Capítulo 6.

Alex se coló en la habitación de su hermano, ya que éste tenía dos días completos sin salir de dicho lugar. Le parecía extraño el que anduviese por los alrededores. Al no recibir respuesta de su hermano al llamarlo y sólo escuchar sus sollozos le pareció extraño, ya que en la cena se notaba callado y no participaba, las respuestas que le daba a su padre, eran cortantes.

— ¿Zaid? —llamó, acercándose a la cama—, ¿Estás bien?

— Quiero estar solo —se limpió las mejillas.

— Hey, cuéntame —se sentó a su lado, pasando una de sus manos por el cabello del chico—. Estás apagado desde ayer, después...

— No quiero hablar de eso —suspiró—. Déjalo pasar.

— No puedo hacerlo —frunció los labios—, ¿Te lastimaron? ¿La persona con quien tuviste sexo te lastimó?

— ¿Cómo sabré si me lastimó si no recuerdo nada? —dijo seco—. Se suponía que debía de ser especial mi primera vez y no de esa forma, estaba borracho hasta la punta de la cola y creo que hasta drogado como para que sólo tenga vagos recuerdos.

— Lo siento...

— No quiero hablar, por favor vete —le dio la espalda.

— Lamento mucho el haberte cuidado —mordió su labio—. Siento el haberte descuidado y que esto pasara.

— ¿No era lo que todos querían? ¿Qué dejara de ser el virgen de la familia? — Rodó los ojos — Sus deseos se volvieron realidad.

— Pero no de esa forma, Zaid —se puso detrás haciendo la posición de cucharita—. Pensé que sería bueno que disfrutaras de tu vida.

— Quería que fuese especial o al menos recordar el rostro de esa persona mientras lo hacíamos, pero lo único que tengo son cosas borrosas y me duele allí abajo —sollozó, sintiendo como las lágrimas manchando sus mejillas—. Y perdí mi celular.

— ¿Qué te perdiste?

— No lo encontré cuando desperté, lo busqué en la habitación del hotel, pero nada —sorbió la nariz—. Tengo miedo de que alguien lo encuentre y vea las fotos que tengo allí o que papá se dé cuenta de que lo perdí, no sé cómo se lo diré.

— Tenemos que encontrar la forma de recuperar tu celular —besó su mejilla—, ¿Has intentado llamar?

— No...

— Ven —tomó su celular que estaba en el bolsillo de su pantalón—. Llama, iré a ver cómo están nuestros padres tratando de no matar a nuestras hermanas —besó su mejilla — Dormiré contigo, hazme un lado.

Zaid asintió y buscó entre los contactos de su hermano su nombre y marcó. Le pareció extraño que su celular sonara si se suponía que debía de estar con la batería descargada.

— ¿Hola? —dijeron al otro lado de la línea—, ¿Se quedará callado o hablará?

— yo... uh... usted tiene mi teléfono, señor —mordió su labio—. Estoy llamando para que me lo devuelva, por favor.

— Así que el zorrito escurridizo quiere su teléfono —escuchó la risa del otro lado de la línea—. Interesante...

— ¿Puede dármelo, señor? Es que lo necesito.

— Debes de venir a buscarlo, zorrito escurrido —Zaid se tensó—. Mañana a la una en el mismo hotel...

— Mañana no puedo a esa hora...

— Bueno, zorrito, lamento decirte que no lo tendrás hasta que nos veamos...

— ¿Puede ser a las seis o siete? —murmuró—. Tengo que hacer unas cosas mañana y no puedo faltar...

— ¿Qué cosas son más importantes que tu celular? —preguntó con interés.

— Estudio, tengo que hacer unas pasantías e inicio mañana... no puedo faltar en mi primer día...

— Interesante —murmuró—. Nos vemos a esa hora en el hotel... no le digas a nadie, debe de ser un secreto, porque me imagino que debes de darles muchas explicaciones a tus padres si se llegaran a enterar de que perdiste tu teléfono en una noche apasionada de sexo.

 No tenía que decir eso —sintió sus mejillas arder—. Mañana estaré ahí.

— Nos vemos en unas horas, zorro escurridizo.

El chico colgó la llamada antes de que el sujeto del otro lado de la línea siguiese burlándose de él por como hablaba. Estaba claro que el chico estaba nervioso y más aún, ya que se verían una vez más. Su hermano entró con un vaso de leche y su cola moviéndose de un lado a otro, en cuanto vio su sonrojo supuso que se había contactado con la persona que la que pasó una fogosa noche.

— Así que... —subió las cejas, mientras le pasaba el vaso—… me imagino que hablaste con la persona que la que tuviste sexo.

— Si —asintió—. Me dijo que nos veremos mañana... yo... quiero que me cubras —pidió—. Prometo no molestarte otra vez.

— Eso es lo de menos —se subió a la cama—, ¿Van a tener sexo?

— No —negó con la cabeza—. Sólo voy a recuperar mi teléfono.

— No valdrá la pena cubrirte —bufó— Pero, mañana me toca el turno de la tarde, valdrá la pena.

— ¿Puedo ir mañana al hospital después de que salga? —Alex asintió—. Bien.

— Ven —colocó el vaso vacío en la mesita de noche—. Tenemos que dormir, hay clases mañana.

— No puedo creer que nos graduamos el viernes —murmuró—. Eso es algo imposible de creer.

— Yo tampoco —hizo la posición de cucharita nuevamente—. Eres muy enano.

— Cállate, Alex.

*****

Zaid hizo una mueca al mirarse en el espejo del baño de la escuela. Estaba junto con su hermano, el cual se había asegurado de cerrar la puerta de dicho lugar para evitar que alguien entrase y los encontrara en paños menores.

La cola peluda, mucho más que la de su padre y más larga, le daba comezón en el abdomen. Su cabello largo, que le llegaba un poco más bajo de los hombros se lo recogió en un moño envuelto. Tratando de que los mechones rebeldes salieran de su campo de visión.

— Te ves follable, hermano —Alex se colocó a su lado con su traje blanco de enfermero—. Si no fuese tan enano te follaría todo el día...

— ¿Alguna vez en tu vida dejarás de pensar solo en saxo?

— No —hizo un sonido con la boca—. El sexo es vida y el que no es puta no disfruta.

— ¿Te acabas de auto llamar puta?

— ¿Qué te puedo decir? —se encogió de hombros—. Cuando sepas lo bueno que es el sexo, te darás cuenta.

— La persona con la que tuviste sexo el viernes te dejó más perra —abrió la puerta del baño—. Mira hasta como hablas.

— Si hubieses estado allí —mordió el labio, recordando todo lo que había hecho el viernes—. Te darás cuenta de lo que hablo —suspiró—. La tenía enorme, creo que eran unos veinticinco centímetros de pura gloria majestuosa...

— No quiero tu vida sexual, por favor —sintió como todo su cuerpo se ponía rojo de la vergüenza—. Eres demasiado promiscuo para ser mi hermano.

— Repito, el que no es puta no disfruta en esta vida y tú Zaid te has perdido de muchas cosas por ser tan puritano.

— Ahora pienso que papá Edward tuvo que poner todo en la creación de ustedes cuatro y en la mía sólo estaba papá James —dijo, para sí mismo— Ustedes son tan abiertos con sus vidas sé cuáles que me dan miedo.

— Ay —se llevó una mano al pecho—. Eso me dolió —bufó —, pero como te verás con alguien hoy —subió y bajó las cejas—. Me vale verga lo que digas.

— Ya no hablemos sobre nuestras vidas —suspiró—. Se suponía que éramos nosotros los que teníamos que ir primero de la casa y nos ganaron.

— Si alguien nos pregunta, les decimos que estudiaremos aquí —vio a su padre James, esperándolos a las afueras de la escuela—. Aquí está nuestro hermoso padre.

— Hey, chicos —besó la coronilla de cada uno—. Se ven bien con el uniforme de sus trabajos puestos.

— Gracias, papá.

— Ya hasta parecen unos profesionales en sus áreas — les sonrió—. Tengo que llevarlos. Primero al hospital y luego al bufete —miró a Zaid—. No sabía que estarías en la oficina con un arquitecto y abogado.

— Tampoco lo sabía —lo miró apenado—. Hasta que lo dijiste... ¿Estuviste investigando mis cosas, papá?

— No... —abrió la puerta del carro para que entraran—. Sólo me aseguro de que ustedes estén bien.

— Lo que digas —dijeron al mismo tiempo.

Alex se bajó del carro de su padre, no sin antes pasarle un celular desechable a su hermano sin que el mayor no se diera cuenta. Miró la hora en su celular e hizo una mueca al darse cuenta de que ya eran las dos de la tarde y ya llegaba tarde a su primer día.

Un grupo de estudiantes estaba llegando también, por lo que aprovechó para infiltrarse con ellos y fingir que se había esquivado todo el tiempo del grupo. Pasaron al menos diez minutos hasta que la maestra encargada se dio cuenta de que tenía un pequeño infiltrado en su grupo.

— Disculpa —llamó la atención de Alex, quien no parecía interesado en escuchar lo que ella decía — No eres de mi grupo.

— ¿No? ¿No son de la escuela Gallagher? —se hizo el confundido.

— No, cariño —le sonrió, de forma maternal—. Tu grupo se fue hace unos cinco minutos por ese pasillo.

— Yo... —hizo un esfuerzo enorme para parecer sonrojado—. Muchas gracias, y disculpe las molestias.

— No te preocupes.

Alex asintió y fue hacia donde la mujer había señalado. Soltó una risita baja escuchando el cuchicheo de las personas y las enfermeras en todo el camino. Dejó de escuchar a todos a su alrededor cuando al fin estuvo con su grupo.

— Al fin se digna en aparecer, señor Jackson —dijo su maestra, con voz poco amistosa—. Estas son sus salas, intégrese con las enfermeras de estas áreas.

— Pero si todavía no estoy capacitado para estar en el área de pediatría —murmuró, bajito—. No creo que pueda.

— No me importa —lo cortó, de forma brusca—. Sé que te encanta el área de emergencia simplemente porque es un área muy concurrida.

— Pero...

— Pero nada —sentenció—. Espero que disfrute de su estadía.

— Maldita perra —dijo el chico, para sí mismo—. Debe de morirse por perra arrastrada.

Alex sujetó su mochila en su hombro y fue hacia el elevador con la hoja que la maestra le había dado, estaba más que claro de que lo odiaba por ser rápido y bueno en lo que hacía. Tomó el elevador y se encaminó hacia el último piso. Al menos podía dormir un rato en una de las habitaciones vacías si no había trabajo.

Como se imaginó, sólo había un par de mujeres con niños de no más de dos o tres años y estos estaban durmiendo. Agradeció él no tomar el turno de la mañana porque estaba seguro de que terminaría matando a uno de sus niños.

— Disculpa —llamó la atención de la secretaria, quien le sonrió—. Soy de la escuela Gallagher y me asignaron esta área para mis pasantías.

— Oh, sí —asintió— Soy Layla le tendió su mano en forma de saludo—. Tu maestra nos dijo que eras un remolino y que por esa razón te asignaron en este piso.

— Ella siempre pensando en su alumno estrella —puso los ojos en blanco—. Al menos podré descansar lejos de ella por el resto de mi vida.

— Eso fue cruel —rió—. Pero como podrás ver no se hacen muchos trabajos en la tarde en esta área por lo que quizás pases la mayor parte del tiempo durmiendo o con tu celular.

— Eso es algo que jamás pensé ver —suspiró feliz—, pero no sé exactamente qué debo hacer aquí, ya que no tengo mucho conocimiento en esto de la pediatría.

— El doctor encargado es un amor de persona, tiene mucha paciencia explicándole a sus pasantes, pero como eres de enfermería quizás haga una excepción contigo —señaló el lugar—. Sólo están ellas tres y eso que no pudieron venir en la mañana.

— Eso es genial —ladeó la cabeza—, ¿Crees que deba de pasar para ver si me ayuda?

— Espera un rato en lo que termina con ellas, y ya puedes pasar —Alex asintió.

— Muchas gracias —se sentó en uno de los sillones.

No tuvo que esperar mucho, las mujeres entraron rápido y de esa misma forma salieron de allí. Se puso de pie en cuanto Liamle le dijo que podía entrar al consultorio. Respiró varias veces para que sus nervios no le fallaran miserablemente y tocó la puerta. Escuchó cuando la otra persona le dijo que podía pasar y después de contar hasta cinco abrió la puerta.

— Buenas tardes, me dijo la secretaria que... —se detuvo de golpe al ver a la persona del otro lado del escritorio mirándolo sorprendido—. Joder, que enorme sorpresa, papi.

— De todas las personas en este mundo me tocó contigo en este piso —dijo Mikhail, aún más sorprendido.

— Estos tres meses serán muy interesantes.

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