La Cadena M*****a 3

Blas salió de la tienda con una sonrisita satisfecha que iba a la perfección con los destellos de su aura sucia. Me vio y se volvió interrogante hacia Ragaesh, que lo instó a acercarse adonde yo permanecía erguido sólo porque la cadena me sostenía.

—Mirá quién vino al baile —fue su saludo, inclinándose hacia mí—. Siempre tan oportuno, exorcista. Vas a ser el postre. Todo un honor, considerando tu estatus. No me lo voy a perder por nada del mundo: tu novia cortándote en pedacitos. Se entiende muy bien con mi señora, ¿sabías? —Enfrentó a Ragaesh, todavía sonriendo—. No lo mencionen delante de mi señora. Yo les voy a decir cuándo entregárselo.

A través del dolor y la fatiga que me abrumaban, tuve el gusto de ver que Ragaesh se tragaba su odio e inclinaba la cabeza ante Blas. De haberse atrevido, lo

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