Parte 8.

—¿Dime que necesitabas decirme? —preguntó Alfonso. 

—Es que necesito un favor tuyo. —le dice a Alfonso. 

—¿Okey, dime? —le respondé al señor Manuel. 

—Puedes ir a supermercado un momento y traer dos botellas de tres litros de cualquier refresco que veas, por favor, es que casi no hay. —le dice el señor Manuel a Alfonso. 

—Esta bien. —Alfonso accede. 

—Toma el dinero. —Don Manuel le da el dinero a Alfonso. 

—Voy de inmediato. —responde Alfonso. 

—"Muchas gracias." —le agradece a Alfonso. 

—No hay de que. —dice Alfonso y se retira. 

—Señor Manuel, ¿para donde va Alfonso? —pregunté. 

—Lo mandé a traer unos refrescos. Ahora, necesito que te vayas para el departamento de tu amigo Keiner. —le informó el señor Manuel. 

—Pero, ¿porqué? —preguntó Verónica. 

—Keiner te explicará, yo no puedo hacerlo, ya que no tenemos mucho tiempo, ¡tienes que irte a hora mismo! —respondió el señor Manuel. 

—Esta bien, iré al departamento de Keiner. —le dije a él señor Manuel. 

—Me avisas cuando ya estés dentro del departamento de Keiner. —me dice. 

—Okey, lo haré. —le respondí.

Me fui para el departamento de Keiner, y cuando llegué toqué el timbre. La verdad es que estaba algo confundida, pero se suponía que Keiner me debía explicar lo que pasaba. 

—Que bueno que viniste. —me dice Keiner.

—Voy a avisarle por un mensaje a el señor Manuel que llegué. —le digo a Keiner.

Luego le escribí el me mensaje a Manuel. 

—Sí, avisale y si gustas, puedes tomar asiento. —respondió Keiner. 

—Listo y gracias. —le respondí a Keiner en cuanto le mandé el mensaje al señor Manuel. 

—No agradezcas. —respondió Keiner, sonriendo. 

—Ahora sí, ¿me explicas lo que pasa? —le preguntó a Keiner. 

—Claro, mirá, yo le conté al señor Manuel, sobre Alfonso.

Él decidió ayudarme a protegerte, los dos sabemos que tú fuiste amenazada, de eso estamos seguros. Yo sólo escuché que aceptabas acostarte con él, pero no supe lo que pasó antes de eso. —me dijo Keiner. 

—"En serio." —le respondí, sorprendida a Keiner. 

—Sí, espero que no te molestes, aunque no creo que lo hagas, sólo quería ayudarte con el problema. —le contesto Keiner. 

—No, claro que no me molesta, te lo agradezco mucho más bien. —respondí sonriendo. 

—No debes agradecerme nada, sé que lo que estaba pasando no era nada bueno. —me dice Keiner.

—Así es. Por cierto, ¿debo dormir aquí en tú departamento? —le pregunté. 

—No, porqué ese hombre irá a la cárcel y tú declararás, yo seré tú testigo. Sólo dime lo que pasó antes de que yo llegará. —me preguntó. 

—Okey, y bueno, Alfonso sacó una pistola y me dijo que tenía que acostarme con él, si no me haría daño, yo tenía miedo le dije que iría al baño y que pensaría la respuesta. Pero él me dijo que cómo podía estar seguro de que yo no le avisara a nadie, y yo le dije que le dejaría mí celular. —le expliqué. 

—Con razón que él me respondió la llamada. —dijo Keiner a Verónica. 

—Entonces, fuiste tú quien llamó a mi celular. Porque cuando yo llegué, ya prácticamente había terminado de hablar con alguien. —le digo. 

—De seguro que sí, fui yo quien llamó a tu celular, ya que te estabas tardando mucho. —me contestó  Keiner. 

—Comprendo. —le dije, sonriendo. 

—¿Quieres comer algo? —me preguntó. 

—No gracias. —le respondí. 

Después de varios minutos hablando, fuimos interrumpidos al escuchar la voz de Alfonso que gritaba desesperado: 

—Yo no he hecho nada, no he amenazado a nadie, suéltenme. — gritaba Alfonso. 

—Lo mejor es que haga silencio, todo lo que digas puede ser usado en su contra. —le advertía el policía.

—¿Qué está sucediendo? —se preguntaban los que estaban en la fiesta. 

—Tranquilos todos, les explicaré todo lo que sucede. —decía el señor Manuel. 

Unos días después de el acontecimiento que pasó en la fiesta de la esposa del señor Manuel...

—Keiner, puedes ir a la cárcel por ocultar esto, bueno creo que eso puede pasar. —le dije. 

—No importa lo que pase, yo sólo quiero que ese hombre pague lo que le hizo a esa pobre mujer. La mató sin piedad y yo tengo todo grabado, además les voy a comentar la amenaza que nos hizo. Es más, deberías de acompañarme como testigo y si puedo conseguir a alguien más para hacerlo, mucho mejor. —respondió seriamente. 

—Esta bien, puede ser que todo salga bien y ese tipo pague lo que hizo. —dijo, accediendo. 

—¡Así es! —Keiner me respondió sonriendo. 

—Pero, ¿quién podrá ayudarnos? —preguntó Verónica a Keiner. 

—Quizás Paulo, él que vive al lado mío. —me dijo Keiner. 

—Sí, pregúntale a él si acepta. —le dije.

—Ahora lo llamo y le pregunto. —me respondió.

—Leslie, estas cada vez más hermosa. —le dijo Enrique a una chica que estaba con él, mientras conversaban y caminaban juntos. 

—"Gracias," Enrique. —exclamó Leslie. 

—Sólo digo la verdad. —respondió Enrique con una sonrisa. 

—Okey, pero tú no te quedas atrás, cada vez estas más peorcito no crees. —reía sin parar Leslie . 

—¿Porqué me dices eso?, pensé que yo te gustaba. —dijo Enrique y luego se detuvo. 

—Sigue soñando, yo ya tengo novio, sólo quería saber si yo te gustaba. —le dijo Leslie a Enrique. 

—Eres mala, te odio. —respondió Enrique y se fue. 

—¿Ustedes que ven? —dijo la chica, preguntando algo molesta. 

—No miramos nada, vamos a dentro de tu departamento Vero. —me dijo Keiner. 

—Sí, vamos Keiner. —respondo.

—Esa chica no tiene nada de lindo y ese chico está con ella. —susurró la tal Leslie y siguió su camino. 

—Es linda esa muchacha, pero su forma de ser no es para nada linda. —le digo a Keiner. 

—Para mí, tú eres más linda que esa chica. —respondió Keiner sin dejar de mirarme. 

—Eso lo dudo, pero gracias Keiner. —sonrió Verónica. 

—Es la verdad. —Afirma Keiner a Verónica. —Y bueno, ¿quieres café?- me preguntó Keiner. 

—Claro que sí. —accedí. 

—Ahora mismo preparó café. —me dijo Keiner. 

—¡Muchas gracias! —exclamé. 

Luego de una hora, me retiré del departamento de Keiner y fui para mi departamento, cuanto llegué recibí una llamada, pero al contestar resultó ser una mala noticia...

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