53. Deje que nos encarguemos, jefe.

Guillermo estaba siendo atendido por las heridas del reciente atentado, rodeado por sus hombres que lo habían llevado a la fuerza al medico de confianza. A pesar de la atención médica, su mente estaba turbada por la acumulación de llamadas perdidas de Yadira en su buzón de voz, y la imposibilidad de contactarla le hacía retorcerse de inquietud en la camilla.

—Señor Meza, es imperativo que permanezca aquí. La herida requiere cuidado; una reapertura podría ser catastrófica —insistió el médico, un viejo conocido a quien Guillermo confiaba incluso para tratar heridas de bala.

—Por favor, jefe, deje que nos encarguemos. Además, estamos averiguando quién estuvo detrás del atentado —reafirmó uno de sus subordinados.

Guillermo los miró con una mezcla de frustración y determinación. Estaba claro que nada lo detendría.

El silencio que siguió fue interrumpido por la vibración del teléfono de Guillermo. La pantalla mostraba otra llamada entrante, y el vislumbre de los mensajes de Yadira avivó su
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