Habían pasado seis meses desde aquel hermoso día en el parque, donde Adriano y Gianina habían compartido increíbles y memorables con sus hijos.Durante ese tiempo, habían trabajado arduamente en reconstruir su relación, fortaleciendo los lazos que los unían y creando nuevos recuerdos llenos de amor y de complicidad.Adriano había decidido que quería hacer algo especial para celebrar el amor que compartían.Por este motivo, se había acercado a Sara y a Johana, con cuya complicidad, comenzó a planear una fiesta sorpresa para Gianina.Quería que aquella fuera una noche única e inolvidable, llena de alegría y de emoción, donde pudieran honrar a Gianina con todo su amor y su apoyo.Por ello, durante semanas, Adriano se reunió con Sara y con Johana en secreto, para organizar cada detalle de la fiesta sorpresa.En conjunto, los tres escogieron un elegante salón para llevar a cabo la celebración y se encargaron de la decoración, las luces y hasta de los arreglos florales. Cada detalle debía s
EL DÍA DE LA BODA.El día soñado había llegado. Adriano y Gianina, rodeados de familiares y amigos, se encontraban en un hermoso jardín decorado con flores y luces tenues.El ambiente estaba lleno de amor y de emoción, mientras todos esperaban ansiosos el momento en que Adriano y Gianina se unieran en matrimonio.El sol brillaba radiante en el cielo, iluminando el lugar con su cálida luz.El sonido de la música suave llenaba el aire, creando una atmósfera mágica.Mientras que, los invitados, conmovidos por la belleza del momento, susurraban entre ellos palabras de admiración y felicitaciones.El oficiante, con una sonrisa amable, se paró frente a la pareja y comenzó a pronunciar palabras de amor y compromiso.Adriano y Gianina se miraban a los ojos, con las manos entrelazadas, llenos de emoción y de expectativa por lo que estaba por venir.—Hoy estamos aquí reunidos para celebrar el amor y la sagrada unión entre Adriano y Gianina —comenzó a decir el párroco encargado de llevar a cabo
MUCHOS AÑOS DESPUÉS.Habían pasado una gran cantidad de años desde aquel hermoso día en el que Adriano y Gianina se habían unido en matrimonio.El tiempo, inevitablemente, había dejado huellas en sus rostros, pero su amor continuaba tan radiante y vivo como en aquel entonces.Juntos, habían construido lo que tanto habían anhelado: una vida plena y llena de significados y de recuerdos.Francesco, el hijo de Gianina, había crecido, convirtiéndose en un hombre apasionado por la música.Sus melodías llenaban los corazones de quienes lo escuchaban, y su talento se había convertido en una fuente de alegría para su familia.Sin embargo, no se había contentado con eso, sino que también había formado una banda exitosa y recorría el mundo compartiendo su pasión con el público.Los cuatrillizos, por su parte, habían encontrado su propio camino en la vida.Alessandro se había forjado un camino exitoso como arquitecto, demostrando un talento innato y una creatividad deslumbrante. Su habilidad para
Allí estaba, una vez más, en la clínica, donde cinco meses atrás había ido a realizarse una inseminación artificial junto a Antonio, su difunto esposo.Jamás imaginó que la llamaran con tanta urgencia, tantos meses después, cuando acudía allí prácticamente todas las semanas para realizarse los chequeos correspondientes.La última ecografía y los últimos análisis habían dado perfectos, entonces, ¿por qué la llamaban con tanta urgencia?Cuando llegó a la recepción se encontró con la médica que había conocido el primer día y con el médico que la atendía todas las semanas, reunidos y con rostro de preocupación.Una vez se acercó a ellos, se aclaró la garganta para hacerse notar y preguntó:—¿Qué sucede? ¿Está todo bien?Los rostros de los tres que se encontraban reunidos no auguraban nada bueno.—Esperemos un momento más —dijo la doctora—. El señor Messina ya debe estar por llegar.¿Messina?Le sonaba ese apellido y pronunciado por la voz de aquella mujer.De pronto tuvo un flashback.Aqu
CINCO MESES ANTESGianina preparó el debido café de la mañana y lo sirvió en un tazón enorme.Estaba preocupada. No podía dejar de pensar.Las cuentas no le daban. Lo que ganaba en la pizzería era una miseria y ni hablar de sus trabajos esporádicos como escritora fantasma.Suspiró.Realmente, estaba tan cansada… Si no hubiese creído en las palabras del imbécil, del padre de su hijo, no estaría pasando por todo aquello.«¿Te arrepientes de haber tenido a Francesco?», se preguntó.¡No, por supuesto que no! Jamás se arrepentiría de haber tenido a su hijo. Era lo mejor y lo más importante que tenía en la vida. Gianina levantó la cabeza y se llamó a la cabeza.¿Qué diablos haría?Iban a terminar sin hogar, sin nada, en la calle, porque no podía pagar el alquiler, ni las expensas.A duras penas, le alcanzaba para darle de comer a Francesco.De lo único que se arrepentía era de la persona que había elegido y que había terminado siendo el padre de su hijo.Gianina suspiró y se llevó la taza
Aquella noche, ataviada con un vestido negro entallado y unos tacones dorados, a juego con su bolsa de mano.Cuando llegó al restaurante en el que había sido citada, recordó que el hombre, en el correo electrónico, le había dicho que debía presentarse con su nombre y apellido y que debía decir que tenía una reserva junto a Antonio Rossi.Y eso fue lo que hizo.Sara la había acompañado hasta la esquina más cercana, antes de irse con Francesco al cine, para entretenerlo.El hombre que se encontraba en la entrada, trajeado de pies a cabeza, la buscó en una lista en el interior de una carpeta negra y, una vez que encontró su nombre, la hizo pasar.Rápidamente, la guio hasta un reservado que se encontraba al final del restaurante.—Es aquí, señorita —dijo el hombre y se alejó sin más.—Gracias. —Gianina sonrió.En cuanto abrió la cortinilla, que separaba el reservado del resto del restaurante, los ánimos se le vinieron abajo.¿Aquel era el millonario que quería alquilar su vientre?Pero, p
Tres meses después de la boda y de haberse quedado embarazada de cuatrillizos, Gianina se encontraba de compras con Sara y Francesco.Cuando sus piernas no daban más, propuso tomar asiento.—¿Quieres ir a beber un batido? —le preguntó Sara, cuando ya habían recorrido todas las tiendas habidas y por haber.Antonio le había dado una tarjeta sin límite y Sara la había instado a renovar su guardarropa y, como siempre, ella había accedido.Se acercaron a la zona de los restaurantes del mall, dejaron las bolsas en una de las sillas y Gianina tomó asiento.—Ya regreso. ¿Quieres un batido de banana y fresa? —preguntó Sara.Gianina sonrió y asintió. Su amiga la conocía más que nadie.En el momento en el que su amiga se alejó junto a Francesco en busca de los batidos, tomó su móvil y vio que tenía una gran cantidad de llamadas de un número desconocido.Una ingente cantidad de llamadas.No era normal tener más de treinta llamadas perdidas.Rápidamente, se puso de pie y se encaminó hacia una zona
DOS MESES DESPUÉSDos meses más tarde, luego del sepelio de Antonio, la mansión continuaba sumida en la más completa penumbra.Todos en la mansión se encontraban cabizbajos y no lograban hacer más que lo justo y lo necesario.A todos y cada uno, incluida Sara (quien se había mudado momentáneamente con su amiga), les había caído como baldazo de agua helada la noticia de la muerte cerebral de Antonio.Gianina no podía creer tener tanta mala suerte. Si bien no amaba a ese hombre, le había tomado un gran cariño y en la enorme vivienda se notaba su ausencia, faltaba su voz gutural, verlo andar por la casa en compañía de Alfred…En definitiva, Antonio se hacía echar en falta.Mientras Gianina tomaba un té junto a Sara, en el más completo silencio —Francesco se encontraba en el colegio y le habían dicho que Antonio se había ido de viaje—, su teléfono celular comenzó a sonar sin descanso.Gianina tomó el aparato y miró el remitente.Acto seguido, frunció el ceño.—¿Qué pasa? —le preguntó Sara