Capítulo 2. El pasado regresa

Ana

  • FLASHBACK

     — ¡Mírame a los ojos! —Santiago sostenía mi rostro que estaba cubierto de lágrimas, intenté separarme de él, pero era fuerte. Yo una débil. Una hoja seca a punto de desmoronarse en sus manos.

     — ¡Santiago suéltame! ¡Me lastimas! —su rostro estaba totalmente transformado por la ira.

     — ¡Dime que eres sólo mía! — sus palabras me hicieron sentir más terror del que ya tenía.

     — ¡Eres el socio de mi padre! —mi voz temblaba. Podía sentir su aliento en mi rostro.

     — ¡Dilo! —cerré los ojos fuertemente, como si eso fuera hacerme desaparecer.

     — ¡Soy tuya! —sus labios atraparon los míos bruscamente, hasta llegar al dolor. Podía decir que el sabor metálico de la sangre me hizo darme una idea a mi corta experiencia que esto no estaba bien. Él sabía cómo controlar a mi familia, aún a mis 18 años, y pese a la sociedad y el qué dirán, era suya.

     Y nadie iba a cambiarlo, a menos que yo misma lo desapareciera de mi vida...sin dejar rastro.

  • FIN FLASHBACK

     — ¡Necesito que estén a la hora acordada! — presiono bruscamente el botón de mis manos libres. Me dejo caer en mi asiento. Estoy a dos días del lanzamiento de la nueva línea de zapatillas y hay cabos sueltos. Esta mañana había amanecido de mal humor al recordar la maldita pesadilla, tres horas de sueño en total. Recuerdo el sabor del miedo. Desecho el pensamiento de pesadez, y me aferro a enfocarme a lo que realmente importa. Tengo que organizar ese pedazo del evento.

     Tenía que ser perfecto, costara lo que costara.

     —Señora Lombardi, la agencia Bennett ya tiene lista a las nuevas modelos y están en el auditorio—me informa mi asistente, asiento sin dejar de mirar mi tableta, comienzo a caminar de una esquina a otra. Tengo que entregar un gran pedido para esta tarde, los de logística estaban haciendo su trabajo, solo el servicio de envío no podía llegar a la hora acordada.

     Me detengo bruscamente.

     — ¿Agencia Bennett? ¿Dónde está Reed? —miro a mi asistente quien está pálida.

     —Señora, la agencia Reed, perdió varias modelos y nos recomendaron la agencia de Mía Bennett, tienen excelentes recomendaciones por parte de ellos, de hecho, el señor Reed informó que si tenía necesidad de confirmar las recomendaciones que podía llamarlo con confianza. Y usted me dijo que confiara en Reed…—dijo mi asistente.

     —Comunícame con Reed, ahora—sale inmediatamente de mi oficina. Otro cabo suelto.

Mi auricular se escucha la voz de Reed.

     — ¡Ana! ¡Sabía que me llamarías! ¿En qué te puedo ayudar, mi amor? —hago una mueca.

     — ¿Qué tanto puedo confiar en la agencia de la tal Mía Bennett? —suelta una risa discreta.

     —Es como si fuera mi empresa. Mía tiene un excelente gusto en todo lo que se refiere a moda, es como mi otra yo, ¡Pero en mujer, con tetas y vagina! —eso me hace sonreír.

     — ¿Qué pasó con tu agencia? ¿Por qué no me informaste de un principio que cambiarías a las modelos? ¡Sólo quedan dos malditos días Jack! —digo en tono molesto.

     Se hizo un silencio.

     —Perdóname mi amor, pero sé que tienes mucho encima en estos días y eso ocurrió ayer en la tarde, tu asistente me dijo que estabas en juntas desde temprano, además Mía tiene mucho talento y disponibilidad, algunas de mis modelos están con ella, mientras soluciono el problema—exclama con voz decepcionada.

     Tomo asiento y dejo caer la tableta frente a mí sobre el escritorio.

     — ¿Qué está pasando? Detalles, Reed—digo en tono serio.

     — ¿Recuerdas a Patrick? —inmediatamente se vino a mi mente su exnovio.

     —Como no recordarlo. ¿Qué tiene que ver él? —pregunto intrigada.

     —Le cedí la mitad de mi empresa...—abro los ojos de la sorpresa.

     — ¡¿Qué estás loco?!—me levanto bruscamente de mi lugar.

     —Lo sé, lo sé amor, ahora está chantajeando con unas malditas fotos íntimas que publicará en una revista de chismes, si no le entrego el total de la empresa...—puedo escuchar la desesperación y la tinta de vergüenza. Conocía a Jack de hace seis años por John, le ayudé a emprender su propio negocio y después empecé yo, le di capital y sorprendida lo recuperé en dos meses. Es un hombre de talento extraordinario y único.

     —Llama a Tyler y cuéntale todo. Y me refiero a TODO. —escucho un suspiro.

     —Gracias, Ana, me has ayudado siempre...—la voz se le entrecorta. Y yo no soy buena dando ese tipo de consuelo. Es una parte de mí que está bloqueada.

     —Lo hago de corazón, llama inmediatamente a Tyler, y me tienes al tanto—Colgamos.    Agarro mi tableta y cierro la oficina, camino directo al auditorio en la planta de abajo. 

     Al entrar junto con mi asistente a la reunión, puedo escuchar las órdenes que da una mujer de espaldas a nosotras, es rubia y esparce autoridad, un punto a su favor. Arriba de la plataforma hay una fila de diez mujeres altas, en distintos tonos de cabello, delgadas y en pequeños pantalones cortos. Me impresionan las piernas torneadas y bien formadas. Están sobre una copia de mi línea de zapatillas y podría decir con orgullo que lucen muy bien.

     Maldito Jack. Tenía razón.

     Mi asistente se acerca deprisa a la rubia y le informa de mi presencia, la mujer se gira rápido y a grandes zancadas con sus zapatillas de aguja se acerca a mí extendiendo su mano.

     —Señora Lombardi, mi nombre es Mía Bennett y estoy recomendada por el señor Jack Reed—se nota algo nerviosa, pero intenta no mostrarlo.

     —Sí, me acabo de enterar del asunto. Muéstrame lo que tienes…—tomo asiento en la primera fila y ella apresurada da órdenes a las mujeres quienes se esconden detrás de escena.

     Según como avanza, me está gustando como se ve mi línea. Estoy satisfecha, envío un texto a Jack diciendo mi opinión, la mujer rubia termina y se acerca a mí más nerviosa.

     — ¿Qué opina, señora Lombardi? —me quedo callada un momento.

     —La rubia número 3 cruza demasiado las piernas al caminar y la pelirroja final dobla demasiado el pie derecho. Necesito que mejores esos dos detalles para el sábado y tendrá la recomendación de Casa Lombardi Moda—sin verlo venir se abalanza sobre mí en un fuerte abrazo, así como llega se va el movimiento. Se cubre la boca con una mano al darse cuenta de su efusividad.

     —Disculpe, disculpe, fue la emoción, no volverá a ocurrir—rápido salen esas palabras de su boca.

     —Eso espero, señorita Bennett. Mi asistente le asignará la hora para la práctica antes del evento—me doy la vuelta y salgo del auditorio.

     Las modelos ya es un problema menos. Subo a mi oficina y rápidamente mi secretaria se levanta a toda prisa.

     —Señora Lombardi, tiene varias llamadas localizando su presencia…—Arrugo mi entrecejo intrigada. ¿Por qué no llaman a mi móvil? Entro irritada a mi oficina.

     Sonó mi teléfono móvil y es un número que no tengo registrado.

     —Ana Lombardi—digo en tono firme y profesional mientras me siento en mi silla frente al escritorio.

     —Ana...mi amor—esa voz eriza mi piel de una manera dolorosa. Imágenes desfilan por mi mente, gritos, súplicas, y mucho llanto.

     ¿Cómo es esto posible? ¡NO! ¡NO! ¡NO! Cuelgo el móvil bruscamente y lo tiro sobre el escritorio como si quemara.

     El corazón lo tenía acelerado del pánico. Él está muerto, esto debía de ser una alucinación. ¡Tiene que ser una maldita alucinación!

     Vibra mi móvil advirtiendo la llegada de un mensaje de texto.

     Mis manos tiemblan y dudan en tomarlo. ¡Tienes que ser fuerte! ¡Tómalo! Me grito mentalmente.

     Lo agarro y efectivamente hay un mensaje sin leer. Al darle abrir mi mano cubre mi boca para callar el grito de terror. Las lágrimas se desbordan, y el corazón no tarda en salirse de mi pecho.

"Es de muy mala educación colgar el teléfono a tu esposo"

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