Capítulo 8

Victoria se instaló en el departamento de Alfredo, inexplicablemente se sentía demasiado cómoda, como si estuviera en casa, colgó su ropa en el closet y se preparó un café, cómo extrañaba el chocolate de su nana, todavía no tenía ni dos semanas en la hacienda y ya se había acostumbrado a los cuidados y las comidas de Lupita.

Era increíble como su móvil no paraba de sonar, las alertas respondiendo a su anuncio eran demasiadas, abrió un ventanal que daba a una terraza y se recostó en una hamaca para admirar el paisaje, a un cotado de la torre de departamentos había un gran parque y detrás el rio Grijalva, era una lástima ver que estuviera tan contaminado, en otro tiempo, debió ser muy hermoso.

Tomó el móvil y abrió una de las aplicaciones para comenzar a descartar prospectos, tomó una libreta y una pluma, para anotar los datos de los posibles candidatos.

Fernando Valtierra, estudiante universitario veintidós años – descartado, demasiado joven, ella había puesto un rango de veinticinco a treinta, así que debía ser un error en la aplicación.

Mauricio Rodríguez, agente inmobiliario treinta años, divorciado – descartado los divorciados suelen tener problemas con sus exparejas e hijos.

Se aburrió y quedó dormida disfrutando el aire que corría y mitigaba el intenso calor, había descartado a treinta prospectos, ninguno le convencía, iba a ser mucho más difícil de lo que pensaba.

Tenía hambre, pero no le apetecía salir, así que buscó una aplicación de servicio a domicilio y pidió comida tailandesa, a su amiga Elie le encantaba y solían pedir los fines de semana para ver películas en televisión.

Encendió el televisor y había una película que le gustaba, Cartas a Julieta, la había visto infinidad de veces, era una romántica soñadora, esperaba que algún día, después de que pasara toda esta locura de su matrimonio por contrato, ella pudiera conocer el amor y casarse verdaderamente, para toda la vida.

Había pasado más de una hora sin recibir otra alerta, así que debía tener paciencia, al parecer esto no iba a ser tan rápido como ella había pensado.

Estaba terminando de recoger la mesa y de tirar los restos de comida cuando llegó una alerta.

Antonio Bustamante, veintiséis años, profesor de ciencias exactas en universidad virtual, soltero, deportista y sin vicios.

En las fotografías se veía que era un chico bastante agradable, con un buen físico y en una de sus fotografías, se veía montando a caballo, no se veía mal, tal vez podría ser un buen candidato.

Hizo match y comenzó una conversación, en realidad no sabía que decir, pero esperaba que el candidato diera el primer paso,

—Hola

—Estoy interesado en el anuncio, ¿Es real?

—Sí, es real.

—Me gustaría saber a qué se refiere el precio a negociar y las prestaciones ¿Es como un trabajo?

—Sí, con un contrato irrevocable durante cuatro años.

—¿Y…en realidad hay que casarse?

—Si gustas podemos hacer una cita, para que te explique los detalles.

—¿En serio no es una broma?

—Si crees que es una broma, es mejor que no asistas, esto es algo muy serio.

—¿La boda es con la chica de la foto? O me voy a encontrar con una vaca.

—Olvídalo, ya no es necesario que te presentes, ninguna mujer merece que te exprese así de ella.

Bloqueó al prospecto, por un momento le pareció que podía ser el indicado, pero si era capaz de llamar vaca a una mujer, definitivamente no lo era.

Suspiró profundamente, y siguió revisando, muy moreno, muy bajito, muy gordito, muy rubio, muy atrevido, muy grosero.

Otro prospecto llamó su atención, no era muy guapo, pero no era feo, tenía algo que lo hacía atractivo, una sonrisa con una dentadura muy blanca que resaltaba en su piel morena, el cabello lo tenía muy corto, pero se veía que lo tenía rizado.

Juan Carlos Bernal treinta años, Maestro en finanzas, asesor empresarial independiente.

Se veía bastante bien, así que hizo match e inmediatamente recibió respuesta.

—Hola, muy interesante tu anuncio, me gustaría saber más al respecto.

—Es un asunto totalmente serio, el contrato se firmaría ante un notario.

—Me interesa, ¿En qué consiste el pago a negociar?

—No quisiera dar esos detalles por mensaje. ¿Podrías asistir a una entrevista?

—Por supuesto, ahora estoy en Villahermosa, ¿Es muy tarde para ti?

—No, está bien te voy a enviar la dirección, es una cafetería.

—¿Eres la de la foto? Será fácil reconocerte.

—Como quiera, me sentaré en la primera mesa a la derecha.

—¿En media hora? ¿Necesitas que te envía mi hoja curricular?

—Si por favor, así la reviso en lo que llegas.

Rápidamente se puso un coordinado de chándal con zapatos deportivos, una gorra y unos lentes oscuros que le cubrían casi toda la cara.

Bajó rápidamente por el ascensor y le avisó al guardia de seguridad.

—Voy a tener un visitante desconocido, estaré en la cafetería.

—Sí señorita ya su tío nos puso al tanto, desde aquí la vemos perfectamente.

—Bien, me voy a sentar en esa mesa junto a la ventana.

La cafetería estaba apenas cruzando la calle, justo frente al edificio de departamentos, cruzó la calle, se sentó en la mesa indicada y saludó al policía con la mano para comprobar que la veía.

Revisó la hoja de vida y realizó algunas anotaciones en su libreta, había números de algunos de sus clientes como asesor financiero, metas profesionales y preparación profesional.

Pasaron unos minutos cuando lo vio entrar a la cafetería, era apenas un poco más alto que ella, lo que lo hacía muy bajo para ser hombre, se veía que se ejercitaba, pero que abusaba de los esteroides, ya que su cuerpo se veía demasiado voluptuoso para su estatura, pero su sonrisa y su blanca dentadura, era la misma de la fotografía del perfil

—Hola Carlos, yo soy tu cita.

—Ah hola, no sé por qué te imaginé mayor.

—Quizá porque crees que solo una solterona buscaría marido de esta manera.

—Sinceramente pensé que eso de comprar marido era una broma.

—Digamos que el anuncio es un poco exagerado, no se trata de comprar, sino más bien de hacer un contrato que implicaría una ganancia para ti en caso de que aceptaras.

—Suena muy interesante, pero… ¿El tiempo estipulado debe ser exactamente cuatro años? ¿No hay manera de negociarlo?

—No, el tiempo no es negociable, para poder cobrar lo acordado, el matrimonio debe durar cuatro años.

—Lo que sucede es que mi novia estudia en Canadá, ella termina la maestría en tres años, y yo debería estar libre cuando ella regrese.

—Huy no, es una lástima, así no me sirve, no te quito más tu tiempo.

—¿No me podrías decir cuál sería el pago?

—No tiene caso, como comprenderás es un tema delicado, eso solo lo diré cuando esté segura de que el prospecto va a aceptar todas las condiciones.

—Bueno, ya que estoy aquí ¿Por qué no nos divertimos esta noche? Te aseguro que el sexo conmigo no te va a decepcionar.

—Tal vez, pero no, no me interesa.

—¿A caso eres lesbiana? ¿Por eso quieres un marido para cubrir las apariencias?

—¡No es posible! Me habías caído bien, ya vete, eso no va a pasar.

—Me hiciste perder mi tiempo, deberías pagarme por eso.

El tipo se puso de pie y se fue furioso, Victoria salió de la cafetería, hasta que comprobó que ya se había ido —Maldición no pensé que fuera a ser tan difícil—bufó.

Regresó al departamento decepcionada.

Se duchó y se puso un pijama de bóxer y camiseta, hacía demasiado calor y no quería encender el aire acondicionado, no le gustaba porque le irritaba los ojos.

Salió a la terraza y se recostó en la hamaca, era una delicia sentir el aire correr.

Era el primer día del anuncio, esperaba que siguieran llegando prospectos o no lo conseguiría y tendría que cambiar de estrategia.

Cerró los ojos maginando que flotaba entre las estrellas y una alerta la hizo volver a la realidad. —Mañana las veo —pensó, pero la curiosidad le gano.

Álvaro Narváez, veintiocho años, soltero y sin ningún compromiso, soy asesor empresarial independiente en materia legal, de prevención y seguridad industrial, recursos humanos, comunicación corporativa, salud, entre otros.

En las fotografías se veía muy guapo, pero se le hacía conocido, así que buscó la imagen en Google y se dio cuenta que era una imagen de un actor de televisión, pero hizo match por la curiosidad de conversar un poco con él.

—Hola

—Hola

—Me interesa mucho saber sobre tu anuncio, mis intenciones son muy serias.

—¿Por qué tienes una fotografía falsa? Eso me genera desconfianza.

—No uso una fotografía mía porque me gusta que me conozcan, antes de juzgar mi apariencia.

—Pero, quien me dice que ahora no estoy conversando con un delincuente o un depravado.

—Yo podría pensar lo mismo, el anuncio es demasiado sospechoso.

—En eso tienes razón.

—Yo estoy dispuesto a firmar ese contrato, siempre y cuando se firme el divorcio por anticipado.

—¿Cómo por anticipado?

—Bueno, que se estipule en el contrato la fecha del divorcio, que se redacte el documento con la fecha estipulada.

—Ah ya entiendo, te gustaría asegurarte de que no tendrás problema para divorciarte.

—Exactamente, quiero tener asegurada mi libertad para cuando finalice el contrato.

—Me parece bien, no creo tener problema con eso.

—¿Cuándo firmamos?

—¿No te interesa saber cuál será el pago y cuáles serán tus prestaciones?

—Por supuesto que sí, pero no soy muy exigente, siempre y cuando incluya un domicilio conyugal y que yo no lo tenga que pagar.

—Hay un domicilio conyugal, no te preocupes. ¿Te parece si hacemos una cita para conocernos? Necesito saber que no estoy conversando con un robot.

—Me parece bien ¿Me invitas a desayunar? Ahora ya es muy tarde, a menos que quieras adelantar la noche de bodas.

—No te preocupes no habrá noche de bodas, este matrimonio no te implicaría ningún sacrificio. Te envío la dirección, ¿Mañana a las nueve? Estoy en Villahermosa.

—¿El domicilio conyugal ¿Es en Villahermosa? El anuncio dice Comalcalco.

—Es en Comalcalco, pero mi oficina está en Villahermosa.

—Ah perfecto, me envías la ubicación y te veo mañana.

Estaba tan cansada que se quedó dormida, esperaba que este prospecto cumpliera con el requisito de buena presentación, parecía muy interesado.

Cuando abrió los ojos ya pasaban de las ocho de la mañana, se levantó sobresaltada y se duchó rápidamente, necesitaba llegar a la cafetería antes que el prospecto, no quería que la viera salir del edificio, por seguridad.

Salió y le informó al guardia, cruzó la calle y se sentó en la mesa acordada, pidió un café y revisó nuevamente el perfil de Álvaro Narváez.

Tenía la mirada fija en el móvil cuando un hombre parado frente a ella preguntó:

—¿Lady Londres?

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