Parte 6.

—¡Por favor, ya no dispare más! Ella ya esta muerta, por favor retírese. Nadie dirá nada de esto. —escuché que dijo llorando, el esposo de la mujer ya fallecida. 

—Me iré, pero les advierto que si alguien dice algo, se arrepentirá de haber nacido. —dijo eso y luego se retiró. 

Después de unas horas. 

Ya era el momento de alistarme para irme para la fiesta de cumpleaños de la esposa del señor Manuel dueño de los departamentos. 

Decidí ponerme un vestido largo, color rojo y unos zapatos de tacón de color plateada. Mi cabello lo dejé suelto. Preparé unos ricos panecillos para compartir en la fiesta. 

Salí del departamento y cerré la puerta. 

Me dirijo al lugar de la fiesta, la cual se haría en uno de los departamentos vacíos. Casualmente me topé con el chico que me gusta, pero al verme ni me saludó.

—Oye, ¿acaso yo no existo? —le dije, pero él no me respondió nada y siguió su camino. 

—¡Que grosero!. —me dije a mí misma. 

—Vero, espérame para irnos juntos.

—Keiner, una pregunta, ¿conoces a el chico que vive al frente de mi departamento? —le pregunté. 

—Sí, se llama Enrique. 

Es un chico grosero que se nota que no es nada amable. —me respondió Keiner. 

—Sí, ya he comprobado que es grosero. —le dije a Keiner. 

—Bueno, sigamos nuestro camino o llegaremos tarde y eso que estamos cerca. 

—Así es, vamos a llegar tarde si seguimos parados aquí. —le respondi y seguimos el camino. 

Al llegar a la fiesta notamos que estaban todos vecinos que alquilaban los departamentos, excepto la pareja que vivía generalmente, discutiendo siempre. Al parecer si se habían separado y se fueron del departamento en el que estaban y el hombre que perdió a su mujer en la mañana. 

—Bienvenidos, ya faltan cinco minutos para que llegue mi mujer. Le inventé que tendríamos la visita de un posible alquilador para que viniera. Así que yo voy a salir afuera a esperarla, ya que le dije que estaría afuera del departamento. —nos dijo don Manuel y luego se retiró, mientras que nosotros nos quedamos callados sin hacer ruido. 

—Hola, mi amor, ya casi llega la persona que está interesada en el departamento, entremos. —escuchamos que dijo don Manuel y luego abrió la puerta, y de inmediato gritamos sorpresa. 

—¡No puede ser, muchas gracias!. —exclamó Elena, la mujer de don Manuel, y luego abrazó a su esposo. 

—¿Te imaginabas esto amor? —le preguntó Manuel a Elena. 

—No, no me lo imaginaba. —dijo ella sonriendo. 

—Muchas felicidades por tu cumpleaños Elena. —dijimos todos los que estábamos en la fiesta. 

—¡Gracias a todos da verdad! —respondió Elena. 

—Ahora sí, empecemos la fiesta. Ah y si trajeron algo para compartir, pónganlo en aquella mesa por favor. —dijo don Manuel, señalando la mesa. 

Todos los que traían algo para compartir colocamos los envases y platos en la mesa. 

De pronto, sonó la música y varias personas se levantaron y empezaron a bailar; mientras que yo me sentaba en una de las sillas que estaban destinadas para los invitados. 

Keiner se sentó al lado mío, mientras veíamos a las personas bailar.

De pronto, miré al lado izquierdo y noté que un hombre me miraba mucho así que le conté a Keiner, el volteó a verlo y notó que era Alfonso. 

—Ese es Alfonso, hay que tener mucho cuidado con él. —Keiner volvió a recordarme lo que me había dicho temprano. 

—¿En serio?, es que de aquí yo no lo reconozco. —le dije a Keiner. 

—Es que él ahora usa ropa más elegante y tiene el cabello corto. 

—Con razón. —respondí. 

—Mirá, hay que hacernos los tontos, hacer como si nada pasará, ¿comprendes Vero? 

—Sí, esta bien. 

—¿No quieres bailar? —me preguntó Keiner. 

—No, la verdad es que casi no me gusta bailar. —respondi. 

—Que mal. 

—La verdad Keiner es que no creo que pueda durar mucho aquí. No sé, casi no me gusta estar en fiestas ni nada de eso. 

—De hecho a mi igual, casi no me gusta estar en fiestas. 

—Mirá, ¿esa es Rebeca? —le pregunté a Keiner. 

—Sí, es Rebeca, pero ahora su cabello es macho. 

—No me gusta como se ve.

Keiner, ¿que opinas tú?

—Sinceramente, a mí tampoco me gusta como se ve. 

—Hola, Keiner. —dijo Rebeca. 

—Hola, oye aquí también esta Vero, no ves. 

—"Así", hola Vero.—exclamó Rebeca mirándome con desagrado. 

—Rebeca, te pintaste tú cabello, te ves diferente. —le dije. 

—Sí, me lo pinté y muchas personas dijeron que se me ve hermoso. 

—Rebeca, para serte sincero, a mí no me gusta como te ves. —dijo Keiner. 

—Y a mi tampoco. —le dije a Rebeca. 

—Eres una envidiosa y tú Keiner, eres un tonto. 

Yo me veo muy bien con este recorte. 

—JAJAJA, sí tú lo dices. —respondió Keiner; luego ella se fue. 

—Keiner, iré al sanitario, ya vengo. 

—¡Esta bien! 

Fui de camino al sanitario, mas no sabía donde estaba ubicado, me perdí en uno de los pasillos; de repente escuché una voz. 

—Hola, hermosa. —me dijo alguien.

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