Epílogo

Dante

—Mirar el teléfono fijamente no la traerá de vuelta —dice Lina, deja un sándwich y un jugo junto a mí, suelto el teléfono enseguida y vuelvo a mi trabajo.

He vuelto a diseñar, necesito sacar adelante el sensor inteligente que nos están pidiendo esos alemanes de Schell Robotics. Es un buen contrato que ha logrado conseguir Brianna, pero no me gustan esas reuniones. Me vi obligado a acompañarla a la última reunión que tuvieron hace dos semanas en un jodido restaurante, y no me gustó nada ver como el dueño de la empresa, un sujeto tan viejo que podría ser su abuelo, y su hijo, que podría ser mi padre, se la comían con la mirada. Ella es mi mujer. Estar en esta maldita silla de ruedas sólo me vuelve un chiste de hombre que no supone riesgo alguno.

¿Cómo podría defender a mi mujer de imb&eacut

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