Capítulo 7.

Zaid se despidió de su padre con un beso en la mejilla y alzó ambas cejas al ver el semejante edificio que tenía enfrente. Al menos no estaría comenzando a trabajar en el último piso de ese lugar. Fue hacia recepción donde estaba un chico hablando sin pausas por un teléfono de bluetooth.

El chico lo miró de arriba hacia abajo, y le señaló la puerta detrás de él. Zaid asintió, ajustando su mochila a su hombro y entró donde le decía, había un grupo de estudiantes de la misma escuela que él, esperando que le tiraran la foto para el carnet de estudiante que pedían en ese lugar.

Cuando llegó su turno pensó que quizás no podía mostrar la mínima sonrisa, por lo que el sujeto que estaba encargado de hacer los carnets le dijo que podía sonreír sin ningún problema.

Los hoyuelos en sus mejillas no se hicieron esperar, llamando la atención de algunos, ya que jamás los habían visto, porque el híbrido pasaba más tiempo detrás de un libro que siendo libertino como los demás miembros de su familia.

Zaid subió ambas cejas al verse en esa foto, sus ojos estaban más claros de lo normal, por lo que el azul y el marrón sobresalían, pero lo demás estaba bien. Se colocó el carnet, no sin antes leer donde le tocaba.

Le tocaba de aprendiz en el área de diseño. No se atrevió a ver más allá del nombre, tampoco le interesaba saber quién era el dueño de ese sitio, de lo único que estaba seguro es que debía de pasar esos meses lejos de los demás miembros de su escuela, y que debía de esforzarse para pasar a la universidad con las calificaciones altas.

— Hola, soy Zaid Hamilton, vengo de la escuela Gallagher —la persona que estaba detrás del escritorio asintió y le pasó una hoja de lo que haría, y en qué piso estaría a partir de ese instante—. Muchas gracias.

Piso veinte, no era tan malo, sólo eran cinco pisos de diferencia del presidencial. De inmediato comenzó con los preparativos de un proyecto ficticio que creó en una de las computadoras de última generación.

El chico estaba más que seguro de que serían unos meses interesantes en ese lugar, todos lo trataron de forma educada y sin prestar la mínima atención a sus ojos de diferentes colores.

En el último piso estaba Bruno Black, revisaba unos proyectos que tenía en mente. Estaba hecho un lío sin remedio. Tenía casos que debían ser resueltos lo antes posible, pero por lo visto todo estaba en su contra, en ese momento prefirió estar entre las piernas de ese chico que de casualidad sabía su nombre, pero ni siquiera su apellido.

La puerta de su oficina se abrió, y estuvo tentado a mandarle la grapadora a su mejor amigo en cuanto lo vio con unos documentos. Éste dejó salir una carcajada al ver el rostro que éste tenía.

— Descuida, ya me encargue de los casos que tenías pendiente —dejó caer los documentos sobre el escritorio de Bruno—. Para algo le pagas a tus abogados en ese buffet.

— Tengo la mente hecha un lío —se pasó la mano por el cabello, desordenándolo por completo—. No tengo mente para nada en este momento.

— Me acabo de dar cuenta de eso —se sentó en una de las sillas—. Me imagino que tiene que ver con lo que pasó el viernes, ¿No?

— Algo como eso —volvió la vista a los planos que tenía frente a él—. Acabo estos planes y les propongo esto a los inversionistas.

— Hoy entraron los chicos de las diferentes escuelas —informó.

— Espero que no haya nadie en ningún lado importante —le informó—. No quiero que nadie toque algo que valga millones de euros, por esa razón es que no acepto a nadie en el buffet de abogados.

— Lo sé —asintió—. Ya todo está arreglado, sólo tenemos a uno de los pasantes en el área de elaboración, es muy bueno en sus trabajos —señaló, el folder con los documentos—. Ahí están los dibujos que hizo en donde estudia, con decirte que postuló para entrar a tu buffet de abogados, pero decidió cambiarse de carrera antes de cometer un delito —bromeó.

Bruno rió, y abrió los documentos y se asombró al ver todos los dibujos de edificios. Parecían tan reales que se extrañó que el chico no estuviese trabajando de lleno en esa área. Se quedó mirando uno en particular, parecía el más reciente por lo que miró el que le había dado uno de sus trabajadores.

— ¿Qué opinas de este para el nuevo club? —le pasó el dibujo—. Es mejor que éste, es más detallado y es justo lo que nos están pidiendo.

— También pensé en eso cuando los vi —se quedó mirando el dibujo—. Hay uno que se asemeja bastante al que estás haciendo en este momento.

— ¿Cuál?

— Es éste —le mostró un dibujo que parecía más algo en tercera dimensión — Si los unes, puedes darte por hecho de que es increíble, sería la maqueta perfecta para hacer y mostrar a los inversionistas.

— Tienes razón —se aclaró la garganta—. Busca a ese chico y pregúntale cuánto quiere por estos dibujos, obviamente se le dará créditos por estos dibujos.

— ¿Estás seguro de poner esto en la próxima reunión? Es algo arriesgado él que hagas una maqueta sobre esto.

— Dile al chico que haga las dos maquetas y tiene la nota máxima para pasar a la universidad y estudiar lo que desee —se puso de pie—. Te toca cerrar la empresa, tengo un asunto pendiente.

— ¿Qué harás? —también se puso de pie—. No puedes dejarme todo, otra vez.

— Descuida —sacudió su traje—. Ahora sólo iré al baño a hacerme una paja, más tarde iré a una cita de suma importancia con alguien.

— ¿Con quién? ¿Me vas a decir el nombre? —caminó hacia la puerta.

— No —señaló la puerta—. Ahora vete y sigue trabajando con lo que estabas.

— ¿En verdad te harás una paja? —abrió la puerta.

— ¿Tu qué crees?

*****

Zaid estaba tan concentrado en hacer un dibujo en la computadora que no se dio cuenta de que su supervisor y la persona que estaba con Bruno estaban mirando todo con gran admiración. El chico era un genio en hacer esos dibujos en cualquier sitio. Tenía una hoja a su lado, mientras la miraba. Soltó un suspiro lleno de alivio, cuando por fin salió como quería. Casi se cae de su asiento al escuchar los aplausos detrás de él.

— Lo hiciste perfecto — el hombre se acercó a él y tendió su mano — Mucho gusto, mi nombre es Maximiliano Wilson, pero puedes decirme Max. Soy el vicepresidente de esta empresa y mano derecha del presidente.

— Yo...hm —se puso de pie—. Soy Zaid Hamilton, mucho gusto —aceptó la mano.

— El gusto es mío —entró las manos en sus bolsillos—. Deseo hablar contigo, a solas —le dio una mirada a la señora que estaba detrás de él, y ésta se fue—. Toma asiento, por favor.

— ¿Qué desea? —se sentó— Es mi primer día, y creo que ya me metí en problemas.

— Nada de eso —buscó una de las sillas que estaban en el otro cubículo —le enseñé los dibujos que había hecho en la escuela al presidente y me dio el visto bueno de algunos.

— ¿Qué hizo qué? ¿No debían de consultarme primero antes de hacer eso? —preguntó, extrañado.

— Soy el que supervisa todos los trabajos de los estudiantes que llegan aquí —le informó—. No puedo dejar pasar nada, y con eso quiero decir que el presidente debe de ver lo que hacen los estudiantes.

— Si, lo siento —dijo apenado—. Es sólo que nunca pensé que mis trabajos fueran a gustarle a alguien.

— Descuida, es algo normal el que estás de esa forma, no todo los días en esta empresa al mandamás le gustan los trabajos de los estudiantes que entran... pero hay algo que no nos cuadra —el chico lo miró con atención—, ¿Por qué has postulado para ser arquitecto? Lo digo porque antes habías mandado la solicitud al buffet de abogados de la empresa.

— Me gustan ambas —confesó—. En una de las dos debían darme la oportunidad... si en ninguna resultaba, debía de trabajar de hacer algo que se asemejara.

— Lo supuse —se pasó la lengua por los labios, y Zaid se lo encontró sexy—, pero no vine a hablar de eso... el mandamás de este lugar me pidió que te diera una comisión para que nos dejaras usar dos de tus dibujos en una de nuestras presentaciones.

— ¿Mis dibujos? —se recargó de la silla.

— Si, justamente se los enseñé para que me diese la opinión que necesitaba... y tengo que decirte que les gustaron bastante —le sonrió—. Por lo que necesito tu autorización y el número de cuenta para depositar una suma de dinero generosa por tus diseños.

— Yo... ¿Uh? —sacudió la cabeza—. Si, si —se giró para apuntar el número de cuenta que poseía desde hace unos meses—. Aquí tiene.

— Muchas gracias —se puso de pie—. Después te traigo unos documentos para que los firmes... y los dibujos que has hecho para que hagas unas maquetas, tendrás dos semanas para hacerlas.

Zaid dejó salir el aire que tenía en los pulmones cuando lo vio salir y se llevó ambas manos a la boca, y dio un pequeño baile. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo se arregló el traje y siguió con lo que estaba haciendo.

Pasó todo el resto del día haciendo las maquetas digitalmente e incluso se sintió con tanto estrés que tuvo que quitarse la goma que tenía en el cabello. Vio la hora en su celular en su celular temporal y se puso de pie de un salto al ver la hora. Recogió las cosas y guardó todo en una carpeta. Debía de buscar su celular y ya llevaba veinte minutos de retraso.

Colocó su nombre en las planillas de salida y se quitó el carnet, colocándolo en su mochila. Debía de llegar rápido, y no tenía la más remota idea de la distancia que había desde el hotel que lo había citado.

Detuvo un taxi desde que lo vio, y le dio la dirección. Al menos no quedaba tan lejos en auto desde la empresa. Sus manos comenzaron a sudar desde que bajó del carro, no tenía idea de lo que se encontraría en esa habitación.

— Buenas tardes, soy Zaid...

— Si, lo están esperando —le sonrió, de forma ensayada—. En la suite presidencial, que tenga una hermosa estadía.

— Muchas gracias —musitó.

El chico contaba mentalmente para no salir corriendo mientras el elevador, estaba a nada en salir corriendo y dejar que su teléfono quedase en el olvido total.

Abrió y cerró los puños varias veces antes de tocar la puerta de la habitación. No tuvo que esperar mucho para ver al mismo hombre que estaba en la cama el sábado en la mañana.

— Pensé que no ibas a venir, zorro escurridizo —se recargó en la puerta.

— Sólo vine por mi telefono, señor —dijo en voz baja—. Simplemente por eso.

— Entra, por favor —se hizo a un lado—. Obviamente no lo tengo conmigo.

— ¿No harás nada? No confío en ti... —entró a la habitación con pasos vacilantes.

— Descuida que mis manos estarán en los lugares correctos —cerró la puerta con seguro—. ¿Quieres tomar algo?

— No, la última vez que tomé terminé perdiendo mi virginidad con un desconocido —alzó las cejas.

— Ven, no te voy a emborrachar hasta que no tengas conocimiento de ti —negó, con la cabeza.

— Lo creeré cuando tenga mi teléfono nuevamente —se encogió de hombros.

— Venga —lo animó—. Sólo será una copa y nada más.

— ¿Me darás mi teléfono después? Tengo que ir a mi casa temprano.

— ¿A qué hora debes de estar en tu casa? —le sirvió piña colada—. Es piña colada, tiene muy poco alcohol —se le pasó la bebida y le quitó la mochila—. Parece que vienes de trabajar en lugar de estudiar.

— Estoy haciendo mis pasantías antes de entrar a la universidad —se encogió de hombros y olió la bebida e hizo una mueca—. Tiene alcohol.

— Te dije que tiene muy poco —le incitó a beberla y el chico pasó saliva—. Ven, conversemos de las fotos que tienes en tu teléfono.

— ¿Viste mis fotos? —sintió sus mejillas arder—. Eso es algo privado.

— No deberías de tener tu teléfono sin contraseña y mucho menos tener esas fotos tan comprometedoras.

— Nunca pensé que se me quedaría en ese lugar, por cosas como esas es que no salgo de mi casa —se sentó en el sofá, al ver la cercanía que tenía Bruno—. Estás muy cerca, ¿No crees?

— El viernes estaba mucho más cerca —se sentó al lado del chico—. Y más aún, dentro de ti...

— No viene aquí para que me recordaras eso —bebió un poco, para ocultar el sonrojo.

— No es nada de lo que debas avergonzarte.

— Sí, claro... ¿Qué estás haciendo? —murmuró cuando la mano de Bruno se colocó encima de su pierna.

— Todavía queda algo antes de darte el teléfono —le quitó la copa y dejó todo encima de la mesita detrás de él—. Sólo algo y tendrás todo.

— ¿Qué cosa será?

Bruno tomó el rostro del chico entre sus manos y pegó sus labios a los de él antes de que pudiese decir algo o alejarse. El chico jadeó, pero tampoco se alejó de él, se encontró respondiendo al beso con la misma fuerza e intensidad que Bruno se lo daba, sus manos se posaron sobre las de Bruno.

El mayo se fue colocando de pie sin alejarse del chico y lo tomó en sus brazos para llevarlo a la cama y dejarlo sobre esta.

— No podemos hacer algo como esto otra vez —acarició el cabello de Bruno, cuando se agachó para quitarle el pantalón y los zapatos—, ¿Siempre convences a las personas?

— Tengo un don para muchas cosas —besó la parte interna de la pierna del chico, cerca de su zona íntima—. Además, no veo que estás poniendo mucha resistencia.

Zaid lo miró con los ojos entrecerrados, mientras que Bruno le quitaba la camisa y dejaba ver esa cola peluda y larga que tenía el zorrito. Se sentó en cama para ayudar a Bruno a quitarse la camisa y los pantalones. Los labios del mayor volvieron a posarse sobre el menor recostándolo nuevamente sobre la cama.

Quitó de un tirón el bóxer del chico y mordió nuevamente el labio del chico.

— No te muevas —se alejó de Zaid y buscó su pantalón para sacar un condón y colocárselo—. Ya estoy de vuelta —dejó un casto beso en los labios del chico—. Primero haremos algo, te haré sentir bien.

Zaid lo miró sin entender a qué se refería, hasta que sintió un lametón en su parte íntima. El zorro se retorció y trató de alejarse lo más posible, pero Bruno fue mucho más astuto y mordió la piel pálida del chico.

El pequeño miembro del menor tenía pequeñas gotas de semen. Y ambas entradas goteaban lubricante a montones, por lo que se tentó a profanarla. Pero, sabía que quizás el chico no estaba preparado para tanto.

Pensó que debía de hacer que el chico se quedase con las ganas de correrse con su lengua, por lo que se alejó del cuerpo del chico e hizo que éste rodease su cuerpo con sus piernas.

— Aquí vamos, otra vez —posicionó su miembro en la entrada del chico—, ¿Quieres ir arriba?

— ¿Puedo estarlo? —preguntó, tímido.

— Si, supuse que querías hacerlo de esa forma —se hizo a un lado y se llevó consigo al chico, colocándolo encima de él—. La última vez que estuvimos juntos tuvimos varios orgasmos contigo en esta posición.

El chico le dio un golpe en el pecho. Tomó el miembro de Bruno y lo dirigió hacia su entrada, no podía creer que algo como eso le hubiese entrado esa noche. Ambas entradas estaban goteando lubricante, por lo que lo entró donde había estado la noche del viernes en la noche.

Sacudió la cabeza, para quitarse la goma que sujetaba su cabello la dejó en el piso. No se atrevía a mirar a Bruno a los ojos, tenía vergüenza de que éste se burlara de él por ser tan fácil y acostarse una segunda vez sin conocerse.

Las manos de Bruno agarraron sus caderas e hizo que este comenzara a moverse de forma suave, apartó el cabello del chico del rostro, colocándolo detrás de la oreja, dejando ver los lunares que adornaban su piel. Movió sus caderas contrarias a las de Zaid, haciendo que sus pieles chocaran.

Por primera vez el chico besó a Bruno, colocando una de sus manos sobre la cabecera; subiendo y bajando de la misma intensidad que el beso le permitía hacerlo. Sus piernas estaban temblándole, por el esfuerzo que estaba haciendo.

Se apoyó sobre sus rodillas, su cola se movía de un lado a otro, hasta que se detuvo en cuanto Bruno los hizo girar y comenzó a embestirlo, marcando el ritmo de las embestidas. La cola del chico lo envolvió de la misma forma que pasó la vez anterior que tuvieron juntos. Pero, le parecía extraño ese tipo de comportamiento, era como si desease que no se alejara de él.

La entrada del chico, sin importar que estuviese a punto de correrse, seguía dejando salir lubricante, facilitándole el acceso. Dejó besos en áreas que no pudiesen darle problemas con sus padres, el chico podía ser mayor de edad, pero tenía pinta de esos que cumplían las reglas de la casa.

— Puedes dejarlo salir —dirigió sus dedos al pequeño miembro del chico—. Estoy aquí. 

Zaid suspiró y dejó salir todo con un agudo gemido que a Bruno le pareció excitante.

Con unas cuantas embestidas más también se corrió, quedándose quieto y quitando las pequeñas gotas de sudor que estaban en su rostro. Bruno se colocó al lado del chico y se quitó el condón, amarrándolo y dejándolo caer en algún sitio. Abrazó el cuerpo del chico, colocándolo nuevamente sobre él, sin ser morboso en el acto, sólo necesitaba tocarlo o sentirlo cerca para ver si era real.

Dejó un beso en el cabello del chico, y suspiro. Se sentía tan bien y tan correcto tenerlo cerca que no se imaginó que podía llegar a verse detrás de ese chico.

Nunca se quedaba más del tiempo necesario con sus amantes, siempre sus encuentros eran rutinarios, nada de mimos o de cursilerías. Siempre se levantaba de la cama y se iba, no sin antes dejar una buena propina a sus amantes.

Pero con ese chiquillo haría todas las excepciones del mundo. 

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