Capítulo 7 Nadie me toma en serio.

   2 AÑOS DESPUES, EN LA ACTUALIDAD

   Hacienda La Madonna.

   —Qué bueno mijo que por fin botaste a ese administrador, solo te robaba.

   —Yo lo sabía nana, pero no quería saber nada de la hacienda. Aquí está todo lo que me recuerda a mi padre, sin embargo, aquí estoy, para bien o para mal aquí me quedaré.

   —Mi niño, debe perdonar a su finado padre, él le dejó esto con la buena voluntad de que fuera para usted y sus hijos.

   —El viejo loco solo le importaba su tierra, las futuras generaciones y mi mamá y mi hermana que eran su reina y su princesa, yo era la decepción que no le quedó más remedio que aceptar, fui su único hijo varón con la descendiente de italianos, de haber tenido otro a quien dejarle esto hubiera sido muy feliz.

   —No piense más en su papá, que Dios lo tenga en la Gloria, lo importante es que no te fuiste al Paris ese y Jacinto y yo lo vamos ayudar, La Madonna es suya, no de su papá.

   Socorro había hecho la cena y ahora conversaban en una mesa antigua que vio mejores días cuando el bisabuelo o tatarabuelo de Dante la compró.

   —Dante tu papá no era malo —explicó Jacinto—, solo era bruto, él pensaba que tú solo eras flojo porque no te gustaba quedarte viendo a las vacas bajo el sol, pensaba que solo te interesabas por cosas inútiles, no se dio cuenta de que eras muy inteligente, tu padre no aceptaba que en el mundo pudiera haber gente más inteligente que él, todos tenían que hacer lo que él dijera o eran idiotas.

   —Bueno Jacinto, debo reconocer que mi papá tenía razón, yo prefería dedicarme a otras cosas que no fuera la hacienda.

   Jacinto y su nana Socorro lo miraron comprensivos, ellos eran el capataz y ama de llaves en los tiempos que vivió Leonardo Martino padre de Dante, ahora eran ancianos.

   —Solo te diré que yo estoy viejo, pero pondré todo de mi parte para ayudarte en que La Madonna tenga su antiguo esplendor, además si eres tan sabiondo como mi mujer presume lograrás que sea mejor que antes.

   Dante se echó a reir.

   —Claro que mi niño es muy inteligente, yo vi cómo se aprendió las tablas de multiplicar, se las aprendía toditas solo viéndolas una vez, todo lo aprendía rápido, hasta a coser, yo lo enseñé y pronto hacía patrones y usaba la máquina de coser mejor que yo.

   —Sí y la azotaina que me dio mi padre cuando me descubrió aun me duele.

   —En verdad tu padre era bruto, que mis palabras no ofendan su alma —dijo Socorro persignándose—, que su único hijo varón no sería un mariposón, que coser era cosa de mujeres, por favor, si era obvio que usted era un machito, no tenía ni 15 años y ya tenía niñas y no tan niñas detrás suyo, siempre fue un picaflor.

   —Bueno el ser un sabiondo, machito y picaflor no me salvó de arruinar mi vida.

   —Mijo tú no eras responsable de tu hermana, mi niña Donna tenía 25 años bien cumplidos cuando se puso de inventadora, su madre es quien debería sentir culpa.

   —Yo sabía Socorrito, sabía que mi mamá era más niña que Donna y me hice el desentendido, solo les daba dinero y fíjate como tenía a Donna, como una cabeza de chorlito, ahora ella sola sí está haciendo algo que vale la pena y ha cambiado, me equivoqué con Donna, soy un bruto igual que mi padre.

   —Diosito no nos mandó hijos a Socorrito y a mí, de seguro porque soy muy bruto —dijo Jacinto subiendo sus hombros y concentrado en su plato de comida.

   —Tú fuiste como un papá para mí Jacinto, y ahora más, debo ver como saco esta hacienda adelante y no tengo ni idea, solo a ustedes dos para guiarme.

   —Mijo debe casarse, y claro que usted va a ser un buen padre, solo deberá aprender, con mi niña Donna no le correspondía ser padre, porque no busca a la linda muchacha que lo acompañó aquí la vez que ayudó al orfanato.

   —Socorrito es en serio, sé que quieres lo mejor para mí, pero esa chica está muy por encima de mí, es un angelito.

   —Es la ideal para que lo meta en vereda, es tan amable y buena muchacha, la hermanitas del orfanato están muy orgullosas de ella.

   —Nana, yo no quiero una esposa y acepto que para mí Belinda es una tentación enorme, pero no para casarme, eso no me tienta y ella es una buena chica, está muy ligada a los Larsson, después de la estupidez de Donna, es imposible.

   —Bueno, supongo que por la tontería de despecho de mi niña Donna dañó toda posibilidad con ella, de seguro ella también lo detesta.

   —Para que veas que ella es la única que creyó en mí, pero solo porque estaba un poco enamorada de mí, muy rápido descubrió que yo solo cubría a Donna, eso es lo peor, no puedo permitir que los Larsson se enteren que quien colaboró para secuestrar a Elena fue mi hermana, yo me salvé de ir a la cárcel, no puedo arriesgar a Donna.

   —Qué lástima, ella era la ideal para usted, pero ¿ella fue su novia?

   —No socorrito, yo me mantuve distante para no corromperla.

   —Pero que tontería, en vez de dejar que ella lo acomodara.

   Jacinto intervino antes que su mujer buscara ella misma a la muchacha.

   —Mujer, deja quieto al muchacho. Las mujeres y sus ideas casamenteras —dijo negando con la cabeza—,  mijo ¿cómo le fue en la Mágica Cascada? El joven Robert puede guiarlo hacía buenos negocios.

   —Solo para empezar, pero necesito dinero que no tengo, esto es enorme y necesita mucho.

   —Ya usted está aquí, ahora solo nos queda trabajar —contestó muy contento y optimista Jacinto.

   —Precisamente, esto es enorme —insistió Socorro—, mi niño busque la manera de encontrar una buena mujer para que lo ayude aquí, la hacienda no es solo el trabajo en la tierra, necesita de una mujer que sepa llevar la casa, Belinda sabría cómo llevar esta hacienda.

   —Pues te toca llevar tú las riendas nana, hoy vi a Belinda en La Mágica Cascada, pero está convencida de ser monja, que desperdicio —dijo negando con la cabeza.

   —Yo soy vieja, estoy para cuidar de sus niños.

   —Cállate vieja, vas hacer que Dante se largue corriendo de aquí si sigues insistiendo en que aparte de que se parta el lomo aquí, también se haga un marido ejemplar; Dante le huye a esas cosas como muchacho inteligente que es.

   —Mejor tú te callas viejo, qué harías tú sin mí, tú no eres bruto después de todo, porque te casaste conmigo.

   Dante se echó a reír, lo mejor era no opinar.

***

   —Madre con todo respeto, ya no tenemos necesidad de ser tan comedidas.

   —Belinda, yo agradezco pongas tu fortuna a disposición, sin embargo, no quiere decir que debo dejar de enseñar a todas las niñas de este orfanato la importancia de trabajar.

   Belinda y su hermana Brenda crecieron en el orfanato Sagrada Familia, pero recientemente gracias a un programa de televisión en el que Brenda participó, su abuela materna las había encontrado.

   La madre de Belinda era de familia adinerada, sucumbió con un mal hombre que solo quería sacar provecho de su fortuna, no contaba con que su padre la desconocería, pero ahora Belinda contaba no solo con una enorme fortuna, también tenía una abuela que la adoraba.

   —Lo entiendo, las niñas deben aprender un oficio, pero podemos darles algunas cosas para que disfruten más.

   La hermana Carmela estaba ya bastante mayor, pero su espíritu era inquebrantable y llevaba el orfanato con mucha entereza a pesar de su edad.

   —Belinda acepté asistir a la hermosa hacienda la Mágica Cascada, varías veces al año, allí las niñas disfrutan, acepté que equiparas un salón de computación porque es necesario y allí juegan, no aceptaré consolas de juegos. Belinda tú no lo entiendes, pero es mi deber que las chicas que crezcan en este orfanato sean mujeres de bien, que no estén pegadas a lo material, que sepan que el trabajo duro es lo que cubrirá nuestras necesidades gracias al Altísimo que no nos desampara.

   —Madre unas consolas de juego no las apartará del buen camino.

   —Pues Belinda, yo aún soy quien dirige este orfanato, por ahora no traerás consolas de juego, quizás más adelante.

   —Está bien madre, con su permiso me retiro.

   Belinda salió furiosa del despacho de la madre Carmela, ella recientemente había regresado a vivir en el orfanato ya que su abuela debía ir a España donde se encontraba la matriz principal de las industrias Gremien, Belinda decidió quedarse ya que pronto iría al convento, solo quería hacer cambios en el orfanato, pero al parecer todas sus ideas era banales o poco recomendadas.

   Ahora Belinda tenía muchas opciones para su vida, desde encargarse de la industria de su abuela que heredaría, hasta buscar un rumbo propio, pero la limitaba su timidez extrema, que ella ya veía como una enfermedad, tenía pánico a los hombres, eran pocos los hombres con los cuales ella podía interactuar sin temor, y a todos los consideraba familia, a excepción de Dante Martino, Belinda no sabía porque a él nunca le tuvo miedo, incluso, llego a pensar que si podría alguna vez vivir como mujer sería con él, una tontería imposible de considerar, por eso estaba convencida que su camino para tener paz era al servicio de religiosa y debajo del hábito.

   — ¡Jamás nadie me toma en serio! —gritó Belinda pateando una pequeña piedra cerca de su pie.

   —Belinda, ¿por qué estás tan molesta?

   Teresa estaba cerca y la escuchó quejarse como una niña, hablándole a la nada muy molesta.

   —No te había visto Teresa.

   Teresa con su hábito azul cielo y sonrisa, traía una cesta con huevos y algunos vegetales que había recogido, cuando vio a Belinda  rezongando junto a las matas de plátanos.

   —Ah…, solo compartías tu ira con las matas de plátanos, ellas pueden ser muy comprensivas al quedarse calladitas.

   —Estoy harta Teresa, me iré al convento de una vez, quizás cuando regrese dejen de verme como una niña.

   —Belinda, trabajaste como encargada del mejor restaurante de Caracas, eres dueña de una empresa y cuando entras a una sala de junta todos se levantan y se desviven en atenderte, es obvio que el mundo te toma en serio.

   —Todas esas cosas son el legado de otro, yo quiero marcar mi camino, tomar decisiones que no vengan de mi familia, a veces me provoca irme muy lejos, pero qué sentido tendría, si no tuviera este pánico de enfrentarme al mundo me iría.

   Teresa se preocupó, Belinda siempre fue su niña especial y era cierto que temía a los hombres, pero ella la vio caminando, sonriendo y conversando con un hombre muy peligroso.

 —Belinda, vi a ese muchacho Dante cuando fuimos a la Mágica Cascada, Brenda dice que estás enamorada de él ¿pensabas hablar conmigo de eso?

   —Fue casualidad que él estuviera en La Mágica Cascada, no me persigue ni me va a secuestrar. Brenda exagera, sí me sentí enamorada de Dante Martino, pero siempre fue algo platónico, no fuimos novios.

   Belinda suspiró conteniendo su mal genio, Teresa solo la estaba incordiando más.

   —Me preocupa ese hombre, es malvado, un secuestrador, Elena pudo morir por su exesposo trastornado y Dante lo ayudó, tú lo crees inocente y ahora hablas de irte muy lejos.

   —En verdad es necesario que hablemos de eso, sé que Dante le dijo a Pablo ser culpable, ya me sé la historia.

    — ¿Por qué estás tan segura de su inocencia?

   —Ya Teresa, no me preguntes, estoy molesta porque quiero hacer algunos cambios aquí y la madre Carmela no me deja, y ahora tú me incordias con ese asunto que nada tiene que ver, sé por qué lo haces, quieres enfatizar que solo soy una niña inocente que se deja engañar por cualquiera, no me da la gana de decir que es lo que me hace creer en Dante, así que olvídalo, iré al convento y luego veremos si empiezan a tomarme en serio.

   —Belinda, tú sabes que el principal valor requerido para ser monja  es la obediencia —Teresa negó con la cabeza—. Tú no estás lista para ir al convento.

Belinda solo se enfadó más.

   —Hasta cuando Teresa, te das cuenta como nadie me toma en serio, te he dicho toda la vida que quiero tomar los hábitos.

   —Lo lamento mi amor, pero tú quieres tomar los hábitos, pero ser monja es mucho más que el hábito con que nos cubrimos el cuerpo, no debe cubrir nuestro espíritu, el ser religiosa debe desbordar desde dentro con alegría y entusiasmo.

   —Alegría y entusiasmo tendré cuando todos dejen de subestimarme y verme como una niña.

   —Espero vayas a la iglesia y te confieses por este arrebato que estas teniendo.

   —Soy humana y soy capaz de tener arrebatos de ira, hasta nuestro señor Jesucristo lo tuvo con los mercaderes en el templo.

   —Nuestro señor enfureció por una causa justa, tú señorita tienes un arrebato de rebeldía y solo quieres sentirte bien contigo misma.

   —No necesito de tu permiso y lo sabes.

   Teresa la dejó alejarse, pero cuando Belinda estuvo más calmada la convenció de esperar solo unos meses para que se fuera al convento con alegría y sin resentimientos con su vida actual, Belinda lo vio justo y aceptó.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo