capitulo 1

Dolores Se mantenía fijada en aquel hombre, de cabello negro coronado. Mientras sentía un nudo formársele en el pecho. ¿Era una posesión aquello? Respiro hondo y se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración. ¿seria obra del maligno? ¿Sería buena, o mala, aquella conexión con aquel desconocido? Una extraña conciencia la sensibilizo la piel y un fino velo de sudor le mojo la parte de arriba  del labio superior a pesar de la humedad y el frío de la estancia.

Se llevó una mano a los labios mientras los ojos del desconocido la miraban severos. No podía imaginarse aquellos labios curvándose en una cálida sonrisa. No había cordialidad en ellos; solo un duro y frio cinismo.

_ ¿Quién es? _ Pregunto en voz baja._ parece un hombre capaz de alterar el sueño.

La imagen seguía mirándola fijamente, reteniéndola presa de su mirada, como si fuera capaz de meterse en su cabeza y leer los secretos más profundos de su corazón, de modo que enrojeció. Y quizás aquellos labios se curvaron apenas perceptiblemente en una sonrisa. o quizás fuera solo un movimiento del agua. Dolores se humedeció los suyos.

Ivon se apartó de la mesa y basto con que pasara su mano para que aquello volviera a hacer un plato con agua y hiervas.

_ No sé deciros.  Esta noche todo sale gris e indefinido. pero veo dos hombres en una sombra, ambos en el contorno de vuestra vida. 

_ ¿Qué?, pero yo solo he visto uno. 

_ Son dos mi lady, un enemigo, un amigo. Y hay aliados. Ambos son de cabellos negros oscuro. Unos dignos de confianza, pero el otro resultará ser un amante, un enemigo temible.

_ Qué destino más despiadado me envía un amante. Muy bien y ¿cómo sabré cuál es cuál? ¿Como podre distinguirlos?

_ Utilizad vuestra cabeza y vuestro corazón, mi lay. ¿De qué otro modo podríais conseguirlos?

_ Lo aré si logro conseguir escapar de este lugar, que me ha enviado mi tío.

Una profunda desesperación había impregnado su voz, y Dolores bajo la cabeza como lo haría cualquier monja, pero no para orar. parecía inmensamente cansada. Cuando volvió a levantar sus ojos oscuro se veían opacos y sin brillo. Su criada rozó sus manos con la su ya en un gesto de compasión, al que Dolores respondió respirando y cuadrándose.

_ Ivon, ¿has traído lo que pedí?

_ Si mi lady, no me ha sido difícil. Las monjas me vigilan a mí mucho menos que vos. 

Abrió los otros paquetes sobre la mesa.  y dijo 

_ Esto es lo que querias:celidonia?. 

Dolores asistió con la cabeza.

_ Excelente. Para escapar al encierro no deseado o a cualquier tipo de reclusión. Que Dios me ayude, pero lo necesito. ¿Qué es todos los demás? _ pregunto Dolores.

Ivon abrió los otros paquetes y sobre la mesa quedo una mezcla de feas raíces y hojas secas. y dijo

_ Verbena, para ayudarnos a escapar de los enemigos. Y asperilla, para asegurar la victoria.

Dolores tomo con dos dedos una ramita leñosa.  Y dijo

_ Consuelda, para seguridad y la protección en un viaje largo y peligroso. Puedo necesitarla si tu visión es cierta Ivon.

Por primera vez, sus labios esbozaron una mínima sonrisa y mirada que tenía clavada en su sirvienta se caldeó.

_ No hacemos ningún daño dándole un empujón al destino mi lady!.

Ivon lo guardo todo en una bolsita de cuero cerrado por un cordoncillo y se la ofreció a su señora. 

_ Llevad la consigo mi lady. Tiene que estar pegada siempre a su piel, aseguraos de que no la vean otros ojos que los vuestro.

Dolores lo coloco, bajo su sus ropas apera de color negro, que destruía su propia belleza. Era como un castigo para una mujer. 

_ La llevaré y le pediré a Dios y su misericordiosa madre que funcione para no volverme loca en este lugar!.

_ Supongo que no hacemos ningún mal en convocar a cuantos poderes en vuestra ayuda, Milady.

Ivon, apago rápidamente las velas con un gesto rápido y se levantó. El gato se levantó también y se estiró perezosamente, dispuesto a marcharse.

_ ¡Volvamos antes de que algunas de las hermanas, se den cuentas de vuestra ausencia y flexione el brazo derecho de la sagrada obediencia!.

_ ¡Amen!. 

Replico Dolores con todo su corazón, que ya había probado el sabor del látigo. En su corazón y en su pensamiento, Dolores de Romsome, y no la hermana Dolores, algo que nunca sería hervía de ira y rebeldía, Temblaba de amarga frustración. Su vida en el monasterio de santa marta era insoportable, empezando por la horrible comida, pasando por el frío helador y las noches sin fin, hasta el agua de hielo en la que era su obligación fregar las tazas y cuencos que usaban las hermanas de mayor edad.

 Al levantar lo que quedaba de las velas, las mangas le resbalaron hacia atrás, dejando al descubierto unos huesos en brazos y muñecas demasiados frágiles, demasiados delicados, como si fuera a romperse en la primera provocación.

Nunca había sido una niña robusta, pero ahora la palidez de la piel de su rostro resultaba casi transparente, y las huellas violáceas que subrayaban los ojos demasiado profunda. Tenía los dedos enrojecidos y áspero por el trabajo duro y los sabañones. Sabía que debía comer, pero le resultaba imposible hacer pasar por la garganta, algo que no fuera un mendrugo de pan duro ayudando por una cucharada del grasiento hervido que servían.

Era una batalla constante entre su cabeza y su vientre, pero la grasa del hervido se le quedaba en la boca y el sabor acre de las verduras le revolvía el estómago.

¿Iba a pasarse el resto de sus días en aquel destierro? ¿Se haría vieja y moriría allí?

No ¡No! No podía creer que la vida fuera tan injusta, y que solo fuera a ser para ella solo aquel suplico de pobreza y obediencia, privaciones y sufrimientos hasta el día de su muerte.

Tan solo tenía dieciocho años y Dios sabía bien que no estaba llamada para ser monja. Él vería y comprendía sus sufrimientos y no podía querer encadenarla a semejante destino, a pesar de la determinación de su poderoso tío, sir latís de Romsome, de mantenerla encerrada allí hasta que se doblegase y le jurara obediencia. 

 Y no, nunca podría contraer matrimonio con Tomber vackler con el un fin de conseguir otra alianza para su familia en la marca. ¡Jamás!, se estremeció al recordar a sir Tomber, un caballero alto y flaco, ya casi sin pelo y lo bastante mayor para ser su padre, un escuerzo de hombre que se inclinó sobre su mano con lujuria escapándosele por los ojos y transmitiéndole por sus manos de dedos resecos y ásperos.

Al acceder a casarse con ella, sus ojos le habían mirado con la frialdad de un reptil, recordar el contacto con él, la hizo estremecerse. Fuera lo que fuese que la vida le deparaba, al menos había escapado a ese horror.

Dolores Donde una vez más hundiría las manos en aquella agua helada. A su mente volvió el rostro que había conjurado, la mirada intensa del hombre de cabello oscuro que le había hecho temblar. No habían sido las gélidas corrientes del lugar que había movido sus hábitos, sino que en su seno algo había florecido.

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