54. ¡Quiero a Yadira y a Sofía a salvo!

Agitada y llena de temor, dejó caer su móvil. Una mesera, al ver su estado, se acercó con preocupación.

—¿Se encuentra bien, señora? —preguntó la joven con cuidado.

—Estoy bien, solo déjame —respondió Rosalba, su voz era un gruñido.

Después de un empujón apresurado y torpe, recogió su teléfono y se apresuró a encerrarse en el baño, donde intentó comunicarse con el jefe de los secuestradores. Pero su llamada cayó en el vacío, sin respuesta, incrementando el torbellino de pánico que ahora amenazaba con consumirla.

Rosalba se retorcía en una maraña de miedo y arrepentimiento, atrapada en una trama de su propia creación que había crecido más allá de lo que jamás imaginó. Su corazón latía frenético buscando una salida a la pesadilla que ella había orquestado, pero con cada palpitar, la realidad de su situación se volvía más abrumadora.

El escondite donde los secuestradores guardaban a Yadira pronto se vería sacudido por la fuerza imparable de Guillermo y su equipo. Mientras tanto, Rosalba
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