Capítulo 4.

Zaid apretó la camisa de Bruno en cuanto éste comenzó a acariciar sus piernas hasta posarse en medio de estas. Pensaba que ningún hombre lo tocaría de esa forma, siempre pensó que cuando eso sucediera sería en un lugar especial. Nunca en un club.

En un movimiento ágil, Zaid quedó sobre la mesa donde estaban las bebidas. El zorro lo miró sin entender lo que pretendía hacer, hasta que levantó su vestido y entró la cabeza entre sus piernas, bajando su ropa interior hasta sus tobillos, seguido de eso, quitándola de su cuerpo.

Bruno estaba realmente sorprendido con lo que estaba viendo. Era cierto, en lugar de sentirse asqueado por ver las partes íntimas de Zaid, se vio hipnotizado por las mismas. Colocó de forma correcta sus manos en los muslos del chico, haciéndolo jadear al sentir sus piernas separadas.

Se quitó el saco que traía puesto, colocó las piernas del chico sobre sus hombros y se dispuso a acercar sus labios tibios por el vodka sin hielo que había estado bebiendo.

Lo primero que hizo fue pasar su lugar por los muslos del chico, escuchándolo jadear y arquear todo su cuerpo se sentía increíble sentir ese tacto por primera vez, y el alcohol estaba ayudando a que la calentura de su cuerpo subiese a mil por hora.

Zaid dejó salir un gemido agudo, quitándose los zapatos cuando la lengua de Bruno tocó sus pliegues y se sumergió. El menor estaba en un terreno desconocido y no sabía que le esperaría después. Intentó cerrar las piernas cuando Bruno siguió con su trabajo, dándole placer a su pequeño miembro que había crecido de forma considerable para lo pequeño que era.

El chico hizo puño sus pequeñas manos y sus pies siguieron arqueándose.

— Detente —el chico arrastró las palabras—. Por favor...

— No —sacó un momento el rostro de las piernas del chico—. Sé que deseas correrte —besó la parte interna del muslo—. Nadie nos está escuchando y la puerta está cerrada.

— No creo que debas de seguir —sus mejillas estaban más rojas que una cereza, su respiración estaba entrecortada—. Creo que...

— No —volvió a meter la cabeza entre el vestido del chico—. También quieres esto, así que no hagamos las cosas más largas.

Antes de que el chico pudiese decir algo más, la lengua de Bruno volvió a su trabajo, dándole placer a ambas partes íntimas de su cuerpo. Se sostuvo de los bordes de la mesa en cuanto todo su cuerpo comenzó a moverse de una manera diferente.

Sus fluidos no tardaron en salir, y de inmediato se dio cuenta de que se había corrido sin avisarle al mayor. Pensó que quizás saldría de allí en cuanto se diera cuenta de lo que había pasado, pero fue todo lo contrario, hasta que todo no salió del cuerpo del menor no hizo ningún movimiento en salirse.

— No tenías que hacerlo —murmuró Zaid, bajito, después de que Bruno lo ayudara a colocarse la ropa interior de forma correcta.

— Ven —rodeó al chico con sus brazos e hizo que envolviese sus piernas alrededor de su cuerpo—. Hablas como si nunca te hubiesen dado placer —se sentó con el chico encima de sus piernas, y tomó una vez más el vaso medio vacío de Vodka.

— Nunca habían hecho esto por mí —si cola se movió de un lado a otro, llamando la atención de Bruno—. Gracias por hacer eso por mí.

— No te preocupes —besó sus labios, y después le dio de beber del vaso—. Prueba esto, es algo fuerte pero quitará tus nervios.

El chico asintió, y sin dejar de verlo bebió todo lo que había en el vaso. Su garganta se sintió irritada, por lo que terminó tosiendo un poco, escuchando la risa del mayor.

— Te lo has tomado todo de un solo golpe —le quitó el vaso, y el chico recostó su mejilla en el hombro del mayor—, ¿Estás muy cansado?

— Si, todo me da vueltas —bostezó—. No sé dónde está mi hermano y no tengo dinero para irme a mi casa.

— ¿Por qué? —apretó al chico contra su cuerpo—. Recuerda que tu hermano te dejó bajo mi cargo y tenemos algo pendiente.

— No recuerdo —sus mejillas se pusieron calientes—. Lo único que recuerdo es que estoy muy cansado en este momento.

— ¿Quieres que te lleve a tu casa? —preguntó, acariciando la cola del chico con sus dedos.

— Mi hermano no está en casa —suspiró, cerrando los ojos—. No puedo regresar sin él y estoy seguro de que no me llamará.

— Entonces vámonos —hizo que el chico se colocara de pie y luego se levantó, colocándose el saco—. Estás muy borracho como para mantenerte en pie.

— Si, lo siento —se sostuvo del brazo de Bruno, mientras caminaban hacia la salida del VIP.

— ¿Por qué te disculpas? —abrió la puerta—. Que yo recuerde no has hecho nada malo.

— No suelo beber, y cuando lo hago me duermo muy rápido —dijo apenado—. Es una mala primera impresión.

— No —rió entre dientes—. No has hecho nada malo como para que la primera impresión que tengo de ti sea mala. Todo lo contrario —rodeó los hombros del chico con su brazo—. Muchos borrachos a tu edad estarían desnudos por todo el club, tú te has comportado de una forma pacífica y eso me gusta.

— Es bueno saberlo.

Bruno se abrió paso entre todas las personas que habían bailando en la pista de baile, divisó a los dos tipos que habían estado anteriormente molestando a Zaid y a su hermano en la mesa. Arqueó una ceja, y luego sonrió.

Caminó hacia el estacionamiento del lugar, no tenía idea de donde estaba su carro, por lo que buscó sus llaves en el bolsillo del saco. Suspiró con cansancio al encontrarlo tan lejos de donde estaban. La culpa de eso la tenía su hermano, quien decidió estacionarse lejos para que algo malo no le pasara a su precioso carro.

— ¿Está muy lejos? Me duelen los pies —se quejó en voz baja—. Nunca vuelvo a colocarme estos tacones en mi vida.

— Te ves muy bien con ellos —le guiñó un ojo, y luego se dispuso a cargarlo—. Así llegaremos más rápido.

— Gracias —rodeó los hombros de Bruno—. Espero que mi cola no se esté viendo.

— Nadie más la verá —caminó hacia la última parte del estacionamiento—. La próxima vez me estaciono más cerca de la puerta de salida.

— No es tan malo estacionarse en lugares como este —se encogió de hombros—. Aunque, puede que hayan muchas personas que les encante tener sexo...

— No sigas —apretó los labios—. Es asqueroso el encontrar semen en la puerta, y más si no es mío.

Zaid infló las mejillas, estaba más que claro de que Bruno sabía que cosas decir en esos momentos. Al parecer ya le era costumbre el acostarse con personas después de la muerte de su esposa. Fue depositado en el asiento del conductor, seguido de eso colocándole en cinturón de seguridad.

En cuanto Bruno comenzó a conducir por la carretera, el chico apoyó su cabeza en el cristal de la ventana. Estaba realmente cansado, y estaba seguro de que muy pronto caería dormido.

Llegaron a un hotel que a leguas se veía súper caro. Con sólo ver la ropa de los botones encargados de los equipajes. Un valet Parking se acercó para abrirles la puerta y él le sonrió sin mostrar los dientes.

Bruno no se tomó eso muy bien, por lo que cerró la puerta con fuerza, llamando la atención de ambos. Zaid volvió a sonreírle al Valet Parking, pero con más timidez y soltó su mano, caminando rápidamente hacia donde Bruno, quien rodeó su cuerpo con uno de sus brazos.

— Espero que mi auto esté sano y salvo —le lanzó las llaves, y caminó hacia el interior del recibidor del hotel a pasos rápidos.

— Eso fue muy grosero —dejó salir un hipo—. Sólo estaba tratando de ser amable.

— Amable mis bolas —bufó—. Eso no era ser amable, estaba coqueteando contigo.

— Claro que no —hizo un puchero—. No lo dejaste que iniciara.

— ¿Acaso querías que fuese más lejos? —arqueó una ceja—. Sólo.

— No, no —negó rápidamente—. Nadie se había mostrado interesado por mí. Mis hermanos se llevaban la atención en todo lo que hacía.

— Eso es algo malo —hizo una mueca—. La suite presidencial, por favor —le indicó a la chica, mientras le pasaba la tarjeta de crédito—. En mi caso es todo lo contrario, mi hermano siempre estaba estudiando y yo llevándome la atención de todos.

— Creo que en ese caso —se encogió de hombros—. No me gusta mucho salir de fiesta, mi hermano siempre salía los fines de semana con mis demás hermanas.

Bruno sólo pudo negar con la cabeza, tomando la tarjeta de la habitación y yendo hacia el elevador. El chico sin duda se parecía a su hermano en ese aspecto. Eran unos completos nerds en toda la regla de la palabra. Sin soltarlo esperaron a que el elevador se detuviese en el último piso.

— ¿Vamos a tener sexo? —preguntó, de repente.

— ¿Qué? —Bruno tuvo que pestañear varias veces—, ¿Escuché bien?

— Sí —mordió su labio, desviando la mirada hacia el piso—. Digo, sé que me trajiste a este lugar para eso, sino ya te hubieses ido dejándome aquí solo para pasar la noche.

— Bueno —apretó la cadera del chico, y se rascó la nuca—. En eso tienes razón, pero no te voy a obligar hacerlo. Habías dicho que nunca habías experimentado...

— Soy virgen —dijo, aún más apenado que las veces anteriores—. Es la primera vez que llego a algo más con alguien... yo uh... nunca había dado un beso también...

— Alto —dijo Bruno, interrumpiendo al chico—, ¿Nunca habías experimentado el placer en tu vida? —negó con la cabeza—, ¿Un poco? ¿Toques subido de tono? —volvió a negar—. Es una información interesante, ¿Por qué dejaste que te hiciera todo eso?

— No sé... nunca alguien se había mostrado interesado en mí en lo que respecta a sexo —las puertas se abrieron—. Es decir, toda la atención se la llevaban mis hermanos, no yo.

— Tienes pinta de ser un nerd —caminaron hacia la última puerta de ese piso—. Ya puedes quitarte los zapatos, estoy seguro de que no los aguantas más.

Zaid asintió, esperó a que Bruno abriese la puerta para poder quitarse los zapatos. La habitación era lujosa a comparación de las que había ido anteriormente. Sus padres siempre se llevaban la habitación presidencial a los viajes a los que iban por lo que siempre se quedaban en las demás.

Antes de que pudiese al menos quitarse el último zapato de tacón, ya tenía los labios de Bruno sobre los suyos, besándolo de manera apasionada, que le hacía perder el aliento. Ni siquiera lo dejó observar con más interés el lugar.

Una de sus piernas fue sujetada por la mano del mayor y, seguidamente de eso, la otra, logrando que envolviese sus piernas en la cadera del otro. Su cola fue puesta al descubierto, dejándola salir de su escondite.

Su cuerpo volvió a ponerse caliente por lo que de pronto se sintió más encendido que hace un rato en el club.

Las manos de Bruno acariciaban sus piernas, subiendo poco a poco su vestido, dejándolo expuesto. Sabía lo que se avecinaba desde que entró a la habitación, y desde que fue depositado en la cama, pero sus sospechas fueron puestas en el momento que se vio desnudo y con sólo una braga puesta.

Se apoyó sobre sus codos para ver como el otro se quitaba la ropa, también quedando igual que él. Los labios del otro se mantuvieron sobre los suyos una vez más. Las manos temblorosas de Zaid tomaron el rostro de Bruno, mientras era besado.

Dejó salir un suspiro sin poder evitarlo cuando fue despojado de sus bragas o mejor dicho, cuando estas fueron rotas.

— Sólo relájate —besó la frente del chico—. Será placentero para los dos.

— ¿Dolerá? —preguntó, dejándose caer sobre la cama, y Bruno se preguntó si en el mundo pudiese haber alguien tan perfecto como lo era el niño que tenía debajo de su cuerpo.

— Sólo al inicio —se quitó la ropa interior—. Dame un momento  se bajó de la cama buscando en su pantalón un condón.

En cuanto lo encontró se dispuso a ponérselos y luego se acercó a la cama donde se disgustó pasando sus manos por el cuerpo del menor. El chico estaba tenso por lo que optó por colocar sus piernas y besarlo.

— Tienes unos ojos muy hermosos —confesó, sin poder evitarlo—. Son de un color único.

— Muchas gracias —dijo pusilánime.

Bruno le sonrió, y se fijó en la marca que el chico tenía en el cuello, en cada uno de los lunares que adornaban su piel, los cuales eran muchos. En la cola que se asomaba, saliendo debajo de su cuerpo y haciendo de las suyas al colocarse alrededor del cuerpo del menor.

Tomó con una de sus manos su entrepierna y se fue introduciendo de a poco para no causarle dolor alguno. Se sorprendió al encontrarlo tan lubricado y que su pene se abriera paso sin ningún problema en el proceso.

Mientras se iba introduciendo no despegó su mirada de la del zorro. Todas sus facciones cambiaron a una llena de dolor que de a poco iba cambiando a una llena de placer, ya que, Bruno había tomado su pequeño miembro entre sus dedos y había comenzado con un lento vaivén al igual que las embestidas.

Por primera vez en su vida Zaid conocía el placer del que tanto su hermano le hablaba.

Sólo esperaba que ese placer que estaba sintiendo no fuese algo más. 

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