50. Dotes culinarios

En medio de la fresca tarde del sábado, salgo de la casa y me dirijo hacia el auto de Murgos para sacar mis maletas. Al poner un pie sobre el césped del jardín, quedo impresionada no por la cantidad de maletas apiladas detrás del auto, sino por el enorme telescopio que Murgos ha comenzado a armar. A su lado, Delancis da pequeños saltos y observa a su madre con una expresión de ilusión en su rostro, lo cual me hace sonreír.

—Por favor, yo también necesito ver las estrellas en esa maravilla —digo a Murgos mientras camino hacia el auto.

—Cuando mi hija se canse de usarlo, te lo presto—responde con una sonrisa divertida.

Mientras saco mis maletas del auto, no puedo evitar voltear a verlas y pensar en lo mucho que Murgos consiente a su hija y cómo trata de cumplir cada uno de sus deseos. Me hace reflexionar sobre mi futuro y mis posibles hijos, ¿seré igual de complaciente? No, con esta vida que llevo no merezco tan siquiera pensar en tener un hijo… Por ahora no.

Una vez tengo mis maletas e
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