más recatada que Ignacio, soy su jefe y su amigo, y habla cosas demasiado específicas para mí.

-Él no me agrada.

-¿En serio? Cuando lo conoces mejor te das cuenta que es buena persona, desordenado un poco y mujeriego, pero bueno al fin.

-Desordenado y mujeriego… me hacen querer mantener la línea de jefe-asistente en todo momento.

-Jajajajaja, mientras que él busca la manera de sacarte una sonrisa al menos.

Me sonríe y me doy cuenta que ella a mí me regala todas las sonrisas espontáneas que siente, no se cohíbe y no me mira diferente. Ella me da seguridad, mis manos no sudan tanto y, aunque siento miles de mariposas en mi estómago, ya no son tan molestas, en realidad es una sensación agradable.

Escuchamos un auto llegar, me pongo de pie y veo que es John, le hago señas para que nos encuentre y hace cambio de luces. Miro a Alissa que me ve con la boca abierta.

-¿Qué?

-Es que eres demasiado alto, ni de chiste se me ocurre pararme a tu lado alguna vez sin tacones.

-Es solo estatura, que puede intimidar, pero te darás cuenta que soy un peluche.

-Bien, peluche, le diremos lo que sucede a tu mecánico y luego nos vamos a comer, porque muero de hambre.

Saludamos a John, Alissa le entrega las llaves y lo dejamos trabajar. Nos vamos al restaurante más cercano, mi favorito y ocupamos la mesa de siempre, la del rincón la lado de la cocina. Esta vez me miran sorprendidos, porque jamás me vieron acompañado por alguien, solo por mi padre.

Nos atienden rápido, mientras Alissa me cuenta algunas de sus anécdotas en los otros trabajos. Entre risas y gestos infantiles, nos terminamos la comida, justo cuando John me llama para decirme que nos necesita con él.

-Bueno, señorita, está reparado momentáneamente, está fallando el motor de arranque y debe reemplazarlo. Si quiere hacerlo pronto, puedo hacer un espacio para usted para el lunes por la mañana.

-¿Podrías estar sin auto el fin de semana? – le pregunto a Alissa, que se muerde el labio mirando su auto -.

-Sí, no salgo, pero me complica… ya sabes, recién estoy trabajando.

-Oh, por eso no se preocupe, como es amiga de Alex puedo repararlo y buscamos un pago cómodo, aunque no es tan caro como se imagina, entre el repuesto y el trabajo.

-Creo que así es mejor.

-Puedo llamar a mi hijo, para que él se haga cargo de transportarlo y puedo tenerlo listo para el lunes por la mañana.

-Me parece perfecto. Nos vemos el lunes.

John se despide de nosotros, mientras se acerca a su vehículo para llamar a su hijo. Alissa camina hacia la vereda, pero la tomo de la mano y la detengo.

-¿Qué piensas hacer?

-Tomar un taxi.

-Ni de chiste – ante su cara de protesta , levanto mi mano -. No, estarás más segura conmigo que un desconocido por la noche.

-Pero ya he abusado mucho de ti.

-Para nada, eso hacen los amigos, andando.

Caminamos hasta mi auto, en cuento ella se sube me doy cuenta que fue una mala idea. Ella, yo, en un espacio reducido… esto es suficiente para que me entierre en una ducha de agua fría, porque todas esas hormonas que no se me alborotaron en la juventud, decidieron hacerlo justo ahora.

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