Un Alfa Inútil
Un Alfa Inútil
Por: Starlight
Capítulo 1

El pasado…

Los días normales son los más peligrosos, esos en los que todo está tranquilo, el sol brilla en el cielo, la suave brisa acaricia la piel y todo parece estar perfectamente bien.

Son esos días en los que no se está preparado para que ocurra una tragedia, los que terminan marcando un antes y después en la vida. Esos días que se vuelven inolvidables y no precisamente por una celebración especial, sino porque son un tatuaje grabado a fuego en la memoria, el día en que todo cambio.

Aidan lo sabe bien, por eso odia los días normales y recuerda, como si hubiera ocurrido ayer y no hace diez años, el día en que su mundo se vino abajo.

Era un maldito día normal, él se despertó como todos los días en el mismo cuarto con sus hermanos, cada uno tenía el suyo, pero sus hermanos menores: Liam y Nessa, siempre insistían en dormir con él y se colaban en las noches a su habitación invadiendo su cama y, aunque él siempre refunfuñaba, la verdad era que a Aidan le encantaba que ellos hicieran eso. Su deber como el hermano mayor era cuidarlos y qué mejor manera de hacerlo que dormir todos calientitos hechos un nudo de piernas y brazos.

Luego de su rutina típica de bañarse, vestirse, peinar su rebelde cabello y cepillar su dientes perfectos, Aidan bajó a desayunar, peleando con sus hermanos por la silla a la diestra de su padre, era suya por derecho, él era el primogénito, pero sus hermanos amaban molestarlo y, a veces, cuando Liam lograba ganarle, usurpaban su lugar con la complicidad de sus padres. Era absurdo, era ridículo, pero era una especie de tradición familiar, la tenían desde que eran más pequeños, ya que, sin las risas que su batalla generaba, no se podía empezar el día.

Ir a la escuela también fue algo rutinario y sin ninguna complicación, Aidan era un jovencito de quince años un poco más pequeño de lo que se esperaba a su edad, incluso su amigo Colin era más alto que él, aunque eso no le afectaba mucho, después de todo, su padre era el Alfa de la manada, su lobo era fuerte y poderoso, el mejor en batallas y cacería, y él tampoco era el más grande de todos en su forma humana, pero su lobo era feroz e invencible. Aidan creía que sería igual, ese era su destino, suceder a su padre y hacerse cargo de la manada cuando fuera adulto.

Los Sullivan siempre habían liderado y eso no iba a cambiar, él sería el mejor Alfa de todos, se esforzaba cada día en aprender más, en fortalecerse más, y estaba muy orgulloso de ser superior en todas las pruebas físicas y de rastreo, sus maestros siempre decían que sería un excelente Alfa algún día. Solo tenía que continuar de esa manera, ser cada vez mejor, enlazarse con la mujer que la Madre Luna le hubiera destinado y tener muchos cachorros. Ese era el plan de su vida a esa tierna e inocente edad.

Su mamá le hablaba todo el tiempo del lazo entre parejas destinadas y lo hermoso que sería. Sus padres se conocieron desde bebés, fueron buenos amigos siempre y, cuando descubrieron que eran destinados, fueron los más felices del mundo, ellos habían tenido una vida tranquila y feliz, eso era lo que él anhelaba para sí mismo más que nada.

Por eso, secretamente pedía que su buena amiga Brianna, esa niña pequeñita de cabello rubia despeinado y mejillas redondas, fuera su pareja, no solo era muy bonita, también era tierna, dulce y divertida, siempre lo hacía reír con sus bromas; los dos se contaban todo y se entendían tan bien que Aidan estaba seguro de que ellos serían una buena pareja en el futuro.

Si no era Brianna, tal vez pudieran ser Moira o Caitlin, ellas también eran chicas hermosas y muy buenas amigas suyas.

Cuando el reloj marcó las cinco de la tarde, sonó la campana que anunciaba el fin de las clases y todos los niños y jóvenes de la manada salieron alegremente; el atardecer empezaba a bañar de tonos anaranjados el cielo y su paisaje rural se veía simplemente hermoso, esa era una preciosa, perfecta y normal tarde de otoño.

Ellos iban jugando y charlando, su grupo de amigos siempre caminaba juntos a casa, todos vivían cerca porque sus padres eran amigos también y, además, ocupaban los cargos más importantes de la manada, así que, cuando algunos estaban ocupados, todos los niños se quedaban en una casa haciendo sus deberes y jugando, especialmente esto último.

Todo era cotidiano, hasta que una ráfaga fuerte de viento vino arremolinando las hojas caídas en el suelo, las niñas empezaron a saltar y jugar intentando atraparlas en el aire, pero los tres chicos se pusieron en alerta, ellos percibieron un aroma que no era propio de su manada y eso no era normal, a excepción de las festividades típicas, era muy poco común que llegara algún visitante, y más, sin ser anunciado previamente.

Los lobos eran demasiado territoriales, sería un riesgo muy grande para cualquiera que se adentrara en el terreno de una manada sin ser esperado y, sobre todo, sin autorización.

El olor no pertenecía a un solo lobo, los niños pronto percibieron a varios y Aidan le ordenó al pequeño Liam de quince años que corriera a informarle a su padre, su lobo pequeño era sumamente veloz y su pelaje oscuro le permitía camuflarse fácilmente. Así lo hizo Liam y se convirtió dejando sus ropas atrás, corrió tan veloz que los demás lo perdieron de vista en un instante.

Colin gruñó cuando se dio cuenta de que todos los aromas percibidos eran de machos adultos y que eran muchos, ellos tenían que esconderse, porque ni siquiera todos juntos podrían pelear contra un lobo adulto.

Nessa y Moira recogieron todas las pertenencias del grupo y treparon a un árbol para ocultarlas, convertidos en su forma animal podían defenderse mejor y, al ser aún jóvenes, sus aromas podrían pasar desapercibidos entre los árboles. Desde su escondite los vieron, eran al menos una docena de lobos grandes, enormes, más que cualquiera de su aldea, más que cualquiera que ellos hubieran visto antes, y en ese momento empezaron a temer, ellos aún no podían percibir las feromonas, pero estaban seguros de que esos lobos desconocidos olían a violencia y maldad.

Nessa era la más pequeña de todos, ella solo tenía nueve años, por eso, no pudo controlar sus emociones y empezó a lloriquear por el miedo; Brianna se echó a su lado y la dejó ocultar el hocico en su cuello, lo más parecido a un abrazo lobuno para consolarla mientras los dos jóvenes machos se prepararon para todo, aunque también estaban muertos de miedo, si los atrapaban los matarían de un solo mordisco, no era momento de pretender ser valientes, lo más sensato era esconderse y rogar para que no los vieran.

Pero los niños no sabían que aquellos hombres estaban en su manada precisamente buscándolos a ellos, específicamente, a tres de ellos. Los intrusos pertenecían a una manada rival con la que habían tenido enfrentamiento algunos años atrás, se suponía que ya tenían una tregua firmada que establecía que ninguno de ellos podía acercarse al territorio del otro; pero, evidentemente, la estaban violando.

Su misión secreta era encontrar a los tres hijos del Alfa y asesinarlos antes de que los patrulleros pudieran reaccionar, sin herederos, la manada sería vulnerable y los enemigos estaban seguros de que el Alfa estaría tan devastado por la pérdida de sus hijos que sería fácil de derrotar, incluso podría matarse él mismo por la terrible pena.

Los lobos se dispersaron y cuando los niños dejaron de verlos, creyeron que era el momento de correr, así que lo hicieron; corrieron tan rápido como podían, aunque Colin y Aidan debían reducir su paso para no dejar atrás a las pequeñas hembras que, por naturaleza, eran más pequeñas. Todos avanzaban en grupo hasta que Nessa se tropezó y cayó lastimándose una pata, ella era una cachorrita todavía, casi la mitad del tamaño del lobo de Aidan y este le ordenó a los demás que siguieran adelante y él se regresó por ella, la cargó en su lomo como pudo y trató de avanzar, pero los quejidos de su hermanita habían sido escuchados por los enemigos y un grupo de cuatro hombres rápidamente los rodeó.

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