Un amor XL para el mafioso.
Un amor XL para el mafioso.
Por: Sunflowerfield
1. Aniversario.

¿Qué mujer no estaría feliz en la celebración del matrimonio con el amor de su vida?

Pero para Yadira, ese día era aún más especial.

Lo había estado esperando con ansias y quería asegurarse de que fuera perfecto en todos los sentidos, debía demostrarle a su esposo que era la mejor mujer que podía tener, que estaba a su altura y que lo amaba.

Con ese objetivo en mente, decidió sorprender a su esposo, Enrique.

Durante la mayor parte del día, se mantuvo en secreto, ocultándose de él para preparar una cena sorpresa que esperaba valorara.

Sabía que no era la mejor esposa, al menos eso le decía siempre él, que no era una buena esposa, que estaba gorda, que cada día era peor madre por eso pensaba en como esforzarse para que él pudiera verla de otro modo, como la mujer de la que un día dijo estar enamorado.

Por eso quería aprovechar al máximo ese día especial, quería hacerlo feliz, demostrarle que podía ser una mejor mujer para él.

Antes de regresar a casa, decidió hacerle una visita al padre de su marido, y abuelo de su hija para dejar a la pequeña bajo su cuidado.

Después de dejar a su hija en casa del abuelo, Yadira regresó apresuradamente para completar los últimos detalles de la cena sorpresa.

La emoción la envolvía y, en medio de la prisa, se dio cuenta de que se había olvidado de cargar su celular. Sin embargo, esto no la detuvo.

Todo tenía que estar perfecto.

El corazón de Yadira latía con fuerza, lleno de emoción, felicidad, esperanza, sabía que podrían arreglarlo porque ella se aseguraría de ser mejor mujer para él.

Era tanta la alegría que sentía, que por un momento creyó que el corazón se saldría de su pecho.

El amor que tenía por su esposo recorría cada rincón de su ser, inundándola de calidez, de sentimientos, de expectativas de muchos más años juntos.

“Enrique, no tardes", murmuró en voz baja, soltando un suspiro de alivio al comprobar por séptima vez que todo estaba en su lugar.

Solo faltaba una hora para que su esposo llegara y juntos pudieran celebrar esa fecha tan importante.

La espera se hacía eterna, pero Yadira se llenaba de paciencia y emoción.

Cada detalle había sido cuidadosamente planeado para crear una velada inolvidable.

La mesa estaba elegantemente decorada, las luces tenues creaban un ambiente romántico y el aroma de las velas perfumadas llenaba el aire.

Enrique tuvo que hacer un gran esfuerzo para contenerse y no usar adjetivos despectivos al referirse a su esposa por no poder contactarla a través del celular.

Se sentía frustrado y con ganas de insultarla, pero se contuvo. En su lugar, se llevó la mano derecha al puente de la nariz y la apretó, tratando de controlar sus emociones.

—¿Ocurre algo, Enrique?—, preguntó la mujer que lo acompañaba, quien notó su incomodidad.

Él negó con un movimiento de cabeza, indicando que no pasaba nada.

—¿Estás seguro?— insistió la chica de nuevo.

—Por supuesto que lo estoy—, respondió Enrique con voz firme, aunque en su interior luchaba con sentimientos encontrados.

—Dime, ¿ya has hablado con ella?—, preguntó la mujer, buscando obtener más información.

—No, pero eso no importa—, dijo Enrique con determinación. —Porque pase lo que pase, esta noche ella se enterará de todo.

Yadira estaba impaciente. Ya casi era la hora en la que su esposo solía llegar a casa, por lo que decidió apagar las luces y esconderse detrás de las cortinas del recibidor.

"Espera un poco más", se dijo a sí misma en un susurro, tratando de mantener la calma, ansiosa por la sorpresa que le esperaba a su esposo.

Finalmente, el sonido del motor del automóvil de su esposo se apagó, y en ese instante, su corazón pareció latir aún más rápido. Era difícil escuchar algo más allá de los latidos resonando en sus oídos mientras esperaba detrás de la cortina.

Con la respiración contenida, apenas pudo distinguir el suave clic de la puerta al abrirse.

La emoción se intensificó y una sonrisa se dibujó en el rostro de Yadira mientras se preparaba para salir de su escondite y darle la bienvenida a su esposo a una noche llena de sorpresas y amor.

Sin embargo, su expresión de felicidad se transformó rápidamente en desconcierto y miedo cuando escuchó el sonido de voces y objetos cayendo al suelo.

¿Ladrones, tal vez?

Llenándose de valentía, Yadira decidió acercarse al origen de los ruidos, tratando de descubrir qué estaba sucediendo en medio de la oscuridad.

— Enrique — susurró con algo de miedo por si no era él, pero no obtuvo ninguna respuesta.

Acarició la pared, con el objetivo de encontrar el interruptor de la luz del salón en el que se encontraba.

— ¡No puedo creer lo que estoy viendo!— Gritó de repente Yadira llevándose las manos a la boca como si contuviera un grito.

Allí, sobre la mesa del comedor, su marido y su mejor amiga estaban entregados a la lujuria.

La cena que Yadira había preparado con amor y dedicación yacía abandonada en el otro extremo de la enorme mesa.

Los amantes no mostraron ninguna reacción cuando Yadira encendió la luz y los descubrió en pleno acto.

El dolor que experimentó, casi la hizo desmayarse.

— Ah, Yadira, ni siquiera te habíamos escuchado llegar.— Respondió Enrique sin inmutarse apartándose de la otra mujer y acomodándose la ropa sin borrar esa sonrisa cínica de sus labios.

— ¿Cómo pueden hacerme esto? ¡Eres mi esposo y tú, Rosalba, eras mi mejor amiga!— Gritó ella viendo como a pesar de haberse arreglado la ropa todavía permanecían abrazados y besándose frente a ella.

—Oh, querida, ¿no lo sabías?— respondió la otra mujer burlona — Enrique y yo llevamos mucho tiempo juntos. Nunca fuiste lo suficientemente atenta con él y mírate —la observó con desprecio de arriba a abajo — te dije que te cuidaras, estás gorda, y nunca quisiste verte mejor para él, ni siquiera sé cómo enrique pudo desearte en algún momento.

— Es verdad, Yadira. Tú nunca me diste lo que necesitaba.— Aseguró Enrique — Si hubieras sido una buena mujer, obediente, si hubieras sabido al menos mantener a mi hijo dentro de tu vientre hasta que pudiera nacer sano, pero hasta eso fuiste incapaz de hacerlo.

— No eso no es cierto — Llena de celos y desesperación, Yadira se acercó a ellos, tratando de separarlos

— Tal vez tú lo creías, pero yo necesitaba algo más emocionante, y Rosalba me lo ha dado.

Enrique la empujó con fuerza, haciéndola caer al suelo provocando una cruel carcajada en la otra mujer que en ese instante se sabía vencedora, por fin Enrique era suyo.

Yadira se quedó postrada en el suelo, incapaz de levantarse mientras las lágrimas resbalaban incesantemente por su rostro.

—¿No entiendo por qué estás llorando? No es como si no esperaras que algo así sucediera—, se burló Rosalba, añadiendo más dolor a su ya lastimado corazón.

—¡Por supuesto que no me lo esperaba... Enrique!—, Yadira intentó acercarse a su esposo, pero él solo se rió.

—Esto es culpa tuya y lo sabes. Hoy intenté hablar contigo, pero como siempre eres tan inútil que nunca contesta a mis llamadas, solo te importa tu hija, mírate, ni siquiera te ocupas de ti misma, me das asco— acusó Enrique con desdén.

—¡Porque estaba preparando nuestra cena de aniversario! Incluso me puse la ropa interior sexy que me regalaste —, respondió Yadira con voz temblorosa sin entender nada, me hizo tanta ilusión cuando vi ese regalo escondido en tu mesita de noche.

—¿A que se refiere? me dijiste que su cuerpo te daba asco — preguntó Rosalba volteando a mirar a Enrique molesta.

—Debes de estar loca, nunca he comprado ropa sexy para ti—, negó Enrique.

—¡Claro que sí lo hiciste!—, exclamó Yadira, demostrándolo al abrir su vestido y mostrando el conjunto de ropa íntima.

Las risas de Rosalba y Enrique resonaron en sus oídos, avergonzandola.

— ¿No ves que te aprieta por todos lados y te está muy pequeña?— Se burló su ex mejor amiga — Y eso que a mí me iba grande.

— Era un regalo que tenía para ella, pero cuando se lo probó le iba grande así que lo guardé para cambiarlo. ¿Qué te hace pensar que en algún momento me gustaría verte vestida así? — Se burló Enrique — Una mujer como tú solo da asco con lencería.

—Eso no puede ser cierto… tu no puedes estar hablándome así — mencionó Yadira avergonzada — ¿No era para mi?

La ira y el dolor se apoderaron de Yadira cuando escuchó las risas de ambos, especialmente la risa de Rosalba. La veía como la causante de todo, convencida de que era la responsable de que Enrique la hubiera engañado.

Sin pensar en nada más que en desahogar su frustración y dolor de la única manera que sentía posible en ese momento, Yadira gritó con rabia:

—¡Eres una m*****a! ¡Es por tu culpa que Enrique esté confundido!

En un acto impulsivo, agarró con fuerza el cabello de Rosalba, causándole dolor, pero no solo quería su dolor, quería que al igual que ella se desgarrara por dentro.

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