Capítulo 7: El Inicio

Nos despedimos de mi padre en el estacionamiento y caminamos lentamente hacia la playa. Lo llevo por el camino largo, que sería rodeando la Estación de Caldera. Un hermoso edificio de la década de 1850, donde llegaban las cargas desde Copiapó con el mineral de Chañarcillo, de hecho la ciudad en esa época se llamaba La Caldera, debido a que funcionaba como fundición del mineral que traía la locomotora.

Una vez que estaba procesado el mineral, era cargado en los barcos y transportado a diferentes destinos.

Hoy es un hermoso edificio de color verde, que fue remodelado unos años atrás. Antes de eso, era un edificio viejo de adobe y madera, que se caía a pedazos. Ahora funciona como centro cultural y alberga un museo paleontológico. Sí, puedes ver fósiles de verdad y otras que son réplicas. Pero no de dinosaurios.

- ¿Has entrado? – me pregunta Arturo, señalando el edificio -.

-Claro, es muy bonito. Si te gustan esas cosas, por supuesto. La historia, las fotos… es totalmente mágico, quisiera vivir en esa época cada vez que entro allí.

-Mi padre me contó que hacen una fiesta en julio, para conmemorar la salida de la locomotora hacia Copiapó.

-Sí, muero por participar en ella. Pero siempre llego tarde.

- ¿Vestirte como dama de la alta sociedad? – levanta una ceja, se ve divertido -.

-No. Todas las mujeres se visten así, pero es una falacia – me mira sorprendido -. En esa época había muy pocas damas de la “alta sociedad”, mayormente había mujeres esposas e hijas de obreros, enfermeras y las mujeres de los dueños de almacenes. Que todas quieran vestir así, se me hace un poco arribista.

-Y tú ¿cómo te vestirías?

-Pues como la hija de uno de los capataces de la fundición, más o menos es eso lo que sería en esa época. No usaría esos vestidos tan ostentosos. Aunque preferiría ser una mujer del proletariado.

-Me encanta tu manera de ver las cosas. Conoces mucho de la ciudad, a pesar de que no vives aquí.

-Me gusta la historia – llegamos al frontis y ve una escultura enorme que hicieron con los rieles antiguos que sacaron de la estación -. El año pasado logré convencer a mi nana que me acompañara a la biblioteca municipal, me dediqué a aprender su historia. Es fascinante, en verdad.

Miramos un poco más el lugar, está lleno de gente que camina, se saca fotos y compra recuerdos en una puestos con forma de carros de tren.

-Ven, hagamos el recorrido por la playa. Será más agradable.

Bajamos a la playa por el paso que está a un costado del restaurante Miramar, el que tiene una vista privilegiada hacia el océano. De noche debe ser hermoso estar allí.

La playa está llena de gente y son como las tres de la tarde. Caminamos por la orilla, lento y con mucho cuidado, para que no nos boten los niños que corren de un lado a otro. Llevan en sus manos sus baldes llenos de agua para ayudarse a construir un castillo o una posa para los más chicos, aquellos que no pierden el miedo a las pequeñas olas que se forman en la playa, de allí su nombre La Mansa.

Vamos en silencio, pero él me sigue porque soy yo quien sabe a dónde nos dirigimos. Quiere conocer el Moai, un regalo de Rapa Nui al puerto que está frente a ella. Me dijeron una vez que el hermoso monumento de piedra mira directamente a la isla que está a miles de kilómetros en medio del Pacífico.

- ¿Te gustaría bañarte luego de ver el Moai? – me pregunta algo sonrojado -.

- Sí, pero prefiero que antes vayamos a mi casa, así puedo ponerme mi traje de baño - me sonrojo - No tenía pensado pasar por la playa. Además, aquí es agradable venir cuando pasan de las cinco de la tarde, puede haber menos gente ya que es día de trabajo, el sol no quema tanto y el agua está exquisita.

- Tú eres quien sabe – me dice levantando sus manos -. La verdad esta será la primera vez que me bañe en una playa. En Chañaral mi mamá nunca me dejó, por la contaminación que provocaron en la costa.

- Pero una vez vi que un presidente se bañó ahí, diciendo que era seguro.

- Ella nunca le creyó - se encoge de hombros -. Lleva más tiempo viviendo en Chañaral que ese presidente, que solo se mojó y salió.

Seguimos caminando, de pronto, sale corriendo del agua un niño de unos ocho años y choca conmigo, él sigue su camino a tropezones hacia la arena mientras yo voy cayendo. Pero no caigo, Arturo me tiene entre sus brazos.

- ¿Estás bien? - me mira con esos ojos que al sol se ven dorados, me acaricia el pelo y de pronto no hay nadie alrededor -.

- Sí, me duele un poco la costilla – digo torpemente, porque no sé qué más decir, me sonrojo ante la cercanía -, tenía la cabeza dura el mocoso.

Me ayuda a incorporarme bien, mientras se desvanece el color escarlata de mi cara, y se acerca un poco más a mí. Creo que me quedará un moratón en el costado, me ha pegado duro el pequeño. A lo lejos veo que la mamá lo regaña y me gesticula un “lo siento”, solo inclino mi cabeza y sigo caminando con este hermoso ángel de ojos dorados al sol.

-Si no te molesta, me acercaré un poco más a ti - me dice con su sonrisa -. No dejaré que vuelva a pasar.

-Claro – me pongo algo nerviosa, no sé si porque me pueda golpear una cabeza otra vez o por su cercanía… a quién quiero engañar, es por estar a su lado -. ¿Cómo jugabas de pequeño? – necesito algún tema de conversación pronto -.

Sonríe y yo siento que me derrito, pero no por el sol. Comienza a hablarme de las cosas que hacía de pequeño, yo me lo imagino siendo más pequeño, con esos ojos hermosos y esa sonrisa tan iluminadora… ya no sé ni lo que pienso. Mientras lo escucho, vamos subiendo hacia la explanada, esquivando a la gente que juegan a la pelota o que están bajo sus quitasoles.

Caminamos un poco más, ya en terreno firme, sin niños corriendo. Él me pregunta:

- ¿Te gusta leer?

-Claro, ahora me he traído unos cuantos libros para pasar el verano.

- ¿Alguno de romance?

-La verdad, no. Evito leerlos, me llenarían la cabeza de pajaritos.

- ¿Qué tendría de malo eso? – me pregunta, deteniéndose -.

-Me crearía ilusiones, de seguro. Y no he sido para nada afortunada en el amor, como para además crearme expectativas de algo que no ocurrirá.

- ¿Por qué no ocurriría? – está muy serio, escuchando con atención lo que tengo que decir -.

-Mírame, o sea… soy una chica blanca como papel, mi pelo y mis ojos son de lo más comunes, demasiado delgada, no tengo ningún atributo que llame la atención de los chicos.

-Si te consuela, a mí no me llama la atención ese tipo de cosas. Me interesa más lo que hay dentro de la persona y tú… - se detiene sonrojado por lo que acaba de decir -.

-Eres el primero que ve eso de mí – yo también estoy totalmente sonrojada y lo interrumpo antes de que diga algo que me haga explotar, pero la forma en la que me mira me hace sentir un calorcito en el corazón -. Todos me han tratado como la fea nerd que debe mantenerse alejada del resto.  Una chica insignificante a la que solo se le puede sacar provecho para que te ayude en los deberes, para que le expliques un libro o para robarle un beso a modo de apuesta – me mira horrorizado ante esa última confesión -. Pero no le resultó, terminó besando a una piedra que recogí del suelo.

Él se queda en silencio, con una leve sonrisa, como si pensara que mis palabras son una mentira a nivel universal o la verdad más terrible y dolorosa. Adoro esa cara, adoro cualquier cara que haga este chico maravilloso. No quiero separarme de él, porque una pate de mí me grita que él es mi primer amor.

Seguimos caminando hasta ese ser de piedra, yo trato de distraerme con los autos que pasan por ahí, con la gente que viene llegando, lo niños que piden un helado y las parejas de caminan de la mano… eso último no me ayuda mucho, pero es lo que veo.

Cuando llegamos hasta el Moai, se queda boquiabierto. Se me encoge el corazón ante su expresión. Creo que es la misma expresión que hice yo la primera vez cuando lo vi, no es muy grande, pero es majestuoso. Está hecho por humanos, la misma especie que es capaz de cosas terribles, no pareciera eso posible.

Por fin, después de un minuto (o diez) en silencio, me mira y me toma de la mano, siento que toda la sangre se me va a la cara.

- Perdona si te incomodo, pero esto no me había pasado antes - hace una pausa y yo trago saliva -. Sé que sentiste algo cuando nos estrechamos la mano y cuando te empujó ese niño, quería besarte, pero no sabía cómo hacerlo – trago saliva -. De hecho, nunca he besado a nadie, pero me gustas mucho. Estaba guardando mi primer beso para una chica que fuera de verdad, no una copia de las demás que quieren ser mejores que todo el mundo. Y tú eres la chica más simple, sencilla y hermosa que he conocido.

- Pero nos conocemos desde hace unas horas - por dios, ¿esto es real? Y sólo atino a decir en un susurro -. Yo tampoco he dado un beso.

- ¿Puedo besarte? – me pregunta muy bajito, con un leve rosado en sus mejillas -.

- Sólo si me prometes que no escaparás después de hacerlo – debo ser valiente, esta vez no se me irá este sentimiento. Él solo niega con la cabeza, mientras me regala su hermosa sonrisa -.

En tan sólo un segundo pienso que no me equivoqué al rechazar al nieto de la vecina, que bueno que eso no se diera y que por su culpa no quisiera volver a intentarlo. Porque con él no sentí ni la décima parte de lo que estoy sintiendo ahora. Mi primer beso era importante, algo que hubiese querido compartir con mi madre, pero no será así.

Dejo de pensar en eso y que pase lo que tenga que pasar.

Y frente a ese ser de piedra, hecho por las manos de personas hace mucho tiempo, muy lejos de aquí, lo último que veo antes de cerrar mi vista son esos ojos dorados al sol, que se cierran para besarme por primera vez en mis dieciséis años.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo